miércoles, 30 de noviembre de 2016

UNO DE LOS LEGADOS DE FIDEL CASTRO- LA UNIDAD DE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE.

&&&&&
Todo lo antes dicho contribuye a explicar el enorme esfuerzo personalmente realizado por Fidel Castro con vistas a crear las condiciones políticas continentales que posibilitaron resistir la “globalización neoliberal” y  que posteriormente condujeron a la derrota, en el 2005, del Acuerdo de Libre Comercio para las Américas (ALCA) impulsando por las administraciones de William Clinton y George W. Bush, así como apoyada por sus principales aliados latinoamericanos y caribeños. También para  lograr –en consuno con el ya físicamente desaparecido líder histórico de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez— la institucionalización y progresiva ampliación y profundización de la ahora llamada Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio entre los Pueblos (ALBA-TCP). Muchos más porque él previó, como pocos, que esa alianza estaba llamada a desempeñar un papel central en los diferentes proyectos de concertación política, cooperación e integración económica que, no obstante las grandes dificultades que los afectan y los afectarán, se han desplegado y se siguen desplegando en Nuestra América, incluidas la Asociación de Estados del Caribe (AEC), la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).  

/////



UNO DE LOS LEGADOS DE FIDEL CASTRO- LA UNIDAD DE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE.
*****
Dr. Luis Suárez Salazar. (Ciencias Sociológicas).

ALAINET. Sábado 26 de noviembre del 2016.

PRESENTACIÓN.-

Como se conoce, en las últimas horas de la noche del 25 de noviembre del 2016, el Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba y Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, general de ejército Raúl Castro Ruz, con “profundo dolor” le anunció al pueblo de Cuba y a los demás pueblos del mundo que a las 10:29 de esa noche había dejado de latir el noble corazón de su hermano, el líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz.

En medio de las diversas reacciones nacionales e internacionales causadas por esa inesperada y conmovedora noticia, busqué en mis archivos el escrito que en la última semana de mayo de 2016 había propuesto para un libro que desde los primeros meses de ese año estaba compilando la prestigiosa colega cubana Ana Cairo con vistas a celebrar el 90 Aniversario del natalicio de Fidel Castro.

Comoquiera que ese volumen aún está inédito, con algunos pequeños arreglos, he decidido divulgar ese escrito dirigido a relievar uno de sus principales aportes a la multifacética obra humanista, solidaria e internacionalista de la Revolución Cubana. También como un testimonio personal de agradecimiento por todo lo que aprendí en el estudio de su profundo y para mi imperecedero legado ético y teórico-práctico.

En mi concepto, ese legado hace y harán a Fidel merecedor de lo que dijo José Martí con relación a los que denominó “tres héroes” de las luchas de los pueblos latinoamericanos contra el colonialismo español (Simón Bolívar, José de San Martín y Miguel Hidalgo): “Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que le roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana. Esos hombres son sagrados”. Y agregó:

Los hombres no pueden ser más perfectos que el sol. El sol quema con la misma luz con que calienta. El sol tiene manchas. Los desagradecidos no hablan más que de las manchas. Los agradecidos hablan de la luz.

 ****
FIDEL CASTRO: ARTÍFICE DE LA PROYECCIÓN EXTERNA DE LA REVOLUCIÓN CUBANA EN NUESTRA AMÉRICA.
*****
 Por: Luis Suárez Salazar.

ALAINET.

Introducción.

Como parte de las observaciones-participantes y de las investigaciones que desde hace cerca de cinco décadas he venido realizando y, en algunos casos, publicando sobre la que he denominado “proyección externa de la Revolución Cubana”, a fines de 2006 emprendí una cuidadosa identificación, lectura o relectura de los cerca 400 discursos pronunciados desde los primeros días de enero de 1959 por el líder histórico de esa revolución, Fidel Castro Ruz, en los que refería sus multidimensionales y profundas reflexiones sobre la historia, la realidad, las disyuntivas y perspectivas de los Estados nacionales o plurinacionales, así como de algunas de las islas y los territorios continentales sometidos a diferentes formas de dominación colonial por parte de Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Holanda ubicados en el espacio geográfico, humano y cultural que en 1891 José Martí denominó Nuestra América.

Como fruto de esa investigación y tratando de evitar que se dogmatizara su pensamiento dialéctico y creador, preparé tres compilaciones contextualizadas y anotadas de los principales discursos o fragmentos de ellos en los que Fidel –como comúnmente lo denomina el pueblo cubano— había difundido sus siempre bien informadas consideraciones sobre las multiformes luchas populares, democráticas, anticoloniales, anti neocoloniales, antiimperialistas y, en algunos casos, anticapitalistas o socialistas que desde el triunfo de la Revolución Cubana se habían desplegado al sur del río Bravo y de la península de Florida. Asimismo, sobre los cambiantes contextos económicos, sociales y políticos internacionales y hemisféricos en que éstas se habían desplegado. 


La preparación de esas tres compilaciones,  mis propias experiencias personales, al igual que la mayor parte de las entrevistas que, junto a mi estimado colega y amigo holandés Dirk Kruijt, les realizamos entre el 2010 y el 2014 a cerca de 40 compañeras y compañeros cubanos y de otros países del mundo que, en uno u otro momento de sus vidas, habían participado en la implementación de las multiformes solidaridades de Cuba con los pueblos y con algunos gobiernos del continente americano,[5] me confirmaron que, sin negar los aportes de otros dirigentes de la Revolución Cubana, desde los primeros días de 1959 hasta, al menos, el 2006 Fidel Castro había sido el principal artífice, conductor, analista y a la vez cronista de las multifacéticas, consistentes y, en ciertos casos, cambiantes estrategias y tácticas desplegadas por el liderazgo político-estatal cubano hacia la que, en 1953, el entonces recién graduado médico argentino Ernesto Guevara de la Serna había denominado “nuestra Mayúscula América”.

Igualmente, el inspirador de las acciones emprendidas hacia ese continente por las direcciones de las diferentes organizaciones políticas, sociales, de masas, juveniles-estudiantiles y profesionales que han actuado o todavía actúan en la sociedad política y civil cubanas, al igual que de las conductas altruistas asumidas por los decenas de miles de cubanas y cubanos que han cumplido diversas misiones solidarias o internacionalistas en todo el mundo y, en particular, en buena parte de los 33 estados latinoamericanos y caribeños. 

La unidad antiimperialista: táctica y estrategia de la victoria.

En el breve espacio disponible para este escrito me resulta imposible sintetizar todos los  aportes teórico-prácticos realizados por Fidel a la elaboración e implementación de las estrategias, las tácticas y las acciones desplegadas por todos los actores sociales y políticos, estatales y no estatales, antes mencionados, así como a la comprensión de la historia y de la cada vez más compleja realidad latinoamericana y caribeña. Pero, partiendo de la narrativa y de los elementos empíricos que he sistematizado en algunos de mis escritos antes referenciados, puedo afirmar que todas ellas fueron emprendidas partiendo de las convicciones de su máximo líder acerca de la estrecha imbricación existente entre la Revolución Cubana y los demás procesos de cambios favorables a los intereses nacionales y populares que, en cada momento histórico-concreto, se estaban o todavía se están desplegado en  América Latina y el Caribe.

Esas convicciones, tributarias del legado de los próceres y mártires de las luchas por  las que José Martí denominó “primera” y “segunda independencia” de Nuestra América, así como de las tradiciones provenientes de la diversas interpretaciones revolucionarias e internacionalistas del marxismo, guiaron as multifacéticas solidaridades de la Revolución Cubana con los pueblos y algunos gobiernos del continente americano; incluido, el pueblo estadounidense. Estas fueron definidas por Fidel no solo como un ineludible deber histórico (“ser internacionalista es pagar nuestra propia deuda con la humanidad”), sino también como una necesidad estratégica para la preservación, la consolidación y el exitoso desenvolvimiento de la transición socialista cubana.

Mucho más por su temprana y reiterada comprensión de que el imperialismo –y en particular, el estadounidense— había sido, era y aún sigue siendo el enemigo principal y, en algunos casos, el enemigo inmediato de la emancipación política, económica, social y cultural de todas las naciones y pueblos de la que, en 1959, el Canciller de la Dignidad, Raúl Roa García, denominó “nuestra preterida, maltratada y exprimida súper patria común”.


Aunque esa comprensión ya estaba implícita en La Historia me absolverá y en las intervenciones públicas que Fidel realizó tanto en los Estados Unidos como en México durante la preparación de la expedición revolucionaria que, a bordo del yate Granma, finalmente arribó a las costas cubanas el 2 de diciembre de 1956,  comenzó a hacerse explícita en los diversos discursos que él pronunció, así como en las entrevistas y conferencias de prensa que ofreció durante las visitas que realizó a Venezuela, Estados Unidos, Argentina, Brasil y Uruguay entre fines de  enero  y los primeros días de mayo de 1959.

También en los innumerables discursos que antes y después de esos meses pronunció en Cuba para concientizar, movilizar y organizar al pueblo cubano para enfrentar y derrotar las diversas agresiones imperialistas que comenzaron a fraguarse desde el propio triunfo de la Revolución, así como para que, simultáneamente, expresara su solidaridad con las inter vinculadas luchas por la democracia, el desarrollo económico y social y la independencia política que entonces se estaban librando en diferentes Estados y territorios latinoamericanos y caribeños aún sometidos a diferentes formas de dominación colonial o neocolonial.

En mi concepto, el clímax de toda esa tenaz labor política y pedagógica fue el discurso que pronunció Fidel Castro el 2 de septiembre de 1960 en la ahora denominada Plaza de la Revolución José Martí. En ese discurso, le propuso a la entonces llamada Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba la aprobación a mano alzada de la ahora denominada Primera Declaración de La Habana. Sobre la base de las primeras realizaciones económicas, sociales y políticas de la Revolución, así como en respuesta a las primeras agresiones imperialistas contra el pueblo cubano y al apoyo que estas ya comenzaban a encontrar en buena parte de los gobiernos latinoamericanos entonces integrantes de la Organización de Estados Americanos (OEA), en esa declaración se proclamó a los cuatro vientos “el deber de las naciones oprimidas y explotadas a luchar por su liberación; el deber de cada pueblo a la solidaridad con todos los pueblos oprimidos, colonizados, explotados o agredidos, sea cual fuere el lugar del mundo en que éstos se encuentren y la distancia geográfica que los separe”. 

También se reafirmó la fe de la Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba “en que la América Latina marchará pronto, unida y vencedora, libre de las ataduras que convierten sus economías en riqueza enajenada al imperialismo norteamericano y que le impiden hacer oír su verdadera voz en las reuniones donde cancilleres domesticados, hacen de coro infamante al amo despótico”. Asimismo,  ratificó “su decisión de trabajar por ese común destino latinoamericano que permitirá a nuestros países edificar una solidaridad verdadera, asentada en la libre voluntad de cada uno de ellos y en las aspiraciones conjuntas de todos”.

Antecedida por la fulminante derrota de la invasión mercenaria de Playa Girón organizada por la administración del republicano Dwight Eisenhower y emprendida por la del demócrata John F. Kennedy (a partir de la cual, a decir de Fidel Castro, “todos los pueblos latinoamericanos serían más libres”), y por las demoledoras críticas que, en la reunión del Consejo Interamericano Económico y Social de la OEA, efectuada en Punta del Este, Uruguay, en agosto de 1961, le realizó el comandante Ernesto Che Guevara a la Alianza para el Progreso, esos y otros enunciados de la Primera Declaración de La Habana fueron ratificados y ampliados en la que en otros escritos he denominado “Manifiesto Comunista de la Revolución Latinoamericana” aprobado a mano alzada por los cerca de dos millones de cubanas y cubanos que el 4 de febrero de 1962 se congregaron en la Plaza de la Revolución José Martí.

Nuevamente, a instancias de Fidel y luego de reiterar que “la historia de Cuba era parte de la historia de América Latina” y ésta de la historia de los demás países del mundo subdesarrollado y dependiente, al igual que rompiendo con el reduccionismo sociológico y con el sectarismo entonces imperante en diversos destacamentos de la ahora llamada “izquierda social, política e intelectual” de América Latina, así como de algunos países del Caribe insular y continental, en la ahora llamada Segunda Declaración de La Habana se indicó que:

En la lucha antiimperialista y anti feudal es posible vertebrar la inmensa mayoría del pueblo tras metas de liberación que unan el esfuerzo de la clase obrera, los campesinos, los trabajadores intelectuales, la pequeña burguesía y las capas más progresistas de la burguesía nacional. Estos sectores comprenden la inmensa mayoría de la población, y aglutinan grandes fuerzas sociales capaces de barrer el dominio imperialista y la reacción feudal. En ese amplio movimiento pueden y deben luchar juntos, por el bien de sus naciones, por el bien de sus pueblos y por el bien de América, desde el viejo militante marxista, hasta el católico sincero que no tenga nada que ver con los monopolios yanquis y los señores feudales de la tierra. Ese movimiento podría arrastrar consigo a los elementos progresistas de las fuerzas armadas, humillados también por las misiones militares yanquis, la traición a los intereses nacionales de las oligarquías feudales y la inmolación de la soberanía nacional a los dictados de Washington.

Tales afirmaciones –posteriormente sintetizadas por Fidel en su llamado a la “unidad estratégica entre cristianos y marxistas” y en su sintagma: “La unidad antiimperialista es la táctica y la estrategia de la victoria”— guiaron la política internacional desplegada por la Revolución Cubana; incluida su apoyo político-diplomático, mediático y, en algunos casos, militar a las luchas por la democracia, la liberación nacional y social desplegadas por diferentes destacamentos de la izquierda, así como  como sus multiformes solidaridades hacia todos los gobiernos que, con independencia del horizonte programático de sus liderazgos civiles o militares o de las fuerzas sociales y políticas que lo hayan conducido, han emprendido diversos procesos de cambios revolucionarios, reformadores, nacional-populares e incluso reformistas en diferentes estados latinoamericanos y caribeños. También hacia aquellos que han mantenido una actitud respetuosa hacia la transición socialista cubana.

Paralelamente, Fidel Castro fue desarrollando sus trascendentales conceptos con relación a la importancia estratégica que ha tenido, tiene y tendrá para el porvenir de América Latina y el Caribe la unidad de sus pueblos, así como la integración política y económica de todos los Estados de ese continente. En mi consideración, él formuló por primera vez esas utopías en los antes referidos discursos que pronunció en Venezuela a fines de enero de 1959, así como en Argentina y Uruguay a comienzos de mayo del propio año. Sin embargo, acorde con los cambios que se fueron produciendo en la economía capitalista mundo, en el sistema internacional de los Estados, al igual que en el escenario hemisférico las fue perfilando a lo largo de su fecunda vida política. Al tal grado que, en el Cuarto Encuentro del Foro Sâo Paulo efectuado en La Habana en 1994, entre otras muchas ideas vinculadas a ese trascendental tema, señaló:

¿Qué menos podemos hacer nosotros y qué menos puede hacer la izquierda de América Latina que crear una conciencia en favor de la unidad? Eso debiera estar inscrito en las banderas de la izquierda. Con socialismo y sin socialismo. Aquellos que piensen que el socialismo es una posibilidad y quieren luchar por el socialismo, pero aun aquellos que no conciban el socialismo, aun como países capitalistas, ningún porvenir tendríamos sin la unidad y sin la integración.

Todo lo antes dicho contribuye a explicar el enorme esfuerzo personalmente realizado por Fidel Castro con vistas a crear las condiciones políticas continentales que posibilitaron resistir la “globalización neoliberal” y  que posteriormente condujeron a la derrota, en el 2005, del Acuerdo de Libre Comercio para las Américas (ALCA) impulsando por las administraciones de William Clinton y George W. Bush, así como apoyada por sus principales aliados latinoamericanos y caribeños. También para  lograr –en consuno con el ya físicamente desaparecido líder histórico de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez— la institucionalización y progresiva ampliación y profundización de la ahora llamada Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio entre los Pueblos (ALBA-TCP). Muchos más porque él previó, como pocos, que esa alianza estaba llamada a desempeñar un papel central en los diferentes proyectos de concertación política, cooperación e integración económica que, no obstante las grandes dificultades que los afectan y los afectarán, se han desplegado y se siguen desplegando en Nuestra América, incluidas la Asociación de Estados del Caribe (AEC), la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).    

A modo conclusión.

En mi concepto, esas y otras facetas de la obra teórico-práctica de Fidel Castro no incluidas en este escrito requieren ser estudiadas profundamente por las actuales y futuras generaciones latinoamericanas y caribeñas; en particular por las nuevas generaciones de cubanas y cubanos. Sobre todo porque aún en el hipotético caso de que algún día se logre la que he denominado “anormalización de las relaciones oficiales entre los gobiernos de Estados Unidos y de Cuba”, su pueblo, sus organizaciones políticas sociales, de masas, juveniles y estudiantiles, así como su vanguardia política tendrán que seguir luchando para defender la soberanía y la independencia política y económica de la Mayor de las Antillas.

Y, tales luchas, como pensó y reiteradamente planteó Fidel Castro forman y formarán parte de las multiformes contiendas de los demás pueblos latinoamericanos y caribeños para lograr juntamente su desarrollo económico, político y social, así como para obtener y preservar su verdadera y definitiva independencia. En ese contexto, mantiene y mantendrá toda su vigencia, la alegoría planteada por José Martí en su célebre ensayo Nuestra América:

Con los oprimidos había que hacer causa común, para afianzar el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores.  El tigre, espantado del fogonazo, vuelve de noche al lugar de la presa […] No se le oye venir, sino que viene con zarpas de terciopelo. Cuando la presa despierta, tiene el tigre encima. 

*****
La Habana, 23 de mayo de 2016   

- Luis Suárez Salazar es Licenciado en Ciencias Políticas, Doctor en Ciencias Sociológicas y Doctor en Ciencias. Escritor y ensayista integrante de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), así como Profesor Titular del Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García” de La Habana, Cuba, al igual que de diversas cátedras de la Universidad de La Habana.

*****

martes, 29 de noviembre de 2016

TRUMP, POPULISMOS DERECHISTAS Y GLOBALIZACIÓN NEOLIBERAL.

&&&&&


“Centrándonos en el caso de EE.UU. se puede constatar que, sobre el fondo de una tendencia internacional y con los antecedentes del populismo en dicho país, se terminaron enfrentando, tras la derrota de Bernie Sanders en las primarias demócratas, dos opciones que expresaban muy bien el dilema de la globalización neoliberal. Hillary Clinton expresaba la continuación de la globalización y el nuevo impulso en marcha con la firma o negociación de los nuevos tratados comerciales internacionales como el TTIP, el TTP o TISA, su imagen estaba claramente vinculada al stablishment estadounidense, a Wall Street. Una vez que derrotó a Bernie Sanders en las primarias, y confiada en una victoria fácil por los pronósticos de las encuestas y los apoyos de los grandes medios de comunicación, rechazó la posibilidad de hacer concesiones a la izquierda que había apoyado a Sanders para evitar el triunfo de Trump. Es posible que incluso si hubiesen percibido el peligro de la derrota, Hillary y el stablishment que la apoyaba hubiesen preferido la victoria de Trump, con el objeto de encauzarle después, antes que hacer concesiones a la izquierda pro Sanders. Derrotado este último en las primarias demócratas, el discurso antiglobalización pasó a estar representado por la demagogia de Trump, que al fusionarle con el discurso xenófobo anti-inmigración adquiría un nuevo sentido y una nueva potencia. Ésta se expresó claramente en la victoria del magnate en las primarias republicanas, obtenida contra la oposición de la mayoría del aparato del partido republicano. Esa ya fue una clara señal de que el coctel discursivo demagógico de Trump tenía un peligroso tirón.

La victoria de Trump abre un escenario insólito dónde se pondrá a prueba las cuatro grandes líneas maestras de sus promesas electorales, la mejora de las condiciones de vida de sus apoyos electorales provenientes de la clase obrera blanca golpeada por los efectos de la globalización; las amenazas xenófobas relacionadas con la inmigración; los objetivos proteccionistas que pondrían en causa la trayectoria de la globalización neoliberal impulsada inicialmente por otra gran revolución conservadora en EE.UU., la de Ronald Reagan; y una nueva arquitectura de las relaciones internacionales con tendencia a un mayor aislacionismo y un nuevo enfoque sobre los aliados norteamericanos. El primer tipo de promesas electorales puede ser llevado a cabo empleando tres líneas de actuación: un programa de inversiones en infraestructuras como el que ha prometido Trump, y que beneficiaría a sus negocios de construcción; una serie de políticas de promoción social orientadas a ese electorado en situación precaria que le ha apoyado – se pueden encontrar ejemplos en otras experiencias anteriores con programas redistributivos o clientelistas – y; especialmente, aplicando su política xenófoba anti-inmigración, al precio de exacerbar el conflicto intra-racial en EE.UU. que podría reforzar las posiciones más ultra conservadoras expresadas por Trump y garantizarle una base de masas para mantenerse en el poder. Garantizado ese apoyo interior, Trump podría, como en los casos de los neopopulismos neoliberales citados de América Latina, proseguir las políticas neoliberales con modificaciones en la arquitectura de la globalización para intentar hacerla más favorable a los intereses de las corporaciones norteamericanas - por ejemplo, sustituyendo algunos de los grandes tratados comerciales existentes o en curso de negociación por acuerdos bilaterales dónde se impongan más nítidamente los intereses estadounidenses -, y proseguir una política exterior de mayor dureza siguiendo los ejemplos de otras dos administraciones republicanas anteriores, la de Reagan y la de Bush, con la diferencia de que si la primera se orientó contra la Unión Soviética y los movimientos revolucionarios de Centroamérica, y la segunda se centró sobre todo en Oriente Medio, ahora la de Trump se orientaría sobre China.

/////





TRUMP, POPULISMOS DERECHISTAS Y GLOBALIZACIÓN NEOLIBERAL.
*****


Jesús Sánchez Rodríguez.

Rebelión lunes 28 de noviembre del 2016.

En septiembre de este año escribí mi primer artículo [i] sobre el significado del ascenso populista de Trump a la vista de que sus opciones de victoria empezaban a ser reales, como desafortunadamente se terminaron confirmando. Aquel artículo estaba centrado fundamentalmente en el análisis histórico del populismo norteamericano con el objeto de evidenciar, primero que esta tradición política tenía una larga trayectoria en EE.UU. y, segundo, que a partir de la década de 1960 el populismo terminó vinculándose de manera definitiva al conservadurismo en aquel país.

Evidentemente quedaron sin analizar muchas aristas, que ahora después de la victoria presidencial de Trump cobran más interés y urgencia. Si en el artículo anterior el énfasis estaba puesto en las tendencias políticas internas de EE.UU. que podían explicar el auge del populismo xenófobo, en el actual queremos centrarnos en analizar este ascenso y victoria populista en la potencia dominante mundial como parte de unas tendencias mundiales más amplias a las que va a reforzar.

Así, el artículo se centrará en dos aristas diferentes pero relacionadas. La primera es la trayectoria de la globalización neoliberal y su relación con la victoria de Trump, La segunda es la coyuntura histórica de repliegue de los movimientos y fuerzas progresistas y de izquierda, que ha facilitado que los populismos de derechas terminen encauzando el malestar y las protestas de los amplios sectores sociales damnificados por la globalización.

La situación del proceso de globalización.

La globalización neoliberal desplegada a partir los últimos decenios del siglo XX se ha basado en un proceso de desregulación de la economía que ha permitido una mayor libertad de circulación a nivel internacional de los principales actores económicos privados, como las empresas multinacionales que han extendido y articulado su producción en cadenas de carácter regional o mundial, y las corporaciones financieras que actúan en un mercado financiero global integrado.
Uno de los efectos más importante originados por la globalización ha sido el desplazamiento del centro económico mundial. A pesar del estancamiento persistente de Japón y de la ralentización reciente del crecimiento chino, no cabe duda de que el centro de gravedad de la economía mundial se ha desplazado definitivamente a la región de Asia-Pacífico. China e India son los principales beneficiarios, pero EE.UU. se encuentra en la posición geográfica privilegiada de aprovechar este nuevo centro sin tener que renunciar al comercio trasatlántico en declive. Si la economía china se endereza después de la crisis sufrida en 2015, los enormes mercados que representan el conjunto de China e India atraerán el grueso del crecimiento y el comercio mundial.

También es cierto que la globalización neoliberal ha sufrido con la gran recesión iniciada en 2008 un importante correctivo, la actividad comercial internacional se desplomó inicialmente y ha tardado tiempo en ir recuperándose.

En los últimos años se asiste un nuevo ensayo por reactivar la globalización neoliberal a través de la negociación de una nueva ronda de acuerdos comerciales por todo el mundo. Los principales de estos acuerdos comerciales en curso de negociación o aplicación son el TTIP, TPP, y TISA. Se trata de una nueva reactivación de los tratados de libre comercio (TLC) impulsados hace más de una década y que en América se saldaron con el fracaso del ALCA que promovió EE.UU. Sus objetivos son afianzar la hegemonía norteamericana frente a su principal competidor, China - pero también frente al resto de los BRIC (India, Rusia y Brasil), que no participan en los mismos - , y continuar las políticas neoliberales en dos sentidos, de un lado, profundizando en la mercantilización de un amplio sector de actividades económicas y sociales aún no comercializadas mediante un aumento de la desregulación y, de otro lado, reforzando el poder de las grandes corporaciones transnacionales frente a los Estados que verían mermada su autoridad al someter sus decisiones soberanas a tribunales internacionales que suponen una privatización de la justicia.

Si en los años 90 el neoliberalismo fue impulsado decisivamente a través de las políticas contenidas en el conocido como Consenso de Washington, puede que un papel similar se intente conseguir ahora a través de esta ofensiva para implantar estos ambiciosos TLC. Sin embargo las consecuencias del dominio neoliberal durante estas décadas pasadas no son desconocidas por nadie: un crecimiento económico más lento y desequilibrado, con unos mercados financieros mucho más inestables y generando crisis financieras continuas, y una agudización de la desigualdad y la pobreza. [ii] 

Otro dato que expresa el nuevo impulso de la globalización neoliberal es el de los procesos de fusiones y adquisiciones internacionales entre las grandes corporaciones que las lleva a un crecimiento en su ya gigantesco tamaño en algunas de ellas. Ralentizados en 2008, rápidamente recuperaron el ritmo y alcanzaron la cifra actual de 30.000 operaciones por año, el triple que en 1990. En este proceso, y después de que las grandes corporaciones asiáticas o europeas amenazarán la hegemonía de las estadounidenses, éstas se recuperaron durante la gran recesión y vuelven a ser las dominantes en este terreno, de las 25 principales corporaciones mundiales, 16 son norteamericanas.
Evidentemente, la globalización ha tenido unos claros beneficiarios. 

En primer lugar, y de manera destacada, las grandes corporaciones que se han extendido por todo el planeta y han aprovechado las condiciones de los nuevos países para incrementar sus beneficios, igualmente las grandes instituciones privadas financieras como la banca, fondos de inversión, compañías de seguros, etc. 

En segundo lugar, amplios sectores de los países desarrollados que han mantenido o incrementado su poder adquisitivo en rentas o salarios y se han beneficiado de productos más económicos originados por la globalización, no se trata solamente de la gran burguesía, también se incluyen profesiones liberales, empresarios medios, funcionarios o trabajadores cualificados. 
 

 La globalización neoliberal en crisis: ahora más agitada desde dentro por las políticas prometidas por el sr. Trump, en relación al comercio global, los TLC, el fin de TPP, de la OTAN, pero también será el fín de la Deslocalización Empresarial - cuando desde el año de 1990, miles de empresas y corporaciones de Occidente - Estados Unidos y Europa - se trasladaron hacia los países como China, India, Taiwán, Hong Kong, Tailandia, Singapur, etc. será el final de la globalización neoloiberal, creada, desarrollada y mundializada por ellos mismos, hoy sostenida por las corporaciones mundiales del capital corporativo global.
***

En tercer lugar, países que han conocido un proceso de industrialización originado en inversiones de capitales extranjeros y que les han sacado en diversos grados de su situación de atraso secular, se trata de los países emergentes, entre los cuales el caso de China ha sido el más espectacular. Evidentemente, el beneficio en estos países no se ha repartido igualmente por toda la población y se ha producido en ellos un crecimiento acompañado de fuertes desigualdades sociales.

Los países emergentes, especialmente los BRIC, se constituyeron en el motor del crecimiento mundial en los años inmediatamente anteriores a la gran recesión (2001-2007) con un 9% de crecimiento medio y hasta de 11% en China, y fueron los responsables de evitar que la gran recesión iniciada en 2008 alcanzase niveles de mayor gravedad. Mediante lo que algunos expertos denominaron como desacople de sus economías respecto al conjunto mundial consiguieron mantenerse hasta prácticamente el año pasado en la senda del crecimiento, tirando, así, del crecimiento del precio de las materias primas, de las inversiones y el comercio mundial. Entre esas economías emergentes no cabe duda que el principal motor lo representó China, seguida a distancia por la India, Rusia o Brasil.

Pero en el 2015 esta tendencia se rompió. China que había venido creciendo un promedio del 10,5% entre 2000 y 2007, y que la han llevado a ser una de las principales economías del mundo (13% del PIB mundial en 2014), ha pasado a cifras de crecimiento más bajas, el 6,8% en 2015 y el 6,3% previsto para 2016.
Los países emergentes se encuentran actualmente en una situación de reducción de su crecimiento e incluso de retroceso económico general, con la excepción de la India, que se ve agravado en el caso de los países volcados en la exportación de materias primas. Al hecho de la caída de su precio y su demanda en el mercado mundial hay que añadir el impacto por evaluar de la subida de los tipos de interés en EE.UU., de la retirada de los flujos de inversión extranjera del período anterior, o las presiones sobre sus monedas como consecuencia de la situación descrita.

Inicialmente China aprovechó sus reformas de carácter capitalista y su apertura a la economía mundial para alcanzar un gran crecimiento, partiendo de un nivel de desarrollo muy bajo, pero conforme alcanzaba un cierto nivel de desarrollo - desapareciendo con ello algunas de sus principales ventajas competitivas – y se ha sumergido más intensamente en el mercado mundial, ha sido penetrada extensamente por las relaciones capitalistas y se ha vuelto más vulnerable a las crisis del sistema, que se han terminado por trasmitir a su interior

El populismo.

Los movimientos populistas son un fenómeno antiguo que, por ejemplo, conocieron un importante protagonismo en América Latina en diferentes momentos y que por ello han sido objeto de múltiples estudios, siendo uno de los más influyentes el de Ernesto Laclau. [iii] 
 


El populismo ultraconservador del sr. Trump, llegó, influenció en el ánimo "poloítico" de los populistas europeos - alemanes, franceces, españoles, ingleses de ultraderecha - por ejemplo opuestos a toda política migratoria de medio-oriente - centro de la guerra actual -. Europa para los europeos, o como el sr. Trump, norteamérica para los norteamericanos.
***
El populismo es para Laclau “un modo de construir lo político”, una “lógica política”, y también “una de las formas de constituir la propia unidad del grupo”, que puede contener elementos opuestos, de derechas o de izquierdas, lo que hace que la tierra de nadie que existe entre uno de derechas y otro de izquierdas haya sido cruzada muchas veces, y que “según las condiciones sociales y culturales” harán que prevalezcan unos u otros. Pero esta ambigüedad del populismo y su lenguaje proviene de la propia naturaleza de lo social, según Laclau, “El lenguaje de un discurso populista —ya sea de izquierda o de derecha— siempre va a ser impreciso y fluctuante: no por alguna falla cognitiva, sino porque intenta operar performativamente dentro de una realidad social que es en gran medida heterogénea y fluctuante.”

Tanto por la propia concepción que Laclau atribuye al populismo,” una lógica política”, como por los numerosos y contradictorios ejemplos históricos que emplea en su libro para intentar demostrar como su teoría populista es válida como herramienta de análisis para explicar la realidad, la sensación es que se está en presencia de una herramienta de ingeniería política, útil para ser empleada por actores muy diferentes y con objetivos incluso opuestos, tal como él mismo reconoce al señalar que tanto puede ser empleado por la izquierda como por la derecha, e incluso transformarse de una en otra en un momento dado. El propio Laclau lo expresa perfectamente, el populismo “es menos una familia política que una dimensión del registro discursivo y normativo adoptado por los actores políticos. Es, por lo tanto, una reserva al alcance de la mano disponible para una pluralidad de actores, de una manera más o menos sistemática”.

Otros autores [iv] han preferido emplear el término de neopopulismo para referirse a un tipo de fenómeno político aparecido en la década de 1990 en América Latina y cuyos mejores exponentes fueron Fujimori y Menem. Las características que le diferenciarían del populismo anterior, y que le hacen más pertinente para analizar la victoria de Trump, son las siguientes:

1) Llegaron al poder con el apoyo electoral de amplios sectores sociales situados entre los más pobres para llevar a cabo programas de tipo neoliberal
2) Frente a la actitud desconfiada respecto a los viejos populismos entre las clases medias y altas, el neopopulismo recibe un fuerte apoyo de éstas alcanzando una alianza electoral de facto entre los sectores más empobrecidos y los mejor situados de la sociedad
3) Ausencia de mediación institucional (sindicatos, organizaciones campesinas, etc.) que en el populismo mediaban entre el líder y la masa.
4) Finalmente, estos neopopulismos actuaron para promocionar el neoliberalismo (Fujimori, Menem, Salinas de Gortari).
Es importante tener en cuenta estas últimas experiencias porque el populismo (o neopopulismo) de Trump tiene muchas posibilidades de terminar pareciéndose a ellas y representar un nuevo impulso al neoliberalismo.

La victoria de Trump debe leerse en el contexto de una tendencia mundial de ascenso de movimientos populistas con caracteres derechistas y xenófobos que se viene expresando en Europa, EE.UU. y partes de América Latina o Asia, siendo en el viejo continente dónde tienen una trayectoria más antigua. Lo más importante a retener es que se trata de una tendencia en crecimiento que en pocos meses ha conseguido dos triunfos importantes, como han sido la victoria del brexit y la actual de Trump. Otras anteriores han sido objeto de menos atención internacional porque bien se trataban de países periféricos como Viktor Orban en Hungría, Rodrigo Duterte en Filipinas, Alberto Fujimori en Perú, Carlos Menem en Argentina o Berlusconi en Italia, bien eran victorias parciales que impedía a los populismos derechistas alcanzar posiciones de poder decisivas como el PVV de Geert Wilders en Holanda, el M5E en Italia, el FPÖ en Austria, etc. Igualmente, en otras ocasiones han fracasado en sus objetivos de alcanzar el poder, pero han mostrado su potencia y continúan siendo un peligro en espera de su oportunidad como fue el caso de Keiko Fujimori en Perú, o el Frente Nacional en Francia, que busca su oportunidad en las elecciones presidenciales francesas de mayo de 2017 alentado por las victorias tanto del brexit como de Trump.

A pesar de las diferencias existentes entre estos movimientos, existen algunos puntos en común entre ellos que les hace formar parte de una tendencia. En principio, la mayoría de ellos exhiben una fuerte demagogia xenófoba orientada contra la inmigración extrajera. En segundo lugar rechazan los procesos y consecuencias que se han derivado de la globalización neoliberal impulsada desde la década de 1970, apelando a un regreso al proteccionismo y al reforzamiento de lo nacional, que en Europa se traduce en un rechazo a la UE en los países miembros más antiguos (Gran Bretaña, Holanda, Francia) aunque no en los más recientes (Hungría), y en EE.UU. en las declaraciones de Trump contra los acuerdos comerciales internacionales y los procesos de deslocalización industrial.


 El triunfo del populismo norteamericano y los populistas alemanes - de extrema derecha, conservadores, xenofobos - celbrado el triunfo del candidato yanqui.
***

En definitiva, lo que estos movimientos populistas derechistas están consiguiendo es encauzar el profundo malestar existente entre amplias capas populares contra los efectos de la globalización a través de discursos demagógicos que señalan las soluciones en el impedimento de entrada o expulsión de los inmigrantes y en el reforzamiento de los sentimientos nacionalistas. La fortaleza exhibida de estos populismos derechistas actualmente en Europa y EE.UU. frente a su menor potencia en otras regiones del mundo está relacionada claramente con los efectos de la globalización. Ambas regiones comparten una fuerte presión migratoria de sus áreas geográficas adyacentes mucho más pobres y, además asoladas por guerras, como en el caso de Europa, que es percibida por los estratos de trabajadores nacionales menos cualificados como una competencia por empleos cada vez más escasos y peor remunerados, y por unos recursos sociales públicos en retroceso, especialmente desde el desencadenamiento de la crisis económica actual y el recorte de los Estados de Bienestar.

Igualmente, ambas regiones han sufrido profundos procesos de deslocalización industrial mediante los cuales, industrias que antes proveían gran cantidad de empleos se han trasladado a países dónde una tributación, unos costes laborales y una protección laboral muy inferior han permitido un aumento de los beneficios de las compañías. Paralelamente, la propia industria nacional se ha resentido frente a una competencia muy fuerte proveniente de los productos manufacturados en esos países con menores costes laborales, originando bien el cierre de industrias, bien una presión por la reducción de costes laborales. Estos procesos han sido facilitados por la política de desregulaciones impulsadas por la globalización neoliberal.

Así los populismos (o neopopulismos) derechistas en EE.UU. y Europa están logrando sus éxitos políticos como consecuencia de unos discursos que han logrado la confluencia electoral de las capas beneficiadas por la globalización, que mayoritariamente votan a la derecha, con las perjudicadas, que se sienten atraídas por sus promesas demagógicas y xenófobas.

La victoria de Trump.

Centrándonos en el caso de EE.UU. se puede constatar que, sobre el fondo de una tendencia internacional y con los antecedentes del populismo en dicho país, se terminaron enfrentando, tras la derrota de Bernie Sanders en las primarias demócratas, dos opciones que expresaban muy bien el dilema de la globalización neoliberal. Hillary Clinton expresaba la continuación de la globalización y el nuevo impulso en marcha con la firma o negociación de los nuevos tratados comerciales internacionales como el TTIP, el TTP o TISA, su imagen estaba claramente vinculada al stablishment estadounidense, a Wall Street. Una vez que derrotó a Bernie Sanders en las primarias, y confiada en una victoria fácil por los pronósticos de las encuestas y los apoyos de los grandes medios de comunicación, rechazó la posibilidad de hacer concesiones a la izquierda que había apoyado a Sanders para evitar el triunfo de Trump. Es posible que incluso si hubiesen percibido el peligro de la derrota, Hillary y el stablishment que la apoyaba hubiesen preferido la victoria de Trump, con el objeto de encauzarle después, antes que hacer concesiones a la izquierda pro Sanders.

Derrotado este último en las primarias demócratas, el discurso antiglobalización pasó a estar representado por la demagogia de Trump, que al fusionarle con el discurso xenófobo anti-inmigración adquiría un nuevo sentido y una nueva potencia. Ésta se expresó claramente en la victoria del magnate en las primarias republicanas, obtenida contra la oposición de la mayoría del aparato del partido republicano. Esa ya fue una clara señal de que el coctel discursivo demagógico de Trump tenía un peligroso tirón.

La victoria de Trump abre un escenario insólito dónde se pondrá a prueba las cuatro grandes líneas maestras de sus promesas electorales, la mejora de las condiciones de vida de sus apoyos electorales provenientes de la clase obrera blanca golpeada por los efectos de la globalización; las amenazas xenófobas relacionadas con la inmigración; los objetivos proteccionistas que pondrían en causa la trayectoria de la globalización neoliberal impulsada inicialmente por otra gran revolución conservadora en EE.UU., la de Ronald Reagan; y una nueva arquitectura de las relaciones internacionales con tendencia a un mayor aislacionismo y un nuevo enfoque sobre los aliados norteamericanos.

El primer tipo de promesas electorales puede ser llevado a cabo empleando tres líneas de actuación: un programa de inversiones en infraestructuras como el que ha prometido Trump, y que beneficiaría a sus negocios de construcción; una serie de políticas de promoción social orientadas a ese electorado en situación precaria que le ha apoyado – se pueden encontrar ejemplos en otras experiencias anteriores con programas redistributivos o clientelistas – y; especialmente, aplicando su política xenófoba anti-inmigración, al precio de exacerbar el conflicto intra-racial en EE.UU. que podría reforzar las posiciones más ultra conservadoras expresadas por Trump y garantizarle una base de masas para mantenerse en el poder.

Garantizado ese apoyo interior, Trump podría, como en los casos de los neopopulismos neoliberales citados de América Latina, proseguir las políticas neoliberales con modificaciones en la arquitectura de la globalización para intentar hacerla más favorable a los intereses de las corporaciones norteamericanas - por ejemplo, sustituyendo algunos de los grandes tratados comerciales existentes o en curso de negociación por acuerdos bilaterales dónde se impongan más nítidamente los intereses estadounidenses -, y proseguir una política exterior de mayor dureza siguiendo los ejemplos de otras dos administraciones republicanas anteriores, la de Reagan y la de Bush, con la diferencia de que si la primera se orientó contra la Unión Soviética y los movimientos revolucionarios de Centroamérica, y la segunda se centró sobre todo en Oriente Medio, ahora la de Trump se orientaría sobre China.

Polarización social, ofensiva conservadora y populismos derechistas.

En las elecciones presidencial de EE.UU. se ha vuelto a repetir una situación que empieza a ser común en bastantes procesos electorales o consultas en las que se plantean decisiones trascendentales y los resultados arrojan una clara polarización de la sociedad en dos mitades con la victoria de una de las opciones por un mínimo de votos.

En mayo de 2016 en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Austria fueron ganadas por el candidato ecologista, apoyado por la mayoría de los partidos austriacos, frente al candidato ultraderechista del FPÖ, por una diferencia del 0,6%, la posterior impugnación de los resultados por este último partido debido a irregularidades en la votación han llevado a una repetición de las elecciones aplazadas hasta diciembre.

En el brexit los partidarios del abandono de la UE vencieron en el referéndum por el 51,9%.

En Perú en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales celebradas en junio de 2016 el candidato derechista Pedro Pablo Kuczynski apoyado por la mayoría de los partidos políticos derroto a la candidata populista derechista Keiko Fujumori por un 0,248% de diferencia.

En el referéndum celebrado en octubre de este año en Colombia sobre los acuerdo de paz alcanzados por el gobierno con las FARC, éste fue rechazado por 50,2% de los votos, obligando a una nueva ronda de negociaciones de resultados inciertos.

En febrero de 2016, Evo Morales convocó un referéndum para cambiar la constitución boliviana y permitirle una cuarta postulación a la presidencia, el resultado fue un rechazo a modificar la constitución por un 51,3% de votos.

En noviembre de 2015 en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales argentinas el candidato conservador Mauricio Macri ganó al peronista Scioli con el 51,4% de los votos.

Finalmente, y en relación con el tema de este artículo, Donald Trump fue derrotado en número de votos obtenidos, 47,3% frente al 47,8% de Hillary Clinton, aunque en el colegio electoral este resultado se tradujese en 306 votos para el magnate y 232 para la candidata demócrata.

Estos resultados ilustran la situación de sociedades claramente polarizadas en dos mitades frente a opciones antagónicas y afecta a las tres áreas mundiales, Europa, América Latina y EE.UU., en las que se están expresando más abiertamente un conflicto político-social de múltiples características. Otras manifestaciones del antagonismo y la polarización social y política han desbordado el nivel electoral propiamente dicho y, sin llegar a romper el marco constitucional, han llegado a burlar la democracia para conseguir sus objetivos, como es el caso del impeachment a Dilma Russeff, la actitud de Viktor Orban aplicando su política anti-inmigrantes a pesar de fracasar en el referéndum que convocó, la actitud de Trump poniendo en cuestión los resultados antes de las elecciones con objeto de desconocerles si hubiese resultado derrotado, o el caso de Venezuela dónde la impaciencia de la oposición por desalojar a Maduro la ha llevado a fraudes para conseguir el referéndum revocatorio.

Estas tensiones socio-políticas mundiales han tenido dos fases, la primera originada con el despliegue de la globalización neoliberal en la parte final del siglo XX dio lugar a las movilizaciones anti-neoliberales en América Latina que consiguieron llevar al poder a varios movimientos progresistas o de izquierdas. La segunda fase arrancó con la gran recesión iniciada en 2008 y sus consecuencias se han traducido en una fase de derrotas y repliegue para la izquierda, como ya he analizado en otros artículos [v] . En América Latina ha supuesto derrotas de varios gobiernos progresistas o de izquierdas como Argentina, Brasil, Venezuela, Bolivia, con el avance de una derecha clásica aunque muy agresiva. En Europa los esfuerzos de la izquierda han sido derrotados (Syriza) o contenidos (Podemos) en tanto los populismos de extrema derecha han seguido avanzando. Y ahora, el populismo ultraconservador y xenófobo se ha instalado en el poder en EE.UU. 

Notas:

[i] Jesús Sánchez Rodríguez, Trump, el nuevo intento de asalto al poder del populismo (xenófobo) en Estados Unidoshttp://miradacrtica.blogspot.com.es/
[iii] Ernesto Laclau, La razón populista.
[iv] Ver el artículo de Carlos M. Vilas, ¿Populismos reciclados o neoliberalismo a secas? El mito del “neopopulismo” latinoamericano, Rev. Venez. de Econ. y Ciencias Sociales, 2003, vol. 9, nº 3 (mayo-agosto), pp.13-36
[v] Jesús Sánchez Rodríguez, La derrota bolivariana en el contexto mundial y Europa: cambio de etapahttp://miradacrtica.blogspot.com.es/

*****