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No estamos en 1914, ni en los años 30, ni
tampoco en los años de la “redención de penas” para aquellas ovejas rojas descarriadas de la
abyecta década de los 40, estamos en el 2012 y, sin embargo, vuelve el hambre,
porque en el fondo nunca se fue. Como en
“La carta robada”, el cuento de Poe, el hambre, la necesidad, los mileuristas, el desempleo, las tierras
sin cultivar, las toneladas de comida en la basura del Mercadona, la
opulencia desmesurada de los dueños de España, estaban ahí, Sánchez Gordillo y los jornaleros del SAT
lo sabían muy bien. La carta y el futuro
robado se hacen visibles ahora porque están en todas partes, los medios no pueden tapar el sol con un dedo, los
jornaleros tienen la palabra y la razón histórica.
A lo largo de estos últimos 10 años de
crecimiento económico desmesurado a la sombra del ladrillo hemos hablado mucho y con razón de la memoria histórica, pero casi siempre lo
hemos hecho –y me incluyo en la crítica—como si la memoria fuera asunto de
un pasado remoto o algo que sólo tuviera una relación muy tenue con el
presente, una forma necesaria de reparación, un cerrar las heridas para suturar
nuestra maltrecha democracia liberal. Lo realmente novedoso en la praxis y en
el discurso de Juan
Manuel Sánchez Gordillo –no por casualidad profesor
de historia antes de político y líder sindical—es que en sus
palabras y en sus acciones la memoria se hace carne y materia, ya no viene a
reforzar la “calidad de la democracia”
sino a constatar su radical vaciamiento de sentido, pues no hay teoría política que pueda hacer
compatibles el hambre y la democracia.
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El alcalde Juan Manuel
Sánchez Gordillo, en la toma de unos terrenos pertenecientes al Ministerio de
Defensa de España, los que espera que sean repartidos entre familias sin hogar.
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SÁNCHEZ GORDILLO y la dignidad rebelde del
pueblo Andaluz.
Cuando la memoria se hace carne y materia.
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Luis Martín Cabrera.
Rebelión Lunes
13 de agosto del 2012.
Juan Manuel Sánchez Gordillo. Militante Comunista.
Alcalde y Diputado. Profesor de Historia, Político y Líder Sindical.
En 1943
Gerald Brenan, autor de la primera monografía de la Guerra Civil escrita desde
una perspectiva no franquista, señalaba en torno a la situación del campo
andaluz: “ Cuanto más de cerca se examina
la situación en esta zona de latifundios, más terrible y repugnante se la
encuentra. Hasta la guerra de 1914-1918,
los terratenientes explotaban en general los cortijos por su cuenta a través de
sus encargados. Cultivaban la mejor tierra y dejaban el resto en baldío. Los
labriegos hambrientos que intentaban arar aquí o allá eran apaleados por la
guardia civil”.
Sobre las
condiciones de vida de los jornaleros en los cortijos a la altura de los años
30, Brenan dice que ganaban ente 3 y 3,50 pesetas por jornadas de ocho horas
bajo el terrible sol del campo andaluz y
concluía, “como no hay pequeñas
explotaciones en que puedan trabajar, ni parcelación, y ni siquiera disponen de
un pequeño cuadro de huerta junto a sus casas, por no hablar ya del socorro por
parte del Estado o de la Iglesia, morirían
realmente de hambre en ese tiempo, de no ser por el crédito que les abren
las tiendas. Con todo y eso, viven en un estado de desnutrición crónica, y los
fallecimientos por tal causa, que alcanzan altas cifras en toda la península,
son aquí todavía más frecuentes”.
En el año
2008, el antropólogo sevillano Ángel del
Río me llevó a la aldea cordobesa de Fuente
Palmera, en plena tierra de bandoleros, para entrevistar a Francisca Adame. Francisca Adame es
hija y hermana de presos del canal del Bajo Guadalquivir (hoy dignamente rebautizado como
“Canal de los presos” gracias entre otros a los desvelos del propio Ángel del
río). Allí pude por primera vez en mi vida entender que el hambre no es una
cifra ni una abstracción, es una realidad material que te roba la dignidad y te
arrasa como ser humano.
Mientras Francisca nos relataba los
pormenores de la lucha en los campos de concentración y las cárceles del
franquismo, entre poemas
y canciones compuestos
por ella misma para no olvidar, pude sentir y tocar con la punta de los dedos
el hambre de un pueblo, el andaluz, explotado y oprimido secularmente hasta
límites intolerables. Allí –debo confesar con cierto rubor—me despoje de mis
últimos prejuicios y estereotipos sobre un pueblo al que el resto de España sigue acusando, contra toda
evidencia, de holgazanería y pereza, a pesar de ser nosotros los que seguimos
viviendo sobre sus hombros y sobre el sudor de su trabajo.
Y ahora,
justo cuando casi nos habíamos creído la fantasía esa neoliberal del final de
la historia, cuando la “marca España” y
los triunfos de la selección española nos habían convencido de que éramos
europeos y modernos, es decir, normales, Juan
Manuel Sánchez Gordillo y los jornaleros del SAT (Sindicato Andaluz de
Trabajadores) nos despiertan de una siesta de décadas de sueños fracasados y
delirios de grandeza con imágenes que creíamos ya para siempre abolidas de
nuestra memoria: jornaleros ocupando fincas baldías en las manos muertas del
ejército y expropiando comida de los supermercados
para paliar el hambre de aquellas familias en las que ya no entra un solo
euro.
No estamos
en 1914, ni en los años 30, ni tampoco en los años de la
“redención de penas” para aquellas ovejas rojas descarriadas de la abyecta
década de los 40, estamos en el 2012 y, sin embargo, vuelve el hambre, porque
en el fondo nunca se fue. Como en “La carta robada”, el cuento de Poe, el
hambre, la necesidad, los mileuristas, el desempleo, las tierras sin cultivar,
las toneladas de comida en la basura del Mercadona, la opulencia desmesurada de
los dueños de España, estaban ahí, Sánchez Gordillo y los jornaleros del SAT lo
sabían muy bien. La carta y el futuro robado se hacen visibles ahora porque
están en todas partes, los medios no pueden tapar el sol con un dedo, los
jornaleros tienen la palabra y la razón histórica.
A lo largo
de estos últimos 10 años de crecimiento económico desmesurado a la sombra del
ladrillo hemos hablado mucho y con razón de la memoria histórica, pero casi
siempre lo hemos hecho –y me incluyo en la crítica—como si la memoria fuera
asunto de un pasado remoto o algo que sólo tuviera una relación muy tenue con
el presente, una forma necesaria de reparación, un cerrar las heridas para
suturar nuestra maltrecha democracia liberal. Lo realmente novedoso en la
praxis y en el discurso de Juan Manuel
Sánchez Gordillo –no por casualidad profesor de historia antes de político y líder sindical—es
que en sus palabras y en sus acciones la memoria se hace carne y materia, ya no
viene a reforzar la “calidad de la
democracia” sino a constatar su radical vaciamiento de sentido, pues no hay
teoría política que pueda hacer compatibles el hambre y la democracia.
En la voz de
Sánchez Gordillo el pasado de la
lucha jornalera en el campo andaluz ya no es un objeto abstracto de
investigación y análisis, sino una realidad presente que actualiza tanto las
formas de opresión del pasado como las estrategias de lucha y resistencia. En
lugar de hablar con nostalgia de las expropiaciones de tierra de los campesinos
anarquistas de los años 30, los jornaleros del SAT no han dejado de
ocupar tierras baldías desde el año 76, en lugar de aceptar el lavado
de cara de la derecha franquista durante la transición, los jornaleros
denuncian la perpetuación de las mismas estructuras de opresión y explotación
salidas de la dictadura.
En este
sentido, cuando Sánchez Gordillo
dice que el Ministro del interior, Jorge
Fernández Díaz, es un señor con actitudes que recuerdan al franquismo, no
lo hace para provocar, ni cae en la hipérbole, sino que más bien se atiene con
milimétrica precisión histórica a la trayectoria y las actuaciones del señor
ministro. Fernández Díaz no sólo es
hijo de un militar franquista, probablemente miembro numerario del Opus y autor
de frases como “vivimos en una sociedad
donde el pecado original está en estado químicamente puro” o “en el siglo
XIX, el marxismo y el ateismo quitan ya a dios y colocan en el centro al hombre
y finalmente Satán se colocará en el lugar del hombre”, sino que además sus
declaraciones y actuaciones vulneran el principio fundamental de la separación
de poderes. Un ministro, es decir,
un miembro del ejecutivo, no puede actuar como juez ni incitar actuaciones
judiciales, a no ser que ignore los límites de su poder o crea en el “estado de
excepción”, es decir, en la estructura política de una dictadura o de una
“democracia” con poderes omnímodos y absolutistas. De todas maneras, ya se sabe
que la gente del Opus no lee a Montesquieu ni le interesa ese sindios de la
separación de poderes.
Las justas denuncias de Sánchez Gordillo a la vulneración de la separación de poderes son
un regalo, porque hacen visibles de manera palmaria la persistencia de la lucha de clases, deshacen el consenso
despolitizador de la democracia de baja intensidad en la que vivimos y lo
sustituyen por un campo de fuerzas que recupera los antagonismos sociales como
compás y orientación de la lucha por la justicia social. La misma semana que
los jornaleros del campo irrumpen en Mercadona y Carrefour, los periódicos
anuncian que Amancio Ortega, el
señor de Zara, es uno de los hombres más ricos del mundo; Rato y Camps en su casa, los jornaleros del SAT en los juzgados;
hambre en la calle, comida de los supermercados en los cubos de basura para
preservar las plusvalías de los dueños del negocio. A la vista de todo el mundo
están las contradicciones, nadie puede quererse ignorante.
Sánchez Gordillo y los jornaleros del SAT nos han dado una lección de dignidad rebelde, de
coherencia política y de memoria histórica, el sur vuelve a marcar el camino de
la lucha por la liberación de un país que ha perdido su soberanía y de un
pueblo postrado y acorralado por ladrones de guante blanco, políticos corruptos y unos mercados financieros que
tienen cara, nombre y apellidos. Precisamente por eso intentaran perseguirlos,
encarcelarlos, atentar contra ellos, son un ejemplo demasiado peligroso. Izquierda Unida ha mostrado un apoyo
matizado, “apoyo al fondo, pero no a las formas” dice Diego Balderas, mientras
que Alberto Garzón (una de las pocas voces razonables en todo esto de la
estafa-crisis) ha apoyado la acción de los jornaleros, pero ha añadido que son
ilegales. Enrique Santiago ha ido un poco más lejos y ha afirmado, esperemos
que así sea, que “ Izquierda Unida va a apoyar y defender políticamente al SAT
y a cualquier otro colectivo que ponga en evidencia la privación de derechos
fundamentales de las personas y trabaje para garantizar los derechos
vulnerados, recordándonos así que la Constitución en vigor establece que la
propiedad privada siempre estará sometida al interés general .
Pero tal vez
no sea suficiente, en nombre de lo que hemos sido históricamente y de lo que
podemos ser como comunistas,
socialistas, anarquistas, revolucionarios o simplemente como pueblo, como
las y los de abajo, tenemos que ser capaces de decir que no estamos dispuestos
a que los jornaleros pasen un minuto de su vida en una prisión, tenemos que ser
capaces de autoinculparnos por millones si tal infamia sucede. Desde aquí me
ofrezco desde ya como auto-inculpado en nombre de una memoria que no puede ser ya nunca más objeto de
museo o de pura especulación intelectual.
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ESPAÑA: Al borde de la indigencia?. ¿ Puede estar justificado el robo cuando ...
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Alcalde Español
asalta supermercados para repartir comida, cual Robin Hood.
Juan
Manuel Sánchez Gordillo lideró esta semana el asalto a dos supermercados
andaluces en los que jornaleros de esa organización se llevaron varios carritos
llenos de comida. El "Robin
Hood" de Andalucía. Es el apodo con el que algunos llaman ya a Juan Manuel
Sánchez Gordillo, un político comunista del sur de España que en el marco de la
grave crisis económica que atraviesa el país ha saltado a los titulares de
prensa por liderar un asalto a dos supermercados con el fin de obtener comida
para dar a los necesitados. Otros, sin embargo, califican de populista a
Sánchez Gordillo, que desde las primeras elecciones democráticas, hace 34 años,
es alcalde de Marinaleda. En ese pueblo sevillano de algo menos de 3.000
habitantes impulsó la creación de ocho cooperativas que dan trabajo a sus
vecinos y a los de otros lugares, promovió con muchas facilidades viviendas de
autoconstrucción e instauró los llamados domingos rojos, jornadas de trabajo
colectivo en beneficio de la comunidad. Dirigente del Sindicato Andaluz de
Trabajadores (SAT), Sánchez Gordillo (60 años), lideró esta semana el asalto a
dos supermercados andaluces en los que jornaleros de esa organización se
llevaron varios carritos llenos de comida. Su intención era donarla a una ONG que se
encarga de distribuir alimentos entre quienes lo necesitan, pero ésta los
rechazó por la forma en la que se consiguieron. Así que la repartieron entre
los vecinos de la Corrala Utopía, un edificio de viviendas de Sevilla,
perteneciente a una promotora que quebró en el marco del estallido de la
burbuja inmobiliaria, y que desde hace varios meses ocupan 36 familias sin
techo y sin recursos.
Fue "un toque de atención", explicó
Sánchez Gordillo ante lo que está ocurriendo en Andalucía, en el marco de la grave crisis económica que azota
a una España que cuenta ya con casi 5,7 millones de desempleados, el 24,63% de
la población activa. "La crisis tiene rostro, nombre, apellido y carné de
identidad y hay ya muchas familias que no pueden comer", aseguró hoy a
medios españoles. Y pidió "una ley de renta básica para que las familias
que tengan a todos sus miembros en paro tengan algo para poder comer". Mientras,
el alcalde esperaba a ver si se cumple la amenaza del ministro del
Interior, Jorge Fernández-Díaz, de citarle
a declarar ante un juez.
Además de alcalde es diputado en el
Parlamento regional andaluz, por
lo que cuenta con el estatuto de aforado que impide que sea detenido, como lo
han sido ya dos de las personas que participaron en los asaltos y las cuales
quedaron hoy en libertad con cargos de robo y coacciones. No es la primera vez
que Sánchez
Gordillo -que en su despacho de alcalde tiene un retrato de su ídolo Che
Guevara-, lidera una acción de tinte justiciero y carga mediática. Desde los años 80, este hombre de barba
desarreglada, pañuelo palestino al cuello y camisas a cuadros desabotonadas ha
protagonizado muchas: Ocupaciones de fincas, concentraciones de resistencia
y marchas, entre otras. Sus jornaleros
lograron de hecho que el duque del Infantado cediera 1.200 hectáreas de tierra
en las que se impulsaron las cooperativas de Marinaleda. En 2009, el "New
York Times" dedicó al pueblo y a su alcalde un reportaje bajo el título de
"Un trabajo y ninguna hipoteca para todos en un pueblo español".
Imagen
de España, dañada Los asaltos a los supermercados del martes, han
provocado polémica y debate en España. Y han
enfurecido al gobernante Partido Popular
(PP) de Mariano Rajoy, que teme que imágenes como las de estos asaltos,
ampliamente difundidas por los medios, puedan dañar aún más la imagen exterior
de una España sumida en la peor crisis económica de su reciente historia
democrática, con unos bancos a punto de ser rescatados por los socios del
Eurogrupo y con un cada vez más probable rescate de toda su economía en el
horizonte. Además, según alertan algunos, los asaltos pueden sentar un
precedente peligroso en medio del malestar social en un país en el que los
recortes frente a la crisis económica están afectando a muchos ciudadanos.
Izquierda Unida (IU), la federación política a la que pertenece el Colectivo de Unidad de los Trabajadores
(CUT), que lidera Sánchez Gordillo, se ha desmarcado de la acción. Pero
algunos de los dirigentes de la formación, que cogobierna con el Partido Socialista (PSOE) en Andalucía,
han mostrado comprensión con las intenciones del líder sindicalista
jornalero. Sin embargo, el PSOE se ha mostrado en contra de la
"actuación delictiva" y su portavoz en el Congreso de los Diputados, Soraya Rodríguez, aseguró hoy que esa
conducta "es más reprochable cuando se hace por un cargo público".
"Lo que pedimos, indudablemente, es que la ley se cumpla". Sánchez
Gordillo, entretanto, esperaba hoy el devenir de los acontecimientos en la
finca Las Turquillas, en la localidad sevillana de Osuna, ocupada por miembros
de su sindicato desde hace dos semanas para reclamar al Ministerio de Defensa, al que pertenece,
que se cedan tierras a los agricultores que en estos tiempos de crisis están
pasando necesidades.
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