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Interesante propuesta sobre
la crisis de representación en la política, desde la sociedad civil, escenario de escenarios de las clases y la lucha de clases. Pero no olvidemos que la crisis de la política en la
coyuntura global, neoliberal, es una
crisis estructural, multidimensional; crisis
de los partidos políticos, crisis de los políticos – la casta, o las élites, o los “clanes”,- se encuentran en bancarrota total producto de
la corrupción, la mentira, la farsa y la traición; en general existe, crisis de representación política, social,
cultural, lo que definitivamente deriva en crisis de las Instituciones; también
se expresa esta crisis, por su carácter múltiple, en crisis de confianza personal y social, crisis de credibilidad y crisis de legitimidad, que viene o es producto
desde la Opinión Pública. Pero en relación a la entrevista al Profesor Michael
Ignatieff y su opinión, en relación, a que la crisis de representación,
es una crisis de la sociedad civil, (específicamente se manifiesta en toda su
crudeza en la “vieja” sociedad civil española, la misma que perdió su carácter político de representación) crisis que directamente se manifiesta en la falta,
ausencia o ineficacia de Liderazgos, realidad negativa que es producto de la falta o ausencia total de formación política, falta de definición ideológica, ausencia de conciencia de clase y en general los Líderes
actuales, en su mayoría son producto de la coyuntura, de las circunstancias
y no tienen permanencia en el tiempo – su liderazgo es tan pasajero, momentáneo, coyuntural, que terminan siendo devorados
por el populismo, por el burocratismo y/o en su totalidad son absorbidos o dominados por
el caudillismo.
La "Nueva" Sociedad Civil, la calle, la plaza pública, recupera nuestro espacio público, es el verdadero hogar, fuente y manantial de los Nuevos Movimientos Sociales, anti-globalización, anti-corrupción, anti-crisis. "La Mundialización del Movimiento de Insurgencia Ciudadana", hoy constituye el verdadero poder local popular, es decir, "La Nueva Sociedad Civil", es el "verdadero poder social y político del Siglo XXI".
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El Ágora griega está de
vuelta después de 25 siglos. La calle, la plaza pública, es
el "nicho" histórico de la democracia directa y la comunicación
"interpersonal", abre hoy grandes vías comunicativas de comunicación
pública, esa es la lucha, la protesta, la movilización, de la Nueva Sociedad Civil, real, emergente, popular, plural,
democrática, que trata de recuperar una auténtica representación desde lo local, desde la propia calle y la
plaza pública. Los nuevos movimientos sociales anti-crisis,
anti-corrupción, hoy luchan por forjar, fraguar en la lucha de clases un nuevo Liderazgo
comunitario, una Nueva Democracia. Este escenario, es la República del siglo XXI, la Democracia de
Ciudadanos, la
nueva Sociedad Civil que hoy recupera desde las nuevas formas de
hacer política, el espacio público –
que nos expropió el neoliberalismo desde los 90’-, la Confianza Ciudadana,
las Instituciones constitucionales, fortaleza
social y política del sistema democrático, desde
el poder local popular – la nueva
sociedad civil, los Nuevos
Ciudadanos – una nueva Democracia
Participativa, Ciudadana, Cívica,
Republicana, de profundo respeto con nuestra Madre Naturaleza, proceso social y político que concatena una profunda cohesión
social y política, básica y necesaria para forjar la construcción de una nueva
civilización humana.
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Dr. Michael Ignatieff, profesor de la Universidad de Harvard, y su propuesta sobre la crisis de representación hoy mundializada, viene desde la sociedad civil.
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MICHAEL IGNATIEFF, Profesor de Harvard:
«LA CRISIS DE REPRESENTACIÓN POLÍTICA ES LA DE LA SOCIEDAD CIVIL».
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Jesús García Calero. Madrid
ABC.es.- Jueves 12 de junio del 2014.
Profesor de Harvard, fue
líder de los liberales en Canadá. Ahora cuenta en su libro «Fuego y cenizas»
los detalles de su paso por la política. Un canto a la democracia, aunque sea
imperfecta
Hablamos con el intelectual que se metió en política
hasta las trancas, que se dejó la piel y hace ahora recuento de sus mejores
logros y sus más llamativos fallos, y también de algunas cicatrices. Michael
Ignatieff (Toronto, 1947) presenta en España su libro «Fuego
y cenizas» (Taurus), un inteligente y sobre todo sincero tratado sobre
su conocimiento del poder en democracia. Éxito y fracaso dibujan los límites de
un cruento campo de batalla, escenario de una lucha sin cuartel (incluso dentro
del mismo partido) para la que él se preparó a fondo cuando saltó desde Harvard
a lo más alto del Partido Liberal de Canadá, que dirigió entre 2008
y 2011.
Pero este libro que enseña todo, los trucos y las
trampas, la cortedad de miras y los grandes discursos vacíos, es,
paradójicamente, una defensa de la política y los políticos, porque
muestra también su dignidad incomparable y la capacidad que tienen para mejorar
la vida de una sociedad... si se empeñan en ello, y con suerte. Porque
Ignatieff no desdeña el papel de la Fortuna, que le aupó y luego le dio la
espalda.
Siempre que viene a Madrid cumple con el rito de acudir
al Prado. Allí encuentra motivo de reflexión entre los lienzos de la
pinacoteca. Y en esta ocasión Goya y El Bosco le dieron mucho que pensar ayer: «El
carro del Heno» del Bosco le parece una metáfora del capitalismo, el misterio
del «Vuelo de brujas» goyesco apunta en dirección a las sombras de la
maquinaria que le metió en la política, y «Aún aprendo», una de las
obras finales de Goya, le parece toda una lección de vida.
–Entró en política, según cuenta, por la visita de unos
«hombres de negro» que le ofrecieron presentarse a primer ministro. ¿Se ha dado
cuenta de que ese hecho es contradictorio con su concepto de la política como
realidad abierta y pública? ¿Qué piensa hoy de aquellos hombres y de usted, por
aceptar su propuesta?
–Es una buena
pregunta. Puedes entrar en política con una red de amigos, porque es un deporte
de equipo. Yo no tenía equipo y ellos me dijeron «seremos tu equipo». Ni los
conocía. Pero tiene usted toda la razón. Eran operadores políticos que querían
ponerme en un sillón, desafiando algunas reglas del juego. Tal vez por ello en
mi primer mitin había 250 personas protestando. La verdad es que el empeño de
aquellos hombres de negro era bastante antidemocrático. Y aprendí con dureza lo
antidemocrático que era. Por supuesto las técnicas utilizadas después contra
mí, para quitarme el derecho de participar, fueron escandalosas y
antidemocráticas. Si tuviera que hacerlo otra vez lo haría de otro modo. Los
políticos normalmente eligen su equipo. En este caso yo fui elegido y eso me
trajo problemas desde el principio. Tal vez, si lo pensamos bien, la forma en
que empezó todo tal vez determinó cómo acabó esa historia.
–Viendo la crisis de representación que hoy se debate,
¿lo están haciendo tan mal los políticos?
–Es curioso que no es usted el primero en preguntarme por
esa crisis de representación. Pero mire: la representación siempre está en
crisis en la democracia, porque siempre acabamos pensando que debe haber otros
que hagan el trabajo mejor que los que han sido elegidos. Esa competencia por
la representación es lo que hace que funcione la democracia. No obstante, soy
capaz de entender que hay otra crisis incrustada en esta que ya es tradicional
en sistemas democráticos, pero esa crisis no acabará hasta que los líderes
permitan a la gente entrar y cambiar los partidos desde la base. Si lo pensamos en serio, veremos que la
crisis de representación es la crisis de la sociedad civil. Se está
reduciendo, en todas partes, la militancia, y la pertenencia a las iglesias y
hasta los clubes de bicicleta y las asociaciones de vecinos. Necesitamos más
asociaciones civiles y un revival de los partidos.
–Hoy están las redes y las tecnologías cambiándolo todo
en política. ¿A usted no le gustan mucho, verdad?
–Las tecnologías están muy bien si permiten extender la
acción política. Por ejemplo, hicimos una conferencia por streaming que recogía
preguntas en directo de gente que la seguía desde Newfoundland, Yellowknife, a
miles de kilómetros, y desde los sitios más remotos de Canadá. Teníamos 200
personas en la sala y 75.000 siguiendo el streaming por todo el país. Fue uno
de los eventos más maravillosos que recuerdo de mi paso por la política.
–Pero usted dice que la política es física, nada de
virtual, porque la confianza es corpórea. Es muy crítico con la política de
Facebook y Twitter...
La vieja política es irreemplazable, porque nos conduce hasta el origen, en Atenas. Los grandes políticos saben crear esa lealtad casi física con la gente.
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–Una cultura política basada en el «me gusta»/«no me gusta» es más débil que una política de estrechar manos y mirar a los ojos. Eso es lo que he aprendido: hay que besar, abrazar, recordar el nombre, el cumpleaños de la gente o no estarán contigo. La vieja política es irreemplazable, porque nos conduce hasta el origen, en Atenas. Los grandes políticos saben crear esa lealtad casi física con la gente. He visto a Obama hacerlo, y a Bill Clinton. Resulta asombroso. No es un juego, es el modo real en el que los seres humanos crearon la confianza entre ellos. Tienes que poner juntas la lealtad de Twitter y la lealtad palpable. Ahí te das cuenta de lo que es la política y lo que no lo es.
–En general, en los países anglosajones ustedes van
casa por casa arañando votos para ganar en su circunscripción. ¿No será por la
ética protestante que glosó Weber que en los países católicos como el nuestro
eso no se usa esa dependencia directa del político al votante?
–(Risas) Creo firmemente en esa manera de hacer política
desde lo local. Es una grandeza de la política que resulta muy satisfactoria en
nuestro sistema. No entiendo por qué no se usa en países católicos. Porque, de
hecho, es lo que hacían los sacerdotes, estar pegados a la realidad local, oír
confesiones...
–Aquí es por la Ley Electoral. Los candidatos responden
más ante la disciplina del partido que ante los votantes de su circunscripción.
–Nosotros representamos a gente de un distrito y hablamos
mucho con ellos, oímos sus quejas. Estoy muy orgulloso de esa parte de la
política. Cuando un político pierde contacto con la calle y la gente las cosas
van peor. Una de las razones del divorcio de la política en Europa es que la
gente no ve a los políticos, salvo en pantalla. No llaman a la puerta como
hacemos nosotros para escuchar a la gente y saludarla.
–Lo que sí ha conseguido el aparato de los partidos es
que mucha gente, los profesionales, no quieran participar en política en
España. Es casi buscarse problemas...
–Si eres médico, abogado, profesor, y tienes prestigio, y
un buen sueldo, entiendo que deberías estar loco para entrar en política...
–Usted reivindica la política, pero también denuncia que
a veces se reduce a un juego de clase, de políticos ensimismados en su pequeño
mundo y de espaldas a la gente y sus problemas.
–Por mucho que te guste el juego parlamentario o
político, no debes olvidar nunca que la gente tiene pensiones, vive y muere
dependiendo de las decisiones correctas. En lugares como España, Canadá o Gran
Bretaña puedes destruir un país por la política frívolamente entendida.
Nosotros tememos que surja un demagogo español que diga por ejemplo: «¡No
pasarán!» en el tema catalán. Necesitamos líderes serios y sabios. Defensores
de la unidad y la Constitución pero dispuestos a escuchar respetuosamente los
problemas de los catalanes y encontrar una solución constitucional. Esa es la
línea roja, la Constitución. Por eso es muy importante hallar buenos políticos
ahora. España está en un momento de transición o de sucesión de su Monarquía.
Es un gran desafío. Pero estoy convencido de que el nuevo Rey lo hará bien.
–¿Cómo ven España desde fuera?
–Es muy importante lo que sucede en España en estos
momentos, no solo para los españoles, sino para Europa y para el mundo. Creo
que la llegada del nuevo Rey será exitosa. Nosotros hablamos en Canadá sobre
sus problemas, nos preocupa la situación de su país, no queremos que España se
rompa, francamente. Y confío profundamente en que eso no ocurrirá.
–¿Conoce al Príncipe, que será Rey en unos días?
–Sí, porque compartí con él y con la Princesa la cena de
entrega del premio Cerecedo. Fue muy agradable. No sería apropiado que le diga
en detalle de lo que hablamos, pero sí puedo decirle que me impresionó porque
es una persona muy seria, perfectamente consciente de sus responsabilidades
constitucionales. Y estábamos en un evento social, que tenía mucho de
espectáculo, trescientas cámaras, una locura; pero ambos, los Príncipes, me
causaron una inmejorable impresión. No son pura imagen. Ni la Monarquía que
representan es un mero espectáculo, sino un importante activo constitucional.
–Decimos que es el Heredero mejor preparado de la
Historia.
–Ambos son muy activos y responsables. Se nota que han
hecho sus deberes y saben cuál es su papel. Fue una conversación confidencial,
pero se notaba que están perfectamente preparados. Hablé con él de Cataluña más
de cuarenta minutos. Conoce perfectamente su trabajo y eso es muy importante.
–¿Teme usted el actual populismo emergente?
–Curiosamente, en España es más fuerte por la extrema
izquierda, mientras en otros países de Europa es más de extrema derecha. Todo
el mundo está contra el populismo, eso es lo bueno. Pero es más difícil
entender que el populismo es la respuesta errónea a una pregunta correcta. Da
soluciones falsas a problemas reales. Pero no debemos por ello olvidar los
problemas reales ni las preguntas adecuadas. Crisis económica, exclusión
social, falta de horizontes a los jóvenes, son problemas muy reales.
Y el racismo es racismo. Y también hay que decir claramente que estamos mejor
juntos que separados, por eso hay que levantar la voz contra la secesión tantas
veces como haga falta. Yo sé lo difícil que resulta porque ¡estuve en
política!, pero ahora hay un claro problema de liderazgo.
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El populismo los
explota y busca soluciones peregrinas: impuestos a los ricos, nacionalizaciones
de la banca… A la extrema izquierda o la extrema derecha, son siempre
soluciones falsas. La única respuesta que podemos hallar al populismo es
encontrar soluciones reales para los problemas. Y los políticos lo tienen muy
difícil en Europa. Ahora vivimos un momento de crecimiento lento, de jóvenes
empobrecidos, con problemas de inmigración. ¡Pero es que no hay nadie en el centro
defendiendo esto y atacando al populismo! Marine Le Pen está definiendo la
política francesa. ¿Por qué deberíamos dejar que eso ocurra? La inmigración es
buena y no mala, para todos. Tenemos que reformar el fisco para que no caiga
todo el peso de la crisis en la clase media. Y debemos sostener el Estado del
bienestar. Todos deben compartir ese peso, incluso las empresas. Hay mucho de
qué hablar. Y el racismo es racismo. Y también hay que decir claramente que
estamos mejor juntos que separados, por eso hay que levantar la voz contra la
secesión tantas veces como haga falta. Yo sé lo difícil que resulta porque
¡estuve en política!, pero ahora hay un claro problema de liderazgo. Yo confío
en la gente. Hagamos cuentas: el populismo ganó un 19% de los votos. Eso
significa que un 80% piensa que esas soluciones que proponen son estúpidas. Y lo son.
-Vemos la desilusión de la política incluso en líderes
que concitaron un enorme entusiasmo. ¿Es inexorable que nos desilusione incluso
Barak Obama?
-La política sigue exactamente la psicología de las
historias de amor. Se conocen, flirtean, se enamoran, llegan los momentos de
exaltación, de esperanza... y luego la traición, la disolución. Esto es
seguramente porque la política es más bien un negocio propio de seductores. Yo
no era muy bueno en eso, debo reconocerlo, pero es lo que hay. En el caso de
Obama, todo el mundo puso sus esperanzas en él. El creó esa increíble
oportunidad y por eso sentimos ahora una ola de desilusión. Pero espero que la
gente recuerde firmemente que en 2016, cuando deje su cargo, habrá seguro
médico público para cuatro millones de americanos que no la tenían, que ha
podido dejar dos guerras estúpidas donde morían jóvenes americanos, que la
economía estará creciendo de nuevo entre un 1 y un 2% con un déficit
controlado. Y algo que no deberíamos olvidar: es el primer presidente negro de
la historia de un país que nació con un régimen de esclavismo. Y ha sido un
presidente muy bueno, ha hecho un gran trabajo. ¿No deberíamos exigir a un
presidente que ponga en marcha políticas democráticas? Salvo que usted sea un
republicano del Tea Party, la respuesta es “Sí”. No importa la desilusión que
haya ahora, ha sido un presidente muy importante, ha sido capaz de grandes
logros.
-La política del espectáculo ha cansado a la gente. ¿La
abstención es un síntoma o es la enfermedad grave del sistema?
-En todas las sociedades desde la segunda Guerra Mundial
los porcentajes de voto decaen. Lo mismo en países que tienen buenas políticas
que en los que las tienen malas. Una caída de un 40% me da mucho que pensar. Es
cierto que sí hay algo de teatro en la política, de gran teatro. Recuerde la
noche de la elección de Obama. No hay una obra de teatro en el mundo que
pudiera igualar ese drama. Le escuchábamos y no nos lo creíamos: un negro en la
presidencia de EEUU. Pensábamos: «Es real, está pasando». Hay mucho teatro,
pero si solo hubiera teatro sí sería malo. Tal vez debamos reflexionar. Tal vez
la sociedad debería luchar más activamente contra la idea de que todo pueda ser
reducido a espectáculo.
-Pero continúa igual, más o menos. Eso no lo ha cambiado
la crisis. Hay más cabreo, pero no hay grandes cambios en el escenario.
-Porque el espectáculo está vacío ya. Las fotos se toman
y no pasa nada, los discursos se suceden y no pasa nada. Los ciudadanos quieren
algo real: algo como... "menos jóvenes parados en España". Más
trabajo, ese será el test de los políticos españoles. ¡Basta! (lo dice en
español) O la gente se enfadará con razón. La gente da a los políticos no
más de 90 segundos de atención y hay que aprovecharlos para explicar cómo vas a
mejorar sus vidas. No hay que pedir que sean expertos en política, no estamos
en el Ágora de Atenas, solo debes ganar su confianza y pedir sus votos.
-Hablemos del fracaso. Es beckettiana («fracasa
otra vez, fracasa mejor») su reflexión de que los grandes teóricos de la
política fueron fracasados en sus intentos de ganar batallas políticas. Usted
dice que cuando llegó se sintió libre.
-He tratado de hacer un libro honesto. Yo me metí
en política porque quería hacer cosas. Pero en política pierdes tu libertad.
Das tu vida.. o más que tu vida... en la política lo das todo. Debes estar
dispuesto a darlo todo. Así que comprenda que, una vez fuera, me sentí libre. Y
no querría que se malinterprete lo que voy a decirle ahora, pero me sentí más
cómodo al descubrir que muchos de los grandes teóricos de la política fueron
personas que fracasaron en su participación. Cicerón, Maquiavelo…. No es que me
compare, pero me sentía consolado por esa idea
«La política
es “show business” para feos»
«Recuerdo una mujer que vino tras un discurso y me
dijo: “quiero ver más pasión”. Y pensé: ¿Por qué creerá que estoy aquí? No soy
un payaso, ni un “showman”. Algunas veces sientes que la política es “show
business” para feos. Si así fuera, importaría poco que sea solo una ilusión, solo
fotos, discursos, sonrisas... Pero casi todo el mundo entiende que esa política
colapsaría. No es un espectáculo. Hay gente real detrás. Si recortas las
políticas sociales algunos dormirán en la calle, si decides -como yo tuve que
decidir- extender una misión de combate en Afganistán morirá gente por ello. Yo
tomé decisiones que tuvieron como consecuencia la muerte de ciudadanos. Ese es
el trabajo de un representante político. Si pensamos que es un juego perderemos. No lo es, porque es
real».
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