La
idea de pueblo
"Un pueblo
es, ante todo, una categoría histórica. Esto nos
permite pensar que un pueblo es un cúmulo de experiencias de la historia de un
país. Solo así entendemos por qué en los pueblos reside la sedimentación
cultural de valores y, sobre todo, luchas de antaño. De allí que el filósofo
argentino Rodolfo Kusch (1922- 1978) afirme que en el cabecita negra que se
lavó los pies en la fuente de Plaza de Mayo aquél 17 de octubre de 1945, se
reproduzca la misma carga valorativa de luchas anteriores: Atahualpa, Rosas,
Yrigoyen, muestran un común denominador. ¿Cuál es? Tanto para nuestro país,
como para el resto de los países latinoamericanos, las gestas populares
perciben un único fin: la emancipación.viii
"La
emancipación, en un sentido amplio, no sería otra cosa que la liberación con
respecto a la tutela de los poderes dominantes. De allí que a estos
últimos los denominemos imperios, puesto que su etimología proviene del
latín imperium que significa dominio. Vamos sumando elementos
para nuestra caracterización de lo que entendemos por pueblo, un pueblo es una
categoría histórica que en base a la experiencia adquiere una identidad propia
otorgándole una “memoria” y es también el protagonista de las luchas de
independencia frente a los proyectos imperialistas de dependencia.
"Aquí agregamos
un elemento más, estas luchas de emancipación nunca son llevadas adelante por
una minoría. Un pueblo siempre estará representado por una mayoría que,
en determinados momentos, toma conciencia de su condición de opresión saliendo
de la pasividad y enfrentando al grupo opresor. Subrayamos, entonces, un nuevo
elemento: un pueblo es siempre una identidad colectiva mayoritaria. En
pocas palabras, un pueblo es el protagonista de las luchas de emancipación,
definido por su historia y una identidad colectiva. Esto nos lleva a la
siguiente pregunta, ¿el pueblo, así entendido, se encuentra apropiadamente
representado por el Estado liberal argentino?
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LOS
MALDITOS DEL NUEVO SIGLO.
Movilizaciones
populares y el Estado
Liberal
de Derecho.
*****
Facundo Di
Vicenzo,
Rebelión
martes 24 de diciembre del 2019.
“Se alimentaban ahora pésimamente. Compraban
cuarenta centavos de fiambre y un pan y con esto pasaban todo el día. César
viajaba a la ciudad en busca de plata y trabajo. Hacía dos o tres viajes a pie
por semana hasta el centro. Iba y venía sin resultado positivo. Entraron en un
periodo de privaciones agudas, sistemáticas, odiosas. Por último, vino el
desaliento y la anulación de la voluntad”.ii
Estas líneas
corresponden al libro Los malditos (1924) del escritor Elías
Castelnuovo, donde relata los momentos previos a la llamada “Semana trágica” de
1919, donde el Gobierno y las fuerzas represivas del Estado más la
voluntariosa asistencia de la Liga Patriótica, integrada por sectores
medios y algunos apellidos ilustres de la sociedad rural argentina,
ayudo a reprimir primero una huelga en la fábrica Metalúrgica Vasena y
luego, durante una semana, persiguió a
trabajadoras y trabajadoras de Buenos Aires causando más de 1.300 muertos y
4.000 heridos.iii
A cien años
de aquel acontecimiento observamos que el Estado liberal de derecho no ha
encontrado soluciones ni lugar para estos desclasados, estos seres “sin
trabajo”. Pero los malditos de hoy son otros, en el sentido de que no se
enlazan directamente con aquellos de 1919. Aquellos malditos del siglo
XX, observados por los funcionarios del Estado como “cuestión social”,
no eran más que las consecuencias no deseadas del proceso de incorporación
definitiva de la economía agroexportadora argentina al mercado mundial (con su
resultante de pobres, excluidos y desclasados ajenos a las bonanzas de la argentina
“granero del mundo"). Los malditos de 1919 hacia mediados de
los años cuarenta, con políticas económicas que fomentaron la industrialización
y el consumo, como demuestran los índices económicos y los estudiosos del tema,
fueron incorporados e instituidos con la constitución de 1949, en donde
con una batería de derechos sociales, los malditos pasaban a ser parte de la
sociedad argentina.
En la década
del 1970, pero principalmente entre mediados de los años ochenta hasta el 2000, el proceso de desindustrialización fomentado desde
los gobiernos que controlaron el Estado encendió nuevamente la fábrica de
malditos. Los nuevos malditos que conocemos hoy en el 2019. Sólo en el conurbano
bonaerense de 12.000.000 de habitantes, 4.500.000 son pobres, un
conurbano que además alberga el 36% de la población total del país.
Ahora bien, ¿qué ha hecho el Estado con estos nuevos malditos? El
investigador del CONICET, sociólogo y sacerdote jesuita Rodrigo
Zarazaga ha demostrado en su estudio que desde hace ya más de dos décadas
dice:
“El Estado en el Conurbano ha cedido parte de la
provisión de servicios públicos básicos a las cuadrillas de planes de empleo.
Hoy muchas tareas como el zanjeo, la limpieza de parques y plazas, el corte de
césped, la construcción de aceras, no la realizan empleados municipales, sino
cuadrillas de las llamadas cooperativas del programa Argentina Trabaja.”iv
En otros
lugares, el Estado simplemente se desatendió de sus habitantes y los malditos deben recurrir para sobrevivir a comedores populares
y/o a la llamada economía popular, un mundo de actividades comerciales y
productivas generalmente ambulantes organizadas y autogestionadas por la misma
comunidad. Una economía en donde el Estado cuando llega aparece sólo para
quitar parte de las ganancias generadas mediante el pedido de “un tributo”,
que como contraprestación permite poder seguir con aquello que el mismo Estado
caracteriza como economía ilegal. Vale decir, a diferencia de lo que suele
escuchar, que el Estado no está ausente, más bien se hace presente como
cómplice y beneficiario de eso que cataloga como ilegalidad.
En síntesis,
a pesar de que estos nuevos malditos son la consecuencia de políticas estatales que fomentaron la desindustrialización y el
desarrollo productivo argentino desde fines de 1970 hasta el 2003 y de 2015
a la fecha, ellos son considerados como una amenaza. Lo que sí podemos afirmar
es que hoy como en 1919 siguen siendo un peligro para “el orden
social”.
La construcción del Estado Liberal.
Volviendo a
otro libro de Elías Castelnouvo:
“Así como en los tiempos pasados a los esclavos
no se les permitía averiguar las causas de su esclavitud, en los tiempos
modernos, por lo que veo, a todos aquellos que padecen por culpa de todos los
villanos contemporáneos, tampoco se les permite averiguar las causas de sus padecimientos”.v
En una nota
del diario Clarín de Buenos Aires fechada el día 11 de septiembre de
este año podía leerse:
“La amenaza estaba planteada desde la semana pasada, cuando distintas
organizaciones sociales acamparon sobre la avenida 9 de Julio para reclamar,
entre otras cuestiones, por la emergencia alimentaria. En un comunicado
de Barrios de Pie, Silvia Saravia, coordinadora nacional de ese sector, sostuvo
que la reunión con funcionarios del Ministerio de Carolina Stanley ha
fracasado por completo porque el Gobierno no ha hecho una propuesta que
responda a ninguno de los tres puntos centrales que las organizaciones
venimos reclamando desde hace meses: apertura de programas, aumento
de las partidas de alimentos, aumento en el monto de los programas
actuales".vi
El acampe en
una de las avenidas más importantes e históricas de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires conmocionó, perturbó y transformó la agenda de los diferentes
partidos políticos a días de la última contienda electoral. Los análisis de periodistas,
polítólogos y demás aficionados a la opinión inundaron los medios de
comunicación y redes sociales, sin embargo, no hemos observado que se intente
responder en profundidad a las razones de la movilización, tampoco hemos
encontrado indagaciones que crucen tres elementos que consideramos
centrales para abordar el tema: la idea de pueblo, la naturaleza de
la movilización y las respuestas o rol que el sistema de partidos
políticos del Estado liberal de derecho ha asignado a estos grupos
movilizados.
Volviendo
una vez más al viejo y ponderado Aristóteles
(384 - 322 a.c.)vii,
uno podría preguntarse ¿Qué es una forma de gobierno? Y podría encontrar
como respuesta, que es un sistema elegido por una cantidad de humanos para
responder a los problemas que esa comunidad de humanos tiene. En otras
palabras, los sistemas de gobierno surgen desde esta perspectiva como una
respuesta a un problema que los humanos disgregados, individualizados,
aislados, no pueden responder.
Aristóteles consideraba que los gobiernos se dividían en formas
puras y en formas impuras. Para establecer su clasificación,
tomó en cuenta el número de gobernantes y la manera de ejercer el poder. Así
tenemos entre las formas puras, es decir, aquellas que buscan el bien común y
practican rigurosamente la justicia, tres
tipos de sistemas de gobierno: Monarquía,
Gobierno de una sola persona para el bien de toda la comunidad; Aristocracia, Gobierno de los mejores para el bien de
toda la comunidad y República o
Politeia, Gobierno de todo el pueblo para el bien de la comunidad.
Ahora bien, en esta medida, entendemos que las formas y características de los
sistemas políticos trascienden las formulaciones teóricas ya que sí en todos
los casos estos gobiernos deben atender a las necesidades y proyectos de la
comunidad, estos son diferentes, tanto por su historia, tradición y
costumbres como por el lugar (territorio, suelo, naturaleza) en el cual
reside esa comunidad. En síntesis, pensar en abstracto en los sistemas
políticos, designar, plantear o reflexionar sobre ¿qué es una República y
que no es? sería totalmente absurdo si esas formulaciones no se ligan con las
necesidades y proyectos de la comunidad. La República no debe estar
antes que la comunidad, más bien todo lo contrario. En pocas palabras,
no hay una república a la cual salvar en realidad habría que detenerse a
reflexionar sí el sistema republicano imperante garantiza el cumplimiento de
las necesidades y proyectos de la comunidad a la cual debe responder.
Durante el
siglo XIX, tras más de medio siglo de guerras por la emancipación y de conflictos civiles, se estableció qué el
sistema de gobierno para toda la comunidad argentina era el de la República.
Ahora bien, varias preguntas siguiendo con la definición planteada por Aristóteles, ¿nuestra República expresó la voluntad
del pueblo? Y ligada a esta pregunta, si no expresó la voluntad del pueblo,
¿dónde y cómo expresa sus ideas, reclamos y demás inquietudes políticas nuestro
pueblo? Y por último, ¿la República fue constituida para el bien de la
comunidad? O deberíamos preguntarnos ¿el Estado liberal de derecho en
Argentina expresa un sistema de gobiernos que se manifiesta para el bien de la
comunidad?
La
idea de pueblo
Un pueblo
es, ante todo, una categoría histórica. Esto nos
permite pensar que un pueblo es un cúmulo de experiencias de la historia de un
país. Solo así entendemos por qué en los pueblos reside la sedimentación
cultural de valores y, sobre todo, luchas de antaño. De allí que el filósofo
argentino Rodolfo Kusch (1922- 1978) afirme que en el cabecita negra que se
lavó los pies en la fuente de Plaza de Mayo aquél 17 de octubre de 1945, se
reproduzca la misma carga valorativa de luchas anteriores: Atahualpa, Rosas,
Yrigoyen, muestran un común denominador. ¿Cuál es? Tanto para nuestro país,
como para el resto de los países latinoamericanos, las gestas populares
perciben un único fin: la emancipación.viii
La
emancipación, en un sentido amplio, no sería otra cosa que la liberación con
respecto a la tutela de los poderes dominantes. De allí que a estos
últimos los denominemos imperios, puesto que su etimología proviene del
latín imperium que significa dominio. Vamos sumando elementos
para nuestra caracterización de lo que entendemos por pueblo, un pueblo es una
categoría histórica que en base a la experiencia adquiere una identidad propia
otorgándole una “memoria” y es también el protagonista de las luchas de
independencia frente a los proyectos imperialistas de dependencia.
Aquí agregamos
un elemento más, estas luchas de emancipación nunca son llevadas adelante por
una minoría. Un pueblo siempre estará representado por una mayoría que,
en determinados momentos, toma conciencia de su condición de opresión saliendo
de la pasividad y enfrentando al grupo opresor. Subrayamos, entonces, un nuevo
elemento: un pueblo es siempre una identidad colectiva mayoritaria. En
pocas palabras, un pueblo es el protagonista de las luchas de emancipación,
definido por su historia y una identidad colectiva. Esto nos lleva a la
siguiente pregunta, ¿el pueblo, así entendido, se encuentra apropiadamente
representado por el Estado liberal argentino?
El
liberalismo y la representación política
La ideología
que sustenta el concepto de representación tradicional es el liberalismo; la raíz de esto es el individuo que consagra, y
persigue, su libertad frente a las identidades colectivas. Aleksandr Dugin
afirma que el liberalismo es la liberación del algo bien concreto, de toda
identidad colectiva, y toda la historia puede ser entendida según este proceso
de liberación.ix El
individuo, así, arguye una supuesta dicotomía contra las expresiones generales.
¿Por qué nos interesa esto? Porque el liberalismo será el basamento de la
Constitución de 1853. Su mentor, Juan Bautista Alberdi, considera que el
individuo es éticamente anterior y superior a las instituciones sociales.
El artículo
22 de la carta magna estipula que el pueblo no delibera ni gobierna sino a
través de sus representantes; estos
representantes, de manera institucionalizada, asumen la forma de los partidos
políticos. Ahora bien, ¿qué tipo de problema atañe este tipo de
representación atomista? A nuestro entender, el vínculo que se suscita
entre el electorado y los representantes carece de compromiso fáctico. Nos
resulta elocuente mencionar la trágica coyuntura de nuestro país. Durante
la campaña del año 2015, el actual Gobierno vertió sobre la agenda pública un
conjunto de demandas reclamadas por una parte de la sociedad. El
acuerdo explícito invitaba a los electores a inclinarse por esta propuesta con
la certeza de que una vez en el gobierno serían satisfechas. Esa parte del
electorado que optó por esta propuesta, hoy se asume como “estafada” por
la alianza gobernante.
La Federación Obrera Regional. Argentina 1919.
La
representación para el peronismo
Un
antecedente opuesto a lo que mencionamos anteriormente lo encontramos en el
peronismo. Juan Domingo Perón, en La
hora de los pueblosx, realiza una distinción, y diferenciación, entre democracia
y liberalismo. El problema no reside en la representación sino en lo que se
representa. O se representa al individuo aislado, egoísta y cuya finalidad está
en las ansias de lucro o se representan los intereses de la comunidad.
Así nos
encontramos con dos visiones representativas diferentes y antagónicas; por un lado
el liberalismo, que tiene su sustancia en el individuo, y por otro el justicialismo,
que lo tiene en las organizaciones libres del pueblo. ¿Qué quiere decir
esto último? Pues que son organizaciones que nacen, no desde el Estado sino
desde la propia comunidad, los ya conocidos sindicatos, pero también
aquello que los nuevos malditos han logrado generar con sus comedores y
economías populares, organizaciones todas ellas en donde la representación se
expresa de forma directa, “natural”.
Estas
organizaciones, que son definidas como organizaciones intermedias, tienen como
bien común la felicidad del pueblo y la grandeza de la nación. Esto nos interesa porque implica unidad en la diversidad y de
esta manera se contrapone a la versión liberal que proyecta una visión atomista
de la sociedad.
*****
FACUNDO
DI VINCENZO. Profesor de Historia –Universidad de Buenos
Aires, Doctorando en Historia– Universidad del Salvador, Especialista en Pensamiento
Nacional y Latinoamericano– Universidad Nacional de Lanús, Docente de Historia
Social y Política Latinoamericana, Historia Social y Política Argentina,
Historia Moderna y Contemporánea, Historia Moderna y Contemporánea, Historia
Social Latinoamericana, Procesos Históricos Mundiales, Seminario Manuel Ugarte
“Pensador de la Nación Latinoamericana” e Investigador del Centro de Estudios
de Integración Latinoamericana “Manuel Ugarte”, Universidad Nacional de Lanús,
Columnista Programa Radial, Malvinas Causa Central, Megafón FM 92.1.
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