"La
crisis de las instituciones debido a su desgaste y a una corrupción
generalizada, ha creado condiciones más favorables para emprender la
reconstrucción de la Izquierda. En este empeño hay que agitar un programa
mínimo que refleje su propia identidad. Sólo mediante fuerzas sustentadas en el
movimiento social, será posible generar las alianzas necesarias –incluyendo a
las fuerzas armadas- para convocar a una Asamblea Constituyente. En las
condiciones actuales, librada a la suerte de una mayoría ciudadana indiferente
a la política, que ya se acerca al 70%, una nueva Constitución reflejaría la
voluntad de quienes se limitarán a maquillar las instituciones con una
“modernización” que no tocará un pelo del modelo existente".
"Los
trabajadores y sus sindicatos, las asociaciones de funcionarios, las
organizaciones poblacionales y estudiantiles, el pueblo mapuche, el movimiento
No+AFP, los movimientos de mujeres, ambientalistas y LGTBI, todos los que
demandan salud y educación pública de buena calidad, empleos, salarios y
pensiones dignas, igualdad en derechos y deberes, son los llamados a crear el
instrumento político para alcanzar los objetivos de luchas hoy dispersas. Este es el rol orientador que corresponde a
la Izquierda. Una Izquierda con agallas, sin complejos
ni fantasmas, renaciendo de sus cenizas".
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CHILE: LOS CAMINOS DE LA IZQUIERDA.
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Manuel
Cabieses Donoso.
América
Latina en Movimiento.
ALAI
viernes 12 de julio del 2019.
“Al andar se hace el camino, y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar”.
(ANTONIO MACHADO)
La
recuperación de la Izquierda chilena se ve entrabada por complejos (y
fantasmas) que sus enemigos utilizan para mantenerla arrinconada. Pero la
Izquierda no es un actor secundario y ha llegado el tiempo de retomar la
iniciativa.
Uno de esos
complejos es la acusación de “populismo” con que se pretende disuadirla de todo
intento de profundizar y extender los derechos del pueblo. Sin embargo, el
populismo, en cuanto doctrina política, tiene un origen digno y hasta heroico.
Se remonta a la Rusia zarista y a los intentos por derrocar el absolutismo
mediante el terrorismo y la insurrección campesina. El marxismo superó esa
tesis que confiaba la suerte de la revolución a la actividad espontánea de las
masas. El marxismo centró el eje revolucionario en el proletariado. Y el
leninismo en la conducción de un partido de vanguardia. La Izquierda chilena es
tributaria de esta vertiente ideológica que nada tiene que ver con el
populismo.
El sambenito
“populista” amedrenta e inhibe la acción de la Izquierda institucional pero
poco o nada importa a las masas que luchan por sus reivindicaciones. Ese
complejo impide defender como se debe, en todos los niveles, los procesos
revolucionarios de América Latina y admitir que, a fin de cuentas, desplazar al
Estado burgués es condición sine qua non para construir una sociedad de nuevo
tipo.
Otro complejo
que sufre nuestra Izquierda es el trágico final de la Unidad Popular. Falta
energía y claridad en el discurso para defender aquella experiencia. Pero hay
también quienes le hacen un flaco favor al plantear la reedición de un camino
que ya sabemos dónde termina. Sería insensato pretender reconstruir la
Izquierda y su programa siguiendo el modelo de los 70. Ha pasado casi medio
siglo y vivimos un cambio de época. Es el tiempo de la cibernética, la robótica
y la inteligencia artificial. El hombre contra el robot. O el hombre aliado con
el robot. El proletariado chileno de los 70 ya no existe, pero la clase obrera,
a la que en cuerpo y alma se debe la Izquierda, sigue siendo la mayoría. Hoy
representa el 47,42% (3.734.937 personas) de la población activa, que junto con
las clases medias (19,69%), los funcionarios públicos (4,15%) y la servidumbre
doméstica (3,52%), constituyen el pueblo sometido a la dictadura del 3,30% de
la burguesía, secundada por el 20,89% de sus clases satélites. (1)
Hoy la batalla
es esencialmente ideológica y se libra en forma diferente a la realidad social.
La minoría domina a la mayoría. Impera la dictadura del pensamiento único
diseñado por el neoliberalismo y éste ha logrado contagiar –mediante el
consumismo y el crédito- a vastos sectores de las clases explotadas. La tarea,
pues, es enorme. Se trata de llevar a cabo una revolución cultural que abra
paso a la igualdad. La Izquierda necesita una actualización de métodos y
estilos de trabajo, distintas formas de organización y comunicación,
compenetración de la realidad social y las demandas de las clases explotadas; y
una visión universal que facilite la unidad e integración con pueblos hermanos
que también luchan por su dignidad e independencia.
La crisis de
las instituciones debido a su desgaste y a una corrupción generalizada, ha
creado condiciones más favorables para emprender la reconstrucción de la
Izquierda. En este empeño hay que agitar un programa mínimo que refleje su
propia identidad. Sólo mediante fuerzas sustentadas en el movimiento social,
será posible generar las alianzas necesarias –incluyendo a las fuerzas armadas-
para convocar a una Asamblea Constituyente. En las condiciones actuales,
librada a la suerte de una mayoría ciudadana indiferente a la política, que ya
se acerca al 70%, una nueva Constitución reflejaría la voluntad de quienes se
limitarán a maquillar las instituciones con una “modernización” que no tocará
un pelo del modelo existente.
Los
trabajadores y sus sindicatos, las asociaciones de funcionarios, las
organizaciones poblacionales y estudiantiles, el pueblo mapuche, el movimiento
No+AFP, los movimientos de mujeres, ambientalistas y LGTBI, todos los que
demandan salud y educación pública de buena calidad, empleos, salarios y
pensiones dignas, igualdad en derechos y deberes, son los llamados a crear el
instrumento político para alcanzar los objetivos de luchas hoy dispersas. Este es el rol orientador que corresponde a
la Izquierda. Una Izquierda con agallas, sin complejos
ni fantasmas, renaciendo de sus cenizas.
Julio 2019
(1)Ver: Maximiliano
Rodríguez, “Estructura social, organización laboral-gremial y lucha de
clases en el capitalismo chileno”.
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