“Acumulación-producción-extracción como
proceso dialéctico. Acumulación
primitiva, reproducción ampliada y nuevos cercamientos representan una ecuación
importante a la hora de entender la estrategia de apropiación de la naturaleza y
construcción del territorio en la sociedad capitalista. Los nuevos cercamientos
entonces implican la apropiación de aquellas porciones de territorio y espacios
de vida aún no incorporados plenamente a la lógica del capital, reeditando así
algunos de los procesos de la llamada acumulación primitiva que conviven de
esta manera con los mecanismos predominantes de la reproducción ampliada.
Así, debemos considerar a la “segunda
contradicción del capital” (como la denomina James O´Connor), o sea la contradicción capital-naturaleza (la primera sería
la contradicción capital-trabajo) como aquel proceso que trata en tanto
mercancía a la naturaleza y el espacio, de tal manera de poder incluirlos en su
ecuación instrumental. La tendencia es
al socavamiento de la propia base natural de sustentación del sistema
productivo, dado que el capital no puede prever los costos de reproducción
de la naturaleza en pos de una sustentabilidad real debido a que afectaría
claramente la tasa de ganancia. En este esquema de racionalidad instrumental, segunda contradicción y conjunción de
procesos de acumulación, se vienen definiendo históricamente toda una serie
diversa de recursos estratégicos que se
relacionan dialécticamente: por un lado, aquellos que la dinámica global del capital define como recurso demandado en un momento
histórico determinado y, por otro, aquellos que las condiciones ecológicas regionales determinan como aptos para ser producidos o extraídos
en cada territorio.
Podemos hablar de un proceso extractivo que
se va transformando en base a la innovación tecnológica permanente y a la propia
dinámica de cambio del proceso de acumulación. En esta continuidad
extractiva en función del proceso de
acumulación, el caucho es un ejemplo histórico en la América Tropical, la plata en la América Andina y el quebracho en
la América Subtropical. Más contemporáneo, la explotación de los hidrocarburos y de minerales no deja de generar conflictos
socio-políticos y territoriales, donde entran en juego intereses geoestratégicos
estadounidenses, capitales multinacionales de base europea y gobiernos con orientación
popular-reformista o conservadora. Sin ir más lejos, es importante no
dejar pasar los importantes conflictos geopolíticos derivados
por la posesión de los yacimientos de gas y petróleo en las recientes historias de Venezuela
y Bolivia, más la llamada Guerra del Agua, también
en Bolivia, o las más recientes
disputas en torno al cobre, oro,
petróleo o gas en Perú (Tía María, Conga,
Amazonía, Cusco) a la potencial
energía hidroeléctrica de los ríos
patagónicos tanto como los cuestionamientos al avance de la frontera hidrocarburífera con el fracking
en dicha región, los cuales muestran de forma elocuente lo central de esta
cuestión. Primordial es también mencionar el proceso creciente de sojización de América del Sur, que
arrasó con ecosistemas,
agrosistemas y culturas, constituyéndose no sólo en la extracción de
un recurso en base a su “oportunidad”
en términos de su demanda por las naciones más industrializadas (alimento de
ganado y biodiésel) sino que también en la aplicación de la tecnología más concentrada y asociada a fuertes niveles de dependencia.
Alienación socio-ecológica, “extractivismo” histórico
e instrumenta-lización de la razón están
en la base y las consecuencias de todos estos procesos de acumulación basados en la territorialización extractiva desde que
el continente
americano es “descubierto” por el capital europeo. Es así que la
caracterización que hiciera Galeano
en Las Venas Abiertas de América Latina en
la década del 70
sigue absolutamente vigente, poniendo en entredicho los supuestos “descubrimientos intelectuales” del extractivismo
o neo-extractivismo.
“Es América Latina la región de las venas abiertas.
Desde el descubrimiento hasta nuestros días todo se ha trasmutado siempre en capital europeo o, más tarde,
norteamericano, y como tal se ha acumulado y se acumula en los lejanos
centros de poder. Todo, la tierra, sus
frutos y sus profundidades ricas en minerales, los hombres y su capacidad de
trabajo y de consumo, los recursos naturales y los recursos humanos. El modo de
producción y la estructura de clases de cada lugar han sido
sucesivamente determinados, desde fuera, por su incorporación al
engranaje universal del capitalismo. A cada cual se le ha asignado una
función siempre en beneficio del desarrollo
de la metrópoli extranjera de turno, y se ha hecho infinita la cadena de las
dependencias sucesivas, que tiene
mucho más de dos eslabones, y que por cierto también comprende, dentro de América Latina, la opresión de los
países pequeños por sus vecinos mayores y, fronteras adentro de cada país, la explotación que las grandes ciudades
y los puertos ejercen sobre sus
fuentes internas de víveres y mano de obra. (Hace
cuatro siglos ya habían nacido dieciséis de las veinte ciudades
latinoamericanas más pobladas de la actualidad)”.
En definitiva, la clave diferenciadora no está en pensar en
extractivismo sino en acumulación,
entendiéndolo como la articulación entre
el despojo, o sea los mecanismos de la acumulación primitiva, y la reproducción
ampliada del capital. El
extractivismo es solo un instrumento para la acumulación capitalista y debe ser tratado conceptualmente como
tal. El eje está en la lógica de
acumulación. Para terminar con el extractivismo es necesario discutir
todo el proceso complejo y dialéctico de
la acumulación y sus diferentes facetas y solo en este entramado discutir
la etapa extractiva del capital, por
cuanto el proceso extractivista es parte de la totalidad y si bien tiene sus especificidades solo se explica en su
sentido íntegro en función de esa totalidad. Fuente. Que es el
extractivismo. La Izquierda Diario-. Junio del 2018.
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LA ÉTICA RENTISTA Y EL ESPÍRITU DEL
EXTRACTIVISMO.
Proyecto minero de Tía María de Perú.
*****
Eduardo Gudynas
Rebelión lunes 29 de julio del 2019.
En el marco de las polémicas que retornan ante el proyecto minero de Tía María, enclavado en
el sur de Perú, un grupo de personalidades subscribió un “Acuerdo por el Desarrollo”. En ese
texto apoyan una minería que llaman “moderna”
y que serviría para el “desarrollo”,
compartiendo una serie de recomendaciones para el Estado, la empresa y
las comunidades locales, a las que les piden abandonar “discursos polarizantes” (1).
Tía María es un enorme proyecto de minería de cobre de la empresa
Southern Peru Copper Corporation, localizado en el departamento de Arequipa, y que ha venido despertando
todo tipo de polémicas desde hace diez
años atrás (2). Se procesarán cien mil toneladas por día, de los cuales la
mayor parte quedará como residuos ya que la concentración de cobre está
estimada apenas en un 0,38 %. La meta es
explotar 650 millones de toneladas de mineral con óxido de cobre. La
explotación minera además compromete recursos
hídricos clave para los agricultores
de la zona. La resistencia local
existe por lo menos desde 2009, los estudios de impacto ambiental han sido muy cuestionados, y se han pasado por picos
de muy dura resistencia, incluyendo importantes
movilizaciones y enfrentamientos, sumando al menos siete muertos.
El politólogo Martín Tanaka, uno de los firmantes del “Acuerdo”, en twitter defendió ese Acuerdo ante una aguda crítica de Mirta Vázquez,
una reconocida abogada que acompaña a líderes
locales ante las empresas extractivas (3). Vázquez señaló que algunas ideas
del Acuerdo
eran “absurdas” pero Tanaka replicó que compartía el “espíritu”
de la declaración.
El uso de esa palabra, “espíritu”, y en ese contexto, inmediatamente me recordó a Max Weber con su clásico “La
ética protestante y el espíritu del capitalismo”, publicado en 1905. En esa
obra, el sociólogo alemán retrataba
el profundo cambio cultural de la
pérdida de trascendencia que antes se buscaba en la religión, para ser
suplantada por una moralidad impersonal e individualista. Perseguir el éxito económico,
ganar dinero y más dinero, se volvió un fin en sí mismo que pasó a ser
aceptado socialmente. Allí está el “espíritu”
al que se refiere Weber, y que se lo
adjudica al “capitalismo”, aunque su
uso de esa palabra mejor correspondería a lo que hoy llamaríamos cultura o modernización.
Apelando a esa perspectiva, ¿cuál sería el “espíritu” del Acuerdo por el Desarrollo enfocado en Tía
María? Para responder esto comencemos por precisar que aquella idea de “espíritu” no tiene un sentido
religioso o metafísico, sino que sirve para entender los valores (ética) y los
sentidos de los correcto e incorrecto en la sociedad (moral). Hoy estamos
frente a extractivismos
mineros y petroleros que tienen por
detrás una ética y una moral. En
ellos, la valoración económica
reemplaza otros valores, y por ello ya no interesa ni importa si se “matan” o “amputan” a los apus,
ya que se los ha despojado de cualquier trascendencia. El objetivo es lograr el
éxito económico y captar la mayor
proporción posible de renta económica.
Esto no se esconde, sino que ahora goza de legitimidad moral. Lo moralmente
correcto es ganarse los billetes como sea. Es más, la moral comenzó a actuar en
sentido invertido ya que sería “inmoral”
no aprovechar las riquezas minerales y petroleras del país, dicen empresarios,
gobiernos y buena parte de la academia.
A mi modo de ver, el “Acuerdo por el Desarrollo – a propósito
del proyecto Tía María”, está embebido en ese espíritu de la cultura
capitalista o moderna, aunque con algunas particularidades contemporáneas y
criollas. Alrededor de cincuenta personas adhirieron al Acuerdo, y ciertamente hay variedad entre ellas, pero todos
coincidieron en al menos dos cuestiones básicas: alentar la minería y no advertir que lo que proponen es imposible.
Para decirlo con más precisión: el punto de partida del Acuerdo son unas
metas incompatibles entre sí.
Es como si los que lo firmaron no hubiesen analizado
con rigurosidad lo que allí estaba escrito. Esas incongruencias se disimulan
por el llamado una y otra vez al
“desarrollo”, y en ello reaparece otro aspecto del “espíritu” del documento: invocar una difusa idea del desarrollo
como justificación de una moral para que algunos se beneficien mientras se daña a otros y al ambiente.
Me explico: el
Acuerdo comienza postulando que es posible una minería, o sea un extractivismo, que atienda cuatro condiciones. Estas son cumplir con estándares globales, proteger el
ambiente, dinamizar el desarrollo nacional y beneficiar a las poblaciones
locales. Habría una minería, que ellos llaman “moderna” que debería cumplir los cuatro objetivos a la vez, todos
al mismo tiempo.
Ante esto se debe señalar con toda claridad
y énfasis que eso es imposible. No se pueden cumplir todas esas condiciones
a la vez. Además, algunas de ellas
ni siquiera existen en los términos que se plantean en ese Acuerdo.
Para evaluar si es posible alcanzar las cuatro metas, comencemos por una de ellas.
Pongamos por caso que un emprendimiento
como Tía María realmente
promueva el desarrollo nacional, dejando en suspenso que quieren decir
los firmantes del Acuerdo con conceptos como “dinamizar” y “desarrollo”. Pero, si se implanta esa minera enseguida se incumple otra meta del Acuerdo, la de la protección ambiental. Es evidente que un megaproyecto como Tía María acarrea
alteraciones ecológicas de tal magnitud que no es posible asegurar que allí hay
una “protección” de la Naturaleza. Por su propia dimensión y operación, ese proyecto conlleva un impacto
ambiental severo, y las opciones de amortiguación
y remediación son limitadas.
La discusión real es si se aceptarán o no, ese tipo de
amputaciones ecológicas bajo el
supuesto de un beneficio económico (entendido como ingresos de dinero por la
exportación de materias primas). Es una
falacia afirmar que se alcanzará a la
vez una ventaja económica y una protección
de la Naturaleza. Si hay una protección de la Naturaleza no habría beneficio económico planteado en esos
términos, y si se busca el provecho de la renta será necesario perforar,
horadar y extraer el mineral con todos sus impactos ecológicos.
Algo similar ocurre con la meta de “estándares globales” que plantea el
Acuerdo, ya que no existen requisitos internacionales acordados por ejemplo
para lidiar con los impactos de la
minería. En realidad, los países compiten por rebajar sus controles
ambientales para atraer a los inversores, y ese propósito estaba detrás
de los defensores del “paquetazo ambiental” (y
no escapa a nadie que algunos de los firmantes apoyaban ese tipo de rebajas
ecológicas). Si por “estándares
globales” los firmantes del Acuerdo se refieren a algunas reglas de
desempeño que se sigue, pongamos por caso en la Unión Europea o que promueve Naciones
Unidas, ya se sabe que la anterior evaluación
ambiental recibió 138 observaciones desde los veedores de UNOPS, y la más reciente padece de otros serios problemas
como se reveló en la prensa. Estamos ante otro objetivo violado (4). El gobierno Vizcarra recientemente otorgó la licencia ambiental al emprendimiento a pesar de todas estas limitaciones
y de la resistencia ciudadana.
Los extractivismos denominados de tercera generación, que corresponden a actividades como la megaminería a cielo abierto o la explotación petrolera en selvas tropicales, por sus impactos y
las resistencias que generan, son resistidos por comunidades locales sea en Perú
como en todos los demás países del continente. En todas ellas hay grupos
locales que los consideran perjudiciales. Esto hace que se viole otra de las
metas de los firmantes del Acuerdo,
la que se refiere al “beneficio” de las
comunidades locales. La imposición de los emprendimientos,
muchas veces por medio de la policía o
la criminalización muestra cristalinamente la facilidad con que se
abandonan objetivos de ese tipo.
Por todo esto, lo más impactante con el texto de ese Acuerdo no es tanto que
repita el mito de una minería moderna
que sería mejor y más provechosa, sino que sus firmantes ni siquiera se dan
cuenta que su planteo es contradictorio en sí mismo y por lo tanto imposible.
Si se cumplen una o dos de sus metas, inmediatamente se están violando alguno
de sus otros objetivos. El Acuerdo tiene un vicio de nacimiento y es carecer de
coherencia interna. Las referencias a los estándares
globales o la protección ambiental quedan convertidas en una retórica
justificativa.
Como hay una ceguera
radical en advertir esto, el Acuerdo
da unas curiosas vueltas basadas en recomendaciones, tales como impulsar programas de
desarrollo de la agricultura, salud y educación, o crear un fondo de desarrollo. A tono con las clásicas defensas
extractivistas, en el Acuerdo no hay pudor en concluir pidiéndole a las
comunidades locales que dejen los “discursos polarizantes” y tomen a la minería como “una oportunidad de desarrollo”. Habría
que ver si cuando una comunidad local reclama proteger el ambiente, una de las
metas de los firmantes del Acuerdo,
serán respaldados desde Lima como paladines de la justica ecológica o serán estigmatizados como actores atrapados
en discursos polarizantes que impiden el desarrollo.
Por esto concluyo que el contenido del Acuerdo sí
tiene un espíritu, y siguiendo la inspiración de Max Weber de hace más de un siglo atrás, me pregunto si no estamos
ante algo así como “La ética rentista y el espíritu del
extractivismo”.
Si, por el contrario, el objetivo de los que firmaron
el “Acuerdo por el Desarrollo” es como
indican, “evitar una confrontación con posibles consecuencias lamentables”,
deberían
comenzar por sopesar que tal vez la primera línea de su documento debería haber
sido un llamado a detener todo ese proceso.
*****
Notas
1. Acuerdo por el Desarrollo – a propósito
del proyecto Tía María, El Comercio, disponible en: http://www.centrowinaq.com/noticias/acuerdo-por-el-desarrollo-proposito-del-proyecto-tia-maria
2. Aportes técnicos que cuestionan la viabilidad del proyecto minero Tía
María en Islay – Arequipa, M. del Castillo y colaboradores, Red
Muqui y Cooper Acción, Lima, 2015.
Pinto Herrera, H. Proyecto minero Tía María: razones de la
protesta. Investigaciones Sociales, UNMSM, 20 (36): 199-213.
3. ¿Acuerdo por el Desarrollo de Tía María?, M. Vázquez,
Noticias Ser, Perú, http://www.noticiasser.pe/opinion/acuerdo-por-el-desarrollo-de-tia-maria
4. Tía María y las observaciones que Southern Copper tiene pendientes, J. Paucar Albino, La Mula, Lima, 18 julio 2019, https://redaccion.lamula.pe/2019/07/18/tia-maria-licencia-construccion-informe-resolucion-minem-southern-copper-observaciones/jorgepaucar/
E. GUDYNAS es investigador en el Centro Latino Americano de
Ecología Social (CLAES). Una primera versión de este artículo se publicó en
Noticias Ser de Perú. Seguimiento:
twitter: @EGudynas.
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