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La apatía ciudadana no es un capricho. Se
explica por un hecho bien sencillo: una democracia que
durante más de veinte años se desinteresó por la suerte de la ciudadanía (al
paso que se desvivía por asegurar las ganancias de los capitalistas) al cabo de
un cierto tiempo sólo podía cosechar
apatía, desinterés y, en algunos casos, el abierto repudio de amplios
sectores de la sociedad. No sorprende que la última encuesta de Latinobarómetro haya certificado que,
interrogada sobre cuál es la forma preferible de gobierno, casi un tercio de la muestra entrevistada en
Chile,
exactamente el 31 por ciento,
declarase preferir un gobierno autoritario o que “le da lo mismo” cualquier clase de régimen político. En Venezuela, en cambio, para tomar el caso de
un gobierno ferozmente atacado por la
prensa hegemónica en la región a causa de sus supuestos “déficits democráticos”, quienes contestan de la misma
manera constituyen apenas el 11 por
ciento de los entrevistados. Y como asegura la teoría política, la calidad de una democracia se mide, entre
otras cosas, por
las creencias políticas de sus ciudadanos. No es este el único
indicador en el cual la Venezuela
bolivariana supera a casi todos los países de la región, comenzando por Chile.
Habrá solución en el presente gobierno de la Dra Bachelet, al conjunto de problemas del Pueblo Mapuche?.
***
La baja participación en las elecciones,
dicen algunos, ilegitima el proceso electoral mismo, y está correcto,
pienso, pero Chile tiene muchas ilegitimidades arrastrándose durante
estos últimos cuarenta años que no deben olvidarse. Por empezar, la que le dejó la dictadura cívico-militar y que
es la más ilegal es la constitución de
1980, que la propia Concertación
trató de legitimar mientras tuvo el poder político. Otra ilegitimidad seria el proyecto económico de la dictadura misma y la
ideología alienante en Chile. Luego,
se le puede agregar, la carga de disculpas
indignas que algunos dirigentes de la Concertación
dirigieran a la oligarquía, por ejemplo cuando se disculparon de haber
existido durante el gobierno legítimo de Salvador Allende. Otra gran ilegitimidad que se arrastra es que
pudiera, no legalmente sino moralmente, presentarse como candidata a elecciones
por la Alianza la Señora Evelyn Matthei,
hija de un miembro de la Junta Militar golpista que usurpara al gobierno
legítimo de la república el poder y la vida al presidente legitimo Salvador Allende. Esto de la Matthei candidata es una abominación
realmente, una vergüenza, algo así como que en Alemania se tirara de candidata
la hija de Hitler. Nadie podría
aceptar en Europa algo así, sería siniestro; pero, en Chile parece que todo es borrón y cuenta nueva. Bueno eso si
habláramos de ilegitimidades como
vemos dejaría el problema de la baja participación de los chilenos muy chiquitito. Pero la
ilegitimidad mayor, incluso mayor que la anterior, es que Chile se
haya transformado en un país donde el saqueo
del patrimonio nacional tanto en territorios, costas, aguas y
corporaciones, sea lo legitimo. ¡Qué ilegitimidad que los chilenos todos acepten como
proyecto nacional el saqueo del país y de sus habitantes!
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La Dra. Bachelet en momentos del triunfo político electoral. Sin duda una democracia con un complejidad de problemas estructurales heredados de la dictadura fascista. Sin embargo, 20 años de gobierno de la Concertación por su propia debilidad política no abordaron esta problemática.
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BACHELET: “ANTI-POLÍTICA” +
ANTIPARTIDO= gobierno de los mercados.
*****
Atilio A.
Boron (especial para ARGENPRESS.info).
Miércoles
18 de diciembre del 2013.
Si hay
algo que puede vaciar de contenido un proyecto democrático es la combinación
entre abstencionismo electoral y el rechazo de los partidos políticos. Y esto
es precisamente lo que está ocurriendo en Chile a partir del triunfo de
Michelle Bachelet en un comicio en el cual quien verdaderamente arrasó fue el
abstencionismo, que arañó el 59 por ciento del padrón electoral, mientras que
Bachelet apenas obtuvo el apoyo de un 25 por ciento del mismo.
No hace falta ser un Premio Nobel de Ciencia Política (plaga por ahora inexistente) para concluir que la democracia chilena enfrenta una grave crisis de legitimidad: la “antipolítica”, o sea, la indiferencia ciudadana ante el predominio indiscutido de los grandes intereses privados expresa, de manera categórica, el triunfo ideológico del neoliberalismo en un país en donde no sólo la economía tiene ese signo ideológico sino que también lo asume como su divisa una sociedad que lleva más de cuarenta años de indoctrinamiento en los valores más exacerbados del individualismo burgués.
No hace falta ser un Premio Nobel de Ciencia Política (plaga por ahora inexistente) para concluir que la democracia chilena enfrenta una grave crisis de legitimidad: la “antipolítica”, o sea, la indiferencia ciudadana ante el predominio indiscutido de los grandes intereses privados expresa, de manera categórica, el triunfo ideológico del neoliberalismo en un país en donde no sólo la economía tiene ese signo ideológico sino que también lo asume como su divisa una sociedad que lleva más de cuarenta años de indoctrinamiento en los valores más exacerbados del individualismo burgués.
La apatía
ciudadana no es un capricho. Se explica por un hecho bien sencillo: una
democracia que durante más de veinte años se desinteresó por la suerte de la
ciudadanía (al paso que se desvivía por asegurar las ganancias de los
capitalistas) al cabo de un cierto tiempo sólo podía cosechar apatía,
desinterés y, en algunos casos, el abierto repudio de amplios sectores de la
sociedad. No sorprende que la última encuesta de Latinobarómetro haya
certificado que, interrogada sobre cuál es la forma preferible de gobierno,
casi un tercio de la muestra entrevistada en Chile, exactamente el 31 por
ciento, declarase preferir un gobierno autoritario o que “le da lo mismo”
cualquier clase de régimen político. En Venezuela, en cambio, para tomar el
caso de un gobierno ferozmente atacado por la prensa hegemónica en la región a
causa de sus supuestos “déficits democráticos”, quienes contestan de la misma
manera constituyen apenas el 11 por ciento de los entrevistados. Y como asegura
la teoría política, la calidad de una democracia se mide, entre otras cosas,
por las creencias políticas de sus ciudadanos. No es este el único indicador en
el cual la Venezuela bolivariana supera a casi todos los países de la región,
comenzando por Chile.
El
triunfo del neoliberalismo y la exaltación de los valores mercantiles se
traducen naturalmente en la derrota de la política a manos del mercado; del
espacio público subyugado por la esfera de lo privado, dominada por las grandes
empresas. A lo anterior súmesele la preocupante declaración que hiciera
Bachelet al día siguiente de su victoria cuando dijera (tal como lo reprodujera
Página/12 en su edición del 17 de Diciembre) que “las decisiones las voy a
tomar yo, no sólo del gabinete. La coalición que me apoya es una cosa, la
constitución del gobierno yo la voy a decidir.” En otras palabras el peor de
los mundos: apatía ciudadana combinada con la desmovilización, o marginación de
los partidos políticos y, por añadidura, de movimientos sociales u otras formas
de organización, que son la expresión de las aspiraciones, expectativas e
intereses de las clases y capas sociales que componen la sociedad chilena.
¿Creerá acaso la futura presidenta que de ese modo podrá avanzar en la reforma
de la antidemocrática constitución pinochetista, el regresivo régimen tributario
y la educación convertida en un negocio que ofrece pingües ganancias a los
empresarios que lucran con ella, para ni hablar de derogar la decimonónica y
reaccionaria legislación laboral que todavía subsiste en Chile? Sin una
población re-politizada (como supo ser la del Chile de Salvador Allende) y sin
partidos políticos y movimientos sociales que canalicen y potencien las
aspiraciones populares la democracia chilena continuará siendo fácil presa de
las clases dominantes, de los grandes empresarios que desde dentro y fuera de
Chile han venido controlando el estado y los sucesivos gobiernos desde el golpe
del 11 de Septiembre de 1973.
Convendría
que, habida cuenta de lo anterior, Bachelet reflexionara sobre lo que más de
una vez sentenciara George Soros: “los ciudadanos votan cada dos años, los
mercados votan todos los días.” Controlar ese nefasto influjo cotidiano de los
mercados -eufemismo para no designar por su nombre al gran capital- será una
misión imposible sin sortear la trampa de la “antipolítica” y sin garantizar
que los partidos, sobre todos los de izquierda, jueguen un papel protagónico en
su gobierno. De lo contrario, el tránsito desde esa frágil democracia sin ciudadanos hacia una
plutocracia desenfrenada será tan acelerado como inevitable.
Ahora si definirá la orientación política de su gobierno. O continua con el neoliberalismo destructivo y anti-humano impuesto por la dictadura fascista, o se suma a la corriente latinoamericana de responder a las políticas centrales de los Movimientos Sociales anti-globalización neoliberal?.
***
CHILE: LA PLUTOCRACIA TIENE
NUEVOS ADMINISTRADORES.
*****
Mario
R. Fernández (especial para ARGENPRESS.info).
Miércoles
18 de diciembre del 2013.
Se
acabó la fiesta de la Señoras candidatas chilenas neoliberales, la más popular
y liberal Michelle Bachelet se quedó con la corona de presidenta -que en
realidad es una aureola con poco poder; pero, para Michelle Bachelet repetirse
el plato, saborearlo de nuevo, es seguramente lo más grande de su vida: pasará
a la historia de un país lejano que se esfuerza por sobre todas las cosas en
figurar en el mundo.
Ahora,
esta mamá chilena rodeada de su séquito dinástico, ya muchos de tercera
generación, una verdadera mafia partidista, no cabe en sí de alegría,
alborotada como cuando el alimento les llega a las aves de corral. Todos ellos
saben que recuperan la vaca por los próximos cuatro años –los más puntudos y
oportunistas bien saben que no es cualquier cosa. Todos los chilenos y chilenas
que sufragaron por la ganadora supuestamente saben a quienes eligieron -a los
mismos que gobernaron Chile por más de veinte años. Michelle Bachelet es la
misma persona que siendo presidente usara métodos fascistas contra del Pueblo
Mapuche, quien quería darle a la Unasur, Unión de países de América del Sur, el
nombre atractivo de “casa” como si se tratara se jugar a la ronda cada quien
vistiendo los trajes típicos de su país y no de un intento mucho más ambicioso
de Hugo Chávez, una unión para la liberación, un desafío al imperialismo.
Seguramente habrá quienes esperan algunos cambios dentro del país y en el
contexto de América Latina pero tendrán que conformarse con las simples
apariencias.
Mirando
desde afuera, los poderes centrales de los amos del sistema coinciden en su
opinión, y nos debería servir de barómetro saber que sus opiniones con respecto
al nuevo gobierno de la Nueva Mayoría son muy favorable. Todos sus medios de comunicación
y propaganda apoyan a los nuevos administradores del sistema en Chile, usando
un lenguaje creado para confundir y para desprestigiar a otros proyectos más
validos latinoamericanos, les llaman progresistas, centro izquierda, y a la
presidente electa le dicen socialista moderada, toda una verborrea que usan
para seguir manipulando tanto a incautos como a cómplices.
Para
corroborar lo que se opina fuera de Chile, Karen Poniachik ex- ministra de
Minería y Energía del pasado gobierno de la Concertación, que seguramente
volverá a ocupar algún puesto de alto rango en el próximo gobierno, durante su
entrevista por el periódico canadiense Globe and Mail semanas atrás destacaba
primeramente que: “Ellos, los de la Concertación, fueron históricamente exitosos
en atraer inversiones foráneas”, y que el plan de Bachelet de incrementar el
impuesto corporativo del 20 al 25 por ciento no podría alarmar a los
inversionistas extranjeros que continuarán siendo bienvenidos y que encuentran
al país muy atractivo por su minería y facilidades de inversión. Agrega, sin
embargo, que hay tres áreas de preocupación con respecto a la explotación
minera en Chile: “La energía con sus precios altos que se mantendrán
aumentando”, el “agua, ya que Chile sufre continuas sequias y esto es vital
para las mineras” (pero aparentemente no para los habitantes del país) y que
“las comunidades (o sea el pueblo) en algunos territorios están más
fortalecidas (esto es más organizadas), que quieran más participación
seguramente económica y estén haciendo demandas a los tribunales de justicia.”
Sin duda estas comunidades están preocupadas por el agua que sustenta sus
vidas. La ex- ministra opina que Chile enfrenta una creciente competencia sobre
los recursos mineros con otros países y que los minerales, el cobre en especial
en Chile, decaen en grado por lo que se requiere más inversión e innovación
tecnológica para extraerlos, incluida mano de obra especializada supuestamente
escasa y más cara.
Queda
claro para quienes han gobernado los miembros de la Nueva Mayoría y para
quienes volverán a gobernar siendo que su preocupación central (como explica la
ex funcionaria) no son los chilenos ni sus problemas sino esos inversionistas
extranjeros que vienen a devorarlo todo como monstruos, devorando Chile como
devoran el planeta. El mandato y la tarea del gobierno chileno presente y el
que esta al venir: dar garantías a saqueadores nacionales y extranjeros de
riquezas naturales y no naturales para que estos continúen en su explotación y
acumulación, por un lado, y por otro controlar al pueblo chileno en todos los
niveles con engaños, propaganda y represión para asegurarse que este macabro
proyecto neoliberal continúe. Todos los funcionarios, administradores y
políticos de estos gobiernos neoliberales apuestan a los ricos y se esmeran
para que su trabajo sea aceptado y bien remunerado por sus amos –porque cobran
sueldos y reciben prebendas espectaculares cuando comparamos con el resto de
los trabajadores y trabajadoras chilenos.
Una mirada Sociológica a la presente fotografía. La ex-dirigente estudiantil Camila Vallejo, hoy electa diputada comunista- acompañada del ex- presidente de Brasil: Lula. Junto a nuevas representantes en el Congreso. Luchará por hacer realidad la Gran Revolución en la Educación en Chile?.
***
Sin
duda los interesados en la explotación de Chile ven al nuevo gobierno tan
fiable que merece su confianza, pero también los sectores supuestamente
progresistas (incluso izquierdistas) de América Latina y Norte América, que lo
incluyen con apelativos de centro izquierda, progresista o socialista y lo
colocan en el mismo lugar donde colocan a proyectos reformistas como el Alba,
ven al gobierno chileno como valido olvidando todo referente histórico. Y esto
no sucede solamente con Chile sino también con otros gobiernos similares como el
de Uruguay, ambos Chile y Uruguay proyectos netamente neoliberales y afines al
imperialismo norteamericano y europeo, enemigos solapados del Alba y cualquier
otro proyecto de reforma o liberación. Y, peor aún, a este engaño contribuye
hasta la cadena TELESUR, creada para
desafiar al neoliberalismo pero que lo reproduce y extiende cuando omite a los
sectores sociales y políticos que promueven el cambio anti-neoliberal en Chile
y Uruguay y le da espacio a quienes, como el Frente Amplio en Uruguay y la
Nueva Mayoría en Chile promueven y mantienen el neoliberalismo fingiendo
cuestionarlo y transformarlo. Y lo hacen incluso quienes solidarizan con
Venezuela y los otros proyectos del Alba. Y entonces me pregunto ¿Que sucede?
Como vivimos auto-engañándonos, rodeados de impostores y como la fuente de
producir farsantes y renegados se nos ha vuelto inagotable.
La baja participación en las elecciones, dicen algunos, ilegitima el proceso electoral mismo, y está correcto, pienso, pero Chile tiene muchas ilegitimidades arrastrándose durante estos últimos cuarenta años que no deben olvidarse. Por empezar, la que le dejó la dictadura cívico-militar y que es la más ilegal es la constitución de 1980, que la propia Concertación trató de legitimar mientras tuvo el poder político. Otra ilegitimidad seria el proyecto económico de la dictadura misma y la ideología alienante en Chile. Luego, se le puede agregar, la carga de disculpas indignas que algunos dirigentes de la Concertación dirigieran a la oligarquía, por ejemplo cuando se disculparon de haber existido durante el gobierno legítimo de Salvador Allende. Otra gran ilegitimidad que se arrastra es que pudiera, no legalmente sino moralmente, presentarse como candidata a elecciones por la Alianza la Señora Evelyn Matthei, hija de un miembro de la Junta Militar golpista que usurpara al gobierno legítimo de la república el poder y la vida al presidente legitimo Salvador Allende. Esto de la Matthei candidata es una abominación realmente, una vergüenza, algo así como que en Alemania se tirara de candidata la hija de Hitler. Nadie podría aceptar en Europa algo así, sería siniestro; pero, en Chile parece que todo es borrón y cuenta nueva. Bueno eso si habláramos de ilegitimidades como vemos dejaría el problema de la baja participación de los chilenos muy chiquitito. Pero la ilegitimidad mayor, incluso mayor que la anterior, es que Chile se haya transformado en un país donde el saqueo del patrimonio nacional tanto en territorios, costas, aguas y corporaciones, sea lo legitimo. ¡Qué ilegitimidad que los chilenos todos acepten como proyecto nacional el saqueo del país y de sus habitantes!
La baja participación en las elecciones, dicen algunos, ilegitima el proceso electoral mismo, y está correcto, pienso, pero Chile tiene muchas ilegitimidades arrastrándose durante estos últimos cuarenta años que no deben olvidarse. Por empezar, la que le dejó la dictadura cívico-militar y que es la más ilegal es la constitución de 1980, que la propia Concertación trató de legitimar mientras tuvo el poder político. Otra ilegitimidad seria el proyecto económico de la dictadura misma y la ideología alienante en Chile. Luego, se le puede agregar, la carga de disculpas indignas que algunos dirigentes de la Concertación dirigieran a la oligarquía, por ejemplo cuando se disculparon de haber existido durante el gobierno legítimo de Salvador Allende. Otra gran ilegitimidad que se arrastra es que pudiera, no legalmente sino moralmente, presentarse como candidata a elecciones por la Alianza la Señora Evelyn Matthei, hija de un miembro de la Junta Militar golpista que usurpara al gobierno legítimo de la república el poder y la vida al presidente legitimo Salvador Allende. Esto de la Matthei candidata es una abominación realmente, una vergüenza, algo así como que en Alemania se tirara de candidata la hija de Hitler. Nadie podría aceptar en Europa algo así, sería siniestro; pero, en Chile parece que todo es borrón y cuenta nueva. Bueno eso si habláramos de ilegitimidades como vemos dejaría el problema de la baja participación de los chilenos muy chiquitito. Pero la ilegitimidad mayor, incluso mayor que la anterior, es que Chile se haya transformado en un país donde el saqueo del patrimonio nacional tanto en territorios, costas, aguas y corporaciones, sea lo legitimo. ¡Qué ilegitimidad que los chilenos todos acepten como proyecto nacional el saqueo del país y de sus habitantes!
Pese a
todo, de variadas formas la izquierda, los movimientos sociales politizados, el
movimiento sindical consecuente, el movimiento estudiantil y el movimiento de
los pueblos originarios están ahí, han sobrevivido al engaño y la represión
diaria y continuaran, no hay duda. Me parece imposible organizarse por una
Asamblea Constituyente sin primero construir un frente político fuerte, me
parece que es como intentar saltarse un peldaño de la lucha política. La
esperanza que significaran algunos líderes estudiantes admirados por la gente,
que les mostro su aprecio eligiéndolos como parlamentarios (con lo difícil que
es ser elegido en un sistema tramposo electoral como el chileno) fue también
traicionada cuando tres de estos líderes en vez de acercarse a los que luchan
por un cambio real, los despreciaron y tratan de convencer que van a ser algo
dentro de una coalición neoliberal y de derecha. Aun cuando sus intenciones
fueran confiables bien sabemos que es imposible cambiar al monstruo desde
adentro cuando el monstruo es bien resistente al cambio y acomodaticio al
poder.
El nuevo gobierno chileno, como el uruguayo o el brasileño, no es un gobierno reformista ni algo parecido, la situación que se ha vivido en Chile como en los otros dos países es el resultado de un auge, por decirlo así, de mercado de materias primas minerales y monocultivos -sus principales exportaciones. La cadena de servicios que este apogeo generó, creo empleos mal pagados para la mayoría y bien pagados para una minoría que acompañado de mucho crédito personal alimento esa falsa apariencia de progreso. Quizás ha sido la mayor oportunidad de vender recursos y productos de la tierra que hayamos tenido en la historia, pero los trabajadores productores de estos recursos y el país mismo han recibido solo ilusiones de progreso y mentiras de bienestar, las riquezas se las llevan los depredadores, y la vulnerabilidad del país aumenta al depender de estos recursos, como el caso del cobre cuando se asoma en horizonte bajas en los precios debido al decrecimiento de la economía capitalista mundial
El nuevo gobierno chileno, como el uruguayo o el brasileño, no es un gobierno reformista ni algo parecido, la situación que se ha vivido en Chile como en los otros dos países es el resultado de un auge, por decirlo así, de mercado de materias primas minerales y monocultivos -sus principales exportaciones. La cadena de servicios que este apogeo generó, creo empleos mal pagados para la mayoría y bien pagados para una minoría que acompañado de mucho crédito personal alimento esa falsa apariencia de progreso. Quizás ha sido la mayor oportunidad de vender recursos y productos de la tierra que hayamos tenido en la historia, pero los trabajadores productores de estos recursos y el país mismo han recibido solo ilusiones de progreso y mentiras de bienestar, las riquezas se las llevan los depredadores, y la vulnerabilidad del país aumenta al depender de estos recursos, como el caso del cobre cuando se asoma en horizonte bajas en los precios debido al decrecimiento de la economía capitalista mundial
En las
últimas décadas, la política social del estado chileno ha incluido ayudas
mínimas para los más necesitados, algo que también sucede en otros países
latinoamericanos. Se trata de un sistema caritativo más que de derecho y no es
tan diferente, si lo comparamos en la historia de las ayudas sociales, a la
legislación de 1598 del Parlamento Británico que encargaba el cuidado de los
pobres a instituciones locales, una ley que fue modificada en 1834
centralizando el sistema -medida ampliada a mediados del siglo 18 en Halifax,
Canadá donde yo resido y que incluyó la educación básica obligatoria y la salud
primaria. Vemos entonces que las políticas sociales en Chile, y otros países
latinoamericanos, no merecen tanta honra pues son “bufonadas de vías al desarrollo”
de cuatro siglos atrás.
Si el
nuevo gobierno en Chile tuviera intensión de impulsar redistribución económica
y social promovería la sindicalización y los contratos colectivos, aumentaría
el salario mínimo lo que implemento Canadá a partir de 1945 con la creación del
Estado de Bienestar Social por un gobierno del Partido Liberal. Esto que los
Liberales de mediados del siglo pasado hicieron es imposible lo hagan los
neoliberales de la Nueva Mayoría hoy; incluso en su pasado reciente como
gobierno la sindicalización en Chile bajo de un 15 por ciento durante la
dictadura a un 10 por ciento durante la Concertación y los contratos colectivos
bajaron de un 10 por ciento durante la dictadura a solo un 5 por ciento hoy. Es
obvio que el nuevo gobierno chileno beneficiara solo a los ricos porque para eso
están ahí, ¿hay que volver a esperar cuatro años más para comprobar esto?.
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