&&&&&
¿Qué desafíos enfrenta el
frente progresista de cara a las elecciones? El primero es ampliar la alianza
política: construir una lista
unitaria para las elecciones
parlamentarias. Incluir en su comando a figuras relevantes de la centroizquierda, del mundo
cultural, de las organizaciones sociales, de los sindicatos. El segundo es construir un programa de gobierno que
responda a las preocupaciones urgentes: seguridad, inmigración, empleo. Y
tercero, lograr articular al Partido
Comunista con el resto de las izquierdas más allá del oficialismo, para
sostener su candidatura como la opción capaz de derrotar a la derecha fascista.
También es clave que proponga una política de seguridad que genere esperanza, especialmente en los barrios más golpeados. Debe
demostrar que tiene un plan concreto para combatir el crimen organizado y el
narcotráfico, con una “mano
justa”: implacable
con las bandas, pero respetuosa de la humanidad. Además, plantear una política
económica que apoye a las pymes, pero que también refuerce el rol del Estado para defender a consumidores y limitar abusos de las
grandes empresas. Pero, por sobre todo, lo que Jara ofrece es esperanza de que se puede tener una vida mejor. Y eso, hoy, vale muchísimo.
/////
Jeannette Jara, candidata presidencial por Unidad por Chile.. Imagen: EFE
*****
CHILE: "JEANNETTE JARA TRAE LA ESPERANZA DE VIVIR MEJOR".
El historiador Cristián Pérez analiza la
irrupción de la candidata presidencial por la coalición de izquierda.
*****
"Representa
a esa izquierda formada desde las luchas obreras, cuadros populares educados.
Estudia, se profesionaliza, pero nunca rompe el vínculo con sus raíces,"
dice el experto en la izquierda chilena.
Entrevista
de Mateo Nemec.
Santiago
de Chile.
Fuente. Página /12 sábado 5 de julio del 2025.
Con
una victoria clara en las primarias del pacto oficialista Unidad por Chile, Jeannette Jara ha irrumpido como una figura inédita en la historia
política reciente del país: es la primera mujer comunista en encabezar
una candidatura presidencial del frente
progresista desde el retorno a la democracia. Ex ministra de Trabajo,
ex dirigenta sindical y militante desde su adolescencia, Jara
encarna una combinación poco habitual en la política chilena: origen popular, trayectoria institucional y discurso de conciliación. Su triunfo, con más del 60 por ciento de los votos, reconfigura el mapa de la izquierda de cara a
las presidenciales, en un momento marcado por el avance sostenido de la ultraderecha.
El
escenario hacia las
elecciones de noviembre se presenta tensionado por múltiples desafíos: la reportada baja
participación en las primarias encendió alarmas en el oficialismo,
mientras el ultraderechista José
Antonio Kast lidera las encuestas, seguido
por Jara y la conservadora Evelyn Matthei. Con una derecha que se
rearma en torno al discurso
del orden y figuras vinculadas al legado pinochetista, el progresismo enfrenta la
tarea de recomponer
confianzas, ampliar su base electoral y disputar el sentido común de una ciudadanía fragmentada. La candidatura de
Jara busca precisamente eso: articular feminismo popular, justicia social y estabilidad
democrática, frente a un contexto regional donde
cada vez son más los proyectos autoritarios.
Para profundizar en el significado
político e histórico de esta candidatura —y lo que representa para la izquierda
chilena—, Página/12 conversó con Cristián Pérez, historiador, autor e
investigador de la Escuela
de Periodismo de la Universidad de Playa Ancha, especialista
en el estudio del progresismo histórico en Chile.
En un país donde el discurso
de la derecha caló hondo en los sectores
populares con promesas de
“mano dura”, la irrupción de Jara apunta a
disputar ese mismo electorado desde otro lugar: “Ella encarna esa esperanza de vivir mejor, de salir adelante. No viene de la élite, así que se la
siente nuestra”, analiza el historiador.
-La candidatura de Jara reactualiza el
protagonismo del Partido Comunista. ¿Cómo describirías su identidad política
hoy?
-Para entender el peso de su candidatura, es importante comenzar
por un punto clave: la verdadera
naturaleza del Partido Comunista de Chile.
Siempre ha sido un partido que juega dentro de las reglas de la democracia. Desde
sus orígenes como Partido Obrero Socialista
en 1913, ha trabajado para representar al pueblo, organizar
sindicatos y participar en elecciones.
Incluso cuando fue ilegalizado en 1948, no optó por la lucha armada, sino que
siguió apostando por la vía
democrática. Solo durante los años más duros de
la dictadura, entre 1980 y 1986,
validó otras formas de lucha tras perder a más de mil
militantes asesinados o desaparecidos. Esta trayectoria explica por qué, a -diferencia de otros
países, el comunismo en
Chile no genera tanto rechazo. Y también ayuda a entender por qué figuras como Janet Jara
no asustan: vienen de una tradición de izquierda comprometida con la democracia.
-¿Qué representa Jeannette Jara dentro
de esa tradición?
-Jara recupera una tradición fundacional: la de una izquierda nacida desde el mundo popular, que se forma políticamente sin romper ese lazo. Su padre era un obrero calificado, parte de un sector históricamente vinculado al comunismo y socialismo chilenos. Ella representa a esa izquierda formada desde las luchas obreras, cuadros populares educados, con formación política y cultural. Estudia, se profesionaliza, pero nunca rompe el vínculo con sus raíces. Por eso puede decir “soy pueblo” con total legitimidad. Representa a millones de personas que se levantan cada día a trabajar, que luchan por salir adelante. Ese fue el corazón del proyecto de Allende: organizar a los pobres del campo y la ciudad para mejorar sus condiciones dentro de la democracia. Jara recupera esa idea.
-¿Cómo entra en juego su perfil técnico
y dialoguista?
-Ahí hay un elemento clave.
Por un lado, su eficacia
como gestora: en el Ministerio del Trabajo logró avances
relevantes en contextos muy complejos, como la reforma previsional o la reducción de la jornada laboral, todo esto desde un oficialismo sin mayoría parlamentaria.
Mostró capacidad de
diálogo, manejo técnico, eficacia.
Pero, por otro lado, está su cercanía con los sectores populares. Más allá de si milita o no
en el Partido Comunista, lo que importa es que la ven como una de ellos. Y eso es fundamental: en los barrios, la gente no está
leyendo columnas de opinión, está
buscando esperanza. Cuando ven a alguien que
viene de su mismo origen, que logró avanzar sin olvidarse de dónde viene, eso
genera identificación. La técnica importa, claro, pero lo que realmente la hace
fuerte es que transmite que mejorar
es posible. Esa humanidad y cercanía son poderosas.
-¿Puede esa humanidad competir con
figuras como Kast o Matei?
Sí, porque habla a un electorado
decisivo: esos seis
o siete millones de personas que viven en
los barrios y que van a definir la elección. Son sectores despolitizados, que normalmente no
votan, pero que esta vez lo harán obligados por
ley. Ahí el discurso de la derecha ha calado fuerte, sobre todo por el miedo a la inseguridad. En un barrio humilde, que
te roben el televisor es que te roben años de esfuerzo. Y Kast
promete mano dura. Ahí Jara se vuelve una competidora fuerte, porque
ofrece respuestas a esos
mismos miedos, pero sin renunciar a los derechos
humanos. Ella encarna la esperanza de vivir mejor, de salir adelante. No viene de la élite, así que se la siente nuestra. Si logra ampliar su
coalición, puede consolidarse y ganar. Hace unos meses parecía seguro que la derecha ganaría. Hoy, eso ya no
está tan claro.
-¿Qué desafíos enfrenta el frente
progresista de cara a las elecciones?
-El primero es ampliar la alianza política: construir una lista unitaria para las elecciones parlamentarias. Incluir en su comando a
figuras relevantes de la centroizquierda,
del mundo cultural, de las organizaciones sociales, de
los sindicatos. El segundo es
construir un programa de gobierno que responda a las preocupaciones
urgentes: seguridad, inmigración, empleo.
Y tercero, lograr articular al Partido Comunista con el resto de las izquierdas más allá del
oficialismo, para sostener su candidatura como la opción capaz de derrotar a la
derecha fascista. También es clave que proponga una política de seguridad que genere esperanza, especialmente en los barrios más golpeados. Debe
demostrar que tiene un plan concreto para combatir el crimen organizado y el
narcotráfico, con una “mano
justa”: implacable
con las bandas, pero respetuosa de la humanidad. Además, plantear una política
económica que apoye a las pymes, pero que también refuerce el rol del Estado para defender a consumidores y limitar abusos de las
grandes empresas. Pero, por sobre todo, lo que Jara ofrece es esperanza de que se puede tener una vida mejor. Y eso, hoy, vale muchísimo.
-¿Cómo interpreta la baja participación
en las primarias?
-Hay que relativizar
esa idea de “baja participación”. Jara
obtuvo resultados
similares a los de las primarias que ganó Piñera antes de su segundo mandato. El tema es que los medios instalaron
expectativas muy altas y luego remarcaron que no se cumplieron. En mi familia,
por ejemplo, varios no votaron porque ya era
vox populi que ella iba a ganar. Lo
importante es que Jara ganó una elección difícil, sin confrontaciones, construyendo
puentes y generando entusiasmo. Eso le
permite proyectarse con un piso firme. Y quienes votaron por ella lo hicieron
con convicción, lo cual es clave para cualquier campaña. Más que un
problema, la participación
puede verse como una oportunidad: ya tiene una
base sólida que puede transformarse en el núcleo movilizador de su candidatura.
-¿Qué balance hace del gobierno de Boric
hasta ahora?
Aunque el gobierno aún no termina, se puede hacer un balance preliminar. Fue una administración compleja desde el inicio, pensada para
gobernar con una nueva Constitución, y ese proceso fracasó. Eso obligó a reformular el programa original. El gobierno tuvo que asumir lo que
podríamos llamar un “baño
de realidad” y enfocarse en lo
posible. Aun así, logró reformas importantes, como las impulsadas por Jara en
Trabajo. También fue un gobierno respetuoso de la democracia y los derechos humanos, algo nada menor en este contexto. Donde más falló fue en
seguridad: no tuvo una
respuesta clara frente a un problema que afecta mucho a la población. Pero con el
tiempo, creo que se valorará su esfuerzo por recuperar el país tras la
pandemia, contener la inflación y enfrentar la crisis. Boric aún tiene futuro. No descarto que
vuelva a ser presidente.
Entrevista: Mateo Nemec.
*****
No hay comentarios:
Publicar un comentario