jueves, 31 de marzo de 2011
EL CONFLICTO DE LA DEMOCRACIA. Tensión política en las élites dominantes. El peligro por los poderes fácticos globales.
miércoles, 30 de marzo de 2011
Más allá del derecho internacional, cabalgar el tigre "humanitario".
¿Es justa o injusta la invasión a Libia por parte de las potencias de los Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia?. Por una parte, como principal argumento de los aliados y de aquellos que observan en esa invasión la promoción y defensa de los derechos humanos y el alto a las masacres del dictador Gadafi a su pueblo, la promoción de dicha invasión pudiera convertirse a la vista pública como una intervención justa para evitar un genocidio. Pero aquel que se basa en la legalidad de la teoría de un Estado y promueve el libre albedrío de los pueblos, podrá observar que los intereses en juego en Libia, país petrolero, con ubicación geopolítica importante en África, Europa y el Oriente Medio, no es meditada por los aliados para darle democracia a ese país, ni para hacer valer los derechos humanos ni siquiera, para salvaguardar la integridad de sus ciudadanos, sino un trasfondo de intereses económicos y políticos en esa región del mundo. Gadafi sencillamente es un dictador loco, sin escrúpulos, mesiánico y altamente nocivo para su nación. Sin embargo, el derrocarle o no debe obedecer a los intereses de su pueblo y no al de las paraestatales petroleras que ya negocian y ven con ojos casi vidriosos el inmenso negocio que harán con el petróleo libio.
***
Más allá del derecho internacional, cabalgar el tigre
"humanitario".
***
*****
Libia. Martes 29 de marzo del 2011. Rebelión.
John Brown. Iohannes Maurus
"El que te habla de humanidad te quiere engañar". Carl Schmitt
El maestro Danilo Zolo, uno de los más profundos y rigurosos críticos de la supuesta "obligación de injerencia" y de los consiguientes bombardeos humanitarios, se opone hoy, en una entrevista publicada en Rebelión a la intervención aliada en Libia, desde el punto de vista del derecho internacional. Su razonamiento es claro e impecable: la intervención viola principios básicos del ordenamiento internacional como el respeto a la soberanía de los Estados o la no agresión. Por otra, la Resolución del Consejo de Seguridad en que se basa la intervención "aliada" en Libia conculca abiertamente la propia Carta de las Naciones Unidas, en concreto, su artículo 2, apartado 7 que afirma lo siguiente: "7. Ninguna disposición de esta Carta autorizará a las Naciones Unidas a intervenir en los asuntos que son esencialmente de la jurisdicción interna de los Estados, ni obligará; a los Miembros a someter dichos asuntos a procedimientos de arreglo conforme a la presente Carta; pero este principio no se opone a la aplicación de las medidas coercitivas prescritas en el Capítulo VII."
Las medidas coercitivas del Capítulo VII son algunas excepciones al principio de intangibilidad de la soberanía estatal aplicables en caso de que un Estado incurra en una "amenaza a la paz, quebrantamiento de la paz o acto de agresión" (VII, art.39). Naturalmente, este último supuesto no es en modo alguno aplicable al caso libio en que una insurrección popular ha degenerado en guerra civil. Desde el punto de vista del derecho internacional, la intervención, es, como afirma Zolo, una "auténtica impostura". En cuanto a las acusaciones contra Gadafi por crímenes contra la humanidad, son también una farsa. Como sigue explicando Zolo, en el caso de Libia no se da ninguno de los supuestos de "genocidio" o "crimen contra la humanidad" que contempla el estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional.
La lógica de la intervención "humanitaria" destinada a "proteger" a la población libia, no tiene, pues nada que ver con los grandes textos que rigen el ordenamiento internacional. Estos textos se basan en la coexistencia de Estados soberanos bajo una normas comunes que se aplican a sus relaciones, dentro del absoluto respeto por su política interna. El único motivo que pueden esgrimir las potencias occidentales que atacan hoy al régimen de Gadafi es un "motivo humanitario". Esta defensa de la "humanidad" es, como se sabe, bien flexible, pues se aplica según el arbitrio de las potencias. Así, se consideró necesaria una intervención en Kosovo o ahora en Libia, pero no así en el Congo donde ya han muerto más de 6 millones de personas en una guerra interminable o en Palestina donde se producen asesinatos cotidianos de civiles palestinos y de vez en cuando auténticas carnicerías como la de Gaza durante la operación "Plomo Fundido".
La apelación a la humanidad sirve para defender intereses de las distintas potencias saltándose, en nombre de un principio "superior", el marco del derecho internacional y la soberanía de los Estados. De ahí el razonable temor de algunos dirigentes de gobiernos o partidos de izquierda latinoamericanos como Hugo Chávez, Fidel Castro o Evo Morales, a que, con esta operación en Libia quede enteramente liquidado el marco jurídico internacional. El problema es que quienes como ellos critican este tipo de intervenciones son demasiado optimistas: hace tiempo que el marco jurídico de los Estados soberanos ha saltado por los aires. Lo hizo con las dos guerras de Iraq, con la guerra de Yugoslavia, la intervención en Haití, Afganistán etc. En este momento, es perfectamente inútil invocar un marco legal que es sistemáticamente violado por la propia institución que debería aplicarlo y protegerlo: las Naciones Unidas.
Para un jurista o un moralista, la violación sistemática de las normas a la que estamos asistiendo es un crimen que hay que juzgar; para un materialista, es un hecho que hay que explicar. Este hecho obedece a la nueva realidad de la gestión internacional del capital en el marco de la globalización. Los teóricos del nuevo orden internacional de la globalización como Robert Cooper no engañan a nadie. Afirma Cooper en su célebre artículo, que hay tres tipos de Estados: los postmodernos que aplican el principio de transparencia recíproca y renuncian en gran parte a sus prerrogativas soberanas, los modernos que se mantienen aferrados al principio de soberanía y los Estados fallidos que ni siquiera llegan a aplicar el principio de soberanía en su propio territorio (Somalia, Afganistán etc.).
En esta situación sólo un bloque de países "postmodernos" que coincide con los grandes países del "Centro" del sistema capitalista mundial reducen su soberanía para aplicar "voluntariamente" normas comerciales, monetarias, de seguridad, de defensa etc. compartidas. Entre estos países se aplica un principio de legalidad que ignora las fronteras de los Estados. A los demás no se les aplica el mismo rasero y para ellos se considera legítimo el recurso a la violencia. Como sostiene Cooper: "El mundo postmoderno tiene que empezar a acostumbrarse a los dobles raseros. Entre nosotros, operamos sobre la base de leyes y de una seguridad abierta y cooperativa. Sin embargo, cuando tratamos con Estados anticuados fuera del continente postmoderno de Europa, tenemos que volver a los métodos más rudos que se aplicaban en otra era: la fuerza, el ataque preventivo, el engaño, todo lo que sea necesario para tratar con quienes viven todavía en el siglo diecinueve del "cada Estado por sí mismo".
La globalización no se gobierna pues mediante el derecho internacional que rige o regía las relaciones entre Estados soberanos: en un caso, el derecho internacional es innecesario, pues los Estados postmodernos comparten ordenamientos similares. En los demás casos, como el derecho internacional y el principio de soberanía entran en conflicto con la gestión del capital globalizado, las potencias renuncian abiertamente a aplicarlo y recurren a la violencia, por supuesto en nombre de la humanidad y del universalismo postmoderno. El derecho internacional ha muerto.
En el caso de la revolución libia y de la intervención de las potencias occidentales contra Gadafi, estamos ante un ejemplo práctico del principio de doble rasero de Cooper. Libia pretende ser un Estado soberano. Es por consiguiente un Estado que no comparte el ordenamiento básico de la globalización. Por consiguiente, las potencias pueden aplicar en las relaciones con él la violencia y no el derecho. La violencia contra el régimen de Gadafi es un hecho del nuevo orden capitalista globalizado. Independientemente de los intereses concretos que la hayan desencadenado, a pesar de su manifiesta ilegalidad e incluso de la doctrina abiertamente racista de la teoría del "doble rasero", más vale entenderla que condenarla.
Entendiéndola, situándola en el nuevo marco geopolítico mundial, se pueden aprovechar sus efectos, condenándola, sólo queda la impotencia y la nostalgia de un orden de Estados soberanos que ha desaparecido. En este caso, no se está atacando a ningún régimen antiimperialista, sino a un tirano amigo de Berlusconi y carcelero de inmigrantes a sueldo de las potencias europeas. Derribándolo, o contribuyendo a que la insurgencia libia lo haga, las potencias capitalistas no ganarán ni una sola gota de petróleo libio que ya no tengan. La ofensiva contra Gadafi tiene otra función fundamental, pero que sólo puede entenderse en el marco de la globalización y del fin del derecho internacional: dividir Túnez de Egipto y separar el norte de África de la orilla europea del mediterráneo.
Se trata, ante todo de impedir que se extienda la revolución al conjunto del mundo árabe y al espacio euro-mediterráneo. Para ello, como afirma Tony Blair, hay que canalizarla, reconducirla, domarla. Un punto de apoyo en el norte de África como el que supone Libia sería geoestratégicamente valiosísimo. La intervención de la OTAN en Libia intenta cabalgar una revolución contra un tirano árabe tan amigo de Occidente -al menos últimamente- y tan criminal como pudieran serlo Mubarak o Ben Alí. Al mismo tiempo, y contradictoriamente, esta misma intervención permite sobrevivir a una rebelión que, por su escasísima e improvisada fuerza militar estaba a punto de sucumbir a la represión del ejército de Gadafi.
Hoy, gracias a que las circunstancias geopolíticas instauradas por la intervención le permiten sobrevivir, la rebelión puede vencer. Si vence rápidamente, si liquida en los próximos días el régimen de Gadafi, será improbable una ocupación del país por parte de una OTAN que apenas puede ya mantenerse en Afganistán. Jugar con la bestia humanitaria es una jugada arriesgada, pero, para la revolución libia es la única posible.
*****
El accidente global. El desastre de Fukushima. La tragedia japonesa: la energía nuclear como solución a la crisis del petróleo.
Planta nuclear de Fukushima reaviva fantasmas del pasado. El incidente Fukushima, provocada por el terremoto más grande jamás registrado en Japón, dio un giro para peor el sábado después de una explosión voló el techo de la instalación de la planta nuclear. Desde ese entonces los fantasmas con el desastre de 1979 en Three Mile Island en los Estados Unidos – en ambos casos una falta de refrigeración llevó a una acumulación de presión en el núcleo radiactivo y dio lugar a una fuga de radiación relativamente pequeño- han reaparecido El reactor japonés guarda un paralelismo con la Planta Soviética de Chernovil, donde las fallas fundamentales de diseño llevado a una seria de explosiones mortales en 1986, causando cientos de muertes entre los trabajadores de emergencia y la contaminación a través de Ucrania y más allá de toda Europa. La agencia nuclear de Japón dijo que el problema en Fukushima es de 4 en una escala de 7 puntos de gravedad, menos grave que en Three Mile Island, que fue un 5, y muy por debajo de Chernobyl, un total de 7 (datos del gobierno japonés). En Three Mile Island en Pennsylvania el error humano y técnico provocó una respuesta confusa a una falla similar, lo que lleva a un exceso de calefacción, una fusión del núcleo nuclear y una cancelación del reactor. Pero, a diferencia de Chernobyl, no ninguna fuga de radiación importante.
El accidente global. El desastre de Fukushima.
*
La tragedia japonesa ocurre cuando Occidente
consideraba la energía nuclear como solución a la crisis
del petróleo.
*****
Las energías fósiles son físicamente limitadas; la nuclear solo lo es moralmente, pero hay que acotarla.
El Periódico.com Miércoles 30 de marzo del 2011.
Es verdad que el peligro que emana de la central nuclear hubiera sido impensable sin el concurso del terremoto, pero nadie podrá dudar de que ese peligro estaba dado como posible en la construcción de la central nuclear. Su último responsable no es la naturaleza, sino el hombre.
La tragedia japonesa ocurre cuando una parte de Occidente había empezado a considerar la energía nuclear como la solución al encarecimiento del petróleo provocado por la inestabilidad política en los países árabes productores. Los reactores nucleares de Fukushima, en los que se lucha desesperadamente para evitar una catástrofe de proporciones descomunales, aparecen de repente como el destino de una civilización que necesita para sostenerse un caudal de energía prácticamente inagotable.
Si uno observa la reacción de políticos y expertos nucleares, lo que realmente les preocupa es la seguridad. Se preguntan si la energía nuclear es una buena alternativa a la dependencia de las energías fósiles. Por buena alternativa hay que entender que comporta menos riesgos y que puede proporcionar la que haga falta. Ahora bien, si el petróleo tiene los días contados y a la energía nuclear la acompaña como una sombra el riesgo de Fukushima, ¿no habría que preguntarse por el modelo de progreso en el que nos hemos embarcado? El problema no es solo si es viable, sino si vale la pena.
Siempre hemos sabido que toda ganancia comporta una pérdida: cuando se inventa el ascensor, se pierde la escalera. Teníamos asumido que cada invento conllevaba la posibilidad de un accidente: con el barco, el naufragio; con el tren, el descarrilamiento; con el coche, el choque; con la electricidad, la electrocución; con la relatividad, la contaminación radiactiva. Lo sabíamos y no nos angustiábamos porque siempre hemos aprendido de los fallos. Cuando la sociedad se inquietó por los accidentes ferroviarios, los ingenieros del ramo, reunidos en Bruselas en 1880, inventaron el bloqueo automático que los redujo sustancialmente; gracias al hundimiento del Titanic se desarrolló el sistema de aviso por radio, el SOS, y así sucesivamente.
Dado que cada uno de esos fracasos del invento estaba localizado en el tiempo y el espacio, podíamos tratarlos de accidentes, de algo accidental que no podía cuestionar lo sustancial, que eran el coche, el navío, el tren o el avión. Ahora estamos viviendo el accidente global y eso significa que la distinción entre el accidente y la sustancia debe ser pensada de nuevo.
Chernóbil ya fue un aviso que cuestionaba la susodicha distinción, porque sus daños no se reducían a un lugar y tiempo determinados: la radiactividad podía llegar a los confines del mundo y estar activa durante decenas o centenares de años. Lo que realmente limitó el alcance de Chernóbil fue la guerra fría. Ocurrió en 1986, tres años antes de caer el muro de Berlín. Nos decíamos que aquello era cosa del otro lado del telón de acero.
Lo de Japón ahora es diferente. Son tiempos de globalización y Japón, omnipresente en el mundo, la representa modélicamente. Vivimos la crisis de Fukushima como si fuera nuestra porque estamos ante el primer accidente global. Lo que allí está en juego nos afecta porque nos amenaza a todos. No hay más que ver cómo han reaccionado los políticos. Angela Merkel, entusiasta de la energía nuclear, pide tiempo para pensárselo mejor. El PP, que afeaba a los socialistas sus titubeos sobre el particular, ha puesto sordina a sus baladronadas, intuyendo que nada será ya igual.
Japón no es solo un modelo del mundo globalizado, sino un enclave simbólico de la energía nuclear. Hiroshima y Nagasaki sufrieron sus consecuencias. Esa experiencia dio origen a los tres principios antinucleares que debían presidir el futuro del país: no poseer, no fabricar, no utilizar armas atómicas. Se lo debían a las víctimas. Pero, como recuerda el escritor Kenzaburo Oé, los japoneses no han sido fieles del todo a esa memoria al consentir un desarrollo económico basado en la energía nuclear. La misma energía que mató a 130.000 personas en Hiroshima amenaza ahora desde Fukushima. Para el premio Nobel, «plantearse la energía nuclear en función de la productividad industrial es la peor de las traiciones al recuerdo de las víctimas de Hiroshima».
La tragedia de Japón da al debate sobre la energía nuclear una inesperada dimensión moral. Tenemos que tomarnos todo el tiempo necesario para debatir sobre nuestro modelo de progreso, que solo puede sostenerse si hay energía ilimitada. Las energías, como el mundo, son limitadas. Algunas, como las reservas petrolíferas, lo son físicamente; otras, como la nuclear, lo son moralmente, y eso significa saber poner límites humanitarios a su utilización. Pero es ese progreso de las energías ilimitadas lo que merece ser pensado.
Filósofo e investigador del CSIC.
*****martes, 29 de marzo de 2011
La globalización: nueva encrucijada del capitalismo. La crisis entre las protestas sociales y las acciones revolucionarias.
“Estamos entrando en una dinámica de retrocesos sociales promovidos por la crisis que han originado el capitalismo financiero y la economía especulativa ultra liberal. Cada vez más los Estados se adelgazan y no tienen recursos para afrontar las deudas, adelgazando sin consideración los intereses sociales. Es toda una ofensiva en contra del Estado del bienestar y contra las políticas de izquierdas. Ya se han perdido las primeras protecciones sociales que parecían intocables. Estamos retrocediendo a pasos agigantados y, lo que es más grave, es que vamos perdiendo derechos sociales, las prestaciones sociales que eran derechos sociales adquiridos, cada vez más están derivando a una especie de limosna social, más que un derecho parece que es por la buena voluntad del Estado que nos presta ayudas. De seguir así llegará el momento —hagamos un supuesto exageradamente pesimista— que seremos gente que no contaremos para nada, seremos una masa de gente desheredada como sucedió a principios del Siglo XX “. BLOGGER. La Inversión de los Factores. El Cuarto Estado. Noviembre del 2010.

La globalización: nueva encrucijada del capitalismo.
La crisis entre las protestas sociales y las acciones
revolucionarias.
*****
Domingo Delgado. Perspectiva del levante
Diario Siglo XXI.com
Martes 29 de marzo del 2011.
El fracaso del comunismo, al final del S. XX, y la adaptabilidad del capitalismo, han erigido un nuevo mito en el neoliberalismo –que a modo de capitalismo desbridado- recorre el planeta con su pretensión de dominio global.
Así nos encontramos ante una nueva situación que trasciende a los Estados nacionales, que se nos ha ido vendiendo como benéfica, y sin embargo, el único beneficio real lo está obteniendo el gran capital aliado en las distintas latitudes geográficas en defensa de sus propios intereses. Sin embargo, el nuevo capitalismo, a diferencia del original de la revolución industrial que tenía una base productiva, y en consecuencia de generación de empresas y creación de puestos de trabajo, en la actualidad no tiene esas características, no es un capitalismo productivo –al modo industrial-, sino un capitalismo financiero puramente especulativo, que no produce, sólo especula, por lo que no necesita generar puestos de trabajo, ya que su misión es la de reproducirse por vía especulativa aprovechando la lograda interconexión de los mercados financieros en el ámbito internacional.
Se ha creado, por tanto una especie de ingeniería financiera que diseña los circuitos más productivos al gran capital, a costa de las clases trabajadoras, pues la codicia es de tal alcance que no se repara en la justicia, y aún necesidad de atender las necesidades del resto de los seres humanos, para facilitarles el acceso a una vida digna que les dignifique como personas, a través de servicios públicos universales y gratuitos como los de la educación, la sanidad, etc.
Pero lo que resulta más grave es que se imponen los intereses económicos del gran capital a los planteamientos políticos de los gobiernos nacionales, pues el control que se ejerce a través de la presión en organismos económicos internacionales (Banco Mundial, Foro Monetario Internacional, incluso dentro de las propias instituciones europeas) hace que los propósitos de los gobiernos nacionales se queden en “papel mojado”. Ejemplo de ello, lo tenemos en el mismo gobierno español –que pese a denominarse socialista- asume al dictado, y a contrapié, las órdenes de Bruselas sobre nuestra economía (tales como el incremento de los años de trabajo para jubilarse, o la pretendida reforma de los salarios unida a la productividad empresarial, en vez de a la elevación del IPC), o se reúne con la gran patronal para hacerse eco de sus posiciones, teniendo que escuchar el reproche político de algún banquero.
También tenemos los dramáticos hechos de la intervención económica europea en Grecia, Irlanda, y presumiblemente en Portugal, con unas restricciones salariales y sociales auténticamente injustas, todo para salvar la moneda europea, ante un revés económico que no han creado los ciudadanos que tienen que pagar esta grave factura.
Todo ello, nos lleva a la consideración de que el ámbito de la globalización está representando una nueva encrucijada del neocapitalismo de porte financiero, que junto con un progresivo empobrecimiento por pérdida de derechos sociales de la mayoría de las sociedades europeas, y una grave crisis en las clases trabajadoras del continente; conlleva además, un progresivo deterioro del sistema democrático –al que se le hurta gran parte de capacidad de decisión de su futuro, que pasa a manos de instancias europeas o globales-, y que evidencia una crisis de representatividad política, por desplazar los centros de soberanía incluso fuera de las fronteras nacionales, quedando inermes en manos de intereses extraños a los propios.
De tal manera que, dada la situación hayamos de preguntarnos si estamos entrando con la crisis en un periodo abonado para protestas sociales y acciones revolucionarias, como se están dando en parte del mundo árabe. Pues en toda revolución se da con carácter previo la constatación de que el sistema político o de gobierno pierde poder por su incapacidad de resolver los problemas que aquejan a la ciudadanía, y por otra parte porque esta última hace públicas y manifiestas sus quejas y sus ansias de cambio.
En el caso de nuestra sociedad, con más del 20% de paro, en un entorno europeo y global de crisis, parece claro que el sistema político nacional está mostrándose incapaz de resolver la problemática que nos afecta, teniendo que asumir las recetas extranjeras sobre la voluntad política y soberana de la nación. Si bien, por lo que respecta a la postrada ciudadanía española, no parece nada claro que quiera manifestar su disenso, que mientras así sea, se garantiza el statu quo político actual, burocratizado e ineficiente. Otra pregunta sería, ¿hasta cuándo aguantará el nivel de progresivo deterioro y la ausencia real de soluciones?.
*****
El inversor en los tiempos de la globalización neoliberal y las fusiones.La Bolsa y la integración Intercontinental.
El inversor en los tiempos de la globalización neoliberal y
las fusiones.
La Bolsa y la integración Intercontinental.
*****
Marcelo Berenstein. Planificación Financiera.
Hace poco más de una semana, el mundo se conmovía por la impactante noticia del fuerte terremoto de 8,9 grados Richter que castigó a Japón y causó daños todavía incalculables en la tercera economía del mundo. Tan velozmente como se expandió la noticia, se propagaron los efectos en los mercados de todos los rincones del planeta. Según los especialistas, Japón estaría preparado para superar el impacto, aunque todavía es difícil hacer pronósticos.
De una forma u otra, lo cierto es que la globalización ha llegado para quedarse para bien (con prometedoras fusiones) y para mal (con los efectos de las crisis locales que se expanden irremediablemente hacia otras latitudes). Se trata de una realidad que nos alcanza inevitablemente, un irrefrenable tsunami económico y cultural que en términos de la Real Academia Española se define como la “tendencia de los mercados y de las empresas a extenderse, alcanzando una dimensión mundial que sobrepasa las fronteras nacionales”.
Oleada de fusiones en el mundo globalizado
Hace poco más de un mes se dieron a conocer varias noticias sobre una serie de fusiones que implican un profundo impacto en el mundo de las inversiones mundiales. Pero vayamos por orden cronológico. Primero, el 17 de febrero, dada la creciente competencia del sector bursátil y las presiones para un mayor control del sistema financiero mundial las Bolsas de Toronto y Londres anunciaron su fusión para crear el mayor mercado bursátil global de los sectores minero y energético.
Estas dos movidas son consecuencia de una carrera que se viene dando desde hace varios años entre las Bolsas de cada país para ver quien queda al frente de este nuevo universo globalizado. Pero, como inversores, ¿en qué nos beneficia esta situación? Bien, al disolverse las fronteras y universalizarse los mercados, tenemos la posibilidad de invertir en cualquier empresa, de aquí o del exterior, desde la comodidad de nuestra computadora personal.
El rol de América Latina
Es decir, Latinoamérica también está jugando un rol en la carrera de la globalización. Liderada por Brasil que, de una forma agresiva y muy dinámica, está varios pasos adelante del resto de los países, por tamaño pero también por iniciativa.
Pero es una cuestión de tiempo. Más tarde o más temprano todas las Bolsas van a tener que participar de este juego. Y América Latina debe jugar un rol relevante en este nuevo mapa mundial. Si no, corre el riesgo de desaparecer. El peligro es que si las Bolsas de nuestra región se demoran en participar de esta tendencia, los jugadores más agresivos pueden comenzar a buscar socios en otras regiones del mundo emergente. Y esto puede ser muy amenazador para la subsistencia de las Bolsas de nuestra región.
¡Buena semana de inversiones y hasta la próxima!
lunes, 28 de marzo de 2011
Multitudinaria marcha por la vida en Arequipa.

Multitudinaria marcha por la vida en Arequipa.
*****
Lunes 28 de marzo del 2011.
Sarko Medina.
Los coordinadores del V Gran Corso por la Vida y la Familia, que organiza anualmente la Coordinadora Regional por la Vida, con motivo del Día del Niño por Nacer, no salían de su asombro al comprobar que fueron más de 120 mil personas las que participaron de este evento que paralizó la ciudad, durante la mañana del 26 de marzo. “Nosotros calculamos que el 50% de las personas pertenecía a alguna de las 500 delegaciones contabilizadas, pero el otro 50% fueron personas, familias, grupos de jóvenes en su mayoría, que se unieron espontáneamente a esta manifestación por la vida y la familia”, aseguró Neldy Mendoza de Chávez, presidenta del comité organizador.
Desde las 9.30 horas se congregaron las delegaciones alrededor del Parque Selva Alegre, lugar escogido por la amplitud del lugar. A las 10:00 horas, se inició el recorrido que atravesó las principales calles del Centro Histórico de la ciudad. Con carteles, pancartas, polos blancos y celestes, muchos globos y arengas creativas, los participantes recorrieron las calles, uniéndose a ellos cientos de personas espontáneamente, lo que causaba en determinado momento que se detuviera la movilización. Al promediar las 11:10 horas, la última delegación partió, cuando, provenientes de la calle Rivero, retornaba la primera delegación. Es decir, por más de dos horas la ciudad se paralizó en el sector del Cercado.
El fin de fiesta de esta manifestación, duró hasta las 14:00 horas en el Parque Selva Alegre, punto final también de la concentración. Allí varias autoridades enviaron su saludo a los reunidos, animándolos a continuar con la defensa irrestricta de la existencia humana, desde su concepción, hasta su fin natural. “Este Corso, más que un mensaje a la juventud es un mensaje a nosotros los adultos, ya que los jóvenes tienen las ideas claras y con esta participación masiva de ellos nos exigen a las autoridades a escuchar su pedido de que no los engañen, no los empujen a prácticas inhumanas que los llevan a la destrucción de ellos mismos”, manifestó el Arzobispo de Arequipa, Mons. Javier Del Río Alba.
Arequipeños motivados.
“Esto es el resultado de una organización que ha durado exactamente desde el día siguiente del Corso del 2010, cuando con las instituciones de la Coordinadora, empezamos a trabajar en la capacitación y dictado de cursos en colegios, institutos, universidades, asociaciones de base, facultades, parroquias, comunidades no confesionales, con el fin de promover una nueva Cultura de Vida”, afirmó Neldy Mendoza. La convocatoria y registro de los participantes se inició en el mes de enero.
Otro de los factores para la masiva convocatoria, fue el apoyo de los diversos medios de comunicación social, los cuales acogieron la propuesta de este Corso con entusiasmo, difundiendo la noticia en radio, televisión, prensa escrita y medios digitales por Internet. “Creo también que con los años, la conciencia de los arequipeños ha despertado y se ha dado cuenta que es momento de salir a defender a aquellos que no tienen voz, como los niños que están amenazados por el aborto, los niños discapacitados que son rechazados por la sociedad y los adolescentes y jóvenes, a los cuales no se les da la adecuada educación en valores, arrastrándolos muchas veces a una sexualidad desordenada y presentándoles salidas fáciles para sus problemas”, acotó Guadalupe Valdés, presidenta de Pro Mujer y Vida, otra de las instituciones perteneciente a la Coordinadora.
Cabe destacar que si bien esta actividad tuvo un matiz no confesional, no faltó la participación de comunidades de la Iglesia Católica, Evangélica, Protestante, Mormona y de una delegación de fieles Judíos. También estuvieron presentes instituciones del Estado como el Ministerio de Salud y Educación, colegios, grupos de artesanos, comedores populares.
*****