&&&&&
La democracia liberal representativa,
como herencia del Modelo Social Europeo – la más grande contribución política que Europa aportó al mundo democrático-
es necesario hoy tener una mirada central en relación a la vigencia de los Derechos Políticos y Sociales - laborales -, que en
el siglo XXI se han transformado políticamente en la columna vertebral de
carácter social y la fortaleza política de la Democracia. Los Derechos Humanos es parte constitutiva de ese proceso de
institucionalización Democrática. En la
propia Democracia liberal Representativa, hoy se presentan otros contextos sociales
y políticos que validan su carácter
polisémico y su complejidad política: Ciudadanía,
Comunicación Intercultural, Liderazgo Social y Humanista, Sociedad Civil,
local, real, popular, emergente (el escenario de escenarios de las clases y
la lucha de clases); Nuevos Movimientos
Sociales (para la derecha la etiqueta de “Conflictos Sociales”), proceso de Rendición de Cuentas,
Accountability, transparencia pública, Apoyo y reconocimiento de las PYMES y
MYPES y las Micro-finanzas; Gobernabilidad Democrática– sustentada
políticamente en cuatro características principales: eficiencia y eficacia; estabilidad política:
confianza personal y social; y legitimidad Institucional.
La gran verdad, única y universal: “La mayoría de
los politólogos que estudiamos los regímenes utilizamos una definición liberal
y procedimental de la democracia. En ese
sentido, una plena democracia cumple
con cuatro requisitos básicos: (1) elecciones libres y justas; (2) pleno
sufragio; (3) amplia protección de las libertades básicas (de asociación,
expresión, prensa); y (4) control civil sobre las fuerzas armadas”.
Dr. Levistky, la democracia
pertenece, es propiedad: de Politólogos, gobiernos y empresarios. La
democracia – cuál sea su definición, por su carácter polisémico –
nace, fortalece, desarrolla, recrea, en su medio ambiente natural, el pueblo, la comunidad, la ciudadanía,- mejor aún en las comunidades históricas y
pueblos originarios, pero reservo este argumento sobre la democracia asociacionista – mejor, por ahora, entramos en otro
contexto, escenario en el cual, la verdadera
fortaleza social y política de la Democracia, es el Ciudadano; ahora si convenimos en
esta elemental opinión, entonces es lógico, que si hay elecciones, sufragio, libertades – libertad, muy discutible si
alcanza o llega a todos, en una sociedad de clases, antagónicas – porque negar
que hoy en tiempos del neoliberalismo, los Derechos Sociales, no aparecen, han sido
fulminados por la opinión científica y todopoderosa de los Politólogos.
Dr.
Levistky o es que la – educación, asistencia en salud, servicios
públicos, seguridad ciudadana, comunicación, diversidad cultural, medio
ambiente, derechos laborales en general, es decir, además la vigencia
irrestricta de los Derechos Humanos,
no son necesarios, importantes, fundamentales en una Democracia Liberal
Representativa. Con esta Opinión de los algunos iluminados Politólogos hasta el Sr. Soros – “el tiburón financiero” o de “especulador a gurú” – como hoy es
conocido en el mundo de las finanzas - se va sorprender y enjuiciará
públicamente por el atrevimiento que tienen algunos profesionales, ahora socios
y/o aliados en la práctica de la gran burguesía más tradicional, oscura,
conservadora y fascista, la misma que obnubilada con su poder global, destruyó y liquidó
todos los derechos sociales en el mundo de la globalización actual.
/////
Dr. Nelson Manrique. Sociólogo. Historiador. Columnista Diario La República.
***
Democracia: quién la califica.
*****
La
República. Martes, 19 de febrero de 2013.
Nelson Manrique.
La reelección de Rafael Correa
a la presidencia del Ecuador, con un contundente 56% en primera vuelta, vuelve a plantear una cuestión incómoda para
los politólogos: cómo a pesar de su apetito reeleccionista Chávez, Kirchner y
Correa gozan del apoyo mayoritario de sus ciudadanos. Esto suele atribuirse al
atraso político, pero la evidencia empírica muestra otro panorama.
Revisemos el Latinobarómetro
2011, la fuente más importante de información acerca de las percepciones sobre
la política y la democracia en América Latina, que permite comparar la
conciencia democrática existente en Argentina, Venezuela, Ecuador y Perú.
La afirmación: “La democracia
puede tener problemas, pero es el mejor sistema de gobierno” es suscrita en
Argentina, Venezuela y Ecuador por 88, 86 y 84% de los ciudadanos,
respectivamente; sólo los supera Uruguay, con 90%. En el Perú la suscribe un
73%, por debajo del promedio regional (76%).
A la pregunta: “¿Cuán
democrático es su país”, usando una escala en que el “1”quiere decir que “el
país no es democrático” y el “10” que “es totalmente democrático”, en
Venezuela, Argentina y Ecuador los ciudadanos sitúan a sus países con índices
de 7.3, 6.8 y 6.5, respectivamente. Los peruanos situamos nuestra democracia en
6.1, por debajo del promedio de América Latina, que es de 6.4. Eso sí, estamos
convencidos de que Venezuela no es democrática y le otorgamos apenas un 3.7.
También salen bastante
malparadas nuestras convicciones democráticas cuando se pide tomar posición
frente a la afirmación: “Bajo ninguna circunstancia apoyaría a un gobierno
militar”. Mientras que en Venezuela, Argentina y Ecuador quienes la suscriben
se sitúan por encima del 70%, en el Perú sólo lo hace un 54%; muy por debajo del 66% del promedio regional.
Veamos ahora la confianza
interpersonal: cuánto confiamos en nuestros conciudadanos. La afirmación:
“Hablando en general, ¿diría Ud. que se puede confiar en la mayoría de las
personas?” en Argentina, Venezuela y Ecuador la suscriben el 28, 25 y 24% de
los ciudadanos; nuevamente por encima del promedio regional (22%) y por
supuesto del Perú, que llega al 18%.
Algo similar sucede con
relación a la confianza en las instituciones. En Ecuador, Venezuela y Argentina
confía el 62, 51 y 48% respectivamente (promedio latinoamericano 40%), mientras
en el Perú lo hace apenas un 34%.
El cumplimiento de la ley por
los ciudadanos expresa la medida en que ellos se identifican con sus
instituciones y su orden jurídico. En Ecuador, Venezuela y Argentina quienes
consideran que los ciudadanos cumplen las leyes ascienden al 39, 32 y 28%,
respectivamente (promedio regional, 31%). Aquí batimos el récord: el Perú se
sitúa en el último lugar, con apenas un 12% que opina así. Ocupamos asimismo el
final de la fila en lo que atañe a consciencia de nuestras obligaciones y
deberes (17%) y tampoco estamos mejor en lo que a consciencia de nuestros
derechos se refiere.
Resulta entonces que los ciudadanos
de Argentina, Venezuela y Ecuador consideran sus países más democráticos que el
promedio de América Latina y por supuesto del Perú (nosotros estamos en todo
por debajo del promedio), muestran una mayor conciencia de sus deberes y
derechos y una mayor identificación con sus instituciones. Asimismo, se sienten
menos discriminados social y racialmente, confían más en la democracia para
defender sus intereses y creen que ésta brinda las mejores condiciones para
crecer económicamente, y un largo etecétera. Pero al parecer la opinión de los
ciudadanos de esos países no cuenta a la hora de juzgar si viven una democracia
o no; quienes lo dictaminan finalmente son los medios de comunicación y un
grupo de politólogos, por lo general alineados políticamente con los EEUU, y al
diablo con la opinión de los directamente interesados.
Es interesante reflexionar
sobre estas disonancias cognitivas porque a buena parte de nuestros ciudadanos
le es perfectamente indiferente que quienes impulsan la campaña por la
revocatoria de Susana Villarán sean impresentables (por algo se esconden),
reconocidamente corruptos y guiados por intereses éticamente repugnantes.
Coincidencia: los nombres de Alan García, Hernán Garrido Lecca, Aurelio Pastor
y Carlos Arana vuelven a ocupar las primeras planas por corrupción, y los
fujimoristas acaban de impedir que se
levante el secreto bancario y la reserva tributaria a Alan García. Seguiremos.
*****
Dr. Steven Levistky. Politólogo. Profesor de la Universidad de Harvard. Columnista del Diario La República.
*****
Politólogos, alineamientos políticos y la Democracia liberal.
*****
Steven
Levistky.
Asociación
Civil. Revista Politai. 23 de febrero de 2013
En su última columna en La
República (19/02), Nelson Manrique criticó a “un grupo de politólogos, por lo
general alineados políticamente con los EEUU,” por caracterizar a Ecuador y
Venezuela como regímenes no democráticos (en mi opinión, los dos son casos de
autoritarismo competitivo, parecido al régimen de Fujimori en los 90). Dejaré
que otros critiquen el argumento central de la columna que, para mí, es la
receta perfecta para legitimar el régimen fujimorista. Quiero enfocarme en algo
más importante, y personal.
La mayoría de los politólogos
que estudiamos los regímenes utilizamos una definición liberal y procedimental
de la democracia. En ese sentido, una
plena democracia cumple con cuatro requisitos básicos: (1) elecciones libres y
justas; (2) pleno sufragio; (3) amplia protección de las libertades básicas (de
asociación, expresión, prensa); y (4) control civil sobre las fuerzas
armadas. Obviamente no es la única
definición posible, pero, en mi opinión, sirve para distinguir las democracias
de las no democracias en el mundo contemporáneo.
Bajo mi definición, por
ejemplo, el Perú de Alberto Fujimori no fue una democracia, pero el Perú
pos-Fujimori, con todos sus problemas, probablemente lo sea. En los casos de
Venezuela (cierre de RCTV, arresto o exilio de varios periodistas, políticos, y
activistas), Ecuador (varios ataques contra le prensa), y Bolivia (varios
políticos exiliados), me parece que la violación de las libertades básicas
(requisito 3) ha sido suficientemente serio para decir que no son plenas
democracias. Se puede discrepar, sobre
todo en los casos de Ecuador y Bolivia, que se encuentran cerca de la frontera
entre democracia y autoritarismo competitivo, pero es una definición clara,
transparente, y ampliamente usada en las ciencias sociales.
¿Esta definición de la
democracia, que insiste no solo en elecciones sino también en la protección las
libertades básicas, es norteamericana?
¿Tan norteamericana que se puede caracterizar a los que adherimos a esa
definición como “aliados políticos” de los EEUU? Manrique sugiere que sí. Wow.
Voy a responder de una manera
personal, pero con el fin de hacer un punto general. He pasado la gran parte de mi vida
cuestionando la política exterior de mi gobierno. Empecé a estudiar América Latina en los años
80, como activista universitario luchando contra las políticas de Reagan en
América Central. Rechazaba siempre el
embargo norteamericano contra Cuba y apoyaba el establecimiento de relaciones
diplomáticas con el gobierno de Fidel Castro.
No me gustaban mucho las recetas económicas promovidas por Washington en
América Latina en los 80 y 90. Me opuse al gobierno de Fujimori mientras mi
gobierno lo apoyó. Salí a la calle a
protestar contra la guerra en Iraq. Me
horrorizó el apoyo de George W. Bush al golpe contra Hugo Chávez y la campaña
gringa contra Evo Morales en 2002. Lloré
(de felicidad) cuando ganó Evo en 2005.
Hace dos años, discutí con la embajadora norteamericana en el Perú
porque me parecía que ella apoyaba a una candidata autoritaria.
No sé si eso es alineamiento político con los
EEUU. Pero mi punto es otro.
Mi compromiso con la democracia
liberal no surge de los EEUU. Surge de
mi alineamiento político con la izquierda latinoamericana.
Mi formación política es de
izquierda. Mi primer amor
latinoamericano fue la Revolución Sandinista.
Como muchos “Sandalistas” de aquella época, no me preocupaba mucho por
la democracia liberal, me atraía más la democracia participativa. Pero en mis estudios universitarios y de
pos-grado, conocí a una generación de intelectuales y políticos
latinoamericanos que me impactó muchísimo.
Marcelo Cavarozzi y Guillermo O’Donnell de Argentina; Fernando Henrique
Cardoso, Bolivar Lamounier, y Francisco Weffort de Brasil; Sergio Bitar, Manuel
Antonio Garretón, y Arturo Valenzuela de Chile; Guillermo Ungo de El Salvador;
Julio Cotler de Perú.
Todos eran de izquierda o
centro-izquierda. Algunos habían
cuestionado (o minimizado la importancia de) la democracia liberal en los años
60 y 70. Pero luego vivieron el colapso
de la democracia y, en varios países, el surgimiento del autoritarismo
burocrático. Fue la noche más oscura en América Latina. Muchos intelectuales de izquierda sufrieron,
en carne propia, el costo de perder la democracia liberal. Esa experiencia, la tremenda violencia del
Estado contra sus propios ciudadanos, los marcó fuertemente, generó en muchos un nuevo compromiso con la
democracia liberal. Seguían siendo de
izquierda (algunos más moderados que otros), pero a partir de la experiencia
del autoritarismo burocrático, se transformaron en demócratas liberales de
verdad.
Esa generación de intelectuales
latinoamericanos me formó. Fueron (y son) mis héroes. Fueron ellos, que perdieron la democracia,
pagaron un precio enorme, y aprendieron, quienes me enseñaron el valor de la
democracia liberal. Me enseñaron que si
queremos instituciones democráticas fuertes, tenemos que defenderlas siempre, y no solo cuando los autoritarios son del
otro lado político. Porque si nos
callamos ante la violación de las normas y derechos democráticos por un
gobierno de izquierda, estas normas y derechos no estarán para protegernos
cuando (inevitablemente) vengan los gobiernos de derecha. Quizás fue la
brillantez de O’Donnell; quizás fue la profundidad del mal que fue el
autoritarismo burocrático, pero nunca olvidé esa lección, y no dejaré nunca de
enseñarla a mis alumnos.
Debo mi formación democrática
liberal, entonces, a mi alineamiento político con la izquierda latinoamericana.
Aprendí el valor de la democracia liberal gracias a las enseñanzas de Cardoso,
Cavarozzi, Cotler, Garretón, Lamounier, O’Donnell, Ungo, Valenzuela, Weffort, e
otros intelectuales y políticos latinoamericanos. Sugerir, entonces, que la
democracia liberal es algo norteamericano es, primero, equivocado. O’Donnell y
otros mentores míos eran demócratas liberales orgánicos de América Latina. Su
liberalismo no surgió de las universidades (o embajadas) norteamericanas, sino
de sus propias experiencias latinoamericanas.
No reconocer la existencia (y legitimidad) de este liberalismo político
latinoamericano me parece un insulto. Me
molesta. Y asociar el liberalismo
político de los mejores politólogos peruanos con un “alineamiento político con
los EEUU” me parece realmente lamentable.
* La Asociación Civil Politai
agradece a Steven Levitsky (Universidad de Harvard) por publicar su comentario
en este medio. La Asociación no comparte
necesariamente las opiniones del autor.
*****
El modelo mundial de la Democracia Yanqui. La Democracia Liberal Representativa, hoy como hegemónica y dominante en el el sistema político mundial. Rechazará, cuestionará, criticara a la actual Democracia?.
***
LA DEMOCRACIA: Respuesta a
Steven Levistky.
*****
Nelson
Manrique.
La
República. Martes, 26 de febrero de 2013.
El artículo que publiqué la semana pasada
(“Democracia: quién la califica”, http://bit.ly/13ik5EV) ha provocado
reacciones que me gustaría comentar. Empiezo por el artículo publicado por
Steven Levistsky en la edición electrónica de la revista Politai (“Politólogos,
alineamientos políticos y la Democracia liberal”, 23 de febrero,
http://t.co/4EaYxjl5YJ). Las citas que inserto a continuación provienen de este
texto.
Steven ha reaccionado a mi
comentario, relativo a “un grupo de politólogos, por lo general alineados
políticamente con los EEUU” al caracterizar a Argentina, Ecuador y Venezuela
como regímenes no democráticos (él los caracteriza como “autoritarismo
competitivo, parecido al régimen de Fujimori en los 90”, aparentemente dejando
fuera de esta definición a Argentina).
Steve ha sentido que le endilgo
la defensa de la política imperialista norteamericana y ha documentado
ampliamente los orígenes de su posición de liberal de izquierda. Entiendo su
molestia y me disculpo. No fue mi intención sugerir semejante idea. Para zanjar
el tema: considero a Steven un sincero liberal de izquierda a quien aprecio,
con quien concuerdo en muchas cosas y con quien me alegra poder debatir
nuestras diferencias. Cuando en las elecciones del 2011 circuló en las redes
sociales la broma de proponerle a los EEUU entregarle cierto político peruano a
cambio de que nos dieran a Levistky fui uno de los más entusiastas suscriptores
de la iniciativa y él lo sabe, porque se lo conté.
Vamos con nuestras diferencias.
A mi manera de ver estas giran en torno a cómo definir la democracia. Basándose
en su aproximación teórica –liberal procedimental– Steve afirma: “Una plena
democracia cumple con cuatro requisitos básicos: (1) elecciones libres y
justas; (2) pleno sufragio; (3) amplia protección de las libertades básicas (de
asociación, expresión, prensa); y (4) control civil sobre las fuerzas armadas”.
Precisando que esta no es la única definición posible, Steve concluye, “en mi
opinión, sirve para distinguir las democracias de las no democracias en el
mundo contemporáneo”. Me sorprende que a partir de esa definición él no
caracterice al Perú post-fujimori como una democracia plena, e inserte una
reserva: “probablemente lo sea”.
A mi manera de ver, la
insuficiencia de esta definición es quedarse precisamente en lo procedimental:
en las formas sacrificando el contenido. Cuando los ciudadanos asisten a votar
periódicamente en elecciones con pleno respeto de los procedimientos, pero los
elegidos traicionan su programa cuando asumen el poder, y hacen precisamente lo
contrario de lo que prometieron, queda comprometido un elemento que considero
central en cualquier definición útil de democracia: el respeto de la voluntad
ciudadana. Como el propio Steve ha escrito en otra oportunidad: “Con el tiempo,
las promesas incumplidas socavan la confianza de la gente … en la propia
democracia” (“Confianza y las instituciones democráticas”, Politai, 29 de julio
de 2011).
Durante las dos últimas décadas
en el Perú en las elecciones han triunfado las propuestas de izquierda, pero
invariablemente quien gobierna es la derecha. Esto no sólo es aceptado, sino en
ocasiones festejado por liberales (subrayo que no me refiero a Steve) que
celebran la traición a lo prometido, porque concuerdan con el programa de los
derrotados.
La idea de castigar a los
transgresores con el voto en la próxima elección no es un gran consuelo cuando
la situación se vuelve a repetir una y otra vez, como viene sucediendo en el
Perú. Es bueno recordar que Ollanta Humala fue elegido, entre otras cosas,
porque prometió cambiar este estado de cosas. Este no es un entorno político
que permita cimentar una cultura democrática (la democracia es también una
cultura). Más bien termina convirtiendo al cinismo en el sello de la política,
como bien lo ilustra un personaje como Marco Tulio Gutiérrez; precisamente el
tipo de ambiente que creó a Chávez, Correa y los Kirchner (a propósito, busquen
algún texto en que yo los haya defendido).
Vuelvo a la constatación
inicial de mi primer artículo. Rafael Correa ha sido reelegido en Ecuador con
cerca del 60% de los votos y, lo más importante, ganando cerca de un centenar
de los 137 parlamentarios que tiene el Congreso ecuatoriano. Podemos
refugiarnos complacientemente en la idea de que esto es expresión del atraso
político de los ecuatorianos (¡tan por debajo de nuestros estándares
democráticos!), o empezar a preguntarnos sobre los límites de la definición de democracia desde la que estamos enjuiciando
la realidad.
*****
Dr. Pablo Raúl Fernández Llerena. Sociólogo. Politólogo. Docente de la Universidad Nacional de San Agustín. Crítico permanente del neoliberalismo como ideología y política del capitalismo salvaje, de la economía de casino y su modelo de democracia etiquetada en todo el mundo y "propiedad" de los organismos financieros supranacionales.
*****
Comentario sobre la Democracia en América Latina.
*****
Pablo
Raúl Fernández Llerena.
La
Democracia en América Latina. Su carácter Polisémico y su alta complejidad
política. Abordar la Democracia, analizar o
formular una opinión, o reflexionar en voz alta sobre la Democracia en América
Latina, es fundamental hoy en la coyuntura de la crisis estructural del sistema
capitalista, tener una mirada dialéctica, sistémica, total del sistema
político…., vista en toda su dimensión de complejidad política, social e
institucional, existen hasta tres Modelos de Democracia, hoy vigentes en A.L. (sin
embargo, ante esta realidad no podemos ser radicales y dogmáticos, cerrar “los
ojos” de etiquetarlos simplemente como dictaduras, porque así lo enjuician a
diario, quienes?, No los ciudadanos, o los movimientos sociales, protagonistas
centrales de la democracia en estos países, sino precisamente la “voz”
autorizada, única valedera como son los voceros de los poderosos medios de
comunicación).
Nuestra opinión esta en relación directa con la
Democracia Liberal Representativa, hegemónica, dominante, pero vista en su
conjunto, también en profunda y extensa crisis institucional, opinión que nos
“obliga” a reflexionar, que por su carácter polisémico y su complejidad
institucional, nuestro análisis no podemos centrarla solamente en el aspecto
electoral, - encerrar a la democracia en el ámbito electoral y procedimental,
es cometer un doble error, por un lado justificar su excelente performance
política y por el otro aceptar que esa visualización simplemente sirve para
ratificar un falso contenido único y quienes critican “son los malos”, los
anti-sistema, los anti-democracia -.
Justificar con argumentos radicales el análisis político de la
democracia, solamente visto desde el ángulo puramente electoral, vía el voto,
el sufragio y su complemento procedimental, desde enfocar la crisis ”final”
sobre los partidos políticos, la política y los políticos, la “validez” de
legitimidad del proceso electoral, por ejemplo, por un conjunto de Observadores
Internacionales, representa en realidad una visión muy sesgada, parcial,
interesada, sobre el carácter Polisémico de la democracia y su propia
complejidad estructural. Para nosotros, el contexto de la democracia liberal
representativa no termina ni se agota en el ámbito puramente electoral
Preguntamos: ¿Ahí termina el ámbito de la
democracia liberal?. Muy bien las libertades – pero en una sociedad de clases –
tienen vigencia para todos?. Y el papel de la Ciudadanía, los derechos sociales
– principales, básicos – en un sistema democrático “moderno” liberal, no tiene
importancia para Ustedes. Los propios procedimientos prácticos, cotidianos del
sistema democrático, como la rendición de cuentas, el accoutability, la
transparencia pública y la lucha contra la corrupción, la cultura del secreto
en la administración pública, muy bien
justificados como procedimientos; pero, si avanzamos en el escenario
mundial del neoliberalismo y la crisis actual del sistema capitalista, nos
encontramos con el reconocimiento y vigencia en la doctrina de los Derechos
Humanos – por ejemplo sólo el Agua, reconocido por las NN.UU – hoy tiene una
importancia central, principal en el análisis e interpretación sobre la
democracia liberal representativa, como sistema político hegemónico y
dominante, por estar relacionado directamente con los Conflictos Sociales – el
origen de los mismos en América Latina representa más del 60% - Agua-oro;
Agua-petróleo; Agua-gas, etc. -. ¿Cómo responde la Democracia ante esta
realidad latente en nuestro continente.
Continuamos con el proceso electoral, las
elecciones, el respeto al sufragio: tiene legitimidad Constitucional o de
inicio, SÍ. – pero falta la
legitimidad de trabajo y representación, así como legitimidad de fin de
representación (representación también hoy es cuestionada, por su falta o
ausencia de contenido social, político, cultural, ambiental e institucional).
El problema principal de la democracia puramente electoral es su crisis total
con respecto a la falta completa de Confianza personal y social (la
desconfianza, es el mal político del siglo XXI), ausencia de credibilidad en
representación e institucional y el haber perdido totalmente la legitimidad en
la Opinión Pública, la corrupción y la auto-destrucción de los políticos la
esta dinamitando internamente. Si agregamos, en relación a esta crisis
institucional, el reconocimiento y vigencia de la Libertad de opinión, en
nuestras sociedades por el peso e importancia política que hoy tienen los
medios de comunicación – ante la crisis o ausencia de los partidos políticos –
se ha transformado en libertad de empresa: Señor los empresarios, las
corporaciones transnacionales gobiernan desde los poderes facticos.
La democracia liberal vigente, vista en su
debilidad institucional, vacíos, deficiencias y fuertes fracturas internas –
ausencia de partidos políticos, corrupción, juventud que rechaza y cuestiona la
política y los políticos, hiper-presidencialismo, falta de oposición política
organizada, inseguridad ciudadana, narco-tráfico y economía criminal, secuestro
de la gobernabilidad por el poder de las corporaciones transnacionales, origina
hoy que el “verdadero” y “real” poder lo ejerzan a diario los Medios de Comunicación,
- mass-media -, sumando sus encuestas, se dan “el lujo” – ante la incapacidad
política de los gobernantes de turno – de imponer la Agenda de Gobierno –
social y política -, con sus voceros, empleados, y comunicadores se han
transformado en los analistas “intocables”, calificados e influyentes –
pensamiento Único - orientadores de la Opinión Pública, para ellos sólo tiene
validez, “el discurso único”, “el mensaje único” , su opinión.–.
En este contexto
de la complejidad política, - escenario de las clases y la lucha de
clases -. la “anti-política” de la derecha conservadora, “su” democracia
elitizada, democracia de telenovela, expresa y manifiesta en los mass-media, “chocan” hoy, se enfrentan a diario, lo
desconocen, lo excluyen, hasta en su desesperación, por incapacidad política y
ausencia de alternativas concretas,
criminalizan el proceso – frente al poder local emergente, plural, popular,
democrático, - los Conflictos Sociales – presentes en la Sociedad Civil local,
real; y seguimos avanzando en el escenario de la polarización política,
responden con mayor brutalidad y violencia frente a los movimientos políticos
anti-sistema, o tienen la osadía de “romper” con el dominio de la democracia liberal – propiedad de las
instituciones supranacionales FMI, BM o BID o de la democracia elitizada,
“propiedad” de las corporaciones mediáticas – procesos políticos, por lo
general tienen como columna vertebral y fortaleza social, los movimientos
sociales anti-globalización -, producto de esta violencia y respuesta
“democrática”, tenemos ejemplos muy concretos en la historia política
latinoamericana; han sido los actores
principales, ejecutores directos y/o operadores del poder fáctico global, como
el “golpe de estado” en Venezuela; calificar y decidir sobre la “división”
político-territorial, la Nación Camba, en Bolivia, directos ejecutores de huelgas,
movilizaciones y toma de carreteras – sojeros y cacerolazos - en Argentina y en
nuestro país, es bueno recordar su poder mediático en el proceso de las
elecciones nacionales del 2011 y el financiamiento directo de programas de la
“anti-política” contra un candidato, hoy están transformados en los verdaderos,
“sacro-santos” y únicos calificadores de los conflictos sociales así como muchos de ellos
“jueces supremos” de la revocatoria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario