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Desde finales del siglo XX, y ahora en el
nuevo milenio con mayor intensidad y presión, la migración transcontinental, constituye
un verdadero problema, millones de hombres
y mujeres salen de los países lugar de origen por diversas causas, siendo
la principal, el mejoramiento de las condiciones de vida de las poblaciones originarias,
la lucha contra la extrema pobreza, o
poblaciones que son víctimas del cambio climático global, - generalmente
sequías prolongadas - y finalmente otros
en menor grado migran por razones de divergencias políticas, dictaduras
militares que persiguen a sus enemigos políticos, etc. Lampeduza es el mejor testimonio de esta “globalización de la
indiferencia”. – en todos los casos las prohibiciones aumentan, crecen las barreras y persecuciones contra la
migración de los seres humanos, aquí
se vulneran, desconocen
los más elementales derechos de Ciudadanía. En este contexto global,
la doctrina sistémica de los DD.HH.
constituyen una doctrina y un simple recuerdo que no funciona. En cambio, en este escenario complejo, múltiple,
tiempos históricos y políticos globales neoliberales, para el capital se “abren” las puertas de todos los países del
mundo para la libre circulación del
capital financiero. En este proceso el capital financiero, “rompe”, “elimina” fronteras territoriales como parte activa y
central de la universalización de la economía única de mercado. Esta es una
constante desde finales de la década del
70’, primero en los países de economías capitalistas desarrolladas y posteriormente “inunda”
todos los mercados del sistema.
No hay diques para tanto mar. La tragedia de Lampedusa, necesita el debate, sobre cómo ordenar los flujos migratorios en medio de un clima político contrario a la apertura de fronteras.
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Mientras los seres humanos “gozan de mala
salud” víctimas por lo general de las políticas asimétricas, injustas,
desiguales que impone la globalización – en su origen tiempos de
violencia y destrucción de la democracia, Chile,
Argentina Brasil en América latina son un ejemplo. – En cambio los
capitales, el capital financiero especulativo, “goza de buena salud”,
porque muy simple: No necesita pedir
permiso a gobierno o institución alguna, ingresa, se posiciona y desde su
inicio es dominante, hegemónico – porque elimina a los otros capitales
- industrial, comercial – de su poder original, y ahora quien
determina el modelo de crecimiento de un país, es el capital financiero y las corporaciones
transnacionales – pero desde la explosión de la gran crisis,
septiembre del 2008 – para nosotros, está también ingresando a su fase final, producto de su incontrolable codicia y
fundamentalismo consumista. Pero en su propia estructura “nace”, (in)surge un nuevo modelo de capitalismo global –
el capitalismo será viejo, pero nunca se duerme – es el capitalismo por desposesión de los
recursos naturales, centrado básicamente en un “Cambio de Época, Histórica”, la era del
Consenso de los Commodities.
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Los capitales - financiero-especulativo - en tiempos globales neoliberales no tienen fronteras, menos límites territoriales.
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TIEMPOS GLOBALES
NEOLIBERALES: Muchas barredas para la gente y ninguna para el dinero.
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Carlos Berzosa.
Catedrático de Economía Aplicada. Universidad Complutense de Madrid.
Nueva Tribuna.es miércoles
3 de diciembre del 2013.
Sistema Digital | El dinero circula libremente por el mundo. Desde los años
ochenta del siglo XX se han liberalizado los flujos de capital, al tiempo que
las tecnologías de comunicación e información han facilitado las transacciones.
El mercado de capitales está abierto las veinticuatro horas del día. La
globalización financiera está trayendo a la economía más males que bienes.
La inestabilidad y
vulnerabilidad del sistema financiero ha aumentado en estas décadas y las
crisis se han intensificado hasta desembocar en la que se padece en la
actualidad. Las burbujas especulativas se han incrementado, lo que ha supuesto
ganancias cómodas para algunos sin contribuir al trabajo productivo, mientras
que para muchos han supuesto pérdidas. La concentración de riqueza aumenta y
disminuye el poder de acción de los gobiernos nacionales. Los derechos de
ciudadanía son atacados en aras y defensa de las finanzas.
La globalización de
mercancías también aumenta y se liberalizan los mercados, aunque en este caso
existen restricciones mayores que en el capital financiero. Las negociaciones
en las Rondas, primero del GATT y actualmente en la OMC, son un reflejo de las
dificultades de ponerse de acuerdo a la hora de tomar decisiones que
liberalicen la circulación de bienes y servicios. De todos modos, la
globalización del comercio se ha incrementado notablemente, sin que
necesariamente ello haya sido beneficioso para todos los países.
Frente a estos procesos
globalizadores, sustentados en el fundamentalismo de mercado, y que supone la
eliminación de regulaciones y controles, se alza la tragedia que limita la
circulación de las personas. Para controlar este movimiento que, a pesar de las
restricciones impuestas por los gobiernos, tiene lugar, se alzan muros y vallas
que tratan de impedirlo. El muro de Berlín ha caído, pero otros muchos se
levantan a lo largo y ancho del mundo.
Estos muros pretenden
levantar una barrera que separa al mundo pobre del rico. Evitar que esas gentes
que tratan de escapar de la pobreza, privaciones, falta de oportunidades, en el
caso de los emigrantes, accedan al mundo más próspero -no sea que tengamos que
repartir con ellos-. Pero también los refugiados, que lo son por motivos de
persecución política, religiosa, ideológica, o que huyen de zonas de conflicto
y de la violencia de género, encuentran cada vez más las puertas cerradas.
La crisis no detiene los fenómenos migratorios. Grupo de inmigrantes africanos con destino a un lugar de Europa.
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Uno de los mayores oprobios de todo esto lo tenemos en nuestro propio
país: La valla de Melilla, que por si fuera poco ha sido
completada con las concertinas que hacen heridas a los que pretenden
atravesarla conducidos por la desesperanza. Esto es una clara violación de los
derechos humanos por gobiernos de países que dicen cumplirlos, y un desprecio
hacia la vida y la integridad de las personas. Lo importante para estos
gobernantes insensibles es que no vengan. A los desesperados de la tierra se les
niega el pan y la sal. No se les conceden oportunidades en los países ricos,
pero tampoco se hace nada para contribuir al desarrollo de los países pobres.
Se mantiene un Orden
Económico Internacional claramente injusto, que no se ha modificado a lo lardo
de los años, a pesar de la cantidad de propuestas que se han hecho para ello.
En los últimos tiempos se ha impuesto, entre los economistas del pensamiento
convencional, la explicación de las razones del subdesarrollo basadas en la
falla de las instituciones y de las políticas económicas efectuadas. Se ponen
ejemplos de éxito reciente frente a los que fracasan para sustentar sus tesis.
Lo que sucede es que, sin dejar de lado las instituciones y las políticas
económicas efectuadas, el problema es mucho más complejo. Pero se trata con
estos análisis de no profundizar en la historia ni en las relaciones económicas
desiguales que se dan a escala global y nacional, y que han sido resultado de
un proceso. En suma, no hay que cambiar el orden vigente, pues se trata de
hacer bien los deberes tal como los mandan hacer los grandes poderes de
decisión internacional.
Un libro que trata la
historia de los países derrotados es el de Vijay Prashad “Las naciones oscuras. Una historia del
Tercer Mundo” (Editorial Península), y que ofrece una perspectiva muy
diferente de la que está planteando, de un modo muy simplificado, la economía
convencional que se ha introducido a estudiar el subdesarrollo con las
herramientas de la ortodoxia. Como se extrae del libro, desde el Tercer Mundo,
sobre todo en los años sesenta del siglo pasado, se han hecho proposiciones
para modificar un orden diseñado por los países ricos, pero todas ellas han
chocado con el muro de los grandes intereses que no han cedido a esas
peticiones.
También se han hecho
propuestas desde un organismo como las Naciones Unidas, que son diferentes a
las puestas en marcha por el Fondo
Monetario Internacional y Banco Mundial. Es una posición reformista frente
a la ortodoxia de las políticas de ajuste, que tanto recomiendan estas
instituciones. Una síntesis de las posiciones que han mantenido las Naciones
Unidas se puede encontrar en el libro “El
poder de las ideas. Claves para una historia intelectual de las Naciones
Unidas”, (Editorial Catarata), y que está escrito por economistas
especialistas en desarrollo y tan prestigiosos como Richard Jolly, Louis
Emmerij y Thomas G. Weiss.
No haber actuado a tiempo
es lo que hoy nos trae esta gran tragedia. Ha habido propuestas pero no han
prosperado. No hay en este caso una única política económica, que se pretende
eficiente y que se presenta como la que es capaz de sacar a estos países del
subdesarrollo. Los hechos, tan tozudos como siempre, no les dan la razón. Lo
más lamentable es que poco se puede esperar de un sistema que pone al dinero y la riqueza
por delante de los derechos de las personas.
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