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El Papa también habló de la necesidad de “redescubrir” la fraternidad en
la economía, porque “las graves
crisis financieras y económicas –que tienen su origen en el progresivo
alejamiento del hombre de Dios y del prójimo, en la búsqueda insaciable de bienes materiales, por un lado, y en
el empobrecimiento de las relaciones
interpersonales y comunitarias, por otro– han llevado a muchos a buscar el
bienestar, la felicidad y la seguridad en el consumo y la ganancia más allá de
la lógica de una economía sana”. Y agregó: “El
hecho de que las crisis económicas se sucedan una detrás de otra debería
llevarnos a las oportunas revisiones de los modelos de desarrollo económico
y a un cambio en los estilos de vida”. Francisco no dejó de mencionar la crisis
económica que ha afectado fundamentalmente al mundo occidental desde 2008. “La crisis actual, con graves consecuencias
para la vida de las personas, puede ser, sin embargo, una ocasión propicia
para recuperar las virtudes de la prudencia, de la templanza, de la justicia y de la fortaleza”.
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“Sin
la fraternidad es imposible la construcción de una sociedad justa”, dijo el
Papa.
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Un análisis sociológico de Francisco.
Ayer se difundió el Mensaje del Papa para
la XLVII Jornada Mundial de la Paz.
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El mensaje se refirió a
la falta de fraternidad que pone en peligro la paz, desde el individualismo y
el consumismo hasta la explotación laboral, la prostitución, la trata de seres
humanos y la especulación financiera.
Elena Llorente
Desde Roma. Página /12 viernes 13 de
diciembre del 2013.
Más que un texto de un jefe de la Iglesia, como los
que hacían sus predecesores, el mensaje del papa Francisco para la XLVII
Jornada Mundial de la Paz que se celebra el primero de enero de cada año y que
fue difundido ayer por el Vaticano, es un verdadero análisis sociológico sobre
la fraternidad y las implicaciones a nivel económico, político y social que su
existencia, o la falta de ella, pueden acarrear en cualquier sociedad, no
importa en qué continente se encuentre o en qué hemisferio. El mensaje se
refirió a todas la situaciones existentes en el mundo que demuestran falta de
fraternidad y que ponen en peligro la paz, desde cuestiones aparentemente
personales como el individualismo y el consumismo, hasta otras más sociales
como la explotación laboral, la prostitución, la trata de seres humanos, la
especulación financiera, las crisis económica, las guerras y los armamentos.
“Sin la fraternidad es imposible la construcción de
una sociedad justa, de una paz estable y duradera”, escribió Francisco, porque
la fraternidad es el fundamento y el camino para la paz, pero también la
premisa para vencer la pobreza. “Todas las naciones de la tierra forman una unidad
y comparten un destino común”, subrayó. Pero hoy, con la “globalización de la
indiferencia” que poco a poco nos habitúa al sufrimiento del otro, parece
difícil poder creer en ese destino común, dijo. Según el pontífice, la falta de
fraternidad lleva a fenómenos como “la trata de seres humanos, con cuya vida y
desesperación especulan personas sin escrúpulos”, a “las guerras hechas de
enfrentamientos armados a las que se suman otras guerras menos visibles, pero
no menos crueles, que se combaten en el campo económico y financiero con medios
igualmente destructivos de vidas, de familias, de empresas”. También lleva a
“las numerosas situaciones de desigualdad, de pobreza y de injusticia”. “Las
nuevas ideologías, caracterizadas por un difuso individualismo, egocentrismo y
consumismo materialista, debilitan los lazos sociales, fomentando esa
mentalidad del ‘descarte’, que lleva al desprecio y al abandono de los más
débiles, de cuantos son considerados inútiles.” Por eso el Papa, recordando
algunas encíclicas de sus predecesores, habla más adelante de que “la
fraternidad es el fundamento y el camino para la paz” y “la premisa para vencer
la pobreza”.
Si bien el mundo ha verificado una reducción de la
pobreza absoluta, indicó, ha habido un “grave aumento de la pobreza relativa,
es decir, de las desigualdades entre personas y grupos que conviven en una
determinada región o en un determinado contexto histórico-cultural”. Para
corregir esto se necesitan “políticas eficaces que promuevan el principio de la
fraternidad, asegurando a las personas –iguales en su dignidad y en sus
derechos fundamentales– el acceso a los “capitales”, a los servicios, a los
recursos educativos, sanitarios, tecnológicos, de modo que todos tengan la
oportunidad de expresar y realizar su proyecto de vida, escribió”. “También se
necesitan políticas dirigidas a atenuar una excesiva desigualdad de la renta”,
añadió.
El Papa también habló de la necesidad de
“redescubrir” la fraternidad en la economía, porque “las graves crisis
financieras y económicas –que tienen su origen en el progresivo alejamiento del
hombre de Dios y del prójimo, en la búsqueda insaciable de bienes materiales,
por un lado, y en el empobrecimiento de las relaciones interpersonales y
comunitarias, por otro– han llevado a muchos a buscar el bienestar, la
felicidad y la seguridad en el consumo y la ganancia más allá de la lógica de
una economía sana”. Y agregó: “El hecho de que las crisis económicas se sucedan
una detrás de otra debería llevarnos a las oportunas revisiones de los modelos
de desarrollo económico y a un cambio en los estilos de vida”. Francisco no
dejó de mencionar la crisis económica que ha afectado fundamentalmente al mundo
occidental desde 2008. “La crisis actual, con graves consecuencias para la vida
de las personas, puede ser, sin embargo, una ocasión propicia para recuperar
las virtudes de la prudencia, de la templanza, de la justicia y de la
fortaleza”, indicó.
El papa Francisco también cree que la fraternidad
extingue la guerra. “Muchos son los conflictos armados que se producen en medio
de la indiferencia general. A todos cuantos viven en tierras donde las armas
imponen terror y destrucción, les aseguro mi cercanía personal y la de toda la
Iglesia.” Y a los que esparcen guerras le dirigió una “encarecida” exhortación:
“Redescubran, en quien hoy consideran sólo un enemigo para exterminar, a su
hermano y no alcen su mano contra él. Renuncien a la vía de las armas y vayan
al encuentro del otro con el diálogo, el perdón y la reconciliación para
reconstruir a su alrededor la justicia, la confianza y la esperanza”, dijo,
haciendo además, en tácita alusión al caso sirio, pero también al de algunas
potencias occidentales, un llamamiento a la “no proliferación de las armas y al
desarme, de parte de todos, comenzando por el desarme nuclear y químico”.
Los acuerdos internacionales ni las leyes
nacionales son suficientes, “aunque si necesarias y altamente deseables” para
“proteger a la humanidad de los conflictos armados. “Se necesita una conversión
de los corazones que permita a cada uno reconocer en el otro un hermano de
quien preocuparse, con quien colaborar para construir una vida plena para
todos”, escribió Francisco.
El Papa también tuvo palabras de condena para los
que lucran con la droga, con la devastación de los recursos naturales y la
contaminación. “Pienso en la tragedia de la explotación laboral; pienso en el
blanqueo ilícito de dinero así como en la especulación financiera, que a menudo
asume rasgos perjudiciales y demoledores para enteros sistemas económicos y sociales,
exponiendo a la pobreza a millones de hombres y mujeres ; pienso en la
prostitución que cada día cosecha víctimas inocentes, sobre todo entre los más
jóvenes, robándoles el futuro; pienso en la abominable trata de seres humanos,
en los delitos y abusos contra los menores, en la esclavitud que todavía
difunde su horror en muchas partes del mundo, en la tragedia frecuentemente
desa-tendida de los emigrantes.”
Y por último, se refirió a la naturaleza y se
preguntó cómo se usan en el mundo los recursos de la tierra y la producción de
alimentos. “Es de sobra sabido que la producción actual es suficiente y, sin
embargo, millones de personas sufren y mueren de hambre, y eso constituye un
verdadero escándalo. Es necesario encontrar los modos para que todos se puedan
beneficiar de los frutos de la tierra”, enfatizó, recordando a todos el “necesario destino
universal de los bienes, que es uno de los principios clave de la Doctrina
Social de la Iglesia”.
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