“Debemos evitar tanto la testarudez
ideológica, cuanto la exageración retórica. Porque contaminan un análisis
lúcido. Parece una ilusión óptica o una exageración, insistir que existiría un
hilo de continuidad entre las Jornadas
de Junio de 2013, que estaban en disputa, y las movilizaciones reaccionarias de 2015/2016 por el impeachment. Pero
parece, también, una testarudez estéril, insistir en no admitir que el giro
reaccionario de la clase media ya estaba presente en las calles en Junio de
2013. La dinámica que prevaleció desde
2015, tenía una tendencia desfavorable. Pero eso no autoriza concluir, por
un vaciamiento retroactivo de la perspectiva del presente, porque sabemos el desenlace, que la elección de Bolsonaro era inevitable. No era. Errores políticos graves de subestimación del peligro de un “invierno
siberiano” representado por Bolsonaro,
decisivos para la victoria de la extrema-derecha”.
“En
un análisis de coyuntura es necesario estudiar las relaciones de fuerza en los conflictos sociales sin perder el sentido
de las medidas. Debemos considerar una escala de calidad, y calificar las
diferencias de calidad. Exageraciones
impresionistas no ayudan. Inseguridad no es lo mismo que desesperanza. Desaliento no es lo mismo que postración.
Debemos ser capaces de hacer mediaciones. Existe el peligro de una derrota
histórica en el horizonte, si el gobierno Bolsonaro no fuera detenido.
Existe el peligro del “invierno siberiano”. Pero Bolsonaro no es imbatible. No será a través de tácticas
electorales para 2020 o 2022 que
abriremos un camino. Bolsonaro puede y debe ser derrotado en las calles por la movilización de
millones. Preparemos el Día Nacional de Lucha del 13 de agosto. Confiemos en
nuestra lucha. Quien no se cansa, alcanza”.
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BRASIL. ¿SUFRIMOS O NO UNA DERROTA
HISTÓRICA?
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Valerio Arcary.
Esquerda Online.
Rebelión sábado 27 de julio del 2019.
Traducción de Ernesto Herrera - Correspondencia de
Prensa.
Una pregunta
está presente, dramáticamente, en la cabeza de millares de activistas de
izquierda. ¿Cómo fue posible haber llegado a esta situación? ¿Cómo fue posible que la extrema derecha,
a través de un aventurero neofascista, haya conquistado, a través de las
elecciones, la presidencia? ¿Podemos
concluir que sufrimos una derrota histórica? O en palabras simples: ¿qué
horas son? Para actuar todos los días precisamos saber qué horas son. Para una
militancia revolucionaria precisamos saber en qué coyuntura estamos.
El marxismo
trabaja con varios niveles de temporalidades. Consideramos épocas, etapas,
situaciones, coyunturas, en diferentes grados de abstracción. Vivimos, desde la Primera Guerra Mundial,
en la época del imperialismo, o de apogeo y, al mismo tiempo, decadencia
del capitalismo. Estamos en la etapa abierta por una derrota histórica en
1989/1991, la restauración capitalista. En
el Brasil la situación es reaccionaria hace algunos años. Y después de la
votación de la reforma previsional, hace dos semanas, se cerró la coyuntura
abierta por las manifestaciones del 15 de mayo.
El argumento
de este artículo es que estamos en situación reaccionaria, pero no
aconteció todavía una derrota histórica. Pero
la verdad, también, es que sólo en algunos años de distancia y perspectiva
es posible conferir, sin grandes márgenes de error, si se trata de una derrota
político-social histórica o no.
Una derrota
histórica no es un cambio de coyuntura. Significa que el cuadro estructural de la
relación de fuerzas fue alterado de forma desfavorable por un largo período. Se trata de una derrota mucho más que una
derrota electoral. Más grave, también que una derrota político-social. Se trata
de la más serias de las derrotas. Cuando una derrota histórica se precipita,
toda una generación pierde la esperanza de que la vida puede cambiar a través
de la movilización colectiva. Será necesario que una nueva generación adulta, madure a través de la experiencia de la
lucha social.
La Comuna de
París de 1871 fue una derrota histórica. El centro del movimiento obrero
giró para Alemania por el intervalo
de una generación. La derrota de la
revolución rusa de 1905 no fue una derrota histórica. Así como hay derrotas
históricas, hay también victorias históricas. La revolución rusa de 1917 fue una victoria
histórica. Demostró, por primera vez, que una revolución socialista era posible. Hay victorias y derrotas históricas que son,
esencialmente, nacionales. Hay aquellas que, por su impacto, tienen una
dimensión internacional.
El ascenso
del nazi-fascismo en los años 1920 fue una derrota histórica internacional. Primero en Italia, después en Portugal,
a seguir en Alemania, finalmente en España, abriendo el camino para la
Segunda Guerra Mundial. El ascenso del estalinismo en la URSS fue una derrota histórica
internacional. La derrota en la guerra civil en Grecia en 1945 fue una derrota histórica, pero, nacional. El golpe de 1964, en el Brasil, fue una
derrota regional. El golpe en Chile,
en 1973, fue una derrota histórica. La más grave de la derrotas históricas
en los últimos treinta años fue la restauración capitalista en la ex URSS. Tuvo dimensión internacional. Cerró una etapa que se extendió
entre la victoria del nazismo, a partir de 1944, y 1989/1991, con la disolución
de la URSS.
La tradición
marxista-revolucionaria nos legó una referencia teórica sobre el tema. Hay una
regla que nos puede orientar. Existen
situaciones contrarrevolucionarias, reaccionarias, estables,
prerrevolucionarias y revolucionarias. Y debemos considerar las situaciones
transitorias entre ellas. Si la derrota fue histórica no estamos en una
situación reaccionaria. Estamos en una situación contrarrevolucionaria. El
régimen democrático-electoral ya fue desalojado o está en vías de serlo, porque
el equilibrio de poder entre las instituciones fue o está por ser subvertido.
Porque no tiene más sustentación en la estructura social. La superestructura política del Estado se irá a doblar ante la nueva
relación social de fuerzas.
Sabemos, evidentemente, qué proceso de derrotas nos
trajo hasta aquí. De las jornadas de
Junio de 2013 a la muerte del camarógrafo de Bandeirantes (1); de la reelección
dramática de Dilma Rousseff en 2014 a la nominación del banquero Joaquim Levy
como ministro de Hacienda; de las
movilizaciones de masas de la clase media en 2015 al impeachment en 2016; del gobierno Temer y la aprobación de la reforma laboral en 2017, a la condena y prisión
de Lula, y a la derrota electoral. Finalmente, la aprobación de la
reforma de la Previsión Social.
La respuesta
no es simple. Ella es compleja, o sea, tiene muchos factores.
Pero existen dos extremos en el debate. Una simplifica, testarudamente, el significado de la derrota, que es
resumida a un accidente electoral, sobrevalorizando, el impacto de la cuchillada en Juiz de Fora (2). La otra
maximiza el sentido de inflexión de la relación social y política de fuerzas
que es, exageradamente, interpretada como derrota histórica.
Debemos
evitar tanto la testarudez ideológica, cuanto la exageración retórica. Porque
contaminan un análisis lúcido. Parece una ilusión óptica o una exageración,
insistir que existiría un hilo de continuidad entre las Jornadas de Junio de 2013, que estaban en disputa, y las movilizaciones reaccionarias de 2015/2016
por el impeachment. Pero parece, también, una testarudez estéril, insistir
en no admitir que el giro reaccionario de la clase media ya estaba presente en
las calles en Junio de 2013.
La dinámica
que prevaleció desde 2015, tenía una tendencia desfavorable. Pero eso no
autoriza concluir, por un vaciamiento retroactivo de la perspectiva del
presente, porque sabemos el desenlace,
que la elección de Bolsonaro era inevitable.
No era. Errores políticos graves de
subestimación del peligro de un “invierno siberiano” representado por Bolsonaro, decisivos para la victoria de la
extrema-derecha.
En un análisis de coyuntura es necesario estudiar
las relaciones de fuerza en los conflictos
sociales sin perder el sentido de las medidas. Debemos considerar una
escala de calidad, y calificar las diferencias de calidad. Exageraciones impresionistas no ayudan. Inseguridad no es lo mismo
que desesperanza. Desaliento no es lo
mismo que postración. Debemos ser capaces de hacer mediaciones.
Existe el
peligro de una derrota histórica en el horizonte, si el gobierno Bolsonaro no fuera
detenido. Existe el peligro del “invierno siberiano”. Pero Bolsonaro no es
imbatible. No será a través de tácticas electorales para 2020 o 2022 que abriremos un camino. Bolsonaro puede y debe ser derrotado
en las calles por la movilización de millones. Preparemos el Día Nacional de
Lucha del 13 de agosto. Confiemos en nuestra lucha.
Quien
no se cansa, alcanza.
* El autor
es miembro de la coordinación nacional de Resistencia, tendencia interna del
PSOL (Partido Socialismo y Libertad).
Notas
1) Se refiere
a Santiago Ilidio Andrade (49 años) camarógrafo de TV Bandeirantes, muerto por un cohete en la cabeza mientras cubría, el
6 de febrero de 2014, las manifestaciones en Río de Janeiro contra el aumento del pasaje de ómnibus. En su
momento, un simpatizante del PSOL fue indicado como el autor del disparo.
(Redacción de Correspondencia de Prensa)
2) Alude al
ataque contra Bolsonaro, en la ciudad de Juiz de Fora, estado de Minas Gerais,
el 7 de setiembre de 2018, el
victimario había sido afiliado al PSOL hasta 2014, sin embargo declaró que los
motivos de la agresión eran “personales”. (Redacción de Correspondencia de
Prensa)
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