“Con todo lo anterior queremos afirmar que con el surgimiento y
desarrollo del capitalismo han surgido, por lo menos, cuatro
contradicciones fundamentales: capital-trabajo,
(clases y lucha de
clases) capital-naturaleza, (expansión
del capitalismo, La disputa de tierras y recursos naturales, para mayor
plusvalía), varones-mujeres
(patriarcado) y étnica-racial
(racismo). Cada una de estas contradicciones constituye un sistema de
dominación en sí mismo; el primero, el
tercero y el cuarto son, además, sistemas de opresión y explotación de la
fuerza de trabajo, de las mujeres y de la población indígena, originaria y
afrodescendiente. Estas contradicciones se reproducen además en un contexto de capitalismo imperialista, en tanto el
capitalismo más desarrollado (el europeo en un inicio, el estadounidense luego,
o el japonés) arrasa con los
llamados “sub-desarrollados”, manteniendo
todas esas contradicciones. Hoy día podría anotarse otra contradicción como Norte-Sur (lo que en algún momento se
llamó Primer Mundo-Tercer Mundo).
Definitivamente, todas las contradicciones se
entrelazan y todas son igualmente importantes. De todos modos, siguiendo a Néstor Kohan, no puede olvidarse que “El capitalismo puede
permear cierto pluralismo e ir integrando la política de las diferencias [léase:
incluir las contradicciones que algunos llamarán “secundarias”: género, etnia, ecología]. Pero lo que no puede hacer jamás, a riesgo de no seguir existiendo o
dejar de reproducirse, es abolir la explotación de clase. Precisamente por esto,
dentro de la alianza hegemónica de fuerzas potencialmente anticapitalistas,
aunque todas las rebeldías contra la opresión tienen su lugar y su trinchera, el sujeto social colectivo que lucha contra la
dominación de clase debe jugar un papel convocante y aglutinador de la única
lucha que posee la propiedad de ser totalmente generalizable.” De ese modo, puede
concebirse un capitalismo donde las mujeres toman el poder contra los varones, o los pueblos originarios contra los blancos, pero la
contradicción de base: la explotación del trabajo, se mantiene. Por tanto, si
bien todas las contradicciones marchan juntas y se retroalimentan, la
contradicción capital-trabajo asalariado
tiene un estatuto especial. Significativo al respecto es que hoy día el
capitalismo se permite hablar (pero no cambiar mucho en lo sustancial) de estas
contradicciones paralelas (la étnica, la
de género, el llamado cambio climático). Sin embargo,
de la lucha de clases no menciona una
palabra”.
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MARX nos enseña en El Capital las contradicciones fundamentales en el sistema capitalista y su visión actual hacia las contradicciones: Capital Trabajo; Capital Naturaleza; Varones Mujeres . (patriarcado) y étnico racial (racismo) y hoy "suman" algunas de las contradicciones secundarias, presentes en el siglo XXI, como Género, Etnia, Ecología. Más allá como principal contradicción, tenemos presente hoy, producto de la globalización neoliberal, en sus fases históricas, del capitalismo financiero especulativo - primero - y después el capitalismo corporativo global, como es la super-concentración de la riqueza en el 1% de la población mundial y el surgimiento de la inhumana y salvaje Desigualdad Económico-social.
***
CONTRADICCIONES EN EL CAPITALISMO. ¿HAY PRINCIPALES Y SECUNDARIAS?
*****
Marcelo
Colussi.
ALAI.
América
latina en Movimiento. Jueves 24 de julio del 2019.
La
sociedad capitalista está sostenida por una serie de contradicciones que, lejos
de resolverse, se profundizan cada vez más conforme pasa el tiempo, aunque
aparentemente se las quiera “suavizar”,
hacerlas más digeribles y presentables. Son contradicciones inherentes al
capitalismo en tanto sistema, si bien algunas existían antes de él. Aquella
sentencia de Marx
de que “Con el
capital el mundo se hizo redondo” plantea ya con toda claridad
que una de las características fundamentales del modo de producción capitalista
desde sus inicios, es su desarrollo a escala global. Por ello puede decirse que
la preconizada y a la moda “globalización”
actual empezó prácticamente con el capitalismo mismo, con la llegada del hombre
blanco a tierra americana.
En el período de la acumulación originaria en los
países europeos dominantes, la sobre explotación de la fuerza de trabajo
esclava traída a América desde el África y la fuerza de trabajo indígena de
este continente jugaron un papel determinante. Eso no puede explicarse sin
entender el racismo que acompañó el desarrollo capitalista, racismo que sirvió
para justificar la inmisericorde explotación (“civilizados” –hombre blanco– versus “salvajes” –esclavos africanos negros, población originaria de
América–). El racismo, o discriminación
étnica, para ser “políticamente
correctos” al día de hoy, no ha desaparecido. Es más: se ha incorporado
cotidianamente, por eso en Guatemala, por ejemplo, un pobre que no se
auto-reconoce como indígena puede decir campante: “seré pobre pero no indio”. Como se ve,
las contradicciones se articulan, se anudan todas entre sí: para el caso, la
económica con la étnica.
Lo mismo puede decirse de los bienes y recursos
naturales que se extrajeron de África y
América con destino a Europa:
oro, plata, piedras preciosas, maderas preciosas, entre otros (sangría que
nunca terminó, y que ahora se reaviva, dado el espíritu depredador del actual capitalismo extractivista). Estos
recursos, y los de Europa, fueron determinantes en el período de la acumulación
originaria. También alimentaron el inicio y desarrollo de la revolución
industrial. El extractivismo fue clave en la acumulación originaria de capital y
en el posterior desarrollo del capitalismo. En otros términos: la contradicción
del modo de producción industrial-capitalista con la naturaleza está en la base
del sistema. El mundo, para esta visión, es considerado “gran cantera” de donde extraer materia prima para su posterior
industrialización. El “progreso” se
abre paso contra el medio ambiente, lo cual abre un interrogante fundamental:
¿eso es el progreso? Evidentemente, con la catástrofe medioambiental que
vivimos hoy, está clara la respuesta.
Por otro lado, en este sistema, desde sus orígenes
hasta su fase actual, el patriarcado ha constituido un sistema de dominación, opresión y explotación de los varones hacia
las mujeres. Si bien existió en los modos de producción anteriores, Federico Engels señala que “es con el capitalismo
industrial, el desarrollo de la propiedad privada y del modelo de la familia
monogámica moderna, que la opresión patriarcal de las mujeres adquiere un nuevo
giro, instaurándose la esclavitud doméstica de las mujeres”.
El trabajo doméstico es fundamental para mantener viva a la población; alguien
debe reproducir la vida –biológicamente– y asegurar su estabilidad (preparar
los alimentos, mantener el aseo de la casa, de la ropa). Eso, habitualmente, lo
hacen las mujeres, las “amas de casa”.
Para el capitalismo ese trabajo es vital… ¡pero no se paga! Por tanto, el
trabajo esclavo de las mujeres como amas de casa (la mitad de la población
mundial) es imprescindible. Pero nunca se registra como robo, como explotación.
La contradicción brota por todos lados. Sin embargo, como efecto de la
cultura-ideología dominante, esa mujer no trabaja: “¿Tu mamá trabaja? No, es
ama de casa”. Inadmisible, absolutamente… ¡pero es así! Una
contradicción alimenta la otra.
Con todo lo anterior queremos afirmar que con el
surgimiento y desarrollo del capitalismo han surgido, por lo menos, cuatro
contradicciones fundamentales: capital-trabajo,
capital-naturaleza, varones-mujeres (patriarcado) y étnica-racial (racismo). Cada una de
estas contradicciones constituye un sistema de dominación en sí mismo; el primero, el tercero y el cuarto son,
además, sistemas de opresión y explotación de la fuerza de trabajo, de las
mujeres y de la población indígena, originaria y afrodescendiente. Estas
contradicciones se reproducen además en un contexto de capitalismo imperialista, en tanto el capitalismo más desarrollado
(el europeo en un inicio, el estadounidense luego, o el japonés) arrasa con los
llamados “sub-desarrollados”, manteniendo
todas esas contradicciones. Hoy día podría anotarse otra contradicción como Norte-Sur (lo que en algún momento se
llamó Primer Mundo-Tercer Mundo).
Definitivamente, todas las contradicciones se
entrelazan y todas son igualmente importantes. De todos modos, siguiendo a Néstor Kohan, no puede olvidarse que
“El
capitalismo puede permear cierto pluralismo e ir integrando la política de las
diferencias [léase: incluir las contradicciones que algunos
llamarán “secundarias”:
género, etnia, ecología]. Pero lo que no puede hacer jamás, a riesgo de no
seguir existiendo o dejar de reproducirse, es abolir la explotación de clase.
Precisamente por esto, dentro de la alianza hegemónica de fuerzas
potencialmente anticapitalistas, aunque todas las rebeldías contra la opresión
tienen su lugar y su trinchera, el sujeto social colectivo que lucha contra la
dominación de clase debe jugar un papel convocante y aglutinador de la única
lucha que posee la propiedad de ser totalmente generalizable.”
De ese modo, puede concebirse un capitalismo donde las
mujeres toman el poder contra los
varones, o los pueblos originarios contra los blancos, pero la contradicción de
base: la explotación del trabajo, se mantiene. Por tanto, si bien todas las
contradicciones marchan juntas y se retroalimentan, la contradicción capital-trabajo asalariado tiene un
estatuto especial. Significativo al respecto es que hoy día el capitalismo se
permite hablar (pero no cambiar mucho en lo sustancial) de estas
contradicciones paralelas (la étnica, la
de género, el llamado cambio climático). Sin embargo, de la lucha de clases no menciona una palabra.
El Obrero, el trabajador, el explotado, el proletariado, hoy el "esclavo asalariado" del siglo XXI. La Flexibilidad laboral -mandamiento "divino" neoliberal - termina por destruir y liquidar todos los Derechos Sociales de los Trabajadores.
***
Contradicción capital-trabajo.
El desarrollo del capitalismo a nivel mundial en las
últimas décadas ha supuesto cambios importantes en la configuración de las
clases sociales y, por supuesto, en la lucha de clases. Aunque se haya querido
proclamar triunfalmente “el fin de las ideologías y de la historia” (Fukuyama), la lucha interclases sigue siendo el motor
de la historia.
La acumulación
de capital ha trascendido la forma principal enunciada por Marx hace
alrededor de 150 años, a partir de la creación de valor (de cambio) en el
proceso de producción (de mercancías) y su apropiación por el propietario de
los medios de producción. Marx planteó que la acumulación de capital se daba en dos ámbitos: en la producción de los instrumentos de
producción y en la producción de
bienes y servicios. En ambos, la acumulación de capital es posible por la explotación del
trabajador (cualquiera sea: urbano-industrial, rural, de bienes o de servicios,
productor manual o intelectual, etc., y habría que agregar: amas de casa
haciendo trabajo doméstico no remunerado) mediante el trabajo no pagado
(plusvalía), a partir de unas relaciones de producción favorables al
propietario de los medios de producción.
La
contradicción capital-trabajo se manifiesta en la lucha
permanente que se desarrolla entre los capitalistas (burguesía industrial, oligarquía terrateniente, hoy día: clase capitalista global si se quiere)
que buscan incrementar la plusvalía pagando menos a los trabajadores, o
sobreexplotándolos, y éstos que tratan de mejorar sus condiciones salariales.
Dicho de otra forma, es la lucha que se da entre las dos clases sociales fundamentales en el capitalismo: los
propietarios y los trabajadores.
Con el
desarrollo del capitalismo, las clases sociales están sometidas a cambios y
reconfiguración. Hoy no son lo que fueron, por ejemplo, durante el capitalismo industrial europeo
estudiado por los clásicos en el siglo XIX. Con los procesos de robotización y eso que ha dado en
llamarse, engañosamente, deslocalización (ubicación de las industrias del Norte
en los países del Sur, donde las condiciones de explotación son mucho mayores,
se evaden impuestos y no hay controles medioambientales),
esa contradicción fundante ha sufrido variantes. Es válido preguntarse, como lo hace Fidel
Castro:
“¿Puede
sostenerse, hoy por hoy, la existencia de una clase obrera en ascenso, sobre la
que caería la hermosa tarea de hacer parir una nueva sociedad? ¿No alcanzan los
datos económicos para comprender que esta clase obrera –en el sentido marxista
del término– tiende a desaparecer, para ceder su sitio a otro sector social?
¿No será ese innumerable conjunto de marginados y desempleados cada vez más
lejos del circuito económico, hundiéndose cada día más en la miseria, el
llamado a convertirse en la nueva clase revolucionaria?”.
A
ese conjunto de empobrecidos, precarizados,
que sobreviven como pueden, muy acertadamente Frei Betto les llamó “pobretariado”. Eso
lleva a plantearse quién es hoy el sujeto transformador en la sociedad.
O, dicho de otro modo: cuál es la contradicción fundamental del sistema por la
que dicho sistema puede eclosionar.
En el ámbito
de las clases sociales y la lucha de clases, el actual capitalismo neoliberal que viene
desarrollándose estas últimas décadas, ha logrado en gran medida la flexibilidad
laboral, que es otra de sus características. La flexibilidad laboral, infame
eufemismo que quiere reemplazar la idea de “trabajador”
por la de “colaborador” de la
empresa, implica la anulación o no aplicación de las leyes laborales favorables
a los trabajadores. En los empobrecidos países del Sur esto
tiene manifestaciones grotescas: las
condiciones laborales de los trabajadores sin prestaciones de ninguna clase,
sin derecho a sindicalizarse y reprimidos violentamente cada vez que intentan
protestar, pretende “hacer atractivo”
a esos países para la inversión de capital transnacional. La profundización
de la explotación se da en todos
lados, pero son los países pobres del Sur (mal llamados “periferia”, en contradicción con la pretendida “metrópoli”), los que acusan mayormente
ese deterioro. Es decir, en las condiciones de expansión capitalista actual
existe una sobre explotación de la fuerza de trabajo que agrava la por siempre
existente contradicción capital-trabajo. En el Norte la situación no es
sustancialmente mejor, por cuanto la pérdida de poder adquisitivo por un
capitalismo que se siente triunfal a partir de la caída del bloqueo socialista europeo, hace de la clase trabajadora una
víctima sin mayor capacidad de defensa.
Sin embargo, y curiosamente, frente a esta profundización de la explotación, la lucha de los trabajadores (en
cualquiera de sus expresiones) no aparece fuertemente, o aparece en expresiones
mínimas. Las actuales políticas
neoliberales consiguieron postrar así los reclamos de la clase trabajadora,
haciendo del tener asegurado un puesto
de trabajo un “tesoro” que no se puede perder. Si a mediados del siglo XIX el fantasma que recorría Europa era el
comunismo, hoy es la desocupación.
El movimiento sindical de clase, combativo en
otros tiempos, poco a poco, por efectos de la represión en el Sur y factores como la corrupción y la despolitización/cooptación (en el Norte), se convirtió en un
movimiento intrascendente, aliado de las patronales, en definitiva. En general,
los sindicatos ya no responden a la
lucha de los trabajadores en su conjunto.
Las fuerzas productivas en la época de la decadencia del capitalismo global, y su modelo extractivo exportador de materias primas. explotación de la Biodiversidad y mayor saqueo de nuestros Conocimientos Ancestrales. La destrucción de la Madre Naturaleza con el argumento del "crecimiento económico", la mercantilización de los bienes y recursos naturales y la mayor generación de Plusvalía.
***
La contradicción capital-naturaleza
La
contradicción capital-naturaleza puede sintetizarse en que cada
vez hay una mayor presión del capital sobre los bienes y recursos naturales
para su mercantilización, a fin de
incrementar la producción capitalista y mantener el “crecimiento económico” capitalista, vital para la generación de
mayor plusvalía. A lo largo del
siglo XX, pero sobre todo en las últimas décadas, esta contradicción se ha
agudizado. Con la expansión del capitalismo
en su fase neoliberal a partir
de finales de la década de 1970, la naturaleza, los bienes y recursos naturales han sido sometidos a
una mayor presión por las grandes corporaciones transnacionales. La búsqueda
desenfrenada de fuentes energéticas y de
minerales estratégicos para las industrias de punta (en muchos casos: la militar) marcan esa tendencia.
Los efectos sobre el medio ambiente son desastrosos: agudización del cambio climático que provoca fenómenos naturales
cuya magnitud resulta en desastres sociales y económicos; agotamiento de los recursos y bienes naturales; contaminación medio ambiental con
polución del agua, del aire y de la
tierra. El hiper-consumismo
capitalista no se arregla buscando paliativos superficiales, como el reciclar, el separar la basura o la generación
de una supuesta “conciencia verde”,
no usando pajillas para tomar una gaseosa, por ejemplo. Todo ese esfuerzo hecho
a nivel personal logra contener la contaminación global en apenas un 1%. El problema de fondo, la
contradicción original es la voracidad del capital, que destruye todo en aras
de su propio beneficio.
El modelo de
capitalismo neoliberal trajo consigo el dominio absoluto del capital
financiero sobre el proceso productivo. Hoy día son los capitales globales que
se mueven de un paraíso fiscal a otro sin ninguna regulación los que marcan el
ritmo del sistema. En su proceso de expansión, este capitalismo neoliberal provoca una
disputa por la tierra y los recursos naturales entre las grandes corporaciones que dominan esa
expansión, por un lado, y comunidades y pueblos que
obtienen de ella los bienes necesarios para su existencia, por otro. De ahí que
esta contradicción capital-naturaleza
se evidencia en la lucha de pueblos originarios que
defienden sus territorios contra empresas multinacionales extractivistas que invaden sin miramientos destruyendo todo a su
paso (compañías petroleras, mineras,
monocultivo destinado a biocombustibles, desvío de ríos para empresas hidroeléctricas
generadoras de electricidad). Solo para graficarlo: para la obtención de un galón de biocombustible (utilizado
en los países capitalistas del Norte próspero), hecho a base de azúcar, maíz o palma aceitera, se
necesitan 2,000 litros de agua (robada
a los empobrecidos del Sur).
El racismo y la contradicción étnica
En articulación con las anteriores contradicciones
destaca la llamada étnica (o racismo). Es
la que se desprende de la invasión, despojo y explotación colonial,
que conminó a los pueblos originarios de
Latinoamérica y los grupos afrodescendientes
traídos a la fuerza a estos territorios en calidad de esclavos, a ser
considerados casi animales, objeto de esclavitud y sobre-explotación, marginados y excluidos como seres de última
categoría, objeto permanente de despojo de sus tierras y territorios, oprimidos
en tanto sujetos colectivos y en tanto individuos.
Eso, aun cuando presenta cambios, ha sido mantenido en
esencia por un capitalismo que
justifica y reproduce la explotación
laboral y el robo descarado a partir de razones étnicas y raciales. Esto ha
configurado en todo el sub-continente latinoamericano sociedades profundamente racistas, en donde los que se dicen
descendientes de los conquistadores (españoles y portugués, que llegaron a “civilizar”), resultan beneficiados por
una sociedad estratificada étnicamente, mientras los pueblos originarios se ven
afectados por un sistema que los trata como ciudadanos de segunda categoría, como mano de obra barata, excluyéndoles de los escasos y raquíticos derechos sociales,
económicos, políticos, culturales, al mismo tiempo que les niega derechos
correspondientes a su carácter de sujetos colectivos, como pueblos, entre ellos
a los de autodeterminación y autonomía.
En el caso de América del Norte, o más específicamente
de Estados Unidos, esa conquista de
siglos anteriores confinó a los pueblos originarios en “reservas”. Ahí el racismo se juega fundamentalmente entre los blancos conquistadores (de origen
europeo) y la población negra, de origen
africano, otrora mano de obra
esclava. En todos los casos, el
racismo justifica la opresión económica. Queda claro que todas las
contradicciones se anudan y entrelazan entre sí.
El patriarcado y la contradicción varones-mujeres.
Otra
contradicción histórica, íntimamente ligada con el carácter y curso del capitalismo
como sistema, pero que debe ser entendido como un sistema en sí mismo, que
requiere ser transformado al mismo tiempo y en todo espacio, es la opresión
patriarcal.
Esta contradicción se expresa en una relación de sobre
explotación de
la mujer en el ámbito de las
relaciones de producción, su mayor exclusión
de las fuentes de empleo formal, del
salario y la raquítica seguridad social con que cuenta, e íntimamente
relacionada, de los ámbitos de decisión fundamental en el proceso productivo, reproductivo y en el
proceso político. Esa condición se agrava cuando es utilizada como mercancía
para propósitos de trata de personas, como producto de publicidad y como simple objeto sexual. El sexismo, en tal
sentido, es otra contradicción anudada a todo lo anterior.
No obstante, también se expresa en un papel predefinido por el patriarcado,
que se orienta a su conminación a la reproducción de la especie, de la familia
y del mismo sistema patriarcal que la oprime, lo cual se manifiesta
en la violencia, exclusión y dominio que el varón ejerce sobre ella, con el
agravante que muchas veces las religiones
lo justifican.
Dicha opresión
patriarcal se expresa con mayor agudeza en la medida que la mujer pertenece a la clase trabajadora y a
comunidades rurales, campesinas y marginalizadas. De todos modos, la
exclusión de las mujeres en los distintos ámbitos de la vida es algo que
atraviesa todas las sociedades.
En conclusión.
Si se intentan
modificar profundamente todas estas injusticias, queda claro
que todas las contradicciones
deberían superarse a la vez, simultáneamente. No es posible una justicia económica si sigue habiendo patriarcado; no es posible equidad de género si no hay equidad económica. Es imposible superar
la contradicción
étnica sin considerar las anteriores.
No puede aspirarse a un mundo más armónico si persiste la locura consumista que nos impone el sistema capitalista depredando
nuestra casa común, el planeta Tierra,
En conclusión:
todas las contradicciones marchan de la mano, y no es posible superar ninguna
de ellas por separado. Si ello se intenta, no pasa de un intento vano.}
/////
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