"El deterioro de la calidad de vida de las clases populares. Este
deterioro, sin ser tan acentuado ahora como a principios del siglo XX, en los años 30 (durante la Gran Depresión),
ha creado una enorme crisis de legitimidad del sistema liberal económico y
de su establishment político-mediático. Y
es esta crisis la que no se está analizando en los grandes medios y sobre la
que no se está informando, lo cual es grave, porque sin entenderlo no se
puede explicar el auge de la
ultraderecha –representada por Trump– (que ha aparecido también en Europa
por causas semejantes). Esta ultraderecha tiene
características comunes con el fascismo,
tales como un nacionalismo extremo y
autoritario, una demonización y
represión de las minorías y de los inmigrantes, una homofobia y machismo muy extremos, una narrativa antiestablishment que considera que el Estado
está captado por las minorías raciales,
un desprecio por el sistema
parlamentario y por las instituciones representativas, un deseo de control
de los medios de comunicación con
intolerancia a la crítica, unas promesas de recuperar un pasado idealizado con eslóganes que contienen enormes
promesas de imposible ejecución, un culto al líder al
que se considera dotado de cualidades sobrehumanas, así como un canto a la fuerza, al orden y a la
seguridad, con un ejercicio de la
fuerza y la violencia sin frenos. Su gran agresividad, sin embargo, no aparece en
forma de intervenciones militares (ya que son conscientes de los desastres que
supusieron intervenciones previas de este tipo), sino en forma de bloqueos económicos como han sido los casos
de Irán y
Venezuela (que han provocado más
muertos que los que hubiera habido en caso de conflicto armado). No hay duda de que
el desarrollo y continuidad de tales políticas podrían llevar a un desastre.
“Existe una diferencia, sin embargo, entre la ultraderecha
gobernante en EEUU y el fascismo europeo en cuanto a sus políticas económicas. El
fascismo
conocido en Europa (y que era la
defensa de la estructura del poder capitalista frente a la amenaza del
socialismo y del comunismo) no era anti-Estado. Tenía un barniz social, con el cual intentaba llegar a la clase
trabajadora. Así, el nacionalsocialismo
era un intento de derivar a la derecha el enfado popular hacia el sistema
capitalista. No así la ultraderecha
actual en EEUU, que es profundamente anti-Estado, teniendo características
del libertarismo. Vox ejemplifica en España el trumpismo, a diferencia de la
ultraderecha francesa, por ejemplo, liderada por el partido de Le Pen”
/////
El mejor producto del capitalismo
salvaje, en la era del capital corporativo global. El millonario inmobiliario
que odia, reprime, insulta y destruye la Política. Misoginia diaria –vía Twitter
– contra la Mujer. Verdaderamente aporta terror y violencia contra los Niños, desde
el inmenso "escenario de la anti-política" al grave y peligroso
Desorden Mundial y el proceso de aceleración de la falsa
"Uni-Polaridad" Global, sobre la base de un productivo y
triunfante "proteccionismo" financiero-comercial y el llamado
supremacismo blanco. Y el Muro contra la Inmigración. Y la represión y
deportación de cientos de miles – millones – de ilegales. Un buen y
seleccionado “prontuario” Político del gobernante de la Primera Potencia
Mundial.
***
ESTADOS UNIDOS: LO QUE LOS MEDIOS DE INFORMACIÓN NO ESTÁN CONTANDO.
*****
Vicenç Navarro.
Other-News.
Lunes
15 de julio del 2019.
Se están produciendo grandes cambios en EEUU que apenas han sido dados a
conocer en España por parte de los mayores medios de información que, en su
intento de informar a los españoles sobre la situación política en aquel país,
se centran en presentar (y predominantemente ridiculizar) la figura del
presidente Trump, comentando sus extravagancias y falsedades. Tal atención a la
figura de Trump crea una percepción errónea de que el mayor problema que tiene
EEUU es su presidente, ignorando que el problema real, apenas citado por los
medios, es que la mayoría de la clase trabajadora de raza blanca (que es la
mayoría de la clase trabajadora en EEUU) vota a Trump y, muy probablemente,
continuará votándolo en el futuro (es interesante señalar, por las razones que
citaré más adelante, que parece haber un redescubrimiento en aquel país de la
clase trabajadora, a la que se había dado por desaparecida u olvidada, siendo
sustituida por las clases medias.)
Y
es también interesante señalar que, aun cuando Trump ha sido votado por amplios
sectores de la burguesía y la clase media, el hecho es que, sin el apoyo de la
clase trabajadora de raza blanca, no habría sido elegido presidente de EEUU. En
realidad, es incluso probable que sea reelegido de nuevo en 2020, y ello a
pesar de que la mayoría de ciudadanos desaprueban su gestión. El sistema
electoral de EEUU (que favorece a las fuerzas conservadoras), la enorme lealtad
de sus votantes (el 82% de aquellos que lo votaron, volverían a hacerlo), y el
desánimo y el rechazo de la clase trabajadora y de amplios sectores de las
clases medias hacia el Partido Demócrata (que en su día se llamaba el Partido
del Pueblo -the People’s Party-, considerado, con una enorme generosidad, como
el partido de izquierdas frente al partido de derechas, el Partido Republicano)
son factores a favor de su reelección.
¿Por qué la clase trabajadora está votando a la ultraderecha? Por la
misma razón que en Europa también lo hace.
Tal
como también ha ocurrido en Europa, el movimiento hacia la ultraderecha de
votantes de la clase trabajadora se debe, en gran parte, al abandono por parte
de los partidos de centroizquierda o izquierda de las políticas “labor friendly”,
es decir, de las políticas públicas redistributivas que los habían
caracterizado (y que habían favorecido al mundo del trabajo). Tal abandono ha
ido acompañado de la adopción de políticas públicas de sensibilidad neoliberal
que han incluido medidas que han debilitado mucho el mundo del trabajo, tales
como las reformas laborales regresivas que han causado un gran aumento de las
desigualdades (alcanzando niveles que nunca se habían conocido en los últimos
cuarenta años y que han causado un claro deterioro de la calidad de vida y el
bienestar de la clase trabajadora y demás componentes de las clases populares).
Tales políticas neoliberales fueron iniciadas por el presidente Reagan en EEUU
y por la Sra. Thatcher en el Reino Unido, habiendo sido continuadas más tarde
incluso por partidos gobernantes que se definían de centroizquierda o
izquierda, como en los gobiernos de Clinton y Obama en EEUU, y Blair, Schröder
y Zapatero en Europa.
De
estas observaciones se deduce que el foco principal de la atención mediática
debería ser el comportamiento de estos partidos gobernantes, intentando
entender por qué sus bases electorales los han abandonado. Si hicieran esto,
verían que los datos muestran claramente que fueron estas políticas
neoliberales las que crearon una enorme crisis social que ha afectado sobre
todo a las clases populares. Y es esta realidad la que el establishment
político-mediático en EEUU ignora, enfatizando en su lugar las excelencias del
modelo económico liberal de aquel país, mostrando su continuo crecimiento
económico como mejor prueba de ello. Otros indicadores que también utilizan
para mostrar la excelencia del modelo liberal estadounidense es la evolución de
los indicadores tradicionales de eficiencia económica, tales como la tasa de
desempleo, sin tener en cuenta que la gran mayoría de empleo nuevo es precario
y temporal.
La falsedad del éxito del modelo económico neoliberal en EEUU
La
tasa de desempleo en EEUU más divulgada en los mayores medios de información
es, en teoría, muy baja (3,6% en mayo de 2019), y es la que el presidente Trump
utiliza constantemente. También es la que los grandes medios de información
españoles reproducen. Pero esta cifra es de escaso valor para conocer el estado
del mercado de trabajo estadounidense. Una tasa más realista es la publicada
por la Agencia de Estadísticas Laborales (US Bureau of Labor Statistics, cuadro
A-15, en “The employment situation – May 2019”) del gobierno federal, que
utiliza la cifra de 7,1%, siendo mucho mayor para las personas con una educación
inferior a la secundaria (que incluye la mayoría de la clase trabajadora no
cualificada) y que es del 16% entre blancos y del 28% entre afroamericanos.
Pero, además de la elevada tasa de desempleo, hay también una muy alta
precariedad en el empleo, así como un proceso de uberización del mismo (es
decir, la externalización de la relación laboral, pasando de ser empleado de
una empresa a un autónomo, perdiendo así el trabajador toda capacidad de
negociar los salarios y derechos laborales). Como consecuencia de estos hechos,
ha habido un descenso de los salarios durante el período definido como
“exitoso”. Para los trabajadores no cualificados, el salario por hora ha
descendido desde 1973 un 17%.
Las
consecuencias de estos cambios en unas cifras vitales para la población se
muestran con toda claridad. Lo que los medios de información no dicen es que
han aumentado de una manera muy notable las enfermedades y muertes por
desesperación (“diseases of despair”) entre estos trabajadores no cualificados,
incluyendo epidemias de consumo de opiáceos (habiendo crecido 17 veces el
número de muertes por adicción a las drogas), epidemias de alcoholismo
(causando tantos muertos en un año como el número de soldados muertos en las
guerras de Corea y Vietnam), y así un largo etcétera.
El deterioro de la calidad de vida de las clases populares
Este
deterioro, sin ser tan acentuado ahora como a principios del siglo XX, en los
años 30 (durante la Gran Depresión), ha creado una enorme crisis de legitimidad
del sistema liberal económico y de su establishment político-mediático. Y es
esta crisis la que no se está analizando en los grandes medios y sobre la que
no se está informando, lo cual es grave, porque sin entenderlo no se puede
explicar el auge de la ultraderecha –representada por Trump– (que ha aparecido
también en Europa por causas semejantes). Esta ultraderecha tiene
características comunes con el fascismo, tales como un nacionalismo extremo y
autoritario, una demonización y represión de las minorías y de los inmigrantes,
una homofobia y machismo muy extremos, una narrativa antiestablishment que
considera que el Estado está captado por las minorías raciales, un desprecio
por el sistema parlamentario y por las instituciones representativas, un deseo
de control de los medios de comunicación con intolerancia a la crítica, unas
promesas de recuperar un pasado idealizado con eslóganes que contienen enormes
promesas de imposible ejecución, un culto al líder al que se considera dotado
de cualidades sobrehumanas, así como un canto a la fuerza, al orden y a la
seguridad, con un ejercicio de la fuerza y la violencia sin frenos. Su gran
agresividad, sin embargo, no aparece en forma de intervenciones militares (ya
que son conscientes de los desastres que supusieron intervenciones previas de
este tipo), sino en forma de bloqueos económicos como han sido los casos de
Irán y Venezuela (que han provocado más muertos que los que hubiera habido en
caso de conflicto armado). No hay duda de que el desarrollo y continuidad de
tales políticas podrían llevar a un desastre.
Existe
una diferencia, sin embargo, entre la ultraderecha gobernante en EEUU y el
fascismo europeo en cuanto a sus políticas económicas. El fascismo conocido en
Europa (y que era la defensa de la estructura del poder capitalista frente a la
amenaza del socialismo y del comunismo) no era anti-Estado. Tenía un barniz
social, con el cual intentaba llegar a la clase trabajadora. Así, el
nacionalsocialismo era un intento de derivar a la derecha el enfado popular
hacia el sistema capitalista. No así la ultraderecha actual en EEUU, que es
profundamente anti-Estado, teniendo características del libertarismo. Vox
ejemplifica en España el trumpismo, a diferencia de la ultraderecha francesa,
por ejemplo, liderada por el partido de Le Pen
Las limitaciones políticas de carácter identitario de lo “políticamente
correcto”
Frente
a esta amenaza, la estrategia de la izquierda estadounidense, a través del
Partido Demócrata, fue enfatizar las políticas antidiscriminatorias de género y
de raza, encaminadas a la integración de las mujeres y minorías en el
establishment político-mediático del país. Se seguía una estrategia basada en
lo “políticamente correcto”, es decir, con unas prácticas y un lenguaje
antidiscriminatorio focalizados en políticas públicas de afirmación identitaria
(repito, fundamentadas en el género y la raza).
Tales
intervenciones, sin embargo, aunque importantes, han sido insuficientes. Su
falta de atención hacia la discriminación de clase (es decir, hacia la
discriminación contra las clases populares) ha sido su gran punto flaco. El
fracaso de esta estrategia, en el caso del mayor movimiento feminista en EEUU
(NOW), se ve claramente en que la mayoría de mujeres de clase trabajadora (la
mayoría de mujeres) no votaron a la candidata feminista, Hillary Clinton, sino
a Trump. El supuesto de que el movimiento feminista estaba hablando en nombre y
en defensa de todas las mujeres no convenció a muchas mujeres, incluyendo la
mayoría de mujeres de la clase trabajadora, que no votaron por la candidata de
NOW, sino por Trump, que se presentó como el candidato antiestablishment
neoliberal, centrado –según él- en el Estado federal.
La discriminación olvidada: la discriminación de clase.
Las
mujeres, como los hombres, pertenecen a distintas clases sociales, cada una de
las cuales sufre distintas formas de discriminación, sosteniendo intereses
distintos e incluso opuestos. Y la realidad es que parte de las dirigentes del
movimiento feminista son mujeres de clase media alta ilustrada (es decir, con titulación
universitaria) cuyas propuestas y cuyo discurso no atrae a las mujeres de clase
trabajadora, o no las atrae con suficiente fuerza para superar su identidad de
clase. Como cualquier ser humano, las mujeres tienen varias identidades, una de
ellas la de ser mujer. Pero tiene también otras identidades, como la de la
clase social a la cual pertenecen. Y esta última define también cómo se expresa
la identidad como mujer. La mujer liberal burguesa (de clase alta) por ejemplo,
tiene una visión de “ser mujer” distinta a la visión de la mujer trabajadora. Y
esta realidad queda ocultada, sin embargo, cuando las primeras se presentan
como representantes de todas las mujeres. Lo que ha ocurrido en las últimas
elecciones presidenciales en EEUU es un claro ejemplo de ello.
Discriminación violenta contra la MUJER, Odio y misoginia. Políticas discriminadoras, odio y violencia contra las propias Congresistas - del partido Demócrata - por parte del todo poderoso y "dueño del Mundo", el sr., TRUMP
*****
*****
Los derechos políticos y sociales están muy determinados por los
derechos económicos
El discurso identitario se ha centrado en EEUU
principalmente en los derechos políticos y sociales (como por
ejemplo los derechos de representación, puestos de poder ocupados por las
personas discriminadas, sean estas mujeres o minorías), pero muy poco en los
derechos económicos.
Más concretamente, el discurso identitario en EEUU se
ha centrado en corregir la discriminación de las minorías y de las mujeres,
con propuestas para facilitar la integración de dichas personas discriminadas
en la estructura del poder actual, asumiendo que tal integración ayudaría a
todas las mujeres o miembros de las minorías. En este sentido, la estrategia
feminista se ha centrado en los temas identitarios, facilitando la integración
político-social de los sectores discriminados, con un énfasis en el desarrollo
de los derechos políticos y sociales de representatividad, tanto en la esfera
pública como en la privada. Sin embargo, ha ofrecido una atención muy limitada
a los derechos económicos (los derechos que centran la atención de las clases
populares -mujeres y hombres- tales como el trabajo y los salarios dignos, el
acceso a la sanidad, a la educación, a la vivienda, a la jubilación digna,
etc.). Al centrarse en combatir las discriminaciones por raza o género, han
olvidado la discriminación por clase, facilitando así la imagen de que el
objetivo de la estrategia del Partido Demócrata era la supuesta captura del
Estado federal por parte de las minorías y las mujeres. Y así lo han percibido
las clases discriminadas. El Partido Demócrata, por ejemplo, ha dejado de estar
liderado por hombres blancos, siendo estos sustituidos ahora por mujeres y
afroamericanos (la mayoría de clase media ilustrada, es decir, con formación
académica), que continúan imponiendo políticas neoliberales como por ejemplo el
estímulo de la movilidad de capitales e inversiones -la odiada globalización-
que ha dañado a las clases populares. La Sra. Clinton, líder feminista, era la
mejor promotora, como ministra de Asuntos Exteriores del gobierno Obama, de la
globalización del capital estadounidense, lo que facilitó la
desindustrialización de EEUU y dañó a la clase trabajadora industrial, eje del
apoyo a Trump.
El socialismo como ideología transversal
Esta
orientación exclusivamente identitaria evitó la transversalidad que ofrecía el
concepto de clase social, lo cual habría permitido relacionar los distintos
movimientos identitarios, mostrando su relación e interdependencia. De ahí la
novedad y atractivo del socialismo: un proyecto basado en la universalización
de los derechos sociales y de los derechos económicos, que mejore la calidad de
vida de las clases populares (en su distinta y variada composición de género y
raza) a través de un proyecto de empoderamiento y emancipación que una las
distintas luchas para disminuir y erradicar la explotación con un hilo
conductor, utilizando las instituciones representativas y las movilizaciones
sociales para alcanzar su objetivo.
Y
este es el proyecto que Bernie Sanders anunció en la presentación de su
candidatura en Washington D.C. Habló del socialismo democrático como la
continuación del New Deal iniciado por el presidente más popular que haya
tenido EEUU, el presidente Franklin D. Roosevelt. Fue este el que habló de la
necesidad de que el Estado federal garantizara, junto a los derechos sociales y
políticos (la libertad de expresión, de asamblea y de religión, de
participación en el proceso electoral, de acceso a la información y de
organización, entre otros) los derechos económicos y sociales (como el derecho
al trabajo digno y bien remunerado, a los servicios sanitarios, a la salud, a
la educación -desde escuelas de infancia a la universidad-, a la vivienda digna
y confortable, a un medioambiente de calidad y a la jubilación -también digna y
satisfactoria-, entre otros).
La materialización de tales derechos exigía un cambio sustancial de las políticas públicas que, como había denunciado el presidente Roosevelt antes y Martin Luther King más tarde, habían sido favorables a ofrecer todo tipo de ayudas públicas a las rentas del capital y de las clases pudientes (el “socialismo para los ricos y para el mundo empresarial”, corporate socialism). España se podría haber añadido el socialismo bancario (por haber recibido la banca la ayuda pública más importante que el Estado haya hecho, con 60.000 millones de euros).
El socialismo para los ricos y el mundo empresarial
La materialización de tales derechos exigía un cambio sustancial de las políticas públicas que, como había denunciado el presidente Roosevelt antes y Martin Luther King más tarde, habían sido favorables a ofrecer todo tipo de ayudas públicas a las rentas del capital y de las clases pudientes (el “socialismo para los ricos y para el mundo empresarial”, corporate socialism). España se podría haber añadido el socialismo bancario (por haber recibido la banca la ayuda pública más importante que el Estado haya hecho, con 60.000 millones de euros).
El socialismo para los ricos y el mundo empresarial
Lo
que era necesario (según había apuntado Roosevelt) era un cambio de 180º en el
tipo de socialismo. El socialismo democrático popular tenía que sustituir al
“socialismo de las élites financieras y económicas”, socialismo este último que
había sido un desastre y estaba (está) llevando a EEUU a la “barbarie”,
forzando, como bien predijo Karl Marx, a tener que escoger entre “barbarie o
socialismo”. Y la realidad lo está demostrando hoy también. Actualmente existe
un gran rechazo hacia el capitalismo salvaje (el socialismo de los ricos) que
Trump representa. La gran mayoría de los jóvenes y de las mujeres (los dos
grupos con peores condiciones económicas) preferirían vivir en un socialismo
democrático que no el capitalismo actual. En un país donde el 1% de la
población estadounidense posee el 92% de todas las acciones bancarias y en el
que el director ejecutivo de la compañía comercial más grande, Walmart (que
tenía a la Sra. Clinton en su dirección), gana más de mil veces más que uno de
sus empleados medios, no es sorprendente que las clases populares estén
enfadadas. Y todo esto queda ocultado con el énfasis en Trump. Lo que es
prácticamente nuevo en EEUU es que grupos que han sido víctimas del sistema,
intenten romper con la monopolización de su victimismo para coordinarse e
incluso unirse en un proyecto común que favorezca a todos los amplios sectores
de la población que están explotados y discriminados. Para entender el elemento
de transversalidad en su estrategia unitaria, hay que recuperar el concepto de
poder de clase y el significado del socialismo. Este hecho, que es lo más importante en EEUU,
es lo que el establishment político-mediático español quiere ocultar.
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