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“El
ambientalismo latinoamericano es un movimiento diversificado y heterogéneo, aunque su sentido de pertenencia le da unidad. Esta
diversidad aumenta con el creciente ingreso de nuevos actores y la apropiación
del discurso ambientalista desde otros ámbitos. El surgimiento de posturas mesiánicas, y aún el surgimiento de un neoliberalismo verde, plantea nuevos
desafíos al movimiento ambiental. La tarea de contribuir, junto a otros movimientos, a la reconstrucción de la praxis
política desde los sueños utópicos, se vuelve hoy una necesidad impostergable. El ambientalismo
latinoamericano aparece como una manifestación diversa, de múltiples
tonalidades. Muchos hoy lo observan con
simpatía, aprobando su lucha por preservar la naturaleza o mejorar nuestras
ciudades. Pero otros todavía lo miran con desconfianza, considerándolo una lujosa imitación de lo que
sucede en los países ricos, o como un nuevo
germen de desestabilización de nuestros países. Este cuadro se complica hoy
cuando casi todo el mundo tiene algo que decir sobre el tema ecológico, y desde todas las tiendas se presentan las más bellas declaraciones de intención que
compiten en elocuencia y radicalismo. No puede negarse que la fuerza del ambientalismo va en
aumento. En todo el continente se verifican diversos deterioros ambientales, y algunos, como
la emisión de gases contaminantes, pueden estar ligados a los problemas globales. La problemática
ecológica ahora alcanza casi todos los sectores de la vida de cualquier
país. A todo esto se suma el sentimiento de que el ambientalismo es todavía una
opción de cambio real. En efecto, en un contexto donde para muchos ya
no hay alternativas de transformación donde la izquierda y la derecha se confunden, y los marcos de discusión se
revierten y deforman, la temática ambiental plantea nuevas formas de vida y
relación que mantienen vigentes las opciones de cambio”. Eduardo Gudynas.
Director de CLAES Uruguay.
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Eduardo Gudynas, reconocido ambientalista de nacionalidad Uruguaya. Master en Ecología Social Docente y Académico de varias Universidades Latinoamericanas. Director del Centro Latino Americano de Ecología Social. CLAES.
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AMBIENTALISTA
EDUARDO GUDYNAS. PROGRESISMO:
LAS
CONTRADICCIONES DE LOS GOBIERNOS DE AMÉRICA DEL SUR.
Entrevista.
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Jean Cano.
Plan V. sábado 14 de junio del 2014.
Eduardo Gudynas es un
ambientalista reconocido en América y referente entre los activistas. Es
crítico de las políticas de Rafael Correa.
El ambientalista uruguayo
Eduardo Gudynas considera que América del Sur da un giro hacia el progresismo.
Un nuevo animal político lleno de contradicciones. Hace un diagnóstico del
debilitamiento del proceso ambientalista en Ecuador iniciado por el mismo
Rafael Correa.
¿Los ambientalistas están
perdiendo la pelea con los gobiernos en América Latina? En el mediano plazo hay que reconocer que los problemas ambientales se
han ido acumulando, pero por otra parte hay que reconocer que ha habido avances
importantes y todos los países tienen organizaciones ambientales consolidadas.
En América del Sur completaron sus reformas de primera y segunda generación de
la legislación ambiental; en gran medida por empuje, presión y denuncia desde
la sociedad civil. Y lo que está sucediendo ahora en los países de América del
Sur es que, en buena medida, las leyes están… pero no se aplican o se aplican
mal. Están las agencias ambientales pero no trabajan de forma eficiente, no
hacen controles rigurosos y muchas veces están sin presupuesto y sin personal.
Entonces estamos en una situación de complejidad en la aplicación de la
normativa y en la fiscalización. Y paralelamente no logramos dar un paso hacia
nuevas normativas que son necesarias en el siglo XXI. Y tal vez Ecuador sea el
caso más contradictorio…
Es el único país que
reconoce derechos a la naturaleza… Claro. Ecuador es el único
que dio el paso innovador de tener los derechos de la naturaleza en la
Constitución pero no logra aplicarlo en la cotidianidad de la gestión del
Estado, las empresas, la sociedad en todo su espectro.
¿Qué ejemplos tiene usted
de este estancamiento en América del Sur? Un
problema que se repite en los demás países son ciertos proyectos de
extractivismo de tercera y cuarta generación, me refiero a megaminería a cielo
abierto o explotación petrolera en la Amazonía, que son ambientes de alto
riesgo. O de cuarta generación el fracking, la explotación del gas por
fractura… Si aplicaran en serio los derechos de la naturaleza no habría
explotación de nuevos pozos petroleros en la Amazonía. Eso es evidente porque
sin duda el impacto ambiental es enorme y por más que se apele al sueño de
resoluciones tecnológicas… los riesgos de accidentes son muy altos, tan altos
que no vale la pena llevar adelante el emprendimiento. A esto me refiero con
esta nueva mirada ambiental, que está más basada en el riesgo que en el
optimismo tecnológico. Lo grave es que esto se repite en todos los países.
¿Cuáles son los problemas
ambientales similares al de la explotación petrolera en el Yasuní? Uno me parece muy impactante… dos gobiernos muy distintos como el de Colombia
y el de Uruguay, uno calificado de centroderecha y otro que expresa una
izquierda con una coalición política muy estructurada. Dos presidentes
distintos, como Santos que viene del patriciado, volcado a sectores
conservadores, y Mujica, guerrillero que estuvo preso y entró tardíamente a la
política formal. Lo impactante no es que sean distintos sino que los dos
gobiernos quieren hacer megaminería. El principal proyecto económico de
inversión de Mujica es iniciar en el país la megaminería de hierro a cielo
abierto. En esto se parece a Ecuador porque eran los dos países que no la
tenían. Esas circunstancias se repiten en todos los países. Hemos llegado a una
situación en la cual los países latinoamericanos no saben hacer otra cosa que
no sea el extractivismo.
¿Por qué pasa esto? Eso tiene que ver con las dificultades que han encontrado en la gestión
cotidiana del Estado. Todos los meses tienen que pagar los salarios, obra
pública... Han perdido la capacidad de innovación y renovación que tenían
cuando estaban en la oposición. Por otro lado los ha atacado un reflejo
electoralista.
Las organizaciones de la
sociedad civil están perdiendo la capacidad para enfrentar esa ola de cambios
en las líneas de esos gobiernos. En Ecuador hay el Decreto 16, el duro control
a las ONG, a diferencia de otros países…
Y no los
quiero deprimir. En todos los países de gobiernos progresistas, sorpresivamente
está habiendo acciones del gobierno y reformas administrativas y judiciales
para encapsular y limitar, e incluso condicionar, las acciones de las
organizaciones ciudadanas. Y ustedes tienen un gran abanico de acciones, hay
acciones ante la opinión pública, por ejemplo Lula y Mujica constantemente se burlan de las organizaciones
ambientalistas. Lo hacen repetidamente
diciendo de que, son pedidos tontos que traban el progreso del país, que son
trasnochados, que representan una burguesía anticuada, etc. Hay acciones
intermedias que ocurren en Argentina y
en Brasil como son judicializar a
los líderes ciudadanos. Son juicios o procesos a los líderes en temas civiles.
Luego un proceso complicado se vive en Bolivia
y Ecuador donde el gobierno exige que las organizaciones ciudadanas cumplan
un nuevo tipo de normativas que implica el visto bueno desde los ministerios
del Estado. Y tienen además siempre la sombra, el riesgo, de que puedan ser
clausuradas o expulsadas, cuando violan algunas de las normas a criterio del
gobierno. El problema es que esas normas violadas son muy discrecionales. Por
lo general tienen que ver con protestas o denuncias que están asociadas con
derechos ciudadanos, con organizaciones de pueblos indígenas o temas
ambientales que afectan la inversión. No es tanto el problema porque haya o no
contaminación, sino porque impidan o puedan invertir la llegada de inversiones
o la marcha de un proceso exportador. En el fondo las que se protegen son
razones económicas.
Entonces, estamos llegando
a un punto donde puede haber más radicalidad o más política. ¿Una solución es
crear partidos verdes? No, la experiencia
latinoamericana indica que los partidos verdes no han sido un proceso
fructífero. Porque además hay partidos verdes de centro, de izquierda y de
derecha. Y no han funcionado. Lo que si ha funcionado potentemente es la
introducción, la dimensión verde en la vida de diferentes corrientes políticas.
Lo que ha pasado en los últimos años es que –sorpresivamente– la izquierda se
suponía que al llegar al gobierno iba a ser una izquierda multicolor: roja por
izquierda pero iba a incorporar lo verde del ambientalismo y los colores de
otros movimientos sociales, tema género, indígena… pero no lo hizo. Esa es una
izquierda marrón porque le interesa el extractivismo, como la minería y el
petróleo. Estamos comenzando a distinguir y separar que no es lo mismo la
izquierda, la vieja perspectiva de izquierda de fines de los 90 y principios de
los 2000, y el progresismo gobernante. Entonces izquierda y progresismo ya no
son lo mismo. El progresismo del
gobierno se está convirtiendo en otro animal político, con una identidad
política distinta.
América
Latina sufre un gran deterioro ambiental, así lo refleja el ATLAS elaborado por
las Naciones Unidas., presentado el pasado 13 de diciembre del 2010 en
la Ciudad de Panamá. Documento excepcional, cuya consulta resulta obligada para
quienes se interesan por los problemas ambientales y territoriales del mundo y
de la época que nos ha tocado vivir.
***
¿Cuál es esa identidad? Sin duda son gobiernos democráticos. Pero tienen todas esas
restricciones para las manifestaciones de la sociedad civil y eso es una
ruptura con la vieja tradición de izquierda. La vieja tradición de izquierda
era claramente popular. Por ejemplo, no se entiende que un gobierno de
izquierda, supuestamente, pero progresista, reprima manifestaciones de
estudiantes. Era esa izquierda que quería radicalizar la democracia,
plebiscitos, consultas nacionales y a escala municipal. El actual progresismo
en el gobierno le tiene miedo a las consultas y plebiscitos. Así como en
Ecuador hay un debate sobre la consulta ciudadana sobre el Yasuní, en Uruguay
hay una iniciativa ciudadana para plebiscitar una reforma constitucional para
impedir la megaminería y el gobierno de Mujica se opone también… Era una
izquierda profundamente respetuosa y promotora de las relaciones con los
movimientos indígenas porque en buena parte llegaron al gobierno gracias a
ellos. Ahora hay gobernantes progresistas que se burlen de los indígenas… Los
persiguen o cuestionan, como sucede en Bolivia, intentan coaccionar o presionar
sobre sus organizaciones nacionales. Era una izquierda que defendía la justicia
social. Y en algunas dimensiones, económica, cultural, acceso a la vivienda, a
la educación, a los servicios de salud, un abanico de derechos… pero el
progresismo gobernante se ha enfocado en lo económico y en especial en las
ayudas económicas a los más pobres. Eso es muy potente pero la justicia social
es mucho más que pagar un bono por mes. Esas otras dimensiones de la justicia
social han quedado relegadas por el asistencialismo económico mensual en estos
programas de pagos a los sectores más pobres. Estos gobiernos progresistas no
son conservadores, también hay que reconocer eso. No lo son. Pero no es la
izquierda de 10 años atrás.
Sin embargo, aquí nuestro
Presidente es católico e impone sus principios al país… En los otros países igual. Tabaré Vásquez vetó la ley de derechos
reproductivos y no es católico. Ahora se le dio paso con Mujica. Pero antes no.
Otro punto de mi teoría es que la izquierda llegaba a los gobiernos es
agrupamientos políticos partidarios. Se ponía énfasis en el proceso, no en el
líder. De hecho uno de los eslóganes de Evo Morales es que él seguía
obedeciendo al pueblo y eso se ha invertido. Y los gobierno progresistas
dependen mucho de la personificación del líder.
¿Hacia donde va todo esto?
¿Un nuevo tipo de autoritarismo? No utilizaría la palabra
autoritarismo. Aunque hay restricciones, problemas, presiones. Pero me parece
un poco temprano para usar la palabra autoritarismo. Aunque en algún sector sí
hay medidas que puedan calificarse de esa manera. Los peligros que veo en una
reflexión preliminar son que así como el progresismo es un nuevo animal
político, genera una oposición político partidaria desde un nuevo tipo.
Entonces –sorpresivamente– se está generando una nueva derecha que tiene otro
talante, otra flexibilidad y otras innovaciones. Están contribuyendo a
mercantilizar más a la sociedad y eso va en contra de ese empuje de izquierda.
Todo son compensaciones económicas para los más pobres, que están bien pero no
alcanzan. En minería o petróleo se intenta acallar la oposición local diciendo
‘yo les traspaso más dinero de las regalías’ y además se alienta la adhesión
electoral con el consumismo de masa para los sectores populares. Se ha perdido
esa visión crítica sobre la calidad del consumo y qué es bueno o malo para
nuestro bienestar. Una siguiente dimensión que me preocupa: como todos estos gobiernos
son extractivistas, compiten internacionalmente entre ellos y al competir entre
ellos no hay avances reales en la integración sudamericana porque todos
exportan lo mismo. Compiten con los vecinos en exportar y en atraer inversores,
la integración ha avanzado en el plano político, migración, tránsito de
personas, pero está estancada en poder articular la producción entre nuestros
países… facilitar la industrialización regional.
¿Entonces dónde se debe
buscar el nuevo equilibrio si estos gobiernos llegaron al poder con ese
discurso? El primer paso para resolver el problema es
reconocerlo. Eso es extraordinariamente importante porque en varios países los
gobiernos progresistas dicen ‘yo soy la alternativa y no hay nada más allá de
nuestro gobierno’. Reconocer que puede seguir avanzado en el proceso de cambio
es el primer paso. El segundo es que hay algunos elementos de aquel aprendizaje
de la izquierda de los 90 y principios del 2000 que son claves, uno es que los
procesos de cambio son democráticos, Mujica y Chávez abandonaron su etapa de
golpismo y pasaron a la democracia. Es clave una fuerte compenetración con
derechos humanos. El progresismo, a veces, va para atrás en la defensa de los
derechos humanos. Hay que recuperar la dimensión ambiental, la dimensión de
género, una interculturalidad que sea respetuosa de los pueblos indígenas.
Sumando esto y otros elementos hay otra forma de construcción política. No es
el talante de ser despectivo a los que tienen ideas diferentes sino que es
construir con ellos. Como va a haber una crisis en el comercio internacional,
en el lado energético o por el lado económico financiero, los países
sudamericanos que no preparen estrategias alternativas al extractivismo
exportador van a estar en serios problemas… y eso tendrá enormes consecuencias
políticas.
Algunos están a destiempo… Todos.
Es un problema de todos.
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