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PRESIDENTES MIEMBROS DEL CELAC (COMUNIDAD DE ESTADOS LATINOAMERICANOS Y EL CARIBE), expresan respaldo a la Argentina ante el fallo a favor de los Fondos Buitres.- Una
condena a la agresión El presidente de Bolivia consideró que la decisión de la
Corte Suprema norteamericana apunta al “saqueo de nuestros recursos humanos”.
Es una nueva muestra de apoyo de la región al país por este caso. El
fallo de la Corte Suprema estadounidense a favor de los fondos buitre decantó
en la solidaridad de presidentes de la región. “No sólo pretenden provocar
nuevas crisis financieras en nuestros países, sino conducirnos a la
privatización de nuestras empresas y al saqueo de nuestros recursos naturales,
como siempre lo hicieron”, aseguró ayer el mandatario boliviano Evo Morales, al criticar la decisión de la
Justicia norteamericana que obliga a pagar al Estado argentino a los
acreedores que no ingresaron al proceso de reestructuración de la deuda. “Condenamos
una agresión contra Argentina porque es también una agresión contra el pueblo
boliviano, contra toda América latina, especialmente a los países en un proceso
de liberación política, social, cultural y económico-financiera”, destacó el
jefe de Estado boliviano, enviando un mensaje solidario al gobierno argentino,
y agregó que “no es posible que las llamadas especulaciones financieras cometan
una extorsión económica”. En un acto en la Cancillería de su país, Morales manifestó que “como gobierno y como pueblo boliviano
rechazamos cualquier decisión de cortes extranjeras que atenten contra la
soberanía” en la región.
La
Corte Suprema de Estados Unidos falló en contra del
amparo que había solicitado el Estado argentino ante la decisión del juez Thomas Griesa a favor del reclamo de
los fondos buitre. En ese marco, líderes regionales, como el uruguayo José Mujica, rápidamente salieron en
defensa de la posición argentina, así como también lo hicieron organismos
internacionales de la región como el MERCOSUR,
la CELAC y el PARLASUR. “Lo que se pretende
hacer con Argentina es un complot
financiero alimentado por la voracidad de quienes se aprovechan de nuestras
crisis económicas; estamos ante una guerra inmoral de alta intensidad
financiera”, apuntó el presidente boliviano, analizando la proyección de la
decisión judicial en territorio norteamericano. Morales hizo foco en que “Argentina sufre una agresión financiera
económica por efecto de los fondos buitre que apuntan al saqueo de las materias
primas”, acompañando también la denuncia
de Mujica en la que advirtió que los holdouts intentaban quedarse con “el
petróleo de Vaca Muerta”.
Los países
miembros de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y del MERCOSUR
expresaron su respaldo a la posición Argentina frente al accionar de los fondos
buitre y al fallo judicial emitido en Nueva York, informó la cancillería.
Los presidentes de los Estados que integran el MERCOSUR manifestaron “su más absoluto rechazo a la actitud de dichos fondos, cuyo accionar obstaculiza el logro de acuerdos definitivos entre deudores y acreedores y pone en riesgo la estabilidad financiera de los países”.
Los presidentes de los Estados que integran el MERCOSUR manifestaron “su más absoluto rechazo a la actitud de dichos fondos, cuyo accionar obstaculiza el logro de acuerdos definitivos entre deudores y acreedores y pone en riesgo la estabilidad financiera de los países”.
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El mandatario boliviano
recordó que “uno de los manifiestos de
la cumbre del grupo de países en vías de desarrollo y China (G-77 + China)”,
que se realizó en Santa Cruz, “plantea un peligro para todos los procesos
futuros de reestructuración de la deuda, tanto en los países en proceso de
desarrollo como para los desarrollados”. Allí, la presidenta Cristina Fernández
de Kirchner cerró su intervención, anticipando la posición del Estado
argentino, en donde denunció a los
holdouts. “Este fondo compró deuda por 49
millones de dólares y ahora en el dictamen del juez de Estados Unidos vale
17 veces más”, explicó Morales y agregó que “es prácticamente un asalto”. “Condenamos la agresión que están
sufriendo nuestros pueblos, nuestros gobiernos progresistas”, aseguró el
presidente de Bolivia, y reiteró que condenaba “enérgicamente esta estrategia
financiera e inmoral que se trata de aplicar contra el pueblo argentino”.
Además insistió en que el caso de la Argentina trataba de “una agresión
financiera económica”, a la vez que agregaba, casi al finalizar el acto que
presidió, que no se podía permitir que “los actuales especuladores financieros se conviertan en
extorsionadores financieros”.
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De la
declaración que decía “Argentina no va a cambiar de posición: no le vamos a
pagar un solo dólar a los fondos buitre. No hay nada que negociar con ellos”,
del Ministro de Economía Héctor Lorenzino (31/10/2012); de lo enunciado por
la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner el 12/11/2012 en un acto en
Villa Constitución donde rechazó de plano la posibilidad de reabrir el canje de
deuda para negociar con los “fondos buitres”, advirtiendo que su gestión
“no cederá dinero a costa del hambre y la exclusión de millones de argentinos”;
pasaron sólo cinco meses.
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ARGENTINA: SOBRE LOS FONDOS BUITRES.
ÉPICA, SOBERANÍA, GLOBALIZACIÓN.
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Sociólogo.- Horacio
González.
Página /12 martes 24
de junio del 2014.
Durante
muchos años las fuerzas avanzadas del país postularon el “no pago de la deuda externa”. Lecciones prácticas obtenidas en los
momentos más dramáticos de la historia nacional –el empréstito de la Casa
Baring Brothers– llevaron a muchos hacia una idea soberanista de cuño jacobino
que cautivó a una parte importante de las fuerzas políticas, sobre todo del nacionalismo de izquierda y del
socialismo latinoamericanista. Sucesora de la idea de esquivar la deuda
denominada ilegítima fueron las propuestas, apenas un poco más moderadas, de
distinguir por un lado entre débitos que eran deudas reales y, por otro lado,
compromisos con quienes nada prestaron y sólo compraron papeles devaluados a la
espera de dar un tóxico aguijonazo.
Con
un grano aún mayor de moderación, se ensayó la denominada reestructuración de
la deuda, obligaciones tomadas en épocas anteriores del país –como la del Club
de París–, con la que la época actual demostró la continuidad del Estado
argentino, al retomar compromisos contraídos con mucha anterioridad, en
períodos históricos a los que este gobierno les destinó duras críticas en el
balance de la historia, aunque sin romper la idea de constituirse en sucesor
responsable de esos gravámenes generados por otros estilos gubernativos y bajo
otras condiciones de conciencia cívica en torno del endeudamiento financiero
externo.
El fallo de la Corte
norteamericana y la acción del juez
Griesa, de quien se dice que “perdió la paciencia con Argentina” (¿qué
clase de juridicidad encerraría el concepto de paciencia?), son hechos de
extraordinaria significación, que remueven los cimientos –precarios, como se
quiera– que durante varios siglos fundaron las complejas naciones
contemporáneas periféricas. Pero incluidas también las centrales, a pesar de
que sus organismos económicos, militares y jurídicos tienen las mayores
posibilidades de control y hasta de intervención en economías subordinadas.
Admitido esto, sin embargo subsiste el principio de la nación como órgano dador
de identidades y aglutinador de relevantes funciones de autonomismo económico y
cultural.
No obstante, no es
conveniente el nacionalismo autocomplaciente o las tentaciones costumbristas
del “ser nacional”. En cambio, tenemos a mano la posibilidad de reconstruir el
“Epos nacional”. ¿De qué se trata? El “Epos” es la historia narrada como
epopeya autorreflexiva, entrecruzada de las interpretaciones que les asigna
libremente cada colectivo social para justificar sus prácticas y deseos.
Saquemos ya de circulación la palabra relato, que lamentablemente pasó a
significar impostura. Por eso la infortunada decisión de Griesa y la Corte
norteamericana permiten un debate sobre el Epos nacional, en este caso ligado a
la gran cuestión: ¿cómo hablar del tema? Comenzando por la palabra “buitre” y siguiendo por la palabra “extorsión”, las palabras a ser usadas
constituyen verdaderos cuerpos ideológicos que marcan rumbos diversos para la
interpretación del estatuto autonomista de una ética democrática de la nación.
La nación comienza por yacer implícita en la lengua.
El punto justo en que debe
establecerse el autonomismo nacional debe ser una primicia política. La patria
es el otro. Por lo tanto, ni apoteosis patrioterista ni torpes acusaciones de
“falta de profesionalismo” hacia el ministerio público nacional (en sentido
amplio, denominamos así al conjunto constitucional-político que conforman la
presidencia, los propios ministerios, las instancias públicas de argumentación
y negociación). Esto debe reflejarse en el vocabulario, las instituciones
oratorias de una nación, que son las pulsaciones anunciadoras de toda justeza
argumental. De ahí que lo que llamamos un nuevo Epos nacional debe hacerse
cargo de las “estructuras de
sentimiento” que sondeen más lúcidamente el recinto práctico y conceptual
adecuado, para redescubrir el interés nacional, en este tramo de la
historicidad universal en que se halla nuestro país. Se reclama más democracia invencional, globalización no agresiva,
pacifismo ejemplar y crítica teórica a los estadios del capitalismo que
llevan a guerras territoriales y neocolonialismos financieros.
Las
calles de Buenos Aires, capital argentina, se llenaron de carteles en repudio a
los fondos buitre, en apoyo a la decisión política de la Presidenta, suele
afirmar que las mutaciones del dominio económico globalizador importan más que
los actos de explotación. Debemos llamar la atención sobre el interesante
problema planteado, pero es conveniente seguir empleando también el concepto de
explotación, de larga memoria en los movimientos sociales universales.
***
Entonces:
¿por qué no se puede decir que hay extorsión, cuando aun para los mismos
institutos jurídicos universales aceptados por la propia “pax armada” de la razón capitalista, la decisión de la Corte norteamericana
es facciosa? ¿Hay que hablar de fracaso de los negociadores argentinos y de los
“errores cometidos” antes de señalar la gravedad de que en el seno más
problemático del capitalismo mundial se tome una decisión tan catastrófica? ¿No
son más culpables los gobiernos precedentes que tomaron la deuda, antes que el
gobierno actual que, sin contar con otras posibilidades, aceptó como sede de
litigio a la ciudad de Nueva York? Pero además: ¿se dará rienda suelta a un
nacionalismo vulgar; se irá a negociar envueltos en banderas épicas que no
cuenten con la necesaria sabiduría? ¿O habrá propuestas de decoro nacional –la
epopeya honrosa y sobria– que evite la acomodaticia postulación de que hay que
pagar y se acabó? ¿Nos expondremos al default técnico o surgirá una veta de
acuerdos necesaria y no deshonrosa, que se inspire en las epopeyas de la
juridicidad democrática y busque soluciones imaginativas para el trato con
estos poderes desmandados? Por otra parte: ¿reafirmaremos derechos soberanos
con intrepidez o volveremos cabizbajos al mercado de capitales, desfinanciados
e implorantes? Y sobre todo: ¿podrán subsistir autónomamente las naciones?
Muchas de estas preguntas ya cuentan con respuestas adecuadas.
En uno de sus discursos, la Presidenta afirmó: “No se trata de una disputa jurídica ni
legal sino de la discusión de un modelo de negocios, que si prospera va a
producir tragedias inimaginables, en las que ya no será necesario explotar a
nadie sino contar con gobiernos dispuestos a negociar comisiones desorbitantes”.
¿No abre este pensamiento una discusión fundamental que conviene seguir
estudiando? Desde luego, no cuadra abandonar el “epos nacional”, es decir, la
epopeya bien escrita como hilo significativo de una historia. Pero tampoco es
posible, ante tamaña coyuntura nacional y mundial, devolverse mutuamente la
acusación de “mentirosos” entre los partícipes de la querella intranacional,
que nunca cesa, pero debe encontrar otros cauces.
Cuando dos parapetos se
lanzan el epíteto de falsarios, no gana nadie el debate porque no hay debate.
Liberemos las cápsulas que retienen a las palabras como si brotaran ya
interpretadas, refutadas y escarmentadas de antemano. No es desacertado decir
que ésta es una disputa por el “Epos” de las sociedades, que por cierto, también
aparece como “una discusión por el modelo de negocios”, el de la “extorsión” o
“comisiones desorbitantes”. ¿Qué se opondría a esto? Una supuesta racionalidad
en el intercambio de la producción de mercancías y dinero en una nueva escala
mundial de circulación de productos (informaciones, imágenes, consumos, deuda,
tiempo, lenguajes, símbolos, los “productos” de los nuevos dominios
imperiales). Pondremos sin embargo alguna reticencia en esta cuestión.
Max
Weber veía una épica de salvación en la “ética protestante”, considerándola uno de los motores del
capitalismo. A la inversa, debemos recurrir ahora a otro tipo de épica de movilización democrática que
cuestione el “espíritu del capitalismo”,
representado por este modelo de negocios, que no es sólo tal: son ideologías
que cubren groseramente la revolución tecnológica, como la “teoría de la
información”, y también superestructuras jurídicas fusionadas por lógicas
complejas de la globalización. Léase por ejemplo lo que escribe Carlos Pagni
para demostrar que no se puede cambiar la sede de pago. Dice: son bonos que
“están depositados en la Depositary Trust Company, una especie de Caja de
Valores de alcance global. Quiere decir que la hipótesis de pro-fugarse de la
jurisdicción norteamericana presenta inconvenientes logísticos casi
insolubles”. ¡Linda noticia!
Se da por natural que la
mera existencia de esas misteriosas organizaciones inhabilita cualquier otra
reflexión o alternativa que no sea pagar en las condiciones dictaminadas por un
juez que hace de su ciencia jurídica un grave hecho intempestivo. Porque no es
fácil decir quién es Griesa. No hay
duda de que fue amasado lentamente en los pliegues de las nuevas derechas
norteamericanas, sorbiendo el té vespertino del mando imperial que en ciertas
esferas ha fusionado la circulación del derecho con la circulación de la
destemplanza financiera. Muy lejos ahora de los tiempos de Jefferson o Beccaria, en países como Estados Unidos, una parte
sustancial del orden judicial se convirtió en un fino oído de las necesidades
de algunas de las más alienadas y oscuras formas del dinero “derivado”, como
postrera forma fetichista del gobierno abstracto de la humanidad: la
globalización. Sin innecesarios vituperios, conocemos quién es el juez en tanto
arquetipo paradójico de una justicia infundada, por más que algunos de sus
fallos anteriores fueron “pacientes” con el país. Evaluando toda su actuación,
será valeroso exigirle nuevas condiciones de negociación.
En la contemporánea historia
jurídica de los Estados Unidos tenemos de todo: la historia del fiscal Garrison, debelador del
asesinato de Kennedy, o grandes
culturas del liberalismo ético y democrático, descendientes de Emerson, Withman o Henry Thoreau.
Mencionemos una recordable narración basada en el género dramático jurídico, el
film de Sidney Lumet, Doce hombres en pugna (1957), con la formidable actuación
de Henry Fonda. Es una joya del humanismo judicial que también existe en el
país del Norte. ¡Qué diferencia con
Griesa! Avergüenza el sector de la prensa escrita argentina que,
desconociendo éstas y otras historias, actúa como parte de un razonamiento que
brota de pliegues soterrados de una conciencia infecunda que grita, desde los
sótanos del alma: “¡Como sea, paguemos ya!”, “¡El juez tiene razón!”, “¡Autogolpe!”, “¡El Depositary Trust nos conmueve!”,
“¡Los fondos buitre evocan el ‘ave totémica’ que le conviene a nuestro país!” Detalle: los grandes diarios de este
país... ¿no titulan sus notas con la expresión auto-inculpatoria, fondos
buitre, sin entrecomillar?
Las tesis del
valor-trabajo de David Ricardo y Smith
fueron citadas por la Presidenta. Son las que le dan desemboque a las teorías
de la plusvalía, cuya historia realiza Marx
en la Historia crítica de la plusvalía. Por su parte, éste sería el verdadero “Epos” del capitalismo, que ahora
adquiere novedosas máscaras. Contienen en verdad nuevas formas de explotación. La Presidenta suele afirmar que las
mutaciones del dominio económico globalizador importan más que los actos de
explotación. Debemos llamar la atención sobre el interesante problema
planteado, pero es conveniente seguir empleando también el concepto de
explotación, de larga memoria en los movimientos sociales universales. Es
cierto, sin embargo, que adquiere nuevos rostros. En los años ’60, Baran y Sweezy –la izquierda
intelectual norteamericana– hablaron de excedentes económicos potenciales. La
modalidad irracional que éstos vehiculizan constituye otra forma de
explotación. Tampoco han desaparecido las fórmulas novedosas de plusvalía.
Sin ir más lejos, la
propia decisión de la referida Corte Suprema es un tipo específico de plusvalía
jurídica, vinculada con extremos intereses financieros de cuño arbitrario. Hay
un tipo reestructurado de plusvalía que lleva a situaciones de explotación
basadas en acciones del “dinero a futuro”, vinculadas con ideologías punitivas:
swap, warrants, turbowarrants, over the counter, calificaciones de países según
su “riesgo”, estilos de gerenciamiento, compra de bonos defaulteados, todo combinado
con guerras interreligiosas o interétnicas, knowledge management y regencias
sobre las conciencias universales de un único tipo monolítico de industria
cultural, demasiadas veces ajena a los grandes legados intelectuales, basada en
un modelo humano lejano al genuino goce artístico.
Son muchas las formas que
pueden llevar a novedosos estilos de explotación. Es preciso no abandonar estas
palabras al desván de los bártulos antediluvianos, ni dejárselas a las partes
ociosas del lenguaje. Son también la garantía que permiten responder a los que
creen que se caerá en la “tentación heroica” por falta de madurez de los
argumentos. No parece ser así, no será así, pero la negociación que haya
revestirá formas de epopeya democrática. Porque puede y debe haber un “epos” nacional basado en la
democracia y en la justicia autonomista, maduro en el reconocimiento de sus
propias fuerzas y de los poderíos trágicos de la compleja mundialización de los
flujos económicos y vitales. Es preciso buscar el tertium datur entre cumplir
humillados o recaer en la facilidad teatral neonacionalista. Recrear la propia
actividad social democrática del país, indagar en un soberanismo renovado,
hablar con dignidad frente al mundo, mostrar las pasiones colectivas y forjar una firme serenidad
al expresarlas, son los imperativos del momento.
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* Sociólogo, director de la Biblioteca
Nacional.
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