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"El nacionalismo de las vacunas
Al ritmo actual de vacunación, las vacunas se agotarán antes de poderlas administrar al conjunto de la población. En los países ricos quizá nos podamos vacunar varias veces al año contra la última variante, pero podemos preguntarnos si será suficientemente rápido o completo para lograr la inmunidad colectiva. La situación es mucho peor en los países pobres, porque la distribución de la limitada oferta de vacunas es muy desigual. Los países ricos, que representan el 20 % de la población mundial, han comprado el 55 % de todas las vacunas. Es probable que muchas personas en los países pobres tengan que esperar a 2023 o 2024 para ser vacunadas. Este nacionalismo de las vacunas tiene una visión solo a corto plazo. Incluso en el caso de un país que tenga una tasa de vacunación alta, persiste la posibilidad de nuevas epidemias si los países vecinos no han hecho lo mismo y si las poblaciones se pueden mezclar. El riesgo de enfermar de una nueva variante en un país con una baja tasa de vacunación es entre cuatro y seis veces más alto que en un país que ha sido vacunado. “Nadie está verdaderamente protegido del covid-19 mientras no lo esté todo el mundo”, afirmaron las personas expertas de la Comisión Lancet sobre el covid-19.
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EL COVID-19 VA A PERSISTIR INCLUSO DESPUÉS DE LA VACUNACIÓN.
Más nos vale prepararnos.
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Por Marc Vandepitte | 26/04/2021 | Conocimiento Libre
Rebelión lunes 26 de abril del 2021.
Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
Cuando empezó la campaña de vacunación a finales de 2020 se esperaba poder retomar una vida normal en un plazo razonable. Pero no se contaba con nuevas variantes preocupantes. Hoy el éxito de una campaña de vacunación ya no es garantía de haber vencido el virus. Es probable que todavía tengamos que aprender a vivir con el covid durante un tiempo.
La inmunidad colectiva
Las perspectivas favorables que teníamos a finales del año pasado se basaban en la esperanza de poder crear con bastante rapidez una inmunidad de grupo gracias a las vacunas, ya fuera por vacunación, ya fuera por una exposición en el pasado al virus. La inmunidad colectiva hace desaparecer el virus. En un principio se pensaba que bastaría con inmunizar a entre un 60 % y un 70 % de la población para lograrlo, pero con las nuevas variantes y en base a nuevos conocimientos, este porcentaje tendrá que ser mucho más alto e incluso se considera la posibilidad de que no alcancemos nunca la inmunidad colectiva.
En primer lugar, la inmunidad inducida por la infección disminuye con el tiempo. También es el caso de los demás coronavirus. Varios estudios demuestran que la inmunidad actual inducida por la infección se mantiene al menos seis meses y en las personas que han tenido síntomas graves la duración es de al menos ocho meses, tras lo cual la inmunidad puede disminuir y desaparecer. Por otra parte, los resultados obtenidos en Sudáfrica y Brasil han demostrado que una infección previa ofrece una inmunidad débil contra las nuevas variantes. Esto significa que queda la vacunación como medio de obtener una inmunidad de grupo duradera. Pero para ello tenemos que salvar al menos cinco obstáculos.
Los límites de la vacunación
Primero, algunas variantes se comportan casi como nuevos virus, contra los que las vacunas solo ofrecen una protección parcial. La mala gestión de los gobiernos, sobre todo en Occidente, ha hecho que hasta la fecha se hayan infectado 143 millones de personas. Esta propagación incontrolada favorece la posible aparición de nuevas mutaciones contra las que las vacunas actuales no protegen.
Segundo, se supone que la protección que ofrecen las vacunas no es permanente. Todavía sabemos poco al respecto, pero las personas expertas suponen que las vacunas proporcionan una inmunidad protectora durante un periodo de entre seis meses y dos años, por ello ya se ha dicho que habrá que volver a vacunarse al cabo de seis meses para garantizar una protección duradera. En Israel, el pasaporte de vacuna también es válido seis meses.
Tercero, no se sabe si las propias vacunas impiden el contagio ni en qué medida. Se supone que impiden el contagio en gran medida, pero todavía no se ha establecido categóricamente. No es un detalle nimio.
“La inmunidad de grupo solo es pertinente si disponemos de una vacuna que bloquee el contagio. Si no es el caso, la única manera de conseguir la inmunidad colectiva es vacunar a todo el mundo”, declaró la profesora Bansal de la universidad de Georgetown en Washington DC.
Cuarto, se está vacunando a muy pocas personas. Con las variantes actuales debería estar vacunada al menos un 80 % de la población para tener la inmunidad de grupo. Actualmente solo algunos países llegan a ese 80 %. Hay que descontar, además, a todas las personas menores de 18 años porque probablemente no se podrán vacunar antes de 2022, como pronto. Representan al menos una quinta parte de la población.
Por último, el ritmo de vacunación es lento y caótico. Teniendo en cuenta la urgencia, podríamos y deberíamos haber puesto a las empresas a trabajar, como en una economía de guerra, pero, en vez de ello, se ha confiado la producción a algunos gigantes farmacéuticos y, a consecuencia de ello, las campañas de vacunación han sido mucho más lentas.
El nacionalismo de las vacunas
Al ritmo actual de vacunación, las vacunas se agotarán antes de poderlas administrar al conjunto de la población. En los países ricos quizá nos podamos vacunar varias veces al año contra la última variante, pero podemos preguntarnos si será suficientemente rápido o completo para lograr la inmunidad colectiva.
La situación es mucho peor en los países pobres, porque la distribución de la limitada oferta de vacunas es muy desigual. Los países ricos, que representan el 20 % de la población mundial, han comprado el 55 % de todas las vacunas. Es probable que muchas personas en los países pobres tengan que esperar a 2023 o 2024 para ser vacunadas.
Este nacionalismo de las vacunas tiene una visión solo a corto plazo. Incluso en el caso de un país que tenga una tasa de vacunación alta, persiste la posibilidad de nuevas epidemias si los países vecinos no han hecho lo mismo y si las poblaciones se pueden mezclar. El riesgo de enfermar de una nueva variante en un país con una baja tasa de vacunación es entre cuatro y seis veces más alto que en un país que ha sido vacunado. “Nadie está verdaderamente protegido del covid-19 mientras no lo esté todo el mundo”, afirmaron las personas expertas de la Comisión Lancet sobre el covid-19.
“Supresión máxima”
Cada día hay más de 750.000 nuevos contagios en el mundo. Con una tasa de contagio tan elevada, es inevitable que se propaguen nuevas variantes preocupantes contra las que las vacunas o infecciones previas no proporcionarán inmunidad. Cuanto más se prolongue esta situación más posibilidades hay de que se multipliquen esas variantes. Según las personas expertas de la Comisión Lancet, estamos en una carrera contra reloj para que la tasa de transmisión en todo el mundo sea lo suficientemente baja para impedir la aparición y propagación de nuevas variantes.
El orgullo respeto a las vacunas está fuera de lugar. Según las personas expertas, una campaña de vacunación con éxito ya no garantiza por sí sola la victoria sobre el virus. Chile es un buen ejemplo de ello: actualmente el 60 % de la población ya ha recibido la primera dosis de la vacuna, pero la cantidad de personas infectadas sigue subiendo. En una población de 19 millones de personas cada día se producen casi 7.000 nuevos contagios y cien muertes por covid.
Por lo tanto, las personas expertas de la Comisión Lancet abogan por una “supresión máxima” del covid-19. Es de vital importancia reducir la cantidad de contagios de forma significativa, no a largo plazo, sino lo antes posible. Se trata no solo de vacunar, sino también de tomar medidas bien conocidas como la limitación de contactos, el mantenimiento de estrictas medidas de seguridad (mascarillas, limpieza de manos, distancia de seguridad, buena ventilación, etc.), la detección rápida, y el rastreo preciso y rápido de todos los contactos.
Países como Taiwán, China, Australia, Vietnam y Nueva Zelanda demuestran que el virus se puede erradicar en la práctica. Las regiones en las que el virus hace estragos siguen sirviendo de caldo de cultivo para las variantes resistentes y así nunca lograremos detener la pandemia.
Las personas expertas creen que todavía hay que hacer varias cosas además reducir mucho la cantidad de contagios. Antes de nada, debemos distribuir las vacunas de forma equitativa en todo el mundo y acelerar los programas de vacunación en todos los países, pero esto no se podrá hacer sin suprimir las patentes y planificar la producción. En segundo lugar, necesitamos programas de vigilancia capaces de detectar nuevas variantes sobre la base de técnicas de secuenciación del ADN. En tercer lugar, hay que hacer investigaciones internacionales sobre la eficacia de las vacunas para las variantes existentes y las nuevas que son motivo de preocupación. Todavía queda mucho trabajo por hacer en estos tres ámbitos.
Oleadas invernales
Las enfermedades infecciosas tiene la característica común de volverse más infecciosas pero menos potentes con el tiempo. A fin de cuentas, si el huésped no muere, supone una ventaja en la selección natural del virus. Al parecer ese no es el caso con el actual virus. Las variantes conocidas son más contagiosas, pero no menos peligrosas, todo lo contrario.
Si continúa esta tendencia, teniendo en cuenta que no podemos obtener una inmunidad de grupo en la situación actual, probablemente tendremos que hacer frente a un ciclo permanente de picos y regresiones. Es probable que, como en el caso de la gripe, el factor estacional también desempeñe un papel en este caso. Es de esperar que se produzcan nuevas epidemias, sobre todo en invierno. Según el célebre virólogo Peter Piot, el próximo invierno el factor de reproducción (2) podría ser aún mayor que el del invierno pasado si no hay mascarillas ni distancia de seguridad y ello a pesar de la protección que proporciona la vacunación. Por eso Peter Piot defiende que las mascarillas sean obligatorias durante los meses en que se produzca un pico, fomentar el teletrabajo y la educación on line (en el caso de grandes grupos) y animar a las personas de riesgo (por ejemplo, las mayores de 65 años o con algún problema de salud) a evitar los eventos grandes o los entornos públicos como bares, restaurantes, etc. También propone aumentar la capacidad de las unidades de cuidados intensivos durante los meses de invierno.
La nueva normalidad
Erradicar un virus no es fácil. La viruela es una de las raras pandemias que se venció completamente en el pasado. Es probable que, como ocurre con la gripe, el covid-10 nunca se erradique completamente
La buena noticia es que se han encontrado muy rápido vacunas muy eficaces. Como ha demostrado Israel, suponen una disminución de las infecciones y una reducción significativa de las hospitalizaciones o de las muertes (3), lo que significa que en el futuro probablemente se podrán evitar los confinamientos. Pero, como hemos visto antes, solo las vacunas no serán suficiente.
En resumen, la cuestión no es saber en cuánto tiempo volveremos a la normalidad, sino qué tipo de normalidad será. Al menos por ahora, la nueva normalidad será una normalidad sin inmunidad colectiva y, por lo tanto, con las precauciones y medidas de protección necesarias. A largo plazo el covid-19 podría entonces evolucionar hasta convertirse en una enfermedad endémica como la gripe.
Tanto nosotros como nuestra sociedad tenemos que prepararnos para afrontarlo lo mejor posible. Al principio de la crisis del covid-19 fracasamos cruelmente, sería imperdonable volver a hacerlo también una vez que la crisis ha avanzado.
Fuente original: De Wereld Morgen. Traducido del neerlandés al francés por Anne Meert para Investig’Action.
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