domingo, 31 de marzo de 2024

«EL SINDICALISMO ES CLAVE PARA ATACAR DESDE DENTRO AL CAPITALISMO» Entrevista a Amaia Pérez Orozco, doctora en economía.

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“Simplificando mucho, la defensa de la vida humana que hace el feminismo y la defensa de la vida del planeta que plantea el ecologismo tienen que ir de la mano. Ahí se encuentran con otras tradiciones políticas, como el marxismo, que también lucha por el valor de la vida de la clase trabajadora. Lo que la ecofeminismo tiene para mí de interesante es que combina diversas miradas críticas. La clave está en si somos capaces de entrelazar distintas luchas políticas en la comprensión de que nos enfrentamos a un sistema muy complejo sobre el que nadie tenemos la verdad absoluta de cómo funciona ni, mucho menos, cuál es la solución para cambiarlo. Ello choca cuando, desde determinadas posiciones, como la izquierda machirula, por decirlo de alguna manera, se tiene súper claro el eje que debe vertebrar todas las luchas y se impone arrasando otras prioridades políticas. ¿Cómo logramos entrelazar los distintos ejes que para quien son prioritarios, o más atacables, sin pretender que haya un único eje supremo? Si estamos en distintos lugares, significa que atacamos desde diferentes sitios, en función de las desigualdades que nos atraviesan. Entrelazarnos desde la asunción de responsabilidades, no desde el buenismo hueco, es muy potente. Pero el entrelazamiento también genera incomodidades. La minusvaloraciación de la lucha antirracista permite que no te cuestiones tu blanquitud. La minusvaloración de la lucha feminista, que dejes sin tocar tus privilegios masculinos. El desprecio a la lucha obrera pone de relieve tu papel burgués. Generar alianzas abordando las desigualdades que nos atraviesan es el único camino, pero no es fácil ni automático.

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Fuentes: El Salto [Imagen: Amaia Pérez Orozco en el Casco Viejo de Bilbao. GESSAMÍ FORNER]

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«EL SINDICALISMO ES CLAVE PARA ATACAR DESDE DENTRO AL CAPITALISMO»

Entrevista a Amaia Pérez Orozco, doctora en economía.

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Por Gessamí Forner |31/03/2024 | Economía.


Fuentes. Revista rebelión domingo 31 de marzo del 2024.

La doctora en economía Amaia Pérez Orozco cree que en el sindicalismo no debe haber condescendencia con el capitalismo y que los flancos de lucha contra este han de ser amplios: desde las instituciones al hogar, pasando por la comunidad.

Hace tiempo que Amaia Pérez Orozco vive en Bilbao, donde milita en el movimiento feminista de Euskal Herria, participa en la cooperativa XXK y, a veces, es ponente en actos a los que se la convoca para escucharla hablar sobre su especialidad: la economía desde una mirada feminista. Tan tímida como académica, acelera las palabras cuando expone su discurso. Este mes arrancó aplausos en las jornadas organizadas por el sindicato mayoritario en Euskal Herria, ELA, para realizar una lectura crítica de los PERTE, los instrumentos del Estado español que vehiculan las ayudas a fondo perdido de la Unión Europea, los Next Generation, creados en la pandemia sanitaria. Para Pérez Orozco, en el sindicalismo no debe haber condescendencia con el capitalismo y los flancos de lucha anticapitalista han de ser amplios —desde las instituciones al hogar, pasando por la comunidad—.

Me parece significativo que ELA invite a activistas anticapitalistas, ecologistas y feministas de Omal, Sustrai,  Laura Aznal y tú para formar a su cuadros. ¿Qué papel juega el sindicalismo en la disputa al capital?

Al capital necesitamos atacarlo desde dentro y desde fuera. En el mundo del trabajo asalariado, donde para el capital somos mano de obra esclava y alienada, el sindicalismo es clave. Pero no debe caer en sus lógicas: no tenemos que conformarnos con seguir siendo mano de obra esclava ni debemos asumir que, para poder vivir, el capital tiene que sobrevivir. 



Estamos viendo en Euskal Herria que, desde la huelga general feminista del 30 de noviembre, los sujetos tradicionales en la interlocución trabajo/capital están cambiando o deberían cambiar: del sindicalismo al movimiento feminista y de la patronal al Gobierno vasco. Además de resignificar la huelga, ¿se debe resignificar la negociación? ¿E introducir la vida?

Diría que estos cambios están en marcha desde antes del 30 de noviembre. El problema que subyace en esta cuestión es haber asumido que los agentes del diálogo social son los sindicatos, la patronal y el Gobierno. Ahí hay que hacer muchas rupturas. Una es salirse del marco del diálogo social, como hace ELA. La otra es no reconocer a la patronal como sujeto de diálogo, sino como sujeto de conflicto. No se trata de llegar a acuerdos, sino de arrancarlos. Los sindicatos que se quedan en un papel subordinado de mano de obra deben romper esa lógica y, por otro lado, hay que asumir que el conflicto con el capitalismo lo tenemos que dar desde todos los ámbitos vitales. 

No debemos asumir que, para poder vivir el capitalismo tiene que sobrevivir

¿Cuáles?

Desde una mirada feminista, el combate anticapitalista prioritario está en el mundo del “más acá del mercado”. En los espacios socioeconómicos que están más cercanos a nuestro día a día, en los que somos vida entera, y no mano de obra. En lo que hemos llamado las esferas invisibilizadas del espacio socioeconómico, en los “afuera” de los mercados. Esos deben ser lugares prioritarios porque es donde se esconde, con más virulencia, el conflicto capital/vida. Como feminista, los hogares y la comunidad son el lugar fundamental para una lucha anticapitalista

Y en el terreno del capital, ¿Cómo debe darse esa lucha?

Donde somos mano de obra es necesario cambiar los contenidos de lucha. En vez de limitarnos a reivindicar mejoras de más empleo o mejor pagado —que, por supuesto, todo empleo debe ser remunerado con un salario digno—, necesitamos reivindicar otros empleos y otras condiciones. Luchar que somos vida, y no mano de obra. Personas, y no fuerza de trabajo. Y luego luchar, sobre todo, por la reconstrucción de un tejido socioeconómico contrario a la acumulación del capital, en el que el ánimo de lucro no sea el eje vertebrador. Desprivatizar la vida, al fin y al cabo.

Sin embargo, en este punto vamos al revés. Durante tu intervención, hablaste de los PERTE del Gobierno para gestionar los fondos Next Generation: “No hay planeta ni trabajo humano en los PERTE, sino una doble negación del ecosistema y una idea de reducción de emisión de gases de efecto invernadero con ingeniería contable”. ¿La fantasía capitalista es esto?

Como dijimos en las jornadas, los PERTE no son tan relevantes por los recursos que movilizan, sino porque son elocuentes del modelo que imponen: la doble negación del territorio-tierra y del territorio-cuerpo, como lo llamarían las compañeras de Abya Yala. Todo proceso socioeconómico tiene una base ecosistémica detrás. Es decir, se sostiene por un planeta del cual extrae recursos y energía, y al cual le envía residuos. Los PERTE se sostienen con la negación del planeta y la negación del colapso ecológico. Reduce el cambio climático a una reducción de emisiones y abre el espacio para un juego de ingeniería contable —cómo mides las emisiones y qué parte te llevas fuera—, que te permite creer el cuento de que estás poniendo en marcha procesos de acumulación del capital sin destrucción del planeta. Simplemente porque construyes un mecanismo para no ver la destrucción. 


La Burocracia Sindical- atornillados al gobierno de turno o fieles servidores del "amarillaje sindical". Son los primeros y verdaderos "asesinos" del Sindicalismo Clasista. 
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¿Y el cuerpo?

Por otro lado, encontramos la negación del cuerpo, que es el territorio sobre el que se sostienen los procesos socioeconómicos. Lo vemos claramente cuando en el PERTE de salud hablan de mejorarla mediante investigación genómica, en vez de contratando a más personal sanitario. O planteando que un hogar digitalizado cuidará mejor de la gente mayor. Los PERTE ponen el énfasis en la innovación tecnológica y digital para cubrir necesidades básicas que requieren interrelación humana. Los trabajos desaparecen. Todo se convierte en innovaciones tecnológicas y digitales para mejorar procesos socioeconómicos para conseguir supuestamente una economía más verde, más limpia y en la que todo el mundo vamos a vivir mejor. Sin hablar ni de la tierra que está detrás ni de las personas que sostienen esos procesos. Y sin hablar tampoco del desigual reparto de trabajos.

Necesitamos construir conflictos en todos los espacios que habitamos, no únicamente en las instituciones

En el PERTE de cuidados mencionaste que ni siquiera se habla de desigualdades ni de personas racializadas.

En ningún PERTE se mencionan las desigualdades y ello llega a ser tan sangrante que en el de cuidados no se menciona siquiera las desigualdades de género que hoy sostienen la organización injusta de los cuidados ni las desigualdades por racialización y clase. 

El de agricultura no menciona ni tierra ni personas jornaleras.

Como decía Mirene Berigistain, que analizó ese PERTE, hay agricultura digitalizada pero no hay ni personas agricultoras ni tierras cultivadas. Todo en la tierra es sustituible por tecnología, también el trabajo humano.  

 “Ya no necesitan ni retórica”. ¿Qué somos? ¿La burocracia es el método más eficiente para arrasar con cualquier rastro de vida?

No sé si diría la burocracia. Muchas veces hemos denunciado el lavado verde o morado. En la configuración inicial de los PERTE se preveía la firma de una declaración responsable de que no ibas a hacer un daño significativo al medio ambiente con la puesta en marcha de un determinado proyecto. Esto era tener en cuenta el medio ambiente de una manera totalmente débil, por eso hablamos de lavado de cara. Pero llegó la guerra de Ucrania y la situación se puso peor y, de cara a no poder esperar generar energías renovables, ya ni siquiera tienes que firmar una declaración de responsabilidad. Las prioridades socioeconómicas han cambiado y se ha vuelto a apostar por el uso de la energía fósil. Algo similar nos ha sucedido con el lavado morado. A veces hemos denunciado que hasta el PP nos roba conceptos de igualdad entre hombres y mujeres, y lo denunciamos como un robo retórico, como un lavado morado para poner en marcha políticas que reconstruyen o profundizan la desigualdad. Pero ¿qué significa cuando ya ni usan la retórica? ¿Te facilita el terreno para denunciarlo? ¿O significa que se ven tan fuertes que ni nos reconocen como antagonistas de lucha? Dudábamos de cómo interpretar el vaciamiento de conceptos y planteamientos políticos y ahora parece que ya ni siquiera es preciso aparentar “buenas intenciones”. De alguna manera, es una mala noticia porque ya ni engañan, pero también es buena porque es más fácil articularse para desmontar esas políticas. ¿O es que la cosa ya se ha puesto tan fea que ni te validan como sujeto de conflicto?

Los PERTE ponen el énfasis en la innovación tecnológica y digital para cubrir necesidades básicas que requieren interrelación humana.



Es lo que acaba de pasar con la presentación del PNV y PSE del Pacto Vasco de Cuidados, que decían que nos les entendíamos, que defienden unos cuidados público-comunitarios. 

Ese es un ejemplo clarísimo de robo del planteamiento para lavado morado. El tema en este caso es ¿qué se está entendiendo por público-comunitario? Porque cuando se habla de público-comunitario desde los feminismos se habla, en primer lugar, de que lo público debe asumir una responsabilidad muy fuerte, lo público no puede estar privatizado y las empresas con ánimo de lucro no pueden jugar un papel en la garantía de derechos sociales. Además, desde los feminismos se entiende que hay que reconstruir todo el tejido socioeconómico en clave más socio comunitaria, donde la vida importe, donde podamos construir otras relaciones y donde nos hagamos corresponsables de la vida colectiva. Pero esa reconstrucción nunca es para que lo público se desentienda de su responsabilidad.

En segundo lugar, hablamos de que lo público y lo comunitario deben desplazar a lo privado con ánimo de lucro. En ningún caso podemos entender las empresas privadas como parte de lo comunitario. El gran elefante en la habitación con el Gobierno vasco es ese: el papel de las empresas privadas. Y ojo, que aquí otra confusión son las cooperativas. A las entidades que forman parte de la economía solidaria social transformadora podríamos incluirlas en nuestra idea de comunitario. Pero aquellas que lo único que tienen de social es la figura jurídica, pero no el funcionamiento real, formarían parte de ese ámbito privado que queremos dejar fuera de lo público.

En tercer lugar, cuando hablamos desde el feminismo sobre la disputa de lo comunitario no lo entendemos como grandes ONG asistencialistas. Un tercer sector asistencialista que, en el fondo, funciona como una empresa más con ánimo de lucro. Hablamos de un comunitario que de verdad construya tejido cotidiano de relaciones de solidaridad, simetría, reciprocidad, de protección de la vida. Ese comunitarismo existe en las periferias, pero no en las empresas y ni en el tercer sector asistencialista. 


Los Fondos Europeos, son un vehículo para impulsar el capitalismo verde, militar y digital.

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¿Los PERTE son una nueva rearticulación del capitalismo?

Muestran la nueva forma que está cogiendo el capitalismo en clave verde-digital. Para los PERTE, la economía no es el tejido que sostiene la vida, sino que son cadenas de acumulación monetaria. En ese sentido, los PERTE reconstruyen el capitalismo que ya teníamos en una nueva versión siglo XXI, que es más consciente de la base material reducida sobre la que se asienta, que necesita idear modos para enfrentar el decrecimiento metabólico obligado, tanto reducir la dependencia de las energías fósiles como reducir los recursos que vienen del exterior —“si va a haber menos, me los quedo yo”—. Y digital en el sentido de que pretenden poner en marcha una onda larga de acumulación a través de la digitalización de los procesos y, cada vez, en clave más militarizada. Y para ese capitalismo, el capital necesita para los estados y lo público un rol diferente al que ha jugado en las últimas décadas: un rol claramente más presente para la asunción de los riesgos y costes de los megaproyectos, en los que las empresas quieren beneficios y quieren quedárselo ellas. Para ello necesitan un papel más activo de los Estados; que asuman los costes y el poder corporativo concentrado se quede los beneficios, mientras lo público se encarga también de sostener condiciones de vida mínimas en un contexto de una fuerte precarización de la vida.

Los PERTE asientan esa idea de lo público-privado, en vez de lo público contra lo privado. Ante la idea neoliberal de menos estado, siempre hemos dicho que los estados están presentes, aunque sea por dejación, están garantizando que no haya protesta social y aprobando nuevas legislaciones para que el mercado se regule a su propio favor. Nunca ha habido libre mercado, sino mercados ultra autorregulados: con fuertes legislaciones al servicio de las empresas. Hoy eso quizá está cambiando y el rol delo público se vuelve más visible. Pero no podemos confundirlo con un estado al servicio de la gente.

El PSOE ha elegido muy bien al ministro de Industria, un entusiasta de la colaboración público-privada. Cuando todas estas políticas las ejecuta un partido que de nombre tiene socialista, ¿qué nos queda?

Es un problema poner toda la carga en los partidos que ocupan las instituciones. Obviamente, tienen una responsabilidad enorme, pero también es cierto que tienen las manos relativamente atadas en función del empuje que haya detrás. Así que nos quedan muchas cosas. Sobre todo, construir conflictos en todos los espacios que habitamos, no únicamente en las instituciones, para que quienes ocupan las instituciones se vean en la obligación de tener posiciones más confrontativas con las empresas y el hetero patriarcado. Para ello debemos construir tejido comunitario. También necesitamos construir otros modos cotidianos de vida. No hay que hacer dejación de nuestra responsabilidad. No puedes pedir solo cambiar la PAC, debes cambiar en la medida que puedas tu modo alimentario. No puedes pedir más protección a la violencia machista, sino pelear la violencia cotidianamente. 

Entrelazar luchas choca con la izquierda machirula que tiene súper claro el eje que debe vertebrar todas las luchas, y se impone arrasando otras prioridades políticas



En 1998 leí Ecofeminismo, teoría, crítica y perspectivas. Viniendo de espacios mixtos que oscilaban entre lo libertario y el soberanismo, consideré que nos faltaba más feminismo, más tierra y más vida. Han pasado 26 años desde entonces y me sigo preguntando si algún día la ecofeminismo se pondrá de moda y si los hombres de izquierdas lo asumirán.

Simplificando mucho, la defensa de la vida humana que hace el feminismo y la defensa de la vida del planeta que plantea el ecologismo tienen que ir de la mano. Ahí se encuentran con otras tradiciones políticas, como el marxismo, que también lucha por el valor de la vida de la clase trabajadora. Lo que la ecofeminismo tiene para mí de interesante es que combina diversas miradas críticas. La clave está en si somos capaces de entrelazar distintas luchas políticas en la comprensión de que nos enfrentamos a un sistema muy complejo sobre el que nadie tenemos la verdad absoluta de cómo funciona ni, mucho menos, cuál es la solución para cambiarlo. Ello choca cuando, desde determinadas posiciones, como la izquierda machirula, por decirlo de alguna manera, se tiene súper claro el eje que debe vertebrar todas las luchas y se impone arrasando otras prioridades políticas. ¿Cómo logramos entrelazar los distintos ejes que para quien son prioritarios, o más atacables, sin pretender que haya un único eje supremo? Si estamos en distintos lugares, significa que atacamos desde diferentes sitios, en función de las desigualdades que nos atraviesan. Entrelazarnos desde la asunción de responsabilidades, no desde el buenismo hueco, es muy potente. Pero el entrelazamiento también genera incomodidades. La minusvaloraciación de la lucha antirracista permite que no te cuestiones tu blanquitud. La minusvaloración de la lucha feminista, que dejes sin tocar tus privilegios masculinos. El desprecio a la lucha obrera pone de relieve tu papel burgués. Generar alianzas abordando las desigualdades que nos atraviesan es el único camino, pero no es fácil ni automático.

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sábado, 30 de marzo de 2024

«LA META DEL 1,5 °C NO ES UN NÚMERO ARBITRARIO EN UN PAPEL» Entrevista a Anne Rasmussen, líder de las negociaciones climáticas para la Alianza de los Pequeños Estados Insulares.

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LOS PAÍSES INSULARES DEL MUNDO REPRESENTAN UNA CUARTA PARTE DE TODOS LOS PAÍSES DEL MUNDO. Un país insular es un estado limitado totalmente a una isla o a un grupo de islas, además de no tener ningún territorio sobre el continente, es decir, no cuenta con fronteras. En el mundo existen cuarenta y ocho países insulares, incluidos los más pequeños. Los países insulares pueden ser clasificados en dos grupos.

Un grupo comprende aquellos que son grandes, relativamente poblados y, por lo general, cerca de un continente. Estos incluyen JapónSri LankaFilipinasNueva ZelandaCuba, el Reino UnidoIrlandaIndonesia y Madagascar. El miembro más grande de este grupo es Groenlandia, uno de los países constituyentes del Reino de Dinamarca junto con las Islas Feroe (también insular) y la propia Dinamarca. Estos países comparten semejanzas culturales y políticas con sus vecinos continentales. Su estado insular era una ventaja importante que los ha aislado de invasiones, y los ha hecho importantes en el comercio regional debido a su ubicación y a las capacidades marítimas de la población. Australia forma parte de esta categoría, sin embargo, varios estudios la consideran como sector continental de Oceanía o Australia continental.

El otro grupo comprende países más pequeños como MaltaChipre, las ComorasBahamasTonga, y las Maldivas. Estos países tienden a ser muy diferentes de los países continentales. Su pequeño tamaño, por lo general, quiere decir que cuentan con poca tierra agrícola y escasos recursos naturales. Sin embargo, en la actualidad, estos pequeños países insulares son considerados en muchos casos importantes centros turísticos, convirtiendo el turismo en la industria predominante de estos territorios.

Algunos países insulares se limitan a una o dos islas principales, como el Reino Unido. (Inglaterra) Otros se extienden en cientos o miles de islas, como Indonesia o las Maldivas. Algunos países comparten sus islas con otros países; estos incluyen a Irlanda, que comparte la isla del mismo nombre con Irlanda del Norte (país constituyente del Reino Unido); Haití y República Dominicana, que comparten la isla La Española; o Indonesia, que comparte la isla de Timor con Timor Oriental, la isla de Nueva Guinea con Papúa Nueva Guinea y la isla de Borneo con Malasia y Brunéi.

Hay 47 países insulares en el mundo.

Muchos países insulares son pequeños y están escasamente poblados, pero algunos son grandes y se encuentran entre los países más poblados del mundo.

Hay países insulares en todos y cada uno de los océanos del mundo.

Indonesia es el país insular más grande y poblado del mundo. Mayor Archipiélago del mundo, formado por más de 17,500 Islas. (Ver la última fotografía, ahí están todos los países Insulares del  mundo, que pertenecen a los 5 continentes.)

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Fuentes: La marea climática [Imagen: Anne Rasmussen, de Samoa, en nombre de la Alianza de Pequeños Estados Insulares (AOSIS), en la COP28. Foto: IISD/ENB | Mike Muzurakis]

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«LA META DEL 1,5 °C NO ES UN NÚMERO ARBITRARIO EN UN PAPEL» Entrevista a Anne Rasmussen, líder de las negociaciones climáticas para la Alianza de los Pequeños Estados Insulares.

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Por Juan F. Samaniego | 30/03/2024 | Ecología social

Fuente. Revista Rebelión sábado 30 de marzo del 2024.

La líder de las negociaciones climáticas para la Alianza de los Pequeños Estados Insulares analiza el acuerdo de la última cumbre del clima, las expectativas para la próxima y la delicada situación a la que se enfrentan países como su Samoa natal.

Puede que no haya mejor escenario para un tirón de orejas climático que una COP. Aun así, pocos se atreven a aprovechar la oportunidad: los equilibrios geopolíticos de las cumbres del clima son precarios y los acuerdos penden siempre de un fino hilo. Al final del día, todo el mundo quiere que todos estén contentos.

Anne Rasmussen, Assistant CEO del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales de Samoa, un pequeño archipiélago del Pacífico, y líder de las negociaciones para la Alianza de Pequeños Estados Insulares (AOSIS, por sus siglas en inglés), no es diferente. Es de las que cree firmemente en que el consenso está por encima de todo. A pesar de ello, sus palabras retumbaron en un pabellón atestado, frente a todas las potencias del planeta, con todos los ojos y oídos del mundo dirigidos hacia ella.

«No podemos permitirnos volver a nuestras islas con el mensaje de que el proceso [de la COP28nos ha fallado», recalcó en su último discurso. Pocas horas antes de partir hacia Copenhague, donde ha participado en el Climate Ministerial, hablamos con ella sobre la última COP, la que está por llegar y la delicada situación a la que se enfrentan los pequeños Estados insulares como Samoa por causa del cambio climático.

Sus palabras, pronunciadas al final de la última cumbre del clima, tuvieron impacto en todo el mundo.

No me refería exactamente a que toda la COP28 nos hubiese fallado. Desde la Alianza de Pequeños Estados Insulares no pusimos objeciones al documento final. Pero como somos muchos tardamos en tener una respuesta coordinada. No había consensos entre los miembros del grupo y había algunos puntos delicados con los que no todos estaban de acuerdo. Así que, cuando se leyó el documento final, ni siquiera estábamos en la sala.

Por eso tuve que hacer la intervención que hice. En ella quería dejar claro que desde AOSIS no íbamos a retrasar el pleno ni a oponernos al consenso final, no íbamos a hacer objeciones de última hora, pero queríamos dejar constancia de la situación.



¿Qué pasó exactamente? Cuesta imaginar por qué se produce el acto final de la COP28, la escenificación del consenso alcanzado, sin que todas las partes estén presentes.

En ese momento ya no hay que votar nada, todo está decidido y, simplemente, el presidente de la COP presenta los resultados alcanzados ante todo el plenario. Si nadie presencia objeciones de última hora, se da por cerrado el acuerdo. Como la sala estaba tan llena, creo que era difícil darse cuenta de que todo el mundo estuviera presente, había un poco de caos. No hay que darle más vueltas.

Hablando de ese documento final de la COP28, hubo mucho debate sobre el lenguaje que había que emplear con los combustibles fósiles y sobre cómo incluir la necesidad de abandonarlos en el acuerdo. Al final, las palabras elegidas fueron «una transición para alejarse del carbón, el petróleo y el gas». ¿Son lo suficientemente contundentes?

Bueno, no. Está claro que en la Alianza de Pequeños Estados Insulares habríamos preferido otro término que hablase claramente del fin de los combustibles fósiles. Pero también somos conscientes de que el acuerdo de la COP28 es un paso, un trampolín para abordar el fin del petróleo, el gas y el carbón. El acuerdo es positivo, está por encima de las palabras escogidas.



Más allá de las palabras, ¿Cuáles son los puntos más positivos y cuáles los más negativos del acuerdo?

Nos quedamos con muchas cosas concretas que consideramos positivas, como la hoja de ruta para actualizar las NDC [los planes de cada país para reducir las emisiones] en 2025 o el programa de implementación de energías renovables. También hay una referencia clara y contundente al papel de la ciencia en todo el documento.

Después hay otras partes más débiles, como la referencia poco concreta a alcanzar el pico de emisiones de gases de efecto invernadero en 2025 o todo lo relacionado con el desarrollo de los países pobres.

Como líder de las negociaciones para la Alianza de Pequeños Estados Insulares, ¿Cómo es tener enfrente a las grandes potencias petroleras?

No todos los países son iguales. Por ejemplo, mantuvimos una relación muy buena con los Emiratos Árabes Unidos, que eran los anfitriones. Durante todo el año trabajamos de forma fluida con ellos y creo que tuvieron en cuenta muchas de las cuestiones que los pequeños Estados insulares pusimos sobre la mesa.

«Con perspectiva, creo que el trabajo de la presidencia de la COP28 fue bueno»

Quizá como anfitriones es normal que tuvieran una postura más abierta, ¿pero ¿Cuál fue la posición del resto de Petro estados?

Siempre hay cuestiones polémicas y grandes desacuerdos, no solo con los productores de petróleo y gas, sino también con el G7 y otros de los grupos de más poder. Vuelvo a decir, con perspectiva, que creo que el trabajo de la presidencia de la COP28 fue bueno: había que conseguir una mención directa a los combustibles fósiles y se consiguió, con las palabras que fuesen.

Es decir, que hay muchos grupos en las negociaciones que muestran posiciones abiertamente contrarias al abandono de los combustibles fósiles.

Sí, claro, las partes y los países cuyos medios de vida dependen del petróleo, el gas y el carbón y también muchos de los que tienen un problema de desarrollo.

La próxima COP repite fórmula: se celebrará en Azerbaiyán, un país productor de petróleo y gas, y estará presidida por un exejecutivo de la industria de los combustibles fósiles. ¿Cuáles son sus expectativas?

La COP29 va a ser una cumbre muy financiera. Casi todo el debate va a girar alrededor de la adopción de un nuevo acuerdo financiero y sus mecanismos, conocido como NCQG. Además de esto, habrá que estar atento a que todas las partes tengan en marcha la redacción de sus NDC para 2025 y a cómo implementar el acuerdo energético que firmamos en la COP28.


Países que son Islas. Todos los países Insulares del mundo.

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Ahora mismo está a punto de salir hacia Copenhague, donde se celebrará el Climate Ministerial, un encuentro de unos 40 líderes y ministros climáticos para preparar la COP29 [el encuentro se celebró el 21 y el 22 de marzo, después de esta entrevista].

Es una especie de toma de contacto de cara a la COP29. Básicamente, es la primera reunión de ministros climáticos después de la COP de Dubái y en ella discutiremos el acuerdo, los puntos que necesitamos mejorar y otras acciones para mitigar el cambio climático. Entre otras cosas, hablaremos del fondo de pérdidas y daños.

«En Samoa todos los impactos del cambio climático se sienten con fuerza»

En Copenhague, como en Madrid y en muchas otras capitales de Europa, la situación de los pequeños Estados insulares queda muy lejos.

Somos países pequeños. Nosotros, en Samoa, tenemos una superficie particularmente pequeña. Allí, todos los impactos del cambio climático se sienten con fuerza: la sequía, el aumento de la intensidad de los ciclones o las inundaciones. A medida que pasan los años, notamos que estos efectos se van amplificando. Somos testigos del aumento de la erosión y de las marejadas ciclónicas [inundaciones costeras con agua de mar asociadas a los ciclones]. Y los habitantes de las costas se desplazan cada vez más al interior de la isla.

¿Temen por la desaparición de su territorio?

No por completo, pero disponemos de estudios que analizan los diferentes escenarios y que confirman que las zonas de menor altitud estarán cubiertas de agua en unos 50 años si no logramos reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.

¿Qué opciones tienen si no se frena el cambio climático?

No muchas. Somos un archipiélago pequeño, así que o nos desplazamos al interior a zonas más altas [el punto de mayor altitud de Samoa es el monte Silisili, con 1.858 metros] o nos vamos a otro país.

No tenemos mucho impacto a nivel de emisiones y tampoco podemos hacer mucho más a nivel adaptación, con los medios que tenemos. Creo que, en este sentido, el fondo para pérdidas y daños del que hablábamos antes va a ser un instrumento importante. Nos costó 30 años que se negociase, ahora nos va a ayudar mucho.

30 años. ¿Cree que los intereses de los países pequeños se tienen suficientemente en cuenta en negociaciones multilaterales como la COP?

Los pequeños Estados insulares en vías de desarrollo somos reconocidos como países con necesidades y circunstancias especiales en las agendas de desarrollo y en el Acuerdo de París. Esto es positivo porque nos da flexibilidad, sobre todo, a la hora de presentar nuestros informes. Por otro lado, nuestros países son considerados, a menudo, como los defensores de la voz de la ciencia, porque siempre intentamos que las negociaciones estén alineadas con el conocimiento científico.

Estas cuestiones, unidas al trabajo que hemos hecho con mucho esfuerzo, nos han dado algunas victorias muy importantes, como la aprobación del fondo de pérdidas y daños la referencia en el Acuerdo de París a no superar los 1,5 °C de calentamiento respecto a los niveles preindustriales.



En 2008, la Alianza de los Pequeños Estados Insulares logró incluir este límite por primera vez en los acuerdos de una COP. 15 años después, ¿sigue a nuestro alcance?

El 1,5 °C ha estado presente en muchas decisiones desde entonces, incluyendo el Acuerdo de París. Pero mantener vivo ese objetivo no es sencillo. Desde AOSIS incluso solicitamos un informe especial del IPCC sobre el 1,5 °C, que acabó publicándose. Aun así, divulgar no es lo mismo que actuar.

Nos estamos moviendo en la dirección correcta, la mención a los combustibles fósiles en el documento final de la COP28 o el paquete energético adoptado en Dubái son algunos ejemplos. Sin embargo, el impulso actual no es suficiente para mantener el calentamiento global alrededor de esos 1,5 °C.

De hecho, últimos datos señalan que mantener vivo ese objetivo de 1,5 ºC es casi imposible. ¿Implicará esto un cambio de estrategia para los pequeños Estados insulares?

La respuesta es un no rotundo. La meta del grado y medio no es algo arbitrario que pusimos nosotros en un papel. Alcanzarla significa evitar los peores efectos del cambio climático. Somos optimistas con las NDC que se presentarán el año que viene y creemos que estarán alineadas con el objetivo del 1,5 °C.

Nosotros perseguimos un objetivo final claro: la eliminación gradual de los combustibles fósiles para mantener bajo control el calentamiento global. Las tácticas quizá cambien, pero la estrategia y el objetivo se van a mantener. Hemos sido eficaces hasta ahora y seguiremos trabajando en ese sentido.

Los expertos del IPCC creen que todavía es posible alcanzar el objetivo de 1,5 °C con medidas claras y contundentes. Y AOSIS va a seguir trabajando alineada con ese conocimiento científico.

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