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“Ahora,
volvamos al Perú. Según el ECI, ocupamos el puesto 107
de 133 países, apenas por encima de Etiopía. Para ponerlo en perspectiva, nuestros vecinos
Colombia y Chile están en los puestos 66 y 78, respectivamente.
Esto refleja que, para nuestro nivel de desarrollo
económico, lo estamos haciendo bastante mal. Seguimos atrapados en un
modelo basado en la exportación de productos
básicos con bajo valor agregado, sin dar el salto hacia una economía diversificada y más sofisticada. Tomemos el caso del cobre. Tanto Perú como Chile cuentan con grandes reservas, pero la diferencia
radica en lo que hacemos con este recurso. Mientras que Perú exporta principalmente cobre en
concentrados, con un valor limitado, Chile refina
gran parte de su producción y exporta cerca de $20 mil
millones en cobre refinado, aproximadamente ocho veces más que lo
que nosotros logramos procesar. En cambio, Perú
envía gran parte de su mineral tal como se
extrae a países como China, donde es refinado,
permitiendo que sean ellos quienes capturen los beneficios económicos de este
procesamiento.
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PUERTOS
MODERNOS, PRODUCTOS BÁSICOS,
POR
SOFÍA ARON SAID.
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Mientras que Perú exporta principalmente cobre en concentrados, con
un valor limitado, Chile refina gran parte de su producción y exporta cerca
de $20 mil millones en cobre refinado, aproximadamente ocho veces más
que lo que nosotros logramos procesar.
Por Sofía Aron Said. Mg. En
Administración Pública. U de Harvard.
Fuente La República sábado 23 de
noviembre del 2024.
La semana
pasada inauguramos el megapuerto
de Chancay, un proyecto que promete convertir al Perú en un eje logístico clave del Pacífico
sudamericano. Si bien representa una oportunidad histórica, lamentablemente aún
no estamos completamente preparados para aprovecharla. Las razones son varias:
falta de infraestructura vial adecuada para conectar el puerto con el resto del
país, una planificación urbana insuficiente en Chancay
y la ausencia de estrategias claras para maximizar su impacto.
En esta
columna quiero enfocarme en un aspecto en particular: la falta de
diversificación en nuestra canasta exportadora. De acuerdo con el GrowthLab, desde 2006,
Perú ha añadido apenas 10 nuevos productos a su
cartera exportadora. Es decir, hemos sido incapaces de ampliar
significativamente lo que ofrecemos al mundo y seguimos dependiendo de los
mismos productos de siempre. Además, al ser principalmente exportadores de
materias primas —el 60% de nuestras exportaciones
corresponde a minerales como cobre, oro y zinc—
nuestra economía es extremadamente vulnerable a las fluctuaciones de precios y
demanda internacional, lo que pone en riesgo la estabilidad económica del país.
Déjenme
explicar por qué ampliar la oferta exportadora es
crucial. Imaginemos dos países: uno que exporta
madera sin procesar y otro que transforma esa
madera en productos terminados como muebles de diseño, pisos de lujo o
instrumentos musicales. El segundo país no solo
obtiene mejores precios por sus productos, sino
que también genera empleos calificados, desde carpinteros especializados hasta diseñadores. Además, impulsa el desarrollo de tecnología necesaria para procesar la madera, como
maquinaria de precisión para corte y ensamblaje.
Esta
es la idea detrás del Índice de Complejidad Económica (ECI),
desarrollado por el GrowthLab, que
mide la sofisticación de las exportaciones de un país. Según este índice, los
países con exportaciones más complejas tienden a crecer más rápido porque
producir bienes avanzados requiere tecnología, talento
especializado, innovación y cadenas de valor integradas.
Este proceso no solo crea empleos de calidad, sino que también fortalece
industrias locales, impulsa el conocimiento técnico y
dinamiza otros sectores económicos.
Ahora,
volvamos al Perú. Según el ECI, ocupamos el
puesto 107 de 133 países,
apenas por encima de Etiopía. Para ponerlo en
perspectiva, nuestros vecinos Colombia y Chile están
en los puestos 66 y 78,
respectivamente. Esto refleja que, para nuestro nivel de desarrollo económico, lo estamos haciendo bastante
mal. Seguimos atrapados en un modelo basado en la exportación
de productos básicos con bajo valor agregado, sin dar el salto hacia una
economía diversificada y más sofisticada.
Tomemos el caso del cobre. Tanto Perú como Chile cuentan con grandes reservas, pero la diferencia radica en lo que hacemos con este recurso. Mientras que Perú exporta principalmente cobre en concentrados, con un valor limitado, Chile refina gran parte de su producción y exporta cerca de $20 mil millones en cobre refinado, aproximadamente ocho veces más que lo que nosotros logramos procesar. En cambio, Perú envía gran parte de su mineral tal como se extrae a países como China, donde es refinado, permitiendo que sean ellos quienes capturen los beneficios económicos de este procesamiento.
¿Qué relación tiene esto con
el megapuerto de Chancay?
Mucho.
Si seguimos siendo un país que exporta
principalmente materias primas, no importa cuántos puertos construyamos:
estaremos subutilizando nuestra infraestructura.
Para
aprovechar esta oportunidad necesitamos un cambio
estructural. Aquí hay tres cosas que
podemos hacer en el corto plazo:
1/. Dirección estratégica:
El
último plan de diversificación productiva se
generó hace 10 años. Tener
un plan es crucial porque permite al Estado identificar actividades con potencial
para diversificar la canasta exportadora. Si somos un país
minero, es más factible generar una industria
alrededor de la minería, como la fabricación de maquinaria especializada para
la extracción y procesamiento de minerales, en lugar de apostar por sectores
desconectados de nuestras fortalezas. Un plan no es una solución mágica,
pero es indispensable para tener una visión país y
decidir estratégicamente qué sectores deben recibir más apoyo debido a su potencial
transformador.
2/. Simplificación regulatoria:
Es
necesario avanzar en la simplificación de marcos regulatorios que actualmente
desincentivan la innovación.
La complejidad de los trámites para hacer empresa o
iniciar proyectos industriales o tecnológicos no
solo retrasa su ejecución, sino que también ahuyenta a inversionistas
nacionales e internacionales. Reducir estas barreras permitiría que más
empresas puedan emprender iniciativas innovadoras.
3/. Inversión en capital humano:
No
podemos producir bienes complejos si no contamos con una fuerza
laboral capacitada para fabricarlos y comercializarlos.
Esto implica fortalecer la educación técnica y universitaria,
además de fomentar la colaboración entre la academia, las empresas y el gobierno para desarrollar soluciones
innovadoras en sectores estratégicos.
El megapuerto de Chancay tiene el
potencial de ser una pieza clave en nuestra transformación
económica. El desafío está en complejizar nuestras exportaciones,
en convertirnos en ese país que no solo corta la
madera, sino que fabrica
los muebles.
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