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“El tema de la aportación económica a la OTAN tiene dos derivadas cruciales en el caso de España: la noción de soberanía no exenta de la voluntad de
colaborar solidariamente en la medida de
las capacidades de cada país, lo que comporta realizar los cálculos precisos
para evitar distorsiones en el presupuesto
público; y la aportación de propuestas razonables, que no estén
circunscritas a la pelea política cotidiana –muy tóxica en estos momentos– y, sobre todo, que no engañen a la
población. Llegar al 2% sobre el PIB
representa un esfuerzo, sin duda; pero hacerlo al 5% supone un hachazo sobre el
Estado del Bienestar. Nadie en su
sano juicio va a llegar a esa cifra; solo la defienden el fanatismo y la genuflexión ante Trump.
“Conclusión. La desglobalización
desencadenada desde la llegada
de Donald Trump está provocando movimientos tectónicos en la
geopolítica internacional. Y, en este contexto, buena parte de los gobiernos
–con la excepción del Gobierno español– han optado por una conducta más entreguista,
aseverativa de buena parte de los caprichos del presidente estadounidense.
Muestras de vasallaje y entreguismo
que no son garantía de nada, y menos con
la conducta voluble y desordenada de un personaje que, lamentablemente,
gobierna sobre más del 25% del PIB
mundial. Es necesario que, sobre todo
en la Unión Europea, se deshinquen
las rodillas de la tierra y se hable
en condiciones de igualdad, sin admitir
amenazas, sin tolerar narrativas
matonistas, con la dignidad fundamental para que las posiciones de Trump no se consoliden ni se acaben
extendiendo como una densa mancha de
alquitrán que todo lo ahoga.
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Fuentes: El diario [Foto de familia de los líderes asistentes a la reciente cumbre de la OTAN en La Haya. J.J. Guillén/EFE]
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VASALLAJE ECONÓMICO, PLEITESÍA POLÍTICA.
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Por Carlos
Manera, Jorge Fabra Utray. |05|07|2025| Economía.
Fuente. Revista Rebelión sábado 5 de julio del 2025,
En
un alarde de incontinencia –y de irresponsabilidad–, Alberto Núñez Feijóo ha
declarado que si él llega al gobierno de la nación cumplirá con el 5% exigido
por Trump. A su vez, subraya el líder derechista, bajará los impuestos. Ya es
cansino que tengamos que repetir, por enésima vez, que la curva de Laffer está
ya en el cesto de los papeles
La actitud del máximo dirigente de la OTAN, Mark Rutte, con el presidente
de Estados Unidos, Donald Trump, ya ha sido reiteradamente calificada como entreguismo vergonzante que
excede cualquier regla de cortesía diplomática. No insistiremos. Pero más allá del ridículo con el que este
personaje se ha manifestado, la cuestión trascendente es hasta qué punto el
capitalismo, en la versión tecnofeudal que
caracteriza la economía de Estados
Unidos (siguiendo al economista
Yanis Varoufakis), se está imponiendo
en el concierto internacional, en el que los mayores actores globales por su
peso político, económico y militar (Alemania, Canadá, Francia, Italia, Japón, Reino Unido y la Unión Europea, entre
otros) agasajan y rinden vasallaje
a un presidente cuyo país, Estados Unidos, no está pasando,
precisamente, por una coyuntura económica
sólida. Dos acontecimientos importantes, de signo distinto, pero
suficientemente ilustrativos, determinan esta afirmación.
Por un lado, la decisión del G-7 eximiendo del pago de impuestos a las multinacionales
estadounidenses para que los beneficios que obtienen en los países en los que operan escapen a una
mínima contribución fiscal. Esta determinación contradice lo que se ha ido
avanzando en diferentes encuentros económicos en los que, entre otros,
los importantes trabajos de Gabriel Zucman han
constituido una guía clave para establecer mecanismos
tributarios que afecten a los grandes
consorcios empresariales y a los milmillonarios. Por su parte, Olivier Blanchard,
jefe del FMI entre 2008 y 2015, ha indicado que
“El
acuerdo sobre el impuesto mínimo, logrado con esfuerzo, representó un avance,
evitando una carrera a la baja en el impuesto a las ganancias. Este acuerdo lo
vuelve prácticamente inoperante. Y el G-7
obtuvo muy poco a cambio… Esto me preocupa sobre la postura negociadora de Europa en las actuales negociaciones
arancelarias”.
La
capitulación que se ha visto
en la reunión del G-7, aceptando que las multinacionales de Estados Unidos eludan el impuesto mínimo global del 15%, demuestra una vez más que urgen reglas de juego que
corrijan los enormes desequilibrios de renta y riqueza en el mundo. Los dirigentes del G-7, sin embargo, han
entregado, genuflexos, esta gran gabela
a Trump que, infantilmente ufano,
se ve como claro vencedor ante sus vasallos.
Otro aspecto
crucial, la guerra en Gaza, constituye también un acto de pleitesía hacia Trump en su cruzada por defender al gobierno de Netanyahu y su conducta genocida en la Franja. La condena al ataque de Hamás de octubre de 2024 –demos los gritos de rigor, no
vayamos a ser acusados de favorecer el terrorismo– no puede esconder que
estemos asistiendo a una respuesta
desproporcionada de naturaleza genocida
que ha puesto en serios desequilibrios a la región, extremados, además, con la
llamada “guerra de los doce días”, entre
Israel e Irán.
En tal
contexto, la actitud de la Unión Europea ha sido lamentable. Con respuestas tibias, sin la contundencia
que se espera de un espacio geopolítico y económico sustancial. Los silencios
europeos alimentan la desafección ciudadana donde anidan los “huevos de la serpiente”: la ultraderecha. También aquí son urgentes respuestas inequívocas que supongan elevarse
desde el arrodillamiento previo a
Estados Unidos para encarar la
situación con rigor económico y herramientas diplomáticas y políticas. Lo ha subrayado Josep Borrell, presidente del CIDOB
y ex alto representante de la UE
para la Política Exterior:
“(…)
lo que está pasando en Gaza es una
tragedia sin nombre y Europa se ha
desacreditado frente al resto del mundo. Con la excepción de España, Irlanda y de algún otro país,
todos le han dicho a Netanyahu que
está matando a demasiada gente, pero que le dejan continuar y además haciéndolo
con nuestras armas”.
No es la defensa, es más guerra comercial.
En paralelo, nos encontramos el 5% sobre PIB de gasto en defensa, un sorpasso al
2% acordado en la cumbre de la OTAN de Newport celebrada en 2014 con el objetivo puesto en 2024. De entrada, debe decirse que el 5% sobre el PIB, más allá de lo redondo del número, parece no ser más que un
guarismo convertido en totémico. El vehemente interés de Estados Unidos en incrementar el gasto de la OTAN en defensa, ¿es
por la defensa o es por el interés de su conglomerado militar e industrial,
añadiendo a su política arancelaria más
elementos que persigan, por la vía del chantaje,
disminuir su déficit comercial?
La economía
de Estados Unidos se ralentiza. Se
contrae un –0,5% en el primer
trimestre de 2025. Es obvio que la
idea del equipo de Trump –a quien le
importa un bledo la defensa de Europa–
es contribuir también a revertir esa situación a través de su industria
armamentística. De ahí su obsesión por
comprometer el nivel de gasto de la OTAN
al 5% porque sabe que gran parte de ese gasto se convertirá en ventas y exportaciones de su industria militar.
Ahora bien, lo que Estados Unidos
exige a la OTAN no se aviene con los
datos de la propia economía norteamericana: 3,1% en 2023 y 2,7% en 2024,
estos son los porcentajes sobre PIB en
Estados Unidos en gasto en Defensa.
Es decir, por debajo del 5% que
exige a sus aliados.
Datos
históricos sobre gasto norteamericano en Defensa
contribuyen a situar mejor el tema:
en plena guerra del Vietnam –con un
despliegue militar enorme por parte
del ejército norteamericano– Estados
Unidos invertía el 8,6%, y entre
1979-1985 (todavía en plena Guerra Fría, con proyectos faraónicos
como la Guerra de las Galaxias) ese
indicador oscilaba entre el 4,5% y
el 5,7%. Con estas cifras para esas
coyunturas, exigir el 5% a los
países de la OTAN es claramente
desproporcionado. Y desproporcionado, además, cuando la única amenaza que
pudiera percibirse –más allá de la agresión que sufre Ucrania– provendría de Rusia, un país cuyo PIB es
20 veces inferior al PIB que suman
los Estados Unidos y la UE e, incluso, ocho veces inferior al PIB de la UE (FMI 2024, estimado en octubre de 2023).
La estrategia comercial de Trump.
La estrategia
central de Trump es comercial,
no es otra. Preocupación por la defensa europea: ninguna. La tesis determinante es incrementar los pedidos militares a las industrias estadounidenses en plena
fase de desindustrialización,
conduciendo a las naciones a un esfuerzo descomunal. Y habida cuenta de que existe otra tenaza que oprime: el informe del FMI (‘Euro Area: IMF Staff
Concluding Statement 2025′) advierte
que, dada la evolución de la deuda, se debe ir hacia políticas de disciplina
fiscal que implicarían ajustes muy severos en las cuentas públicas europeas. Como consecuencia, aparecen en el
horizonte recortes en aquellas partidas de gasto que permitirían compensar el incremento de gasto en el
apartado de defensa. No hace falta ser muy perspicaz para intuir que los
ajustes se realizarían esencialmente en el gasto social: sanidad, educación, cuidados,
pensiones… haciendo aún mayor el nido en el que se incubarían los huevos de la serpiente.
La UE tiene
otras alternativas, aquellas que la
conducirían a su propia autonomía
estratégica: coordinar los esfuerzos
en defensa de cada Estado miembro con el resto de los Estados de la Unión;
dirigir el gasto y la inversión hacia las capacidades industriales de la que ya
disponen los Estados miembros;
centrarse en inversiones con mayores
multiplicadores sobre la renta, la riqueza y el empleo; unificar el mando de la coordinación…
alternativas que marcarían caminos muy distintos al que se propone desde la Administración Trump que deberían
concitar el apoyo sin restricciones de los gobiernos de los Estados de la Unión, del Parlamento Europeo y de la CE. Sin embargo, actitudes que sólo
están encaminadas al “apaciguamiento”
de un personaje tan ridículo e ignorante
como matón, aunque se considere todopoderoso porque “reina” sobre el 25% del PIB mundial, nos sitúan –si la decepción acabara por embargarnos– ante
escenarios lamentables sobre los que la Historia
está llena de enseñanzas.
En España, la posición
del presidente del Gobierno ha
sido contundente, y ha promovido dos
grandes movimientos: por un lado, la comprensión de la opinión pública y parlamentaria en países europeos –Gran Bretaña, Italia, Bélgica– cuyos dirigentes callaron en La Haya ante Trump, de forma que la vía española es observada con
admiración en debates políticos y artículos positivos en la prensa internacional;
por otro, el enfado de dirigentes
europeos: el caso de la italiana
Meloni es ilustrativo, pues sabe que cumplir con el 5% es un camino de enorme
complejidad que puede conducir a protestas sociales, de manera que la
posición española la deja en mal lugar cuando el gobierno italiano se proponía asentir, firmar y no cumplir, y tenía
como objetivo táctico que España hiciera lo propio, también sin rechistar.
¿Y en España?
En un alarde
de incontinencia –y de
irresponsabilidad–, Alberto Núñez Feijóo
ha declarado que si él llega al gobierno de la nación cumplirá con el 5% exigido por Trump. A su vez, subraya
el líder derechista, bajará los impuestos.
Ya es cansino que tengamos que repetir,
por enésima vez, que la curva de Laffer
está ya en el cesto de los papeles. Pero las opciones conservadoras la rescatan, desarrugan el papel –o la servilleta– y
la vuelven a releer e interpretar. Ante esa ideología explícita, veamos algunos datos: en 2024, España dedicó casi el 1,3%
del PIB al gasto en defensa: unos 20
mil millones de euros. Llegar al
2% equivale a unos 33 mil millones de euros; es decir; 13 mil millones de euros más. Si fuera el 5%, como parece querer Feijóo,
supondría –dependiendo obviamente de la evolución del PIB– una asignación de unos 70 mil millones de euros: 50 mil
millones de euros adicionales a lo que se espera con el 2%.
Esto
significaría un desafío fiscal
de consecuencias catastróficas para las
partidas que desarrollan y consolidan el Estado del Bienestar. Los
capítulos de sanidad, educación, servicios sociales, incluyendo otras
infraestructuras públicas, serían los más damnificados. Esto no se atenúa
con reducciones de ingresos, como
indica Feijóo; todas las evidencias
–y cuando decimos todas es esto: todas– constatan
que esa política tributaria reduce las capacidades fiscales y supone un
incremento notable del déficit público
y de la deuda pública. Este es
el escenario en el que se podrían encontrar las cuentas públicas de España si determinadas ocurrencias se
desarrollaran.
El tema de la aportación económica a la OTAN tiene dos derivadas cruciales en el caso de España: la noción de soberanía no exenta de la voluntad de colaborar solidariamente en la medida de las capacidades de cada país, lo que comporta realizar los cálculos precisos para evitar distorsiones en el presupuesto público; y la aportación de propuestas razonables, que no estén circunscritas a la pelea política cotidiana –muy tóxica en estos momentos– y, sobre todo, que no engañen a la población. Llegar al 2% sobre el PIB representa un esfuerzo, sin duda; pero hacerlo al 5% supone un hachazo sobre el Estado del Bienestar. Nadie en su sano juicio va a llegar a esa cifra; solo la defienden el fanatismo y la genuflexión ante Trump.
Conclusión.
La desglobalización
desencadenada desde la llegada
de Donald Trump está provocando movimientos tectónicos en la
geopolítica internacional. Y, en este contexto, buena parte de los gobiernos
–con la excepción del Gobierno español– han optado por una conducta más entreguista,
aseverativa de buena parte de los caprichos del presidente estadounidense.
Muestras de vasallaje y entreguismo
que no son garantía de nada, y menos con
la conducta voluble y desordenada de un personaje que, lamentablemente,
gobierna sobre más del 25% del PIB
mundial. Es necesario que, sobre todo
en la Unión Europea, se deshinquen
las rodillas de la tierra y se hable
en condiciones de igualdad, sin admitir
amenazas, sin tolerar narrativas
matonistas, con la dignidad fundamental para que las posiciones de Trump no se consoliden ni se acaben
extendiendo como una densa mancha de
alquitrán que todo lo ahoga.
Carles Manera. Catedrático de Historia e Instituciones
Económicas. @carlesmanera
Jorge Fabra Utray. @JorgeFabraU
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