viernes, 27 de abril de 2018

CHANTAL MOUFFE: EL POPULISMO DE IZQUIERDA EN EL REINO UNIDO.

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TRES PRECISIONES SOBRE EL POPULISMO.-
Igualmente, para abarcar las múltiples realidades que pueden incluirse bajo el nebuloso rótulo de populismo, desde nuestra perspectiva es importante efectuar tres precisiones.

En primer lugar, debe subrayarse que no existe un consenso sobre este concepto entre los estudiosos, ya que no designa una ideología concreta, sino una forma de movilización política maleable y que puede adoptar cualquier sector ideológico. Su emergencia constituye una reacción a la pérdida de credibilidad que experimentan los sistemas representativos. Por esta razón, las formaciones populistas se dirigen al ciudadano anónimo (el “hombre de la calle”, la “buena gente” o “el pueblo” genérico) y lo movilizan contra élites que supuestamente se han adueñado de su soberanía o sus derechos. Los discursos de este tipo revisten una gran ambigüedad, en la medida que -como advierte el politólogo Marco Tarchi- los líderes que los emiten pretenden “refundar la democracia, no destruirla, pretensión que a veces desemboca en un riesgo de hiperdemocratismo, es decir, en una idealización de la disponibilidad del hombre de la calle como ciudadano activo” y, como tal, dispuesto a soportar los costes de su afán de “reapropiarse del ejercicio del poder”

En segundo lugar, no hay unanimidad en relación a su pretendido carácter “positivo” o “negativo” en relación al funcionamiento de la democracia, aunque los pronunciamientos desfavorables son más extendidos. El polifacético académico Ralf Dahrendorf, por ejemplo, afirma que el populismo estimula voluntariamente la pérdida de protagonismo de los parlamentos y su debilidad. Como consecuencia de este hecho, la hiper-democracia que los populistas preconizan se construiría -paradójicamente- sobre la desvalorización de la democracia. De hecho, Dahrendorf estima que el referéndum se habría devaluado al estar hoy “destinado a ser utilizado como un test de popularidad para los políticos y los gobiernos, porque está concebido expresamente para dejar al margen a las instituciones intermedias”. Aun así, otros estudiosos ofrecen visiones diferentes y el pensador Ernesto Laclau consideró que el populismo tenía una naturaleza democrática y que debía ser rescatado de su posición marginal en el discurso de las ciencias sociales, extrayéndole su estigma de antidemocrático:

“Cuando las masas populares que habían estado excluidas se incorporan a la arena política, aparecen formas de liderazgo que no son ortodoxas desde el punto de vista liberal democrático, como el populismo. Pero el populismo, lejos de ser un obstáculo, garantiza la democracia, evitando que ésta se convierta en mera administración”, manifestó.

En tercer lugar, no puede homologarse el populismo de extrema derecha con el de otros ámbitos políticos, en la medida que su mensaje aúna anti-elitismo y xenofobia. El politólogo y filósofo Pierre-André Taguieff alude a él como “nacional-populismo”. Sus formaciones y líderes, señala, se dirigen al pueblo con un llamamiento centrado en su dimensión “nacional”, partiendo de la premisa de que el pueblo es “homogéneo” (la división de clases sociales no tiene relevancia) y “se confunde con la nación unida, dotada de una unidad sustancial y de una identidad permanente”. De esta forma, aquello que diferencia a los partidos nacional-populistas del resto es que el objeto de su denuncia y crítica prioritaria no son tanto “los de arriba” (las élites), como “los de enfrente” (los extranjeros):

Más exactamente: las élites son rechazadas en la medida que son percibidas como ‘el partido del extranjero’”, subordinando así el anti-elitismo a la xenofobia, destaca Taguieff. Este populismo integrado al nacionalismo proyecta la figura de un enemigo nuevo: la del extranjero-invasor.

Este discurso constituye, en esencia, el eje argumental de la nueva ultraderecha o nueva derecha radical populista, que en Europa reúne formaciones de carácter muy diverso y en su mayoría se desvinculan del fascismo y neofascismo.

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CHANTAL MOUFFE, Filósofa y Politóloga belga, profesora del departamento de Ciencias Políticas y de Relaciones Internacionales en la Universidad de Westminster en Londres . Se inscribe en el pensamiento político del posmarxismo . Es especialmente conocida por el ensayo Hegemonía y estrategia socialista escrito con el filósofo ERNESTO LACLAU. ,

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EL POPULISMO DE IZQUIERDA EN EL REINO UNIDO.
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Chantal Mouffe.

Página/12.

Jueves 26 de abril del 2018.


La crisis de la socialdemocracia europea está confirmada. Después de los fracasos de Pasok en Grecia, del PvdA en los Países Bajos, del PSOE en España, del SPÖ en Austria, del SPD Alemania y del PS en Francia, el PD viene de obtener el peor resultado de su historia en Italia. La única excepción a este desastroso panorama se encuentra en Gran Bretaña, donde el Partido Laborista, dirigido por Jeremy Corbyn, está en pleno crecimiento. Con casi 600 mil afiliados, el Laborismo es hoy el mayor partido de izquierda en Europa.

¿Cómo hizo Corbyn, quien sorpresivamente fue elegido como líder del partido en 2015, para lograr esta proeza?

Después de un intento de desplazarlo por parte de la derecha del partido en 2016, el momento decisivo en la consolidación de su liderazgo fue el fuerte crecimiento del Partido Laborista en las elecciones de junio de 2017. Mientras los sondeos les daban a los conservadores una ventaja de 20 puntos, el Partido Laborista ganó 32 escaños, logrando que los tories perdieran la mayoría absoluta. La estrategia desarrollada en esas elecciones es la clave del éxito de Corbyn.

El Senador Bernie Sanders (Social-Demócrata, pre-candidato Demócrata) en Estados Unidos y el Líder del Partido Laborista Jeremy Corbyn, en Inglaterra, ensu campañas políticas presentaronm Proghramas de gobierno del Populismo de Izquierda.
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Esto se debe a dos factores principales. Primero, un manifiesto radical, en línea con el rechazo a la austeridad y las políticas neoliberales por parte de importantes sectores de la sociedad británica. Después, la formidable movilización organizada por Momentum, el movimiento creado en 2015 para apoyar la candidatura de Corbyn.

Inspirado en los métodos de Bernie Sanders en Estados Unidos, así como en las nuevas agrupaciones radicales europeas, Momentum ha aprovechado numerosos recursos digitales para establecer vastas redes de comunicación que les han permitido a los militantes y a muchos voluntarios saber en qué distritos era necesario ir a contactar a los electores puerta a puerta. Fue esta movilización inesperada la que llevó al error a todos los pronósticos.

Pero fue gracias al entusiasmo que despertó el contenido de su programa que todo esto fue posible. Con el título For the many, not the few (para la mayoría, no para unos pocos), utilizó un lema que ya había sido usado por el partido, pero dándole una nueva significación para establecer una frontera política entre un “nosotros” y un “ellos”. De esta manera, se trataba de repolitizar el debate y de ofrecer una alternativa al neoliberalismo instaurado por Margaret Thatcher y continuado por Tony Blair.

Las principales propuestas del programa fueron la renacionalización de los servicios públicos, como los ferrocarriles, la energía, el agua o el correo, el freno al proceso de privatización del Servicio Nacional de Salud (NHS) y del sistema escolar, la abolición de los aranceles de inscripción en la universidad y un aumento significativo de los subsidios sociales. Todo apuntaba a una clara ruptura con la concepción de la tercera vía del Nuevo Laborismo.

Mientras este último había reemplazado la lucha por la igualdad con la libertad de “elegir”, el manifiesto reafirmó que el Laborismo era el partido de la igualdad. El otro punto destacado fue la insistencia en el control democrático, por lo que se puso el acento en la naturaleza democrática de las medidas propuestas para crear una sociedad más igualitaria. La intervención del Estado fue reivindicada, pero con el rol de crear las condiciones que permitieran a los ciudadanos tomar el control de los servicios públicos y gestionarlos. La insistencia en la necesidad de profundizar la democracia es una de las características centrales del proyecto de Corbyn. Esto resuena muy particularmente en el espíritu que inspira a Momentum, que aboga por establecer vínculos estrechos con los movimientos sociales. Y explica la centralidad atribuida a la lucha contra todas las formas de dominación y discriminación, tanto en las relaciones económicas como en otras áreas, como las luchas feministas, antirracistas o LGBT.

Es la articulación de las luchas sociales con las que se relacionan con otras formas de dominación lo que está en el corazón de la estrategia de Corbyn y es por eso que puede ser calificada como “populismo de izquierda”. El objetivo es establecer una sinergia entre las diversas luchas democráticas que atraviesan a la sociedad británica y transformar al Partido Laborista en un gran movimiento popular capaz de construir una nueva hegemonía.

Es claro que la realización de un proyecto como éste significaría para Gran Bretaña un cambio tan radical, aunque de sentido opuesto, como el realizado con Margaret Thatcher. Ciertamente, el combate por reinvestir al Laborismo todavía no se ganó y la lucha interna continúa con los partidarios de Blair. Los oponentes de Corbyn despliegan múltiples maniobras para intentar desacreditarlo, la última consiste en acusarlo de tolerar el antisemitismo dentro del partido.

Las tensiones también existen entre los partidarios de una concepción más tradicional del Laborismo y los partidarios de la “nueva política”. Pero estos se están imponiendo y las relaciones de fuerza juegan a su favor. En comparación con otros movimientos como Podemos o Francia Insumisa, la ventaja de Corbyn consiste en que está a la cabeza de un partido grande y cuenta con el apoyo de los sindicatos.

Bajo su conducción, los laboristas lograron devolverles el gusto por la política a aquellos que la habían abandonado con Blair y atraer a cada vez más jóvenes. Esto prueba que, contra lo que afirman muchos politólogos, los partidos políticos no han devenido formas obsoletas y que, al articularse con los movimientos sociales, pueden renovarse. Es la conversión de la socialdemocracia al neoliberalismo lo que está en el origen del descontento de sus electores.

Cuando se les ofrece a los ciudadanos la perspectiva de una alternativa y tienen la posibilidad de participar en un debate agonístico real, ellos se muestran ansiosos por hacer oír sus voces. Pero esto requiere abandonar la concepción tecnocrática de la política, que la reduce a la gestión de problemas técnicos, y reconocer su carácter partisano.

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