viernes, 31 de agosto de 2012

La ofensiva de Occidente contra el Derecho Internacional.

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 Los representantes de derechos humanos también argumentaron que la condena de las mujeres solo podría ocurrir en la Rusia de Putin. Sin embargo, el presentador del programa señaló que en realidad la mayoría de los países europeos tienen leyes similares a las de Rusia y que numerosos infractores europeos han sido arrestados y castigados incluso con mayor severidad. Por cierto, recientemente leí una noticia de Alemania de que un grupo de imitadores de mujeres había escenificado una protesta similar en apoyo a Pussy Riot y había sido arrestado. Un análisis de estos temas aparece aquí.

Los representantes de los derechos humanos parecían creer que Putin no había pasado el test democrático al no detener el procesamiento. Pero un país tiene un Estado de derecho o no lo tiene. Si Putin pasa por sobre la ley, significa que Putin es la ley.  Haya tenido o no Washington una mano en el evento de Pussy Riot a través de los grupos de protesta que financia, “Hitlery” Clinton se apresuró a hacer propaganda. La libertad de expresión estaba amenazada en Rusia.
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Rusia. Moscú, Agosto 17 del 2012. El Grupo Pussy Riot, fueron condenadas a prisión de dos años, por cantar dentro de una catedral Ortodoxa contra el Presidente Vladimir Putin. Ha sido condenado en todo el mundo por una flagrante violación de los DD.HH.
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La ofensiva de Occidente contra el Derecho Internacional.
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Paul Graig Roberts.
Rebelión Viernes 31 de agosto del 2012.
Global Research.
Traducido del Inglés para Rebelión por Germán Leyens.
Una nueva película, Compliance, examina “el deseo humano de seguir y obedecer a la autoridad”.
Instituciones liberales como los medios de comunicación, universidades, tribunales federales y organizaciones de derechos humanos, que han funcionado tradicionalmente como barreras a la obediencia ciega a la autoridad, se han puesto en nuestros días de parte del poder. La subversión de esas instituciones las ha hecho pasar de controles del poder a sirvientes del mismo. El resultado es la transformación de la cultura del Estado de derecho en una autoridad irresponsable que se basa en el poder mantenido por la propaganda.

La propaganda es importante para inculcar confianza en la autoridad. El caso de Pussy Riot muestra el poder de la propaganda de Washington incluso dentro de Rusia y revela que la propaganda de Washington ha sobornado a importantes organizaciones de derechos humanos como Human Rights Watch, Chatham House y Amnistía Internacional.

Los medios de comunicación occidentales describen a Pussy Riot como un grupo de rock punk, pero parece que en los hechos es un grupo conocido como Voina (Guerra) que realiza presentaciones públicas imprevistas lascivas o escandalosas como la de la catedral rusa, una orgía sexual en un museo y eventos similares. Vea también: Tres de las participantes en la capital fueron detenidas, inculpadas, juzgadas, condenadas por violar una ley estatutaria y recibieron sentencias de dos años de prisión. La Voz de Rusia recientemente transmitió una discusión del caso desde su estudio de Londres. Representantes de Human Rights Watch y Chatham House argumentaron que en realidad se trata de un caso de libertad de expresión y que las mujeres eran prisioneras políticas por criticar al presidente ruso Putin.

La afirmación es falsa. En la actuación blasfema de la catedral rusa no mencionaron a Putin. Las referencias a Putin se añadieron después al video colocado en Internet con el fin de presentar un delito como protesta política.
Los representantes de derechos humanos también argumentaron que la condena de las mujeres solo podría ocurrir en la Rusia de Putin. Sin embargo, el presentador del programa señaló que en realidad la mayoría de los países europeos tienen leyes similares a las de Rusia y que numerosos infractores europeos han sido arrestados y castigados incluso con mayor severidad. Por cierto, recientemente leí una noticia de Alemania de que un grupo de imitadores de mujeres había escenificado una protesta similar en apoyo a Pussy Riot y había sido arrestado. Un análisis de estos temas aparece aquí: http://mercouris.wordpress.com/

Los representantes de los derechos humanos parecían creer que Putin no había pasado el test democrático al no detener el procesamiento. Pero un país tiene un Estado de derecho o no lo tiene. Si Putin pasa por sobre la ley, significa que Putin es la ley.

Haya tenido o no Washington una mano en el evento de Pussy Riot a través de los grupos de protesta que financia, “Hitlery” Clinton se apresuró a hacer propaganda. La libertad de expresión estaba amenazada en Rusia, dijo.

Washington utilizó el caso de Pussy Riot para vengarse de Putin por haberse opuesto a la destrucción de Siria. El tema legal no considerado es la interferencia de Washington en los asuntos internos de Rusia. El cercano alineamiento de las organizaciones de derechos humanos con la propaganda de Washington perjudica la credibilidad de la defensa de los derechos humanos. Si los grupos de derechos humanos se ven como auxiliares de la propaganda de Washington, su autoridad moral se evapora.

El predominio del idioma inglés, debido a la dominación británica del mundo en los siglos XVIII y XIX y la dominación estadounidense en el Siglo XX y en la primera década del Siglo XXI, facilita el control de las explicaciones por parte de Washington. Otros idiomas simplemente no tienen el alcance necesario para competir.

Washington también tiene la ventaja de haberse presentado como defensor de la ética en la Guerra Fría. Los pueblos que formaban parte del imperio soviético e incluso muchos rusos todavía ven a Washington como el bueno de la época. Washington ha utilizado esa ventaja para financiar “revoluciones de colores” que han apartado a algunos países de la esfera de influencia rusa y los han llevado a la de Washington.

Tony Cartalucci concluye que “Amnistía Internacional es propaganda del Departamento de Estado”.  Cartalucci señala que la directora ejecutiva de Amnistía es la ex funcionaria del Departamento de Estado Suzanne Nossel, quien combina la “defensa de los derechos humanos” con la hegemonía global de EE.UU.

Amnistía parece un amplificador de la propaganda de Washington. El último correo de Amnistía a sus miembros (27 de agosto) dice: “Como si no fuera bastante vergonzoso el último proceso y sentencia de tres miembros de Pussy Riot, ahora la policía rusa está persiguiendo a otros miembros de la banda. No cabe duda: las autoridades rusas son implacables. ¿Hasta dónde están dispuestas a ir para silenciar las voces del disenso? ¡Decid al gobierno ruso que deje de perseguir a Pussy Riot!”

El correo electrónico de Amnistía Internacional del 23 de agosto a sus miembros: “Despierta mundo”, es completamente unilateral y culpa enteramente de la violencia al gobierno sirio, no a al Qaida o a otros grupos externos que Washington ha armado y lanzado contra el pueblo sirio. Amnistía solo se preocupa de conseguir imágenes visuales que condenen al gobierno sirio ante el público: “Trabajamos por colocar estas secuencias incriminatorias en manos de periodistas en todo el mundo. Apoyad nuestro trabajo y ayudad a asegurar que nuestro vídeo de primera mano sea visto por miembros influyentes de los medios”.

Pussy Riot por lo menos tuvo derecho a un proceso. Es más de lo que obtuvo el marine estadounidense, Brandon Raub, veterano de dos períodos de servicio de combate. Raub puso en Facebook su opinión de que había sido utilizado por Washington en nombre de una agenda ilegal. La policía local, el FBI, y el Servicio Secreto fueron a su casa, lo sacaron a rastras y bajo la autoridad de un trabajador social, lo confinaron en un hospital mental para observarlo.

No vi ninguna protesta de Human Rights Watch, Amnistía Internacional o Chatham House. En su lugar, un juez de tribunal de circuito de Virginia, W. Allan Sharrett, exigió la inmediata liberación de Raub y declaró que no había motivos para detener y confinar a Raub solo por ejercer su derecho a la libertad de expresión.

Cada vez se castiga más a los estadounidenses por ejercer sus derechos a la libertad de expresión. En youtube se encuentra una serie de videos de violencia policial contra el movimiento Ocupa. Muestran a los matones de la Gestapo policial golpeando a mujeres, pulverizando pimienta sobre manifestantes sentados con sus cabezas inclinadas, golpeando con sus porras y quebrando cabezas y manifestantes golpeados hasta perder la conciencia, esposados y arrastrados por ejercer un derecho protegido por la constitución. Ha habido más protestas por Pussy Riot que por la detención ilegal y tortura de Bradley Manning o por la amenaza del gobierno del Reino Unido de invadir la embajada de Ecuador y sacar a Julian Assange, el director de WikiLeaks.

Cuando un disidente chino buscó asilo en la embajada de EE.UU. en China, el gobierno chino se sometió al derecho internacional y permitió la salida del disidente a EE.UU. Pero Gran Bretaña, adalid de la “libertad y la democracia”, niega un salvoconducto a Assange, que ha obtenido asilo, y no hay protestas de Clinton en el Departamento de Estado.

En China’s Rise, America’s Fall, Ron Unz presenta un convincente argumento de que el gobierno chino respeta más el Estado de derecho y escucha más a su pueblo que Washington.
Actualmente son Rusia y China, no el Reino Unido y Europa, las que cuestionan la pretensión de Washington de que el gobierno de EE.UU. está por encima de las leyes internacionales y tiene derecho a derrocar los gobiernos que desaprueba.

La ilegalidad que ahora caracteriza a los gobiernos de EE.UU. y del Reino Unido constituye una gran amenaza para el mayor logro de la humanidad, el Estado de derecho por el cual los británicos combatieron desde el tiempo de Alfredo el Grande en el Siglo IX hasta la Gloriosa Revolución del Siglo XVII. ¿Dónde están las protestas por la destrucción anglo-estadounidense del Estado de derecho?

¿Por qué no se preocupan Human Rights Watch, Amnistía Internacional y Chatham House?
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Paul Craig Roberts fue editor de The Wall Street Journal y secretario asistente del Secretario del Tesoro estadounidense. Es autor de HOW THE ECONOMY WAS LOST , publicado por CounterPunch/AK Press. Su último libro publicado es Economies in Collapse: The Failure of Globalism , publicado en Europa, junio de 2012.
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jueves, 30 de agosto de 2012

GUATEMALA. Comunidades de Población en Resistencia: Un ejemplo de Democracia de Base.

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Estas Comunidades de Población en Resistencia estaban formadas por campesinos humildes, que en realidad no eran miembros activos del movimiento guerrillero, y que por la misma necesidad de sobrevivencia en condiciones extremas fueron desarrollando modos organizativos fabulosos. “Elevaron mucho su nivel de capacitación en educación y de organización en la producción y con pocos recursos producían mucho. A futuro podían ser un ejemplo para otros colectivos en ese sentido”, afirmó Enrique Corral, ex cura y luego integrante del movimiento armado guatemalteco, actualmente de la Fundación Guillermo Toriello, vinculado siempre a las CPR. Tras la firma de los Acuerdos de Paz en 1996, estas poblaciones se fueron asentando en diversos puntos del territorio nacional, ya sin el acoso perpetuo de vivir guerra, pero sin ver materializado ninguno de los compromisos tomados en esa firma. Mantuvieron su organización de democracia viva, aunque sin el más mínimo apoyo por parte del Estado en créditos, infraestructura, facilidades diversas, etc., su situación actual los arroja a la pobreza profunda.

“Como población civil se logró establecer un sistema de organización democrática dando vida a los valores y principios humanos de sobrevivencia, haciendo de la resistencia la forma de organización comunitaria, organizando el trabajo colectivo, la distribución equitativa de lo que producimos y de lo que se recibía de la Solidaridad [internacional]”, explicaba un miembro de las CPR. Sin ningún lugar a dudas si un grupo en condiciones tan tremendamente extremas pudo sobrevivir dignamente, más allá de la pobreza material, esto muestra que la organización real desde abajo es posible. Es más: sin esa organización democrática de base, real, genuina, no hubieran podido sobrellevar la situación. ¿Qué nos dice todo esto? Que la democracia de base sí es posible, y que la organización política actual que impone “el desarrollo” no es más que formalidad. Una vez más: ¿a quién representan los representantes?
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Campesina guatemalteca, organizada en las Comunidades de Resistencia, hoy fortaleza de la Democracia Directa.

GUATEMALA. Comunidades de Población en Resistencia: Un ejemplo de Democracia de Base.
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Jueves 30 de agosto del 2012.

Marcelo Colussi (especial para ARGENPRESS.info)

Pocos conceptos hay tan manipulados como el de “democracia”. En su nombre se puede hacer cualquier cosa, por ejemplo, invadir países y masacrar a gran cantidad de población. Su supuesta “defensa” irrestricta permite las peores tropelías, y la guerra “por la democracia” es una de sus más incomprensibles formulaciones: ¿matar a otro para defender la libertad? No hay dudas que la imaginación humana da para mucho.

El sistema capitalista actual, dominante largamente a escala planetaria, se atribuye como una de sus notas distintivas el ejercicio de la democracia. Así, dicho con cierta cuota de ampulosidad (“democracias de mercado”, por ejemplo), la democracia sería un bien en sí mismo, y su sola mención tendría un poder casi mágico, sinónimo de corrección, buen camino y luz en el medio de las tinieblas. De todos modos –la historia de la humanidad nos lo confirma– las relaciones de poder entre los miembros de nuestra especie son el núcleo problemático por excelencia. Nada hay más dificultoso ni plagado de tensiones en el orden humano que las relaciones en torno a la construcción del poder. El poder no sólo como expresión de la clase dominante a través de su aparato de dominación, el Estado (quizá la forma tradicional de entenderlo), sino el poder en su faceta definitoria de la cotidianeidad, como aquello que está siempre presente y actuando cuando se juntan dos o más individuos; el poder como aspiración de infinitud y completud de nosotros los humanos, por definición finitos e incompletos; el poder que se da entre géneros, entre etnias, entre adultos y jóvenes, etc., etc.

Es decir: el poder, en su amplísima gama de posibilidades de las interrelaciones humanas y que termina con la idea moderna de Estado como expresión de las relaciones políticas que subsume todas las otras, tendría según esta concepción como punto máximo de llegada “la democracia” en tanto nivel superior de toda nuestra construcción histórica. Dicho de ese modo, “la” democracia sería un bien supremo al que algunos, pareciera, ya han llegado (¿los desarrollados?), y otros aún están camino de alcanzar (¿los subdesarrollados?). La idea implícita es que fuera de “la democracia” –punto máximo de nuestro desarrollo como sociedad política– lo demás es atraso, primitivismo, salvajismo.

Si fuera necesariamente cierto, hasta inclusive valdría la pena tomar en serio el debate. Pero estando tan asquerosamente manipulado como está el concepto, hablar de democracia debe llevarnos, ante todo, a su crítica radical, a su problematización. ¿De qué hablamos cuando decimos “democracia”?

“Con la democracia también se come”, expresaba vehemente en su campaña proselitista Raúl Alfonsín antes de convertirse en el primer presidente constitucional luego de la dictadura militar que asoló Argentina entre 1976 y 1982. La promesa levantaba grandes expectativas; tantas, que le permitió ganar las elecciones. Hoy, ya con tres décadas del así llamado ejercicio democrático, el país no puede salir de la peor crisis de su historia (aumentó exponencialmente el índice de suicidios y de disfunción sexual masculina como una de las tantas consecuencias derivadas de esa crisis, valga adelantar sólo como mínimo ejemplo), y no es infrecuente que muchos de sus habitantes deban comer de los tarros de basura, así como no fueron tan raros, en estos últimos años, saqueos a parques zoológicos para comerse algún animal. Parece ser que la democracia no ha dado para comer como se esperaba.

Mucha gente en Latinoamérica –de hecho una investigación de Naciones Unidas del 2004: “La democracia en América Latina. Hacia una democracia de ciudadanas y ciudadanos” lo estudió en profundidad dando cifras elocuentes: el 55 % de la población– apoyaría de buen grado un gobierno dictatorial si eso le resolviera los problemas de índole económica, lo cual llenó de consternación a más de un politólogo. Sin ningún lugar a dudas décadas de dictaduras militares y regímenes totalitarios dejaron una profunda marca política en la región, por lo que no espanta la idea de un gobierno no democrático. Pero ello no habla sólo de una cierta vocación autoritaria de las poblaciones latinoamericanas, transformada ya hoy en hecho cultural; habla, más que nada, del fracaso de estas democracias formales aparecidas alrededor de la década de los 80, luego de los tristemente célebres gobiernos militares, donde la mano de Washington no fue ajena.

Democracia: gobierno del pueblo; es tan amplio que lo dice todo y no dice nada. Una rápida mirada de la historia, o de cualquier situación actual, nos confronta con que lo que menos tenemos como experiencia concreta en nuestro largo y tortuoso proceso civilizatorio es, justamente, “gobierno del pueblo”.

Con el ascenso del capitalismo y el triunfo político de la nueva burguesía hace un par de siglos, la democracia representativa toma su mayoría de edad, y hoy, doscientos años después de haberse impuesto a partir de la cabeza guillotinada de los monarcas franceses, se presenta como el modelo más desarrollado de organización social. En ese sentido se autoerige como condición de la prosperidad. Pero ¿quién dice que es el más “desarrollado”? ¿Desde qué parámetros?

Un informe del Banco Mundial reveló que la República Popular China sacó de la marginación a 200 millones de personas en 20 años sin que sus reformas se apegaran a las recetas neoliberales en boga, pero más aún, con una organización política abominada por las democracias occidentales en la que brillan por su ausencia todas las libertades esgrimidas como logros democráticos. Como dijo Luis Méndez Asensio: “El ejemplo chino nos incita a una de las preguntas clave de nuestro tiempo: ¿es la democracia sinónimo de desarrollo? Mucho me temo que la respuesta habrá que encontrarla en otra galaxia. Porque lo que reflejan los números macroeconómicos, a los que son tan adictos los neoliberales, es que el gigante asiático ha conseguido abatir los parámetros de pobreza sin recurrir a las urnas, sin hacer gala de las libertades, sin amnistiar al prójimo.”


Como organizaciones de base, raíz y columna vertebral de la Democracia Asociacionista, protestan y se movilizan para proteger sus derechos sociales y políticos, es la Democracia Directa.


¿Tienen poder los que votan? Los regímenes autocráticos terminan siendo agobiantes, todos, no importa el color ideológico en juego. Visto el panorama mundial, en ningún país –ni en los pobres, la gran mayoría del planeta, por cierto, ni en los ricos– la masa mayoritaria detenta el poder real. Sucede que en algunos, los menos, la riqueza alcanza para que todos vivan con el mínimo de dignidad que, hoy por hoy, la gran mayoría de la humanidad no tiene (comida, agua potable, educación básica, vivienda). Si esas necesidades primarias no se resuelven, es improcedente pensar –como lo hiciera el por ese entonces Secretario General de la ONU, Kofi Annan, refiriéndose al mapa de Latinoamérica luego de conocidas las conclusiones del referido estudio– que “la solución para sus problemas no radica en una vuelta al autoritarismo sino en una sólida y profundamente enraizada democracia”. Por supuesto que las dictaduras no resolvieron los problemas de pobreza y exclusión social (no estaban para eso, por cierto). Pero tampoco los han resuelto las actuales democracias a cuentagotas.

Tan elástico es este vapuleado concepto de “democracia” que sirve para cualquier propósito: para comer –según Alfonsín–, para mantener un bloqueo contra Cuba, para invadir Irak, para deponer al presidente Aristide en Haití o Chávez en Venezuela, democráticamente electos por cierto… ¿No será que, por tan elástico, en realidad no significa nada de nada?

Es hora de cambiar el concepto de democracia representativa, aquél con el que se ha venido explotando a las grandes masas desde hace dos siglos, por algo nuevo: democracia genuina, democracia desde abajo, directa. ¿A quién representan los representantes? Si el propio pueblo no es artífice de su destino, no hay salida para los problemas que ya conocemos de memoria en Latinoamérica.

En la olvidada Guatemala, en Centroamérica, cuna de una de las civilizaciones más antiguas y esplendorosa de la historia: los mayas (seguramente “de moda” en los próximos meses, dada la manoseada “profecía maya” del fin del mundo, que moverá bastante turismo) hay un ejemplo encomiable de democracia directa: las Comunidades de Población en Resistencia (CPR).

Es sabido que en ese país una guerra civil dejó daños inconmensurables, siendo la nación latinoamericana más golpeada por las estrategias contrainsurgentes que se desarrollaron en el marco de la Guerra Fría con la Estrategia de Seguridad Nacional. La población campesina, de origen maya, fue la más golpeada. En muchos casos, para sobrevivir a las políticas genocidas de tierra arrasada, por miles se internaron en las selvas, protegiendo así lo único que les quedaba: su vida, dado que dejaron tras de sí todo, casa, ganado de subsistencia, sus mínimas parcelas, enseres domésticos. Así, en condiciones de extrema pobreza vivieron años, muy organizados, en un sistema de democracia directa que es digno de admiración. Estas Comunidades de Población en Resistencia estaban formadas por campesinos humildes, que en realidad no eran miembros activos del movimiento guerrillero, y que por la misma necesidad de sobrevivencia en condiciones extremas fueron desarrollando modos organizativos fabulosos.

“Elevaron mucho su nivel de capacitación en educación y de organización en la producción y con pocos recursos producían mucho. A futuro podían ser un ejemplo para otros colectivos en ese sentido”, afirmó Enrique Corral, ex cura y luego integrante del movimiento armado guatemalteco, actualmente de la Fundación Guillermo Toriello, vinculado siempre a las CPR. Tras la firma de los Acuerdos de Paz en 1996, estas poblaciones se fueron asentando en diversos puntos del territorio nacional, ya sin el acoso perpetuo de vivir guerra, pero sin ver materializado ninguno de los compromisos tomados en esa firma. Mantuvieron su organización de democracia viva, aunque sin el más mínimo apoyo por parte del Estado en créditos, infraestructura, facilidades diversas, etc., su situación actual los arroja a la pobreza profunda.

“Como población civil se logró establecer un sistema de organización democrática dando vida a los valores y principios humanos de sobrevivencia, haciendo de la resistencia la forma de organización comunitaria, organizando el trabajo colectivo, la distribución equitativa de lo que producimos y de lo que se recibía de la Solidaridad [internacional]”, explicaba un miembro de las CPR. Sin ningún lugar a dudas si un grupo en condiciones tan tremendamente extremas pudo sobrevivir dignamente, más allá de la pobreza material, esto muestra que la organización real desde abajo es posible. Es más: sin esa organización democrática de base, real, genuina, no hubieran podido sobrellevar la situación. ¿Qué nos dice todo esto? Que la democracia de base sí es posible, y que la organización política actual que impone “el desarrollo” no es más que formalidad. Una vez más: ¿a quién representan los representantes?

En esta búsqueda de encontrarle caminos reales al fabuloso proyecto de darle forma concreta a la utopía, estudiar en detalle la historia de las CPR puede ser un paso de gran importancia. Tal como dice el cura-guerrillero Enrique Corral, sin dudas que “A futuro podían ser un ejemplo para otros colectivos”. Este breve escrito no es sino: a) una expresión de júbilo en relación a que otra democracia sí es posible, más allá del formalismo de la democracia representativa. Y además, b) una invitación a académicos, científicos sociales y actores políticos a que se profundice en el estudio de esa construcción de base de la democracia en que vivieron las Comunidades de Población en Resistencia en lo más adverso de la guerra. Aprender de las “buenas prácticas”, como se dice hoy día, es inteligente.
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miércoles, 29 de agosto de 2012

¿Es tan malo ser anti-sistema? Uno de los últimos artículos del maestro Francisco Fernández Buey. FERNANDEZ BUEY, un hombre rojo y bueno.

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Pero también estaba “el optimismo de la voluntad”. Paco sonreía ante cada gesto hermoso del mundo. Siempre con esa cara de ternura hacia los que buscábamos pero aún no encontrábamos. Él nos puso sobre las pistas. Nos deja muchas enseñanzas. Después de él no podemos seguir reclamando la intolerancia en nombre de la consecución de nuestras metas. Después de Paco no podemos leer a Marx con maneras de loro ortodoxo ni de Torquemada radical por que no sabe entender los tiempos de perplejidad que nos han tocado. Después de Paco sabemos que Gramsci es el marxista que nos va a conducir con más astucia por el siglo XXI. Después de Paco sabemos que no hay socialismo si no es ecologista, si no es feminista, si no es pacifista. Después de Paco sabemos que los partidos -él, un hombre siempre “del” partido- no bastan para cuidar de los asuntos públicos.

Después de Paco -y mucho antes que Zizèk y otros asustaviejas- sabemos que en la vertiginosidad de los fotogramas de una película hay más pistas sobre nuestro mundo que en buena parte de los libros políticos que editan editoriales que hacen dinero con libros de cocina. Después de Paco sabemos que sin una buena teoría la práctica anda ciega, que necesitamos hacer el esfuerzo de interrogar a la metodología, de volver a preguntarle a la ciencia por las cuestiones de la objetividad y de la transformación social. Después de Paco sabemos que “ni Marx ni menos”. Con esa mirada irónica, nunca -nunca- cínica, llena de compasión, profundamente humanista porque era profundamente de izquierdas. Paco nos obliga a los críticos feroces de nuestros mayores a no meter en el mismo saco a la generación del 68 y sus entornos. Él no fue como toda esa cuerda de paniaguados que dejaron de pelear, que sembraron la transición con las minas del consenso y la ocultación y que, además, pretendían seguir dando lecciones de radicalidad de izquierda a los que venían detrás.
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¿Es tan malo ser anti-sistema?

Uno de los últimos artículos del maestro Francisco Fernández Buey.
FERNANDEZ BUEY, un hombre rojo y bueno.

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Público. Domingo 26 de agosto del 2012.

Por Francisco Fernández Buey y Jordi Mir.

No me preocupa el grito de los violentos. El movimiento de los corruptos. La grita de los deshonestos. El odio de los intolerantes. La desvergüenza de los inmorales. El impudor de los sin ética y la delincuencia del criminal…. Lo que me preocupa es el silencio de los buenos.

Venimos observando que, en los últimos tiempos, los medios de comunicación de todo tipo han puesto de moda el término anti-sistema. Lo usan por lo general en una acepción negativa, peyorativa, y casi siempre con intención despectiva o insultante. Y aplican o endosan el término, también por lo general, para calificar a personas, preferentemente jóvenes, que critican de forma radical el modo de producir, consumir y vivir que impera en nuestras sociedades, sean estos okupas, alter-mundialistas, independentistas, desobedientes, objetores al Proceso de Bolonia o gentes que alzan su voz y se manifiestan contra las reuniones de los que mandan en el mundo.

Aunque no lo parezca, porque enseguida nos acostumbramos a las palabrejas que se ponen de moda, la cosa es nueva o relativamente nueva. Así que habrá que decir algo para refrescar la memoria del personal. Hasta comienzos de la década de los ochenta la palabra antisistema sólo se empleaba en los medios de comunicación para calificar a grupos o personas de extrema derecha. Vino a sustituir, por así decirlo, a otra palabra muy socorrida en el lenguaje periodístico: ultra. Pero ya en esa década la noción se empleaba principalmente para hacer referencia a las posiciones del mundo de Herri Batasuna en el País Vasco. En la década siguiente, algunos periódicos a los que no les gustaba la orientación que estaba tomando Izquierda Unida ampliaron el uso de la palabra anti-sistema para calificar a los partidarios de Julio Anguita y la mantuvieron para referirse a la extrema derecha, a los partidarios de Le Pen, principalmente, y a la llamada izquierda abertzale. Así se mataba de un solo tiro no dos pájaros (de muy diferente plumaje, por cierto) sino tres.

Esa práctica se ha seguido manteniendo en la prensa aproximadamente hasta principios del nuevo siglo, cuando surgió el movimiento antiglobalización o alter-mundialista. A partir de entonces se empieza a calificar a los críticos que se manifiestan de grupos anti-sistema y de jóvenes anti-sistema. Pero la calificación no era todavía demasiado habitual en la prensa, pues el periodista de guardia de la época, Eduardo Haro Teglen, en un artículo que publicaba en El País, en 2001, aún podía escribir: “Las doctrinas policiales que engendra esta globalización que se hace interna hablan de los grupos anti-sistema. No parece que el intento de utilizar ese nombre haya cundido: se utilizan los de anarquismo, desarraigo, extremismo, agitadores profesionales. Pero el propio sistema tendría que segregar sus modificaciones para salvarse él si fuera realmente un sistema y no sólo una jungla, una explosión de cúmulos”.

En cualquier caso, ya ahí se estaba indicando el origen de la generalización del término: las doctrinas policiales que engendra la globalización. Desde entonces ya no ha habido manifestación en la que, después de sacudir convenientemente a una parte de los manifestantes, la policía no haya denunciado la participación en ellas de grupos anti-sistema para justificar su acción. Pasó en Génova y pasó en Barcelona. Y también desde entonces los medios de comunicación vienen haciéndose habitualmente eco de este vocabulario.

El reiterado uso del término anti-sistema empieza a ser ahora paradójico. Pues son muchas las personas, economistas, sociólogos, ecólogos y ecologistas, defensores de los derechos humanos y humanistas en general que, viendo los efectos devastadores de la crisis actual, están declarando, uno tras otro, que este sistema es malo, e incluso rematadamente malo. Académicos de prestigio, premios Nobel, algunos presidentes en sus países y no pocos altos cargos de instituciones económicas internacionales hasta hace poco tiempo han declarado recientemente que el sistema está en crisis, que no sirve, que está provocando un desastre ético o que se ha hecho insoportable. Evidentemente, también estas personas son anti-sistema, si por sistema se entiende, como digo, el modo actualmente predominante de producir, consumir y vivir. Algunas de estas personas han evitado mentar la bicha, incluso al hablar de sistema, pero otras lo han dicho muy claro y con todas las letras para que nadie se equivoque: se están refiriendo a que el sistema capitalista que conocemos y en el que vivimos unos y otros, los más moran o sobreviven, es malo, muy malo.

Resulta por tanto difícil de entender que, en estas condiciones y en la situación en que estamos, anti-sistema siga empleándose como término peyorativo. Si analizando la crisis se llega a la conclusión de que el sistema es malo y hay que cambiarlo, no se ve el motivo por el cual ser anti-sistema tenga que ser malo. El primer principio de la lógica elemental dice que ahí hay una incoherencia, una contradicción. Si el sistema es malo, y hasta rematadamente malo, lo lógico sería concluir que hay que ser anti-sistema o estar contra el sistema. Tanto desde el punto de vista de la lógica elemental como desde el punto de vista de la práctica, es indiferente que el anti-sistema sea premio Nobel, economista de prestigio, okupa, alter-mundista o estudiante crítico del Proceso de Bolonia.

Si lo que se quiere decir cuando se emplea la palabreja es que en tal acción o manifestación ha habido o hay personas que se comportan violentamente, no respetan el derecho a opinar de sus conciudadanos, impiden la libertad de expresión de los demás o atentan contra cosas que todos o casi todos consideramos valiosas, entonces hay en el diccionario otras palabras adecuadas para definir o calificar tales desmanes, sean éstos colectivos o individuales. La variedad de las palabras al respecto es grande. Y eligiendo entre ellas no sólo se haría un favor a la lengua y a la lógica sino que ganaríamos todos en precisión. Y se evitaría, de paso, tomar la parte por el todo, que es lo peor que se puede hacer cuando analizamos movimientos de protesta.
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Francisco Fernández Buey y Jordi Mir son Centro de Estudios sobre Movimientos Sociales (CEMS)-Universidad Pompeu Fabra 



FERNÁNDEZ BUEY, un hombre rojo y bueno.

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Juan Carlos Monedero.

Rebelión martes 28 de agosto del 2012.

Se ha ido a asaltar los cielos Paco Fernández Buey. Un hombre bueno. Camino de la última batalla, cargado de un cuaderno de quejas inmenso para los inexistentes dioses. “Un neoliberalismo de mierda, una globalización de mierda, un imperialismo de mierda, una depredación ambiental de mierda. ¿No os da vergüenza estar tan llenos de mierda?”. Ya lo había dicho antes: “Nunca te bañas dos veces en el mismo río: la segunda está más sucio”.
Lo imagino estos días cansado del mundo -llevaba tiempo cansado de este mundo desalmado-, aún más desilusionado cuando su compañera ya se había marchado. Paco miraría cada mañana la prensa y se diría: “qué disparate, qué disparate”. Paco se va a los 69 años. Qué solos nos estamos quedando. Y los Papas llegando a los 90…

Pudo ver las fotos terribles de España ardiendo, de un gobierno con una gestión descerebrada, más atenta al qué dirán que a solventar los problemas del país, de una Europa volviendo a sus fueros. También, con sana sonrisa, vio el nacimiento del 15M y las urgencias de convertirlo en un instrumento político eficaz que reclamaba más tiempo del que él desearía. No pudo ver la foto terrible de esta mañana, donde tres subsaharianos miran a la desvencijada Europa desde la desahuciada África. Imagen de un mundo que no invita a grandes alegrías. Quedarse aquí ¿para qué?

A todos nos compete un pedazo de esa mirada desapasionada. Un mundo donde el socialismo se cayó junto con un muro que los ciudadanos no quisieron sostener, donde la mayoría de esa tierra de cabreros llamada España prefería las mentiras del PP y del PSOE a enfrentar un futuro lleno de desafíos, con un medio ambiente gritando desesperado ante la mirada displicente del, con exceso y sólo por comparación, llamado homo sapiens.Demasiado “pesimismo de la inteligencia”.

Pero también estaba “el optimismo de la voluntad”. Paco sonreía ante cada gesto hermoso del mundo. Siempre con esa cara de ternura hacia los que buscábamos pero aún no encontrábamos. Él nos puso sobre las pistas. Nos deja muchas enseñanzas. Después de él no podemos seguir reclamando la intolerancia en nombre de la consecución de nuestras metas. Después de Paco no podemos leer a Marx con maneras de loro ortodoxo ni de Torquemada radical por que no sabe entender los tiempos de perplejidad que nos han tocado. Después de Paco sabemos que Gramsci es el marxista que nos va a conducir con más astucia por el siglo XXI. Después de Paco sabemos que no hay socialismo si no es ecologista, si no es feminista, si no es pacifista. Después de Paco sabemos que los partidos -él, un hombre siempre “del” partido- no bastan para cuidar de los asuntos públicos.

Después de Paco -y mucho antes que Zizèk y otros asustaviejas- sabemos que en la vertiginosidad de los fotogramas de una película hay más pistas sobre nuestro mundo que en buena parte de los libros políticos que editan editoriales que hacen dinero con libros de cocina. Después de Paco sabemos que sin una buena teoría la práctica anda ciega, que necesitamos hacer el esfuerzo de interrogar a la metodología, de volver a preguntarle a la ciencia por las cuestiones de la objetividad y de la transformación social. Después de Paco sabemos que “ni Marx ni menos”. Con esa mirada irónica, nunca -nunca- cínica, llena de compasión, profundamente humanista porque era profundamente de izquierdas. Paco nos obliga a los críticos feroces de nuestros mayores a no meter en el mismo saco a la generación del 68 y sus entornos. Él no fue como toda esa cuerda de paniaguados que dejaron de pelear, que sembraron la transición con las minas del consenso y la ocultación y que, además, pretendían seguir dando lecciones de radicalidad de izquierda a los que venían detrás.

Hoy Paco no ha podido leer en la prensa como cuenta Francisco Rubio Llorente, uno de los vicepresidentes del Tribunal Constitucional, que suya fue la idea que debía contentar a Tirios y Troyanos -valga decir fascistas y demócratas- cuando en 1976 había que hacer algo en el Parlamento de la democracia con los símbolos del franquismo: “Dejarlos y quitarlos era un problema (…) ¿Solución: los tapamos con tapices”. Esa es la democracia que hemos heredado: franquismo tapado con tapices. Paco nos ayudó a arrancar los trapos de fieltro y bordados falsos a tantas mentiras. Porque era generoso. Porque primó en su vida luchar por la democracia y el socialismo antes que adornar su biografía con falsas gestas.

Allá anda, por ese mundo que puebla nuestra conciencia, arrancando las hojas de parra a los tímidos, preguntando a los ángeles por qué son tan aburridos, organizando el infierno para decirle al diablo que su sitio en verdad está entre las nubes, gritándonos desde el más acá: ¡No dejéis de luchar, que se acerca vuestro tiempo!

Paco Fernández Buey, de los hombres más generosos de la izquierda española. Un hombre bueno que nos deja un poco más solos, un poco más urgidos, un poco más comprometidos, un poco más, como siempre nos recomendaba, insumisos. Parece que le oigo decir desde algún lugar del eter: “¿cómo que no vais a rodear el congreso? ¡El pueblo siempre ha de estar por encima de los políticos! ¿Quién tiene miedo al pueblo? Prudencia siempre, pero también coraje”. Y en esa insumisión ya te has quedado con nosotras y nosotros.
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