miércoles, 3 de octubre de 2018

INVOCANDO LA PRÓXIMA DEPRESIÓN

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“El sistema financiero global es una bomba de relojería. La cuestión no es si explotará, sino cuándo explotará. Y una vez que lo haga, la incapacidad de los especuladores globales para emplear la fabricación de dinero a tipo de interés cero y encubrir la debacle desembocará en el desempleo, el aumento de los precios de las importaciones y los servicios básicos y en una devaluación en la que el dólar acabará tan depreciado que acabará desterrado como divisa mundial de reserva. La fabricación de este tsunami financiero transformará Estados Unidos, hoy en día ya una democracia fallida, en un estado totalitario. La vida se convertirá en algo de muy poco valor, especialmente para los vulnerables -trabajadores sin papeles, musulmanes, gente de color pobre, mujeres y niñas, anticapitalistas y críticos acusados de ser agentes de fuerzas extranjeras,-, que serán demonizados y culpabilizados del colapso. Las élites, en un intento desesperado por salvaguardar su riqueza, arrasarán con lo que quede”.

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INVOCANDO LA PRÓXIMA DEPRESIÓN.
"Un Tsunami financiero transformará a Estados Unidos".
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El Captor.

Domingo 23 de setiembre del 2018-


Durante la crisis financiera de 2008, los bancos centrales del mundo, incluida la Reserva Federal, inyectaron billones de dólares fabricados ex-profeso para que circulasen por el sistema financiero global. Hoy, este descomunal suministro de dinero ha creado una deuda mundial de 325 billones de dólares, más de tres veces el PIB mundial. El dinero fabricado fue a parar a bancos y empresas, que lo prestaron a depredadores tipos de interés, y lo emplearon para seguir generando intereses sobre deudas impagables, o para recomprar acciones, lo que en la práctica supuso una compensación millonaria para las élites. Esta creación de dinero no fue invertida en la economía real. Los productos no llegaron a fabricarse ni venderse. Los trabajadores no fueron reinsertados en la clase media con ingresos sostenibles, protección social o pensiones. Los proyectos en infraestructuras no se llevaron a cabo. El dinero fabricado infló la escandalosa burbuja financiera construida sobre deuda y ocultó un sistema financiero enfermo destinado al colapso.

¿Qué desencadenará el próximo crash? ¿Los 13,2 billones de deuda que los hogares de Estados Unidos acumulan? ¿Los 1,5 billones de deuda en préstamos universitarios insostenibles? ¿Los miles de millones que Wall Street ha invertido en la industria del fracking para perder, más allá de lo que ha logrado generar, 280 mil millones de dólares? Quién sabe. Lo cierto es que el crash financiero que proviene de aquel que ya tuvo lugar en 2008 es inevitable. Y esta vez, con tipos de interés próximos a cero, las élites no tienen un plan de escape. La estructura financiera se desintegrará. La economía mundial se adentrará en una espiral de muerte. La rabia de una población traicionada y empobrecida empoderará, me temo, a la derecha más demagoga, que prometerá venganza contra las élites mundiales, la renovación moral o aquella aspiración mítica de una edad de oro en la que inmigrantes, mujeres y personas de color tengan su sitio.

La crisis financiera de 2008, tal y como Nomi Prins señaló, “convirtió a los bancos centrales en una nueva clase de súper brokers”. Saquearon el tesoro nacional y amasaron billones para terminar siendo económica y políticamente omnipotentes. En su libro: ‘Complot: cómo los bancos centrales manipularon el mundo’, nos cuenta que los principales bancos centrales e instituciones financieras manipularon fraudulentamente los mercados y emplearon el dinero fabricado, o como ella dice, ‘el dinero falso’, para inflar en el corto plazo los beneficios de los activos vinculados a la burbuja, al mismo tiempo que todo aquello nos conducía a un peligrosísimo precipicio financiero.

“Antes de la crisis, estaban totalmente distraídos, especialmente la Reserva Federal, supuestamente el principal regulador de los bancos de mayor tamaño en Estados Unidos”, me dijo cuando nos vimos en Nueva York. “La Fed causó un daño terrible comportándose así porque posibilitó la crisis financiera. Se convirtió en un desregulador, en lugar de en un regulador. Al inicio de la crisis financiera, la solución que podía corregir y salvar a la economía de la Gran Recesión -o como quiera que se le llamara por aquel entonces-, fue fabricar billones y billones de dólares en una especie de éter electrónico”.

La Reserva Federal concedió unos 29 billones de dólares de esta clase de dinero fabricado a los bancos americanos, de acuerdo a los investigadores de la Universidad de Missouri. ¡29 billones de dólares! Se podrían haber garantizado matrículas gratis a cada estudiante, la sanidad universal, rehabilitado infraestructuras, realizar la transición a las energías limpias, amortizado la deuda estudiantil, aumentado los salarios, rescatados a los hogares endeudados, haber creado bancos públicos para que invirtieran a bajos tipos de interés en las comunidades, haber provisto de un ingreso mínimo garantizado a todo el mundo y promovido programas de empleo masivo para los desempleados. 16 millones de niños no se hubieran ido a la cama hambrientos. Los sin-techo y enfermos mentales -actualmente se estiman 553.742 en todo Estados Unidos- no estarían abandonados en las calles o apilados en las prisiones. La economía reviviría. Pero en su lugar, 29 billones de dólares fabricados se concedieron a mafiosos de las finanzas para que en estos mismos momentos estemos a punto de caer una depresión que competirá en dureza con la de 1929.

Kevin Zeese y Margaret Flowers escriben la página web ‘Resistencia Popular’ que “un sexto de todo esto podría proporcionar una renta básica anual de 12.000 dólares, que costaría unos 3,8 billones de dólares al año, podría doblar los pagos a la Seguridad Social hasta los 22.000 dólares anuales -con un coste de 662 mil millones al año-, podría suponer un bonus de 10.000 dólares al año para los profesores públicos -11 mil millones de coste anual- y así sucesivamente”.

Una cláusula de emergencia en la Ley de la Reserva Federal de 1919 le permite proveer de liquidez a cualquier banco en apuros. Pero en su actuación de 2008 no se limitó a crear unos pocos cientos de miles de millones de dólares. Inundó los mercados financieros con niveles absurdos de “dinero falso”. Esto hizo que pareciera que la economía se recuperaba. Y para los oligarcas, que tuvieron acceso a todo ese dinero mientras que el resto de los mortales no lo tuvo, efectivamente supuso una recuperación.

La Fed redujo los intereses a prácticamente cero. En Europa incluso se llegaron a tipos negativos, lo que venía a significar que pagaban por conceder dinero. La Fed, en una buena jugada de contabilidad, incluso permitió a los bancos colapsados usar los préstamos sin intereses para que compraran bonos públicos. Luego se los devolvían a la Fed y recibían un 15% de intereses. En conclusión, a los bancos se les concedió dinero, por así decir, gratis, del que luego recibían pagos a través de la propia Fed por la inversión en bonos. Por no hablar de la limpieza de activos e hipotecas tóxicas que la Fed realizó en los mismos bancos. Mientras la Fed pudiera crear tanto dinero como quisiese, no importaba en qué los gastaba.

“Es como ir a un viejo garaje con cosas a la venta y decir: ‘Quiero esa bicicleta sin ruedas. Te pago 100 por ella. ¿Por qué? Porque no es mi dinero’.”, Prins decía. “Han manipulado el sistema”, decía de los bancos. “Han fabricado dinero a lo bestia. Los han usado para hinchar los activos. Incluso las acciones. No se sabe de dónde ha venido. Como el dinero es barato, hay más préstamos ofrecidos por empresas. Hay más dinero tomado prestado por la administración. ¿Y luego dónde vas a recuperarlo? Al estado, a la economía social. Extraes dinero de los programas sociales. Impones la austeridad.

Dado el impactante nivel de dinero fabricado que tiene que ser repuesto, los bancos necesitan construir cada vez más extraordinarios nichos de deuda. Esta es la razón por la que cuando te retrasas en pagar la liquidación de la tarjeta de crédito, los tipos de interés saltan hasta el 28%. Esta es la razón por la que si caes en bancarrota, todavía tienes que responder por tu préstamo de estudiante. Esta es la razón por la que los salarios están estancados o han bajado, mientras los costes, ya sean del sistema sanitario y los productos farmacéuticos, o de las comisiones bancarias y de los alimentos básicos, están por las nubes. El inexorable aumento de la deuda crece y crece para alimentar a la bestia hasta que este sistema depredador falla por la aparición de impagos masivos. El día en que las optimistas proyecciones de beneficios provenientes del fracking dejen de ser la excusa para continuar inundando de dinero las endeudadas empresas del sector ya está llegando.

Las sesenta compañías más grandes del sector no están consiguiendo generar la suficiente liquidez como para cubrir sus costes operativos. Según escribe Bethany McLean, “en total, de 2012 a 2017, han acumulado un cash flow negativo de 9.000 millones de dólares por trimestre”.

El sistema financiero global es una bomba de relojería. La cuestión no es si explotará, sino cuándo explotará. Y una vez que lo haga, la incapacidad de los especuladores globales para emplear la fabricación de dinero a tipo de interés cero y encubrir la debacle desembocará en el desempleo, el aumento de los precios de las importaciones y los servicios básicos y en una devaluación en la que el dólar acabará tan depreciado que acabará desterrado como divisa mundial de reserva. La fabricación de este tsunami financiero transformará Estados Unidos, hoy en día ya una democracia fallida, en un estado totalitario. La vida se convertirá en algo de muy poco valor, especialmente para los vulnerables -trabajadores sin papeles, musulmanes, gente de color pobre, mujeres y niñas, anticapitalistas y críticos acusados de ser agentes de fuerzas extranjeras,-, que serán demonizados y culpabilizados del colapso. Las élites, en un intento desesperado por salvaguardar su riqueza, arrasarán con lo que quede.


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