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“En
diciembre del año pasado,
Public Eye publicó un nuevo aporte
conceptual (“La moda de una sola
Tierra”), donde sostiene que este sector de actividad necesita una transformación profunda. El sector de los textiles, de la confección, del cuero y del
calzado es uno de los más contaminantes e injustos porque se basa en la explotación generalizada del trabajo mal
pagado y de los recursos del planeta. Esta publicación imagina un futuro
diferente y trata de alimentar el debate
internacional sobre la transformación socioecológica
del sector con una propuesta que incluye 33 objetivos concretos. La
segunda semana de mayo, Public Eye
acaba de lanzar una petición, esta vez ante el Gobierno helvético, para la creación de un Fondo Suizo de la Moda que obligue a las empresas que
comercian ropa a que asuman el costo del
daño social y ambiental causado por su modelo comercial. Los promotores de la petición sostienen que Suiza “envía toneladas de ropa de
moda rápida al extranjero y hace la vista gorda respecto a su destino final”. Y
explican que, “con demasiada frecuencia, [esta ropa] termina sumándose a
montañas de basuras textiles en vertederos a cielo abierto o se quema”. Según Public Eye, en Suiza cada persona
desecha anualmente once kilos de residuos textiles. Este Fondo Suizo operaría en tres niveles. Por cada nueva prenda producida, las empresas de moda deberían hacer un aporte al
mismo. El modelo empresarial de
la moda rápida, basado en la sobreproducción
y el sobreconsumo, perdería así su atractivo.
Por otra parte, cuanto más duradera
fuese la ropa, menor la contribución
solicitada. De esta forma, el
fondo promovería fuertes incentivos para una moda de calidad, justa y
respetuosa del medio ambiente. En tercer
lugar, buscaría promover activamente una economía de la moda circular, con un aumento de
los bienes de segunda mano, la promoción del reciclaje de calidad y una producción
más sostenible.
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Fuentes: Rebelión.
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LA MODA QUE ENVENENA EL PLANETA.
EL NEOCOLONIALISMO DE LA ROPA
DESECHABLE.
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Por | 12/05/2025 | Ecología social
Fuente.
Revista Rebelión, lunes 12 de mayo del 2025
Cada
segundo, un camión de basura exclusivamente de ropa va a parar a un vertedero o
se incinera en algún lugar del planeta. La moda rápida atenta contra el
medioambiente y afecta las condiciones sociales de los trabajadores.
La
producción textil
ha venido cambiando su lógica y ha pasado de las fibras naturales a la
generalización del empleo de productos sintéticos. En paralelo, el taller local
con reglas proteccionistas ha abierto paso a la deslocalización y los grandes
centros textiles -muchas veces maquilas en zonas francas- donde predomina la
velocidad de la producción y la voracidad de la distribución.
En
este contexto,
se viene imponiendo la industria de la moda rápida o fast fashion, que significa,
tendencialmente, mayor número de colecciones anuales, precios bajos, calidad
desmejorada y duración cada vez menor de la vida de cada prenda. Como corolario
directo: la acelerada sobreproducción y el consumo desmedido de las
vestimentas. No es difícil encontrar tiendas en las distintas ciudades europeas
donde se puede comprar un vestido de
mujer, un pantalón de hombre o camisas juveniles casi el mismo precio que un
café con un croissant en
un bar.
Este
aumento descontrolado de
la producción y la distribución textil, por otra parte, promueve un mercado de
ropa de segunda mano cada vez más activo. Con un volumen que en 2021 ya representaba más de 9.300 millones de dólares a nivel
internacional, creció un 10,3% anual
las últimas tres décadas, pasando de 541.000
toneladas en 1992 a casi 3.6 millones de toneladas en 2021. La Unión Europea, el Reino Unido, China y los
Estados Unidos son los principales
centros exportadores, en tanto que numerosos países del Sur Global, entre ellos Pakistán, Kenia, Chile y Guatemala (los
dos latinoamericanos más importadores), son las naciones destinatarias de este
mercado de segunda mano.
(https://unece.org/sites/default/files/2024-12/ECE_TRADE_484E.pdf).
Moda vs. medioambiente
La industria de la moda es hoy una de las actividades más contaminantes del mundo,
responsable de hasta el 8% de las
emisiones totales de gases de efecto invernadero. Según un reciente artículo de
las Naciones Unidas, esta industria
consume la astronómica cifra de 215
billones de litros anuales de agua, equivalente a 86 millones de piscinas olímpicas. Emplea, además, miles de
productos químicos, muchos de ellos nocivos para la salud humana y los
ecosistemas. A pesar de este impacto preocupante, la ropa se produce y se
descarta a un ritmo sin precedentes, resultado de modelos de negocio que
priorizan la rapidez y lo desechable en lugar de la sostenibilidad. La moda, afirma este artículo, representa una
industria en la que las tendencias cambian rápidamente y las prendas suelen
desecharse después de haberse usado un puñado de veces. Los expertos calculan
que, si se duplicara la vida útil de la ropa, se podría lograr una
reducción significativa de un 44% en las emisiones de gases de efecto
invernadero.
Para
visualizar la dimensión de
los desechos mundiales en toda su
magnitud – de los cuales textiles y plásticos ocupan un lugar especial-, el
artículo subraya que “los seres humanos generamos en todo el
mundo más de 2.000 millones de toneladas de residuos al año”,
suficientes como para darle 25 vueltas al
planeta si los mismos se empaquetaran en contenedores de transporte
estándar. Por supuesto, contaminando la tierra, el aire y el agua y afectando
de manera desproporcionada a las comunidades más pobres. Más de 1.000 millones de personas viven en barrios marginales o asentamientos
informales que carecen de una gestión adecuada de los residuos, lo que
conlleva graves riesgos para la salud. Los vertidos no regulados y las
malas prácticas de eliminación de residuos agravan la contaminación y la
pérdida de biodiversidad en todo el mundo (https://news.un.org/es/story/2025/03/1537631).
Un clamor africano
La
noche del 1 al 2 de enero de 2025, un incendio destruyó el 65% de la superficie del
mercado Kantamanto en Accra, la capital de Ghana,
lo que equivale a la superficie de entre
seis y ocho estadios de fútbol. Alrededor de 3.000 puestos de vendedores
ardieron por completo y cientos de toneladas de ropa quedaron reducidas a
cenizas, afectando a unos 15 mil
comerciantes que perdieron sus medios de vida. Kantamanto es el mercado de
ropa de segunda mano más grande de África
Occidental. Allí se clasifican, reparan y revenden aproximadamente 50 millones de prendas de vestir cada
año. Sin embargo, esto representa sólo una pequeña parte de los cientos de millones de prendas que llegan anualmente a ese
país.
En
una reciente entrevista publicada por la
ONG suiza Public Eye (Mirada ciudadana), el empresario ghanés Yayra Agbofah, quien concentra su actividad en el reciclaje y el rediseño de vestimentas y
además es el fundador de la asociación local The Revival (Renacimiento), explicó que su país recibe toneladas de textiles de segunda mano
del hemisferio norte. Aun cuando esto permite que millones de personas tengan acceso a ropa barata, también significa
que esas personas casi nunca compran ropa
producida localmente. Por ello, muchas fábricas
textiles se han visto obligadas a
cerrar sus puertas. Agbofah y su asociación trabajan activamente desde después
del incendio en la reconstrucción
del mercado
Kantamanto.
Por
otra parte, según Agbofah, la ropa que no se puede
reutilizar -aproximadamente entre el 20
y el 30%- termina obstruyendo ríos y arroyos, contaminando playas o acumulándose en enormes vertederos:
“Estas montañas de ropa a veces se incineran ilegalmente, lo que también contamina el aire que respiramos”. Y lo que es peor, lamenta, el Norte todavía cree que tiene derecho a enviar sus residuos textiles al Sur. El Norte promueve ropa de mala calidad con materiales sintéticos como el poliéster, y esas prendas terminan en su país. Agbofah remarca que “ciertas tendencias de consumo, como la sobreproducción, la moda rápida y la producción insostenible tienen consecuencias directas para nosotros aquí en Ghana”; califica la actual realidad como de “colonialismo de residuos” y llama a sus compatriotas a que reduzcan su consumo de ropa producida en Europa, Estados Unidos y Asia, así como a promover el reciclaje.
Mirada crítica y propuestas realizables
Desde
hace varios años, Public Eye ha dedicado una parte importante de sus esfuerzos al
tema de los productos textiles y en noviembre de 2023 publicó un estudio titulado “En modo avión, Zara alimenta la crisis climática”, que tuvo una
repercusión significativa a nivel
europeo.
“Cada
vez más rápido, cada vez más contaminante”, afirma el artículo, “la industria
de la moda rápida se centra en tendencias a muy corto plazo y envía toneladas
de ropa por avión a todo el mundo”.
Debido a su modelo de negocio, el gigante
de la moda española Inditex,
propietario de la marca Zara, y
tiendas online internacionales como Shein, dependen en gran medida del
transporte aéreo. Public Eye demandó a la textil española
que abandone esta forma de transporte tan perjudicial para el clima. Aunque
Inditex afirma haber reducido sus emisiones en otros ámbitos, las del
transporte y distribución de mercancías han continuado en aumentar en un 10 % en 2024
(https://www.publiceye.ch/fr/thematiques/industrie-textile/en-mode-avion-zara-attise-la-crise-climatique).
En diciembre del año pasado, Public Eye publicó un nuevo aporte
conceptual (“La moda de una sola
Tierra”), donde sostiene que este sector de actividad necesita una transformación profunda. El sector de los textiles, de la confección, del cuero y del
calzado es uno de los más contaminantes e injustos porque se basa en la explotación generalizada del trabajo mal
pagado y de los recursos del planeta. Esta publicación imagina un futuro
diferente y trata de alimentar el debate
internacional sobre la transformación socioecológica
del sector con una propuesta que incluye 33 objetivos concretos (https://www.publiceye.ch/fr/thematiques/industrie-textile/nouveau-rapport-one-earth-fashion).
La
segunda semana de mayo, Public Eye acaba de lanzar una
petición, esta vez ante el Gobierno
helvético, para la creación de un Fondo
Suizo de la Moda que obligue a las empresas que comercian ropa a que asuman el costo del daño social y ambiental
causado por su modelo comercial. Los promotores de la petición sostienen que Suiza
“envía
toneladas de ropa de moda rápida al extranjero y hace la vista gorda respecto a
su destino final”. Y explican que, “con demasiada frecuencia, [esta ropa] termina
sumándose a montañas de basuras textiles en vertederos a cielo abierto o se
quema”. Según Public Eye, en Suiza
cada persona desecha anualmente once kilos de residuos textiles.
Este
Fondo Suizo
operaría en tres niveles. Por cada nueva prenda producida, las empresas de moda deberían hacer un aporte al
mismo. El modelo empresarial de
la moda rápida, basado en la sobreproducción
y el sobreconsumo, perdería así su atractivo.
Por otra parte, cuanto más duradera
fuese la ropa, menor la contribución
solicitada. De esta forma, el
fondo promovería fuertes incentivos para una moda de calidad, justa y
respetuosa del medio ambiente. En tercer lugar, buscaría promover activamente una economía de la moda circular, con un aumento de
los bienes de segunda mano, la promoción
del reciclaje de calidad y una producción más sostenible (https://www.publiceye.ch/fr/action/sengager/stop-fast-fashion)
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