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“El
calentamiento implacable de la Antártida y sus aguas es una tendencia de largo plazo —una
especie de enfermedad crónica del extremo sur—, pero se ve agravado por
ataques agudos, como la ola de calor de marzo de 2022 en la Antártida Oriental, que disparó las
temperaturas 40 ºC por encima de lo
normal, pulverizando récords y dejando atónita a la comunidad científica.
“La
intensidad de ese evento extremo”, explica Fogt, “puede empujar regiones ya
vulnerables más allá de un punto de no retorno del que no se recuperarán en
mucho, mucho tiempo”.
“La
pequeña buena noticia es que cada año los investigadores recopilan más datos sobre cómo responde la Antártida al cambio
climático provocado
por el ser humano, lo que permite
modelar con mayor precisión qué podría
ocurrir en las próximas décadas. Y
los científicos saben muy bien cómo tratar esa “enfermedad crónica”: reducir de forma inmediata y drástica las emisiones de gases de efecto invernadero,
o afrontar las consecuencias. “Cada fracción de grado de calentamiento
que logremos evitar aumenta las probabilidades de escapar a estos cambios
catastróficos”, advirte England. “Un
aumento del nivel del mar de varios
metros supondrá una inestabilidad política global que eclipsará lo que vemos ahora mismo”.
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Fuentes: Climática [Foto: Alexandre Meneghini/REUTERS]
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LA
ANTÁRTIDA ESTÁ EN PELIGRO EXTREMO.
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Por Matt Simon | 27/08/2025 | Ecología social
Fuentes, Revista Rebelión miércoles 27 de agosto del 2025.
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En solo diez años, la Antártida ha perdido en invierno el mismo hielo
marino que el Ártico en los últimos 46. Un nuevo estudio científico apunta a
varios “cambios abruptos” que amenazan con llevar al continente más allá del
punto de no retorno.
La
Antártida registró el 18 de marzo de 2022 una anomalía de
temperatura de 40 ºC. Un suceso que «reescribe la climatología antártica»,
según Stefano Di Battista.
Vista
desde el espacio, la Antártida parece mucho más simple que los
demás continentes: una gran plancha de
hielo en contraste con las oscuras aguas del Océano Austral que la rodea.
Pero al acercarse, lo que aparece no es una simple capa de agua congelada,
sino una extraordinaria y compleja
interacción entre el océano, el hielo marino, las plataformas y las capas de hielo.
Esa
relación está en grave peligro. Un nuevo artículo científico publicado en la revista Nature recopila
cómo varios “cambios abruptos” —como
la drástica pérdida de hielo marino
en la última década— se están desarrollando en la Antártida y en sus aguas circundantes, reforzándose
mutuamente y amenazando con llevar al continente más allá del punto de no retorno. El resultado: inundaciones en ciudades costeras de todo el mundo a medida que el
nivel del mar se eleve varios metros.
“Estamos viendo toda una serie de cambios abruptos y sorprendentes en la Antártida, pero no ocurren de manera aislada”, señala la científica del clima Nerilie Abram, autora principal del estudio [realizó la investigación en la Universidad Nacional de Australia, aunque ahora es científica jefe en la División Antártica Australiana]. “Cuando alteramos una parte del sistema, se generan efectos en cadena que empeoran los cambios en otras partes. Y hablamos de transformaciones con consecuencias globales”.
Una supercolonia de Pingüinos Adelia aparece en la Antártida.
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Los
científicos definen el cambio abrupto como aquel en el que una
parte del entorno se modifica mucho más rápido de lo esperado. En la Antártida, estos cambios pueden
darse en escalas de tiempo muy diferentes: días
o semanas en el caso del colapso de una plataforma
de hielo, y siglos o más en el caso de las capas de hielo. El problema
es que, a medida que los humanos siguen calentando el planeta, estos cambios abruptos
pueden retroalimentarse y volverse imparables.
“Son las decisiones que estamos
tomando ahora mismo, en esta década y la siguiente, sobre las emisiones de
gases de efecto invernadero, las que determinarán compromisos a cambios de muy
largo plazo”, advierte Abram.
Uno
de los principales motores
de las crisis encadenadas de la Antártida
es la pérdida de hielo
marino flotante,
formada en invierno. En 2014 alcanzó
su máxima extensión registrada desde que comenzaron las observaciones por
satélite en 1978: 20,11 millones de km². Desde entonces, la cobertura ha
caído de forma tan precipitada que ha retrocedido unos 120 kilómetros hacia la costa. Durante los inviernos, cuando el
hielo marino llega a su máximo, la disminución en la Antártida ha sido 4,4 veces más rápida en la última década que en el
Ártico.
Dicho
de otra manera: en solo diez
años, la Antártida ha perdido en invierno la misma cantidad de hielo marino que
el Ártico en los últimos 46.
“Siempre se pensó que la Antártida
no estaba cambiando en comparación con el Ártico,
pero ahora vemos señales claras de que eso ya no es así”, afirma el
climatólogo Ryan Fogt, de la Universidad de Ohio, que no participó en el estudio. “Estamos
viendo cambios igual de rápidos —y en muchos casos, más rápidos— en la Antártida que en el Ártico”.
Aunque los científicos necesitan más datos para confirmar si esto es el inicio de un cambio fundamental, las señales son preocupantes. “Estamos empezando a ver cómo se dibuja el panorama de que podríamos estar entrando en una nueva etapa de dramática pérdida de hielo marino antártico”, cuenta Zachary M. Labe, investigador de Climate Central.
Una ola de calor extremo afecta el Ártico, con una posible temperatura récord hasta 38°C y voraces incendios. ONU.
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Un círculo vicioso y puede que
irreversible
Este
declive extraordinario
está activando un bucle de retroalimentación climática. El Ártico se calienta unas cuatro veces más rápido que el resto del
planeta en gran parte porque ha perdido reflectividad. El hielo marino
es blanco y brillante, y devuelve la energía solar al espacio,
enfriando la región. Cuando
desaparece, deja al descubierto aguas oscuras que absorben esa energía. Menos reflectividad
significa más calentamiento, lo que
derrite más hielo, lo que genera aún más calentamiento, y así sucesivamente.
“Esperamos que ese mismo proceso se active ahora en el hemisferio sur,
porque hemos perdido una cantidad equivalente de hielo marino”, dijo Abram.
En
torno a la Antártida,
sin embargo, las consecuencias podrían
ser aún mayores y más complejas que en el
Ártico, y quizá irreversibles. Los modelos climáticos prevén que, si
el clima global se estabilizara, el hielo marino ártico también lo haría.
“No vemos lo mismo en la Antártida”,
advirte Abram. “Aunque estabilices el clima y dejes correr las simulaciones durante siglos, el hielo marino antártico sigue disminuyendo porque el Océano Austral continúa absorbiendo
calor extra de la atmósfera”.
Esto
puede ser desastroso
para la enorme masa de hielo del
continente. Consta de dos partes: las capas de
hielo, apoyadas sobre tierra, y las plataformas
de hielo, que flotan en el mar. El problema no es tanto el sol derritiendo desde arriba, sino las
aguas cada vez más cálidas que erosionan las plataformas por abajo. Y cuanto más desaparece el hielo marino, más se
calientan esas aguas. Además, el hielo
marino funciona como un escudo, absorbiendo la energía de las olas que, de
otro modo, golpearían los bordes de las
plataformas hasta fracturarlas.
La Península Antártica registra la Temperatura más alta de su Historia.
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El
hielo marino
sostiene a las plataformas, y estas
sostienen a las capas de hielo
continentales.
“Cuando se derriten las plataformas, dejan de frenar a las capas de
hielo detrás de ellas, y eso acelera el flujo de hielo hacia el océano”,
detalla Matthew England,
oceanógrafo y coautor del estudio. Una de esas capas, la de la Antártida Occidental, podría colapsar
si la temperatura global alcanza los 2
ºC por encima de los niveles
preindustriales, elevando el nivel del mar
más de tres metros. Y aun antes de ese umbral
podría colapsar parcialmente.
A
medida que se derriten,
las plataformas también alteran un
sistema oceánico clave: la AMOC (Circulación de vuelco
meridional del Atlántico). Cuando se
forma hielo marino, expulsa sal,
generando agua muy fría y salada que se hunde por su densidad y alimenta la
circulación oceánica. Pero el deshielo
la diluye, ralentizando el proceso y permitiendo que más agua cálida alcance las plataformas y el hielo marino.
“Esta retroalimentación amplificadora
ocurre entre sistemas”, señala England. “Del océano al hielo, y del hielo
de vuelta al océano, lo que puede desatar un cambio descontrolado y hacer que
la circulación colapse por completo”.
Esa
circulación
también sube aguas profundas cargadas de nutrientes para el fitoplancton, diminutos organismos fotosintéticos
que absorben carbono y liberan oxígeno.
Son responsables de secuestrar la mitad del carbono de la fotosíntesis mundial y constituyen la base de la cadena alimentaria:
alimentan al zooplancton, que a su
vez alimenta peces y crustáceos. El
hielo marino es además un hábitat clave
para ellos, por lo que perderían tanto su refugio como sus nutrientes.
Los pingüinos emperador también crían sobre el hielo marino estable, donde sus polluelos desarrollan el plumaje impermeable que necesitan para
nadar.
“Ese hielo está desapareciendo antes de que los polluelos puedan emplumar; cuando ocurre, toda la colonia sufre un fracaso reproductivo esa temporada”, dijo Abram. “Estamos viendo esos colapsos reproductivos catastróficos alrededor de todo el continente”.
Peligro extremo bajo el hielo antártico: metano y su impacto en el calentamiento global. Crisis Ambiental. Greenpeace. Argentina. Chile.
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El
calentamiento implacable
de la Antártida y sus aguas es una tendencia de largo plazo —una especie de enfermedad crónica del
extremo sur—, pero se ve agravado por ataques agudos, como la ola de calor
de marzo de 2022 en la Antártida
Oriental, que disparó las temperaturas 40
ºC por encima de lo normal,
pulverizando récords y dejando
atónita a la comunidad científica.
“La intensidad de ese evento
extremo”, explica Fogt, “puede empujar regiones ya vulnerables más allá de un
punto de no retorno del que no se recuperarán en mucho, mucho tiempo”.
La
pequeña buena noticia es
que cada año los investigadores recopilan más datos sobre cómo responde la Antártida al cambio
climático provocado
por el ser humano, lo que permite
modelar con mayor precisión qué podría
ocurrir en las próximas décadas. Y
los científicos saben muy bien cómo tratar esa “enfermedad crónica”: reducir de forma inmediata y drástica las emisiones de gases de efecto invernadero,
o afrontar las consecuencias.
“Cada fracción de grado de
calentamiento que logremos evitar aumenta las probabilidades de escapar a
estos cambios catastróficos”, advirte
England. “Un aumento del nivel del mar
de varios metros supondrá una inestabilidad política global que eclipsará lo que vemos ahora mismo”.
Este artículo, escrito por Matt Simon, fue publicado
originalmente en inglés en Grist. Lo
publicamos en español en ‘Climática’ como parte de la alianza
internacional ‘Covering Climate Now’, creada para ampliar la cobertura
informativa sobre el cambio climático.
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