sábado, 15 de diciembre de 2007

POLITICA Y DEMOCRACIA. SEGUNDA PARTE.

MAS ALLA DE LA DEMOCRACIA ELECTORAL: LA
DEMOCRACIA CIUDADANA.

Actualmente en América Latina se ha alcanzado la democracia electoral y sus libertades básicas. América latina se transformado políticamente en el continente de la democracia liberal representativa, con excepción de la República Socialista de Cuba que tiene otro sistema político: La Democracia Socialista, Popular y de Participación Ciudadana. En América Latina se trata ahora como avanzamos de una democracia electoral, profundamente cuestionada sin confianza y credibilidad en la población, por la no solución de los grandes problemas estructurales e históricos, y menos aún de los problemas cotidianos y de coyuntura que mejorarían significativamente la vida de poblaciones emigrantes, los cinturones de miseria en las grandes ciudades modernas, comunidades tradicionales, pueblos nativas, sobre todo en relación a: Pobreza, Educación, Salud, Trabajo, Salario, Vivienda, Seguridad Ciudadana, Cultura, Medio Ambiente, Derechos Humanos, etc. Es decir, es una democracia sin derechos ciudadanos, una democracia sin ciudadanía, una democracia de mercado.

Se trata ahora de avanzar en la democracia de ciudadanía. Por ello hoy en el escenario político de América Latina se presentan en lucha y oposición dos grandes Proyectos Políticos, dos modelos sobre la Democracia de cara al siglo XXI: pero al fin y al cabo, dos modelos políticos dentro del propio escenario construido políticamente por el neoliberalismo, cuestionado y rechazado por lo general violentamente por los pueblos de América latina y hoy por las comunidades tradicionales y los pueblos nativos, expresión política de la nueva turbulencia cultural, identidad cultural colectiva y étnico-cultural. Las oposiciones políticas que hoy se manifiestan son:

*- Mientras los pueblos y sus Gobiernos de Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, - quizás tímidamente apoyados por los gobiernos de Uruguay, Brasil, Chile, Argentina - luchan juntamente con los grandes sectores populares latinoamericanos por un nuevo modelo político, diferente y superior al fracasado sistema político de la democracia electoral-delegativa impuesta por el neoliberalismo; en cambio la propuesta política popular-socialista, nace de las raíces históricas de los movimientos sociales mediante la alternativa política del Socialismo del Siglo XXI. Otro Mundo es posible.

*- Por otro lado, encontramos como cabeza política del neoliberalismo en América latina a los Gobiernos de México, Colombia y Perú, fieles discípulos de la política del neoliberalismo imperial, con la imposición de política: de empresas transnacionales, corporaciones de los medios de comunicación y el apoyo militante de las burguesías tradicionales y sectores burgueses emergentes, altamente beneficiados por las políticas del TLC y el Plan de Defensa Continental de la Democracia: Plan Puebla, Panamá – México y Centro América – Plan Colombia – lucha contra el narcotráfico y terrorismo -.El Proyecto político “Media Luna” y la Región Camba, con las provincias modernas, blancas-occidentales y exportadoras de Bolivia y las burguesías conservadoras del Cono Sur. Los grandes consorcios monopólicos y empresas transnacionales chilenas. Su objetivo político, perpetuar el modelo político neoliberal y la democracia representativa, delegativa-electoral.

En el escenario político de finales del siglo XX e inicios del XXI, la democracia electoral nos dio las libertades y el derecho a decidir por nosotros mismos. Trazó, en muchos de nuestros países, la división entre la vida y la muerte. Divulgó la doctrina de los Derechos Humanos, pero es incapaz de protegerlos y sobre todo salvaguardar su vigencia por las características propias del sistema político neoliberal, que rechaza totalmente la doctrina de los DD.HH. Está construyendo, aunque muy tímida y burocrática la alternativa de la integración latinoamericana, con proyectos de integración políticos económico-comercial-exportador regional dominados por los intereses de las transnacionales – MERCOSUR, CAN, CARIBE, ETC- pero paralelamente sus políticas son nefastas sobre la protección de los derechos laborales, la lucha contra la pobreza, la marginación social, la exclusión política, y sus políticas son ineficientes y destructivas respecto a la educación, la asistencia en salud, nutrición, el sistema de valores y la protección de la institución básica en la modernidad: La Familia, su autoestima, dignidad, solidaridad, cooperación y ayuda mutua.

En cambio si caminamos en dirección de la democracia ciudadana en el siglo XXI, representaría hoy una importante alternativa para fortalecer y dinamizar los “muros y paredes” que sostienen a la democracia liberal, sin oxigeno político por la propia imposición, vertical y autoritaria del neoliberalismo, hoy plena de carencias sociales, en cambio este modelo político ciudadano es construido social y políticamente por nuestros pueblos con la finalidad del:

*- Respeto y vigencia de sus derechos constitucionales.
*- Vigencia de los derechos humanos.
*- Lucha frontal contra la pobreza, el hambre, la mendicidad, la
explotación del hombre, la exclusión social, etc.
*- Vigencia irrestricta de nuestros derechos laborales.
*- Respeto a los derechos de las comunidades y pueblos sobre su
cultura, medio ambiente, identidad, etc.
*- Mayor inversión social del Estado en educación, salud,
nutrición y alimentación.
*- Profundizar la descentralización política, administrativa como
alternativa para generar desarrollo regional y local, camino
hacia la modernidad y el pleno desarrollo humano.
*- Respeto a la autonomía e independencia de la Sociedad Civil,
generando políticas comunitarias de participación ciudadana,
seguridad pública, asistencia social, etc.
*- Vigencia irrestricta de las libertades políticas, sociales,
sindicales, laborales, culturales, ambientales, etc.
*- Apoyo e independencia de los Gobiernos Locales, base del
desarrollo territorial y la integración regional, centro motor
de protección y vigencia de los derechos humanos, la
diversidad de canales comunicativos, espacio dinámico donde
las redes sociales, los liderazgos locales, los movimientos
sociales y la movilización de recursos en general, consolidan y

fortalecer las instituciones democráticas y la propia
democracia como sistema político.

Es el modelo de democracia ciudadana que básicamente sirve de gran muralla política, fortaleza institucional, garantía social de plena vigencia de los derechos humanos como doctrina y reconocimiento universal y que finalmente garantizan el pleno funcionamiento de la democracia actual, para hacer de ella ya no un sistema político de los gobernantes, sino en lo fundamental un sistema político de los gobernados, como lo fue el ideal democrático ateniense y como lo es actualmente el ideal democrático de los pueblos y comunidades latinoamericanas. En definitiva este modelo político nos permite pasar de electores, de consumidores políticos a ciudadanos; plenamente convencidos que para rescatar la política desde la economía, la tecno-burocracia, del mercado; decidimos el rumbo y orientación de nuestra democracia local-nacional y resolvemos políticamente nuestros múltiples problemas, reivindicaciones y derechos fundamentales.

Democracia que utiliza las libertades políticas como palanca para construir la ciudadanía integral, civil, política y social. Incluso nos permite caminar con “sobresaltos” tratando de encontrar salidas políticas y soluciones constitucionales a la actual turbulencia étnico-cultural, identidad cultural colectiva, cultural-ambiental y sobre todo construir socialmente los elementos necesarios y básicos para estar en condiciones desde el Estado-nación de formular políticas públicas en relación a ese triángulo infernal del siglo XXI, cada vez más radical y violento: CULTURA, IDENTIDAD Y COMUNICACIÓN.

Para las mujeres y los hombres, la democracia genera expectativas, esperanzas y decepciones por la manera en que contribuye a organizar sus vidas en sociedad, por el modo en que garantiza sus derechos y por la forma en que permite mejorar la calidad de vida de su existencia. La democracia hace a la vida, es mucho más que un régimen de gobierno. Es más que un método para elegir y ser elegido. Su sujeto, más que el votante, es el ciudadano. En América Latina, en doscientos años de vida independiente, la democracia nació y murió decenas de veces. Mientras se la consagraba en las constituciones, se la destruía en la práctica. Guerras, tiranías y breves primaveras componen gran parte de esta historia independiente, durante la cual hasta las violaciones a la democracia fueron hechas en su nombre. América Latina es, probablemente, la región del mundo que más ha reivindicado la democracia en los últimos dos siglos, aun para interrumpirla invocando su futura instauración. Los latinoamericanos, que tantas veces vimos cómo se nos negaba o arrebataba la voluntad de ser parte de la construcción de la democracia, somos ahora, finalmente, actores que asumen sus desafíos y desarrollo.

Tras dos décadas de diversas formas de transición, los regímenes democráticos están ampliamente extendidos en América Latina. Hace veinticinco años, de los dieciocho países incluidos en el Informe de Latinobarómetro, sólo Colombia, Costa Rica y Venezuela eran democráticos. Un cuarto de siglo después, “todos nuestros países” cumplen con los criterios básicos del régimen democrático, en su dimensión electoral y política.

Las libertades que hoy poseemos son un bien invalorable; ésta es una conquista lograda con el impulso, la lucha y el sufrimiento de millones de seres humanos. Somos testigos del avance más profundo y amplio que la democracia ha tenido desde la independencia de nuestras naciones. Pero, como se verá en este Informe, lo conquistado no está asegurado.

La democracia es, antes que nada y sobre todo, un ideal. […] Sin una tendencia idealista una democracia no nace, y si nace, se debilita rápidamente. Más que cualquier otro régimen político, la democracia va contra la corriente, contra las leyes inerciales que gobiernan los grupos humanos. Las monocracias, las autocracias, las dictaduras son fáciles, nos caen encima solas; las democracias son difíciles, tienen que ser promovidas y creídas. Giovanni Sartori.

La preservación de la democracia y su expansión no son hechos espontáneos. Son construcciones voluntarias, formuladas en proyectos, modeladas por liderazgos e investidas del poder que proviene del apoyo popular, se fortalecen creando y recreando infinidad de canales de comunicación intercultural. Requieren partidos políticos que construyan opciones sustantivas, un Estado con poder para ejecutarlas y una sociedad civil capaz de participar en una construcción que exceda los reclamos sectoriales.

Una política que omite los problemas centrales, vacía de contenido las opciones ciudadanas; un Estado sin poder transforma el mandato electoral en una expresión de voluntades sin consecuencias, y una sociedad civil aún sin participación activa lleva, tarde o temprano, a una peligrosa autonomía del poder, que dejará de expresar las necesidades de los ciudadanos. Parecería que nos alejamos de los riesgos de los golpes militares de Estado, pero surgen otros peligros:

*- la democracia parece perder vitalidad;
*- se la prefiere aunque se desconfía de su capacidad para mejorar las condiciones de vida;
*- los partidos políticos están en el nivel más bajo de la estima pública;
*- el Estado es mirado con expectativa y recelo a la vez, y, en algunos casos, el ímpetu democrático que caracterizó las últimas décadas del siglo pasado se debilita.
*- La sociedad está en las calles, pero sin un objetivo que unifique sus reivindicaciones y demandas.

¿Cuán graves son esas nuevas fragilidades? Si la democracia pierde relevancia para los latinoamericanos, si se divorcia de sus necesidades, ¿puede resistir a los nuevos peligros, a sus adversarios, a las frustraciones? Analizar, como nos proponemos, el desarrollo de la democracia en América Latina nos conduce a auscultar la vigencia de los derechos de los latinoamericanos y el nivel de concreción de las esperanzas que éstos depositan en sus representantes.

También, a indagar la sustentabilidad de la democracia, es decir, su capacidad para perdurar y perfeccionarse, a partir de la legitimidad que genera en sus ciudadanos. Nos lleva, en fin, a identificar las acechanzas y los desafíos de la democracia. ¿Cómo se resuelven las tensiones entre la expansión democrática y la economía, entre la libertad y la búsqueda de la igualdad, entre crecimiento y pobreza, entre las demandas públicas expresadas libremente y las reformas económicas que demandan ajustes y sacrificios? ¿Cuáles son las claves que explican la crisis de representación, la desconfianza de la sociedad hacia la política? ¿Por qué la esperanza democrática no se ha traducido en avances en los derechos civiles y sociales acordes con las expectativas que promovió? ¿Por qué el Estado carece del poder necesario? ¿Por qué el derecho a elegir gobernantes no se tradujo, en muchos casos, en mayor libertad, mayor justicia y mayor progreso?

Éstos son dilemas cuya solución es compleja, como lo demuestra nuestra propia historia reciente. La democracia es una inmensa experiencia humana. Está ligada a la búsqueda histórica de libertad, justicia y progreso material y espiritual. Por eso es una experiencia permanentemente inconclusa.

Según los datos de la encuesta Latinobarómetro 2007, sólo 14 por ciento de los latinoamericanos tiene confianza en los partidos políticos.

Y no podrán ser resueltos si no se sitúan en el centro del debate público y de las opciones que ofrecen los partidos. Desafortunadamente, en más de una ocasión parecería que existe un debate prohibido en América Latina. Cuestiones sobre las que es inconveniente hablar o –más grave aún – de las que no se debe hablar. El silencio de la política y de los que construyen la agenda del debate público no puede continuar indefinidamente ignorando el clamor de centenas de millones, a menos que se esté dispuesto a pagar el precio del languidecimiento de la democracia latinoamericana.

Este Informe trata de esas cuestiones, llegando a identificarlas no por un mero ejercicio intuitivo, sino a través del análisis teórico, de la observación empírica y del pensamiento de intelectuales y políticos. Atacar estos dilemas demanda la mayor información posible para iluminar los criterios con que se formulan las políticas. La falta de información y de debate constituye una carencia grave, porque la democracia –que se basa en la reflexión y el debate de los ciudadanos y sus líderes – es la única forma de organización política que tiene capacidad para rectificarse a sí misma.

Ésa es la principal ventaja para hacer de la democracia un sistema justo y eficaz. La libertad que garantiza la democracia es, a la vez, el principal instrumento que ella tiene para perfeccionarse como sistema. Pero la libertad, o en otras palabras la capacidad de optar, requiere que la materia de la opción esté presente. En América Latina, la reflexión y el debate políticos requieren ser renovados y promovidos porque han perdido vitalidad y contenido. Esto ocurre en el período de mayor difusión de la democracia y en un mundo donde la globalización hace cada vez más perentorio saber qué queremos como sociedades y como naciones.

Nuestras democracias precisan, urgentemente, retomar su impulso inicial. Su déficit no son su fracaso, son sus desafíos. Lo que no hemos alcanzado es lo que debe constituir la sustancia de las políticas que permitan encender la segunda etapa de la democracia latinoamericana. Éste es el hilo conductor que debería guiar al lector en los materiales que propone el Informe: la búsqueda de los temas cruciales en los que se pondrá a prueba nuestra capacidad para pasar de la democracia electoral a la democracia de ciudadanía. En esa transformación se dirimirá la capacidad latinoamericana para hacer de la democracia un sistema que se estabilice, regenere y expanda.

Nos proponemos demostrar que, una vez que la apuesta está en el tránsito de la democracia electoral a la de ciudadanía, es ineludible una seria reflexión conceptual, que genere las ideas que orienten la observación de la realidad y la recolección de datos que, a su vez, construyan la base empírica del Informe. De allí, de la suma de esos dos componentes saldrá la proposición del núcleo de temas que configuran los desafíos de la agenda ampliada para el desarrollo de la democracia en América Latina.

Estos objetivos, que constituyen la razón de esta obra, encontrarán aquí una primera aproximación, un inicio. El Informe es el comienzo de una tarea, de un debate que el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) busca promover entre los latinoamericanos. Sólo descorre el primer velo, para que la construcción de alternativas y políticas concretas sea tomada por los actores sociales y políticos que deben relanzar y regenerar nuestras democracias.

Estas reflexiones, observaciones y consecuencias partirán de un reconocimiento inicial: la singular realidad de la democracia en nuestra región. El libro de los desafíos es nuevo porque también es nueva la realidad que expone una región que a la vez que democrática es pobre y desigual. A partir de ese triángulo –democracia electoral, pobreza y desigualdad– iniciamos nuestra exploración.

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