jueves, 13 de noviembre de 2008

JOSEPH STIGLITZ: QUE PASA EN EL MUNDO. La crisis financiera global y el incremento significativo del desempleo.

Qué pasa con el mundo.

Entrevista al premio Nobel de Economía antes de su llegada a la Argentina para hablar en ExpoManagement.

En estos días en los que la crisis originada en el mercado financiero de Estados Unidos hiere a todo el planeta, hay que reconocerle al economista Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía 2001, haber dicho una verdad, cuando años atrás advirtió que una de las lecciones sobre la inestabilidad del sistema capitalista es que ningún país se salva de ser vulnerable, sin importar "cuáles sean las políticas del Fondo Monetario Internacional que aplique".

Justamente, Stiglitz se caracteriza por ser uno de los críticos más potentes de las recomendaciones y la forma de actuar de los organismos multilaterales de crédito. Los cuestionamientos comenzaron cuando el mundo entero sufría los efectos de la crisis del sudeste asiático, y no provinieron de alguien que estuviera por entonces lejos de esas instituciones: nacido en 1943 en Indiana, Estados Unidos, y doctorado en el Instituto de Tecnología de Massachusetts, Stiglitz fue economista jefe y vicepresidente del Banco Mundial entre 1997 y 2000. Antes, había sido asesor del gobierno de Bill Clinton.

Según él relata en El malestar en la globalización, una de sus obras más leídas, su paso por esos cargos hizo que cambiara radicalmente su visión sobre la globalización y el desarrollo, al comprobar que la liberación de las fronteras que implica un mundo globalizado puede tener un efecto devastador para los países no desarrollados, afectando en medida preocupante los niveles de desempleo y pobreza. Todo depende, claro, de la forma en que se gestione la apertura, y en ese sentido, Stiglitz advierte que las políticas del FMI fueron perjudiciales y no hicieron más que empeorar las cosas en situaciones de crisis.

Stiglitz, que pasó como profesor por las universidades de Yale, Stanford, Princeton, Oxford y Columbia (dicho sea de paso, una vez comentó que sus mejores alumnos nunca fueron reclutados por el FMI), fue galardonado con el Nobel, junto a los economistas George Akerlof y Michael Spence, por su trabajo sobre las asimetrías de los mercados como hecho fundamental para comprender las causas de fenómenos como el desempleo o el racionamiento del crédito. Además, es autor de Comercio justo para todos , Los felices noventa y Cómo hacer que funcione la globalización .

El martes 28 de este mes estará en la Rural para hablar sobre la economía mundial. Aquí, en diálogo con LA NACION, un anticipo de su modo de ver la crisis.

-Usted ha destacado que la actual crisis financiera derivará en una crisis prolongada en Estados Unidos. Esto era verdad incluso antes de las conmociones más recientes, pero esta conmoción hace que el riesgo de una recesión prolongada se vuelva casi una certeza. En su opinión, ¿qué consecuencias habrá en el mercado laboral?
-No hay duda de que habrá un incremento significativo del desempleo. Los mercados laborales en baja también traerán como consecuencia que los salarios reales se estancarán. El problema en Estados Unidos es que el mercado laboral está afectado. Los trabajadores no se han recuperado plenamente de la última caída económica. La tasa de desempleo es del 6,1%, pero eso no incluye el desempleo disfrazado, por ejemplo, los trabajadores de jornada incompleta, pero no por su voluntad. Si éstos se incluyen, la tasa total de desempleo supera el 11%. El desempleo probablemente aumente a niveles que no se han visto por un cuarto de siglo. Quizás a niveles que no se ven desde la Gran Depresión.
-¿Cuáles serán las repercusiones en países como la Argentina, tanto en los mercados como en la economía real y el empleo? En el caso de nuestro país, hay quienes consideran que por las actuales condiciones fiscales y económicas se amortiguarán los posibles efectos, ¿está de acuerdo?

-En una economía global, todos los países se verán afectados, pero algunos más que otros, y la Argentina puede tener la suerte de ser uno de los menos afectados. Los que dependen de las exportaciones a Estados Unidos, como México, probablemente sufran mucho. Por ejemplo, los exportadores de minerales se ven afectados por la caída de los precios de los commodities. A la Argentina le puede ir relativamente bien por dos motivos. Primero había preocupación de que la economía estuviera recalentada y esto puede resolver en parte el problema. En segundo lugar, los precios de las exportaciones han estado a niveles récord. Aunque caigan de esos picos, seguirán siendo elevados en términos históricos. Es probable que los precios de los minerales caigan marcadamente, pero los precios de los granos, menos.
-¿Cree que la Argentina es considerado un país confiable por inversores extranjeros?
-No hay tal cosa como un mercado seguro. Quizá nunca lo hubo.
Por mucho tiempo la gente creyó que el dólar era una moneda fuerte y estable. Pero no lo ha sido en los últimos ocho años. Por mucho tiempo se pensó que Estados Unidos nunca tendría una crisis financiera del tipo que está teniendo; era un rasgo especial de los países en desarrollo. Pero Estados Unidos tuvo malas macropolíticas, mala regulación, procesos políticos fallidos y liderazgo débil. Quizá la Argentina haya tenido más subidas y bajadas que muchos otros países. Pero en general su crecimiento en el último lustro ha sido impresionante y a los inversores, si hubieran invertido hace 4 o 5 años aquí, les habría ido bien.

-¿Qué responsabilidad tienen los ejecutivos de compañías financieras en la crisis según su visión?
-Los ejecutivos de las compañías financieras tienen mucha responsabilidad por la crisis. El problema fue que el sistema financiero -y aún más sus ejecutivos- tenía incentivos que no estaban bien alineados con las necesidades de nuestra economía y nuestra sociedad. Cuando a la compañía le iba bien, los CEO tuvieron alta paga en opciones accionarias; cuando la compañía tenía malos resultados, su compensación era casi igual de alta, pero tomando otras formas. Hubo mucho uso de premios, pero la paga alentaba a concentrarse en el corto plazo y a correr riesgos excesivos. Compartieron las ganancias y no las pérdidas; si correr riesgos llevaba a altas ganancias hoy y grandes pérdidas mañana, los inversores podían terminar perdiendo, pero los ejecutivos de Wall Street se quedaron con sueldos enormes.

-Deberían entonces asumir las pérdidas.
-Se los premió en forma generosa,
presumiblemente por manejar el riesgo y asignar el capital, lo que se suponía que debía mejorar la eficiencia de la economía tanto como para justificar su generosa compensación. Pero asignaron mal el capital, manejaron mal el riesgo, crearon el riesgo. En la economía ambiental hay un concepto básico llamado el principio de que el que poluciona paga . Es una cuestión de equidad, pero también de eficiencia. Wall Street ha polucionado nuestra economía con hipotecas tóxicas. Ahora debería pagar la limpieza.

-¿Quiénes más son responsables de esta crisis?
-Los ejecutivos financieros no son los únicos responsables de la crisis. Las agencias de calificación de riesgo tuvieron un rol crítico.
Creyeron en la alquimia financiera, que podía convertir hipotecas subprime con calificación F en activos con calificación A, lo suficientemente seguros como para que los tuvieron fondos de pensión. Esto ayudó a asegurar el flujo de fondos a hipotecas riesgosas. Las autoridades también tienen responsabilidad por la crisis. Eliminamos las antiguas normativas y no hicimos nada para responder a los nuevos desafíos asegurándonos de que los mercados del siglo XXI funcionen bien.

-¿Usted cree que los CEO y los gerentes generales enfrentan ahora nuevos desafíos con relación a la capacitación?
-Por cierto que sí. El mundo está cambiando rápidamente y los CEO y gerentes generales tienen que adaptarse. Hay nuevas tecnologías, nuevos mercados y, ahora mismo, un nuevo panorama financiero.

-¿Este nuevo escenario limitará los efectos posibles de las medidas estatales que tienden a buscar la equidad social?
-En realidad, el nuevo escenario en EE.UU. ofrece nuevas oportunidades.
Para que nuestra economía siga creciendo necesitaremos un programa de estímulos/recuperación. El paquete de estímulos de febrero estuvo mal diseñado y sus efectos anémicos fueron contrabalanceados por los precios del petróleo y los alimentos por las nubes. Dado el enorme incremento en el déficit en los últimos siete años (de US$ 5700 millones a más de US$ 9 billones, y eso no incluye las cuentas aún por pagar por las guerras de Irak y Afganistán, o el costo del rescate) tenemos que estar seguros de obtener el mayor efecto por cada dólar, el mayor estímulo. EE.UU. tiene el peor sistema para contención del desempleo de todos los países industrialmente avanzados, se mida en términos de cobertura, de duración o de la fracción del ingreso que se reemplaza. Un mayor gasto en seguro de desempleo y la ayuda a los estados y municipalidades estimulan la economía al mismo tiempo que promueven la equidad social.

-¿Qué puede hacerse para evitar el agravamiento de la desigualdad social debido a la recesión?

-Es probable que esta recesión sea particularmente dura para los estado-unidenses de más bajos ingresos. Millones de hogares de clase media han visto marchitarse su valor neto (activos menos obligaciones) como resultado de la caída del valor de los hogares, mayor deuda personal, caída del ahorro y salarios estancados o declinantes, todo lo cual se agrava por el colapso de las bolsas. La competencia extranjera, la debilidad de los sindicatos, la quiebra del contrato social, que gobiernan la manera en que se dividen los ingresos entre la administración empresaria y los trabajadores, y un débil mercado laboral han conspirado contra el trabajador promedio.

-¿Qué se puede hacer al respecto?
-El paso más importante que podemos dar es asegurarnos de que la recesión sea lo más corta y poco profunda que sea posible.
Hay necesidad de un paquete de estímulo efectivo. Uno de los problemas que subyace a estas conmociones financieras es la gran cantidad de casas que se rematarán, principalmente de los estadounidenses de más bajos ingresos. Podemos hacer que la vivienda sea más accesible para los estadounidenses pobres y de ingresos medios, por ejemplo, convirtiendo nuestras deducciones hipotecarias en un crédito impositivo que se pueda cobrar en efectivo.

-Muchos se quedarán sin su casa...
-Echar a los pobres de sus hogares
porque no pueden pagar sus hipotecas no sólo es trágico, no tiene sentido. Todo lo que sucede es que la propiedad se deteriora y la gente echada se muda a otra parte. El banquero de corazón más duro debería entender la cuestión económica básica: los bancos pierden dinero cuando liquidan casas; las casas vacantes comúnmente se venden por mucho menos que si se viviera en ella y se las cuidara. Si los bancos no renegocian, deberíamos tener un procedimiento de quiebra especial, expedito, similar a lo que hacemos para las corporaciones bajo el capítulo 11 de la ley del quiebras, que permita a la gente conservar sus casas y reestructurar sus finanzas.

-¿Qué cree que sucederá con los niveles inflacionarios en el mundo y por qué? ¿Cómo afectará esto a la gente que vive de su salario y no tiene ahorros?
-Hasta hace poco, el mundo estaba muy preocupado por la inflación, con los incrementos en los precios de alimentos y el petróleo. Pero la crisis financiera global ha hecho caer el precio del petróleo muy rápido. Los temores a la inflación se han reducido al crecer los temores por la recesión. Sin duda hay quienes ven el inmenso gasto de EE.UU. -todo financiado con déficit- incluyendo los rescates y están seguros de que eso hará que aumente la inflación. Yo estoy menos preocupado. Gran parte del dinero simplemente irá a apuntalar los balances de los bancos, para reemplazar el capital que desapareció al quedar créditos sin pagar. En el peor de los casos esto inducirá a los bancos a reducir en algo el crédito que de otro modo hubiesen otorgado. Es improbable que lleve a una expansión masiva del crédito. En síntesis, ayudará a evitar una recesión profunda.

-¿Cuál podría ser un refugio contra la crisis: comprar divisas, dólares, euros, oro, etcétera?
-No hay ningún refugio real en un mundo marcado por el tipo de inestabilidad que hemos visto.
En períodos de turbulencia a menudo sube el precio del oro, pero desde un punto de vista de más largo plazo, las sociedades tienen que hacer inversiones reales -en fábricas y nuevos sectores de servicios y en la producción agropecuaria- y sólo a través de tales inversiones puede lograrse la prosperidad.

-¿Cree que habrá realmente un cambio en el sistema capitalista? ¿En qué sentido?
-El capitalismo no sólo debe cambiar, va a cambiar y ha estado cambiando.
El rescate del sistema financiero de EE.UU. puede representar un punto de viraje. En un sentido, la caída de Wall Street es para el fundamentalismo de mercado -la creencia de que los mercados por sí mismos se corrigen- lo que la caída del Muro de Berlín fue para el comunismo. Los mercados no pudieron cuidarse solos; tuvieron que recurrir al estado para sobrevivir. Los mercados no asignaron bien los recursos. Está claro que en la nueva forma, el gobierno tendrá que asumir un rol mayor. Si el Estado debe rescatar a los mercados cuando fallan tanto, el Estado tiene que asegurar que se reduzcan las probabilidades de que esto suceda. Lo paradójico de este episodio es que parte del problema de Wall Street se dio por su intento de explotar a los pobres. Muchas de las hipotecas subprime involucraron préstamos depredadores. Los lobbistas del sector trabajaron duro para evitar que se impusieran normativas que hubiesen restringido estos préstamos. Ahora Wall Street -así como el resto del país- está soportando las consecuencias de esta avaricia descontrolada.
Los objetivos de la globalización han estado estrechamente ligados a los fundamentalistas de mercado, la ideología del libre mercado y la liberalización financiera. En esta crisis vemos que fallan las instituciones más orientadas al mercado en la economía más orientada al mercado y corren en busca de la ayuda del estado. Creo que va a haber cautela desde ahora en más respecto de las doctrinas de libre mercado sin ataduras. Parte del mantra de la globalización es la marcha del capitalismo al estilo de EE.UU., y ahora les va a resultar mucho más difícil vender sus ideas.

La buena noticia es que quizás esto nos permita comenzar a cambiar las instituciones y las reglas que gobiernan la globalización, para hacer que la globalización funcione o al menos funcione mejor para los países en desarrollo.

-Expomanagement también invita a Muhammad Yunus. ¿Cree que los grandes bancos también considerarán los micro créditos?
-El micro crédito se ha demostrado una manera efectiva de ayudar a los pobres. Pero los programas de micro crédito más exitosos, incluyendo el Grameen Bank de Muhammad Yunus, no están motivados por las ganancias y tienen objetivos sociales más abarcantes. Algunos bancos creen fuertemente que deben concentrarse en aumentar las ganancias para sus accionistas; otros piensan que deben tener un compromiso más amplio con el desarrollo de la comunidad. El micro crédito tiene más sentido para este último grupo.
Por Silvia Stang y Paula Urien
De la Redacción de LA NACION
Traducción: Gabriel Zadunaisky

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