viernes, 17 de marzo de 2017

UNA CHINA SIN POBREZA.. ¿DÓNDE ESTÁN LOS SINDICATOS?.

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Disculpen distinguidos Amigos(as) con el inmenso respeto que ustedes se merecen de mi parte, hoy – nuevamente – presento a disposición suya dos Artículos muy diferentes, pero que hoy en la realidad mundial del sistema mundo, marcan una fuerte tendencia de un  país que continúa su crecimiento macro-económico – pero con una inmensa deuda social interna, como es la pobreza de millones de campesinos y pueblos de culturas menores. Igualmente, un problema central que es una tendencia, hacia su desaparición, Dónde están los Sindicatos? Y la respuesta preliminar que le brindaríamos a nuestro Colega Berenguer, es que los sindicatos, se encuentra en estado de desaparición, el propio sistema lo está extinguiendo. Recordemos que desde los tiempos de  la imposición violenta de  las políticas del Consenso de Washington – 1990 – han sido eliminados, triturados los derechos socialesderechos laborales de los trabajadores – la política de la flexibilización social – o la desregulación del mercado del trabajo a nivel global – eliminó los derechos sociales, genero una masiva desocupación – más de 1,200 millones de desempleados - hoy 27 años después que encontramos, una generación de los “nuevos esclavos asalariados”, sin derechos sociales y por más de mil millones de jóvenes trabajadores. Y los sindicatos, la política sindical, sólo “sobrevive” en los “viejos” sindicatos de la Administración Pública – Maestros, como los nuevos abanderados de la lucha sindical –

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Los altos líderes chinos hicieron un llamamiento el martes 14 de marzo, a fin de hacer o realizar un gran esfuerzo en la lucha contra la ,pobreza y la corrupción durante su reunión con los Legisladores del país con ocasión de la Sesión de la Legislación Anual.
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UNA CHINA SIN POBREZA.
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Xulio Ríos.

Rebelión viernes 17 de marzo del 2017.

China se ha planteado como gran objetivo de la agenda política para 2020 la erradicación de la pobreza en el país. Su sola inclusión entre las prioridades es de por sí un elemento a destacar y celebrar. En 1949, cuando triunfó la Revolución, su PIB equivalía al de 1890. Unos 500 millones de personas conformaban una sociedad inmensamente rural, analfabeta y pobre, con el país destrozado por una secuela de guerras, tanto civiles como de agresión. La trayectoria desde entonces a hoy no ha sido ni mucho menos rectilínea; no obstante, especialmente en la fase iniciada a partir de 1978, en este ámbito concreto, el balance es realmente portentoso.

El logro de una sociedad modestamente acomodada, objetivo de larga data planteado por el PCCh, no puede ser alcanzado plenamente en tanto persista una pobreza significativa. En los años transcurridos de reforma y apertura, la explotación de la mano de obra o la intensificación de las desigualdades daban cuenta de una China tan crecientemente rica como insoportablemente injusta. La erradicación de la pobreza no resuelve esas taras pero envía un claro mensaje de otro signo.

En más de una ocasión, buena parte de la sociedad china se ha mostrado poco comprensiva con las acciones de un gobierno que también ha gastado y gasta importantes recursos en la realización de grandes proyectos en el exterior o cuando las grandes giras de las máximas autoridades del país se riegan con promesas de inversiones millonarias a la vez que internamente es tanto lo queda por hacer. Sucumbir a ese contraste no siempre es justo aunque si comprensible cuando el país exhibe la posición 90 en términos de IDH (Índice de Desarrollo Humano).

Aun así, desde el inicio de la reforma en 1978, más de 700 millones de personas han salido de la pobreza en China. A finales de 2015, quedaban 55,75 millones de pobres según fuentes oficiales. El alivio de la pobreza mejoró la vida de 55 millones de chinos entre 2013 y 2016, años de crisis en el mundo, un número mayor que toda la población española. A día de hoy, unos 45 millones de chinos se encuentran en esta situación. Los presupuestos centrales y locales destinaron en 2016 un total de 34.330 millones de dólares a esta finalidad. Unos 8 millones de hogares recibieron micro-créditos para emprender un nuevo rumbo. El estándar actual señala que las zonas peor clasificadas serán las prioritarias.

A nivel global, China es quien más ha contribuido durante la última década en la lucha contra la pobreza. Con más de 1.300 millones de habitantes, ha sacado de ella a más personas que cualquier otro país del mundo. Son datos incontestables.

Lo que resta es, como siempre, lo más difícil. La estrategia de reducción selectiva de la pobreza implica una gestión más al detalle de los fondos y la disposición de beneficios tangibles. Cuanto más se avance más complejo será pues se requieren actuaciones diversas en materia de infraestructuras (caminos, agua, electricidad…), educación, empleo, salud, vivienda, con proyectos sociales y de desarrollo a la par.

En paralelo a la vigilancia de la reincidencia o el combate a una corrupción especialmente repugnante cuando afecta a la gestión de estos fondos, es importante un manejo adecuado de la reubicación de ciudadanos con escasos recursos que habitan en zonas remotas y de difícil acceso. En esta estrategia, es probablemente la recolocación el aspecto más sensible habida cuenta que puede generar problemas de nuevo tipo relacionados con el desarraigo y la inadaptación.

El traslado de personas de zonas subdesarrolladas a otras desarrolladas (en 2017 se calcula que serán unos 2,43 millones los reubicados) exige un diálogo respetuoso con las comunidades afectadas. En 2016 fueron trasladadas un total de 2,49 millones de personas.

Si China, con todas las garantías exigibles, acredita la consecución de sus objetivos, no solo demostrará que no es imposible acabar con esta lacra sino que le sacará los colores a buena parte del mundo desarrollado.

Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China.

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La "vieja" Europa donde aún se conserva, el viejo modelo del desarrollo en base al capitalismo industrial, - en ciertos "lunares"-  de la producción, los Sindicatos  mantienen su lucha contra las políticas neoliberales de la austeridad absoluta, totalmente contraria a los intereses de los trabajadores.
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¿DÓNDE ESTÁN LOS SINDICATOS?.
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Vicente Berenger.

Rebelión viernes 17 de marzo del 2017.

Desde hace tiempo estamos sufriendo en el mundo un proceso general y progresivo de empobrecimiento. Los trabajadores cada día perciben menores salarios recibiendo muchos de ellos remuneraciones que rayan la esclavitud. La situación como decimos se prolonga ya en el tiempo pero sin embargo no solemos ver actuaciones de los oficialmente representantes de los trabajadores, ni tan siquiera a modo de presencia en los medios: ¿Dónde están los grandes sindicatos? Además de todo esto habría que sumar los millones de trabajadores desempleados, gran parte de los cuales nunca podrá reincorporarse ya al mercado laboral. Seguimos preguntando: ¿dónde están los representantes de los trabajadores? Vemos todo tipo de tertulianos en las televisiones y personas de profesiones varias debatiendo o manifestándose en los medios: economistas, políticos, periodistas, sociólogos, bufones y también payasos (con todos los respetos hacia la tan noble profesión de hacer reír), ¿y dónde están los sindicalistas?

Los grandes sindicatos, en efecto, ni están ni se les espera. A los sumo vemos cada ciertos meses -o ya casi que podríamos decir: años- una aparición pública de algún líder sindical generalmente para afirmar trivialidades. Parece que ya ni se molestan en cumplir su principal acometido, canalizar la indignación de los trabajadores -indignación que por otra parte se ha ido diluyendo como un azucarillo-; ya casi que ni se esfuerzan en escenificar una representación que a muchos nos parece que no es tal; sencillamente y usando terminología telefónica: están apagados o fuera de cobertura.

No sabemos dónde están los sindicatos pero pese a ello la verdadera fuerza de un país sigue siendo la actividad del trabajador: es la energía que puede llevar adelante a una nación o puede paralizarla, es el motor que mueve a un estado pero también la fuerza que puede “golpear” a las élites y a sus planes de empobrecimiento global. Son, ciertamente, los que pueden plantar cara y decir “basta”, y no precisamente con las huelgas que tanto gustan a la patronal y a los sindicatos oficiales (un día de huelga a cada dos o tres años y todos a casa) sino con verdaderas medidas de presión efectivas y si es necesario indefinidas -y por supuesto siempre pacíficas- que bien están al alcance de la mano de los trabajadores. Pero claro está, que para que la fuerza del trabajador pueda ser influyente y pueda ayudar a revertir la actual situación de injusticia salarial y las diferencias sociales cada vez más acuciantes se requiere de unión, organización y lucha, pero no habrá ninguna de las tres en tanto que estemos bajo el paraguas de unos sindicatos que en lugar de promover la lucha de los trabajadores promueve su parálisis.

No, y como se podría decir de una buena parte de políticos, no nos pueden representar unos sindicatos o unos líderes que no pongan constantemente el “grito en el cielo” por el creciente empobrecimiento de los trabajadores; no pueden ser representantes unas organizaciones que no se empeñen en concienciar de que las condiciones laborales cada vez son más penosas, que las injusticias y las desigualdades sociales son cada vez mayores y que es necesario por tanto mantener una lucha efectiva que pueda ser una verdadera arma de presión. No nos deberían representar aquellos que en lugar de despertar conciencias las adormecen, aquellos que en lugar de plantear debates sobre las posibilidades contestatarias que tiene el trabajador -que en realidad son muchas- hagan los debates inexistentes.

Porque si entendemos por “sindicatos” aquellas organizaciones que defienden los intereses de los trabajadores frente a los intereses de las élites preguntamos de nuevo: ¿dónde están los sindicatos?, o quizás podríamos plantearlo de una manera mejor: ¿existen?

 Vicente Berenguer, asesor filosófico.

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