sábado, 28 de octubre de 2017

AMÉRICA LATINA: DEL FIN DE CICLO A LA CONSOLIDACIÓN DE LAS DERECHAS.

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América Latina, en la segunda década del siglo XXI, políticamente una nueva mirada sobre su rumbo Político.- La clase media bien posesionada, desde los tiempos del crecimiento macro-económico, sumado a la clase media emergente, producto del ciclo del propio  de los buenos precios de los Commodities en el mercado mundial, así como los grandes beneficios que internamente, generó el "viejo" proceso del extractivismo exportador de materias primas, mientras los primeros siempre estuvieron presente de los “beneficios” del Estado, los segundos que por lo general salieron de la pobreza producto del éxito de las Políticas sociales, pero que años después fueron marginados, cuando exigían ahora otros Derechos, como Educación, Salud, Trabajo, Vivienda, Cultura, Medio Ambiente, etc, fueron “abandonados” por los gobiernos de Izquierda - su dirigencia ya ganada y captada por la corrupción - pero a su vez, estos sectores medios, ganados por la “simpatía” y el cúmulo de ofrecimientos sociales que presentaba la Derecha político empresarial, ya en el centro de un escenario en crisis, como consecuencia a la baja significativa de los precios de los Commodities;  hoy ambos sectores sociales apartados - o que simplemente no viven de las políticas sociales - son en definitiva los que hoy dieron y aseguraron el triunfo a Macri en Argentina.

Obviamente, con una simple mirada, vemos que  la tendencia es hacia América latina - por eso se preguntan cómo es que gana las elecciones un gobierno que destruye totalmente las políticas sociales y otros derechos conseguidos por el Pueblo en los tiempos de los gobiernos de izquierda democrática - y conducen el proceso hacia un nuevo ciclo de la derecha político-empresarial en América Latina. Urgente, es válido, necesario y de primer nivel, asumir la crítica y la autocrítica, no sólo para reconocer grandes errores políticos - como la corrupción, no tocar en lo mínimo al  "viejo" Estado, no concentrar políticamente la Nueva Organización con capacidad de dirigir y conducir el proceso hacia nuevos cambios y transformaciones sociales y políticas,  sino que también ayude a trazar una nueva mirada sobre tareas, organización, movilización y programas de gobierno con relación a los movimientos populares en América latina. Urgente debe haber capacidad de reconocer  la derrota política electoral, con la finalidad de trabajar estratégicamente desde el Poder Popular, la Nueva Sociedad Civil, donde la Ciudadanía, construyendo los Nuevos Actores Sociales, tengan la capacidad política de asumir nuevos retos y responsabilidades políticas, en un escenario continental - donde hoy las contradicciones de clase se orientan hacia otros contextos -. Por el mismo hecho que se van forjando Nuevos Actores Sociales y por lo tanto las responsabilidades Políticas son distintas y Superiores a las de la etapa actual, porque el enemigo de clase también “afinó” modernizó su permanencia en el Poder y el Estado lo sigue manejando de acuerdo a sus intereses y los intereses del “dios mercado”. Se forjarán realmente nuevos procesos y distintos caminos políticos para salir del “mundo” de neoliberalismo que hoy se hunde en su peor crisis, pero las alternativas políticas son muy pobres o simplemente NO existen.

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Las "antiguas" y nuevas clases medias le dieron el triunfo en las elecciones."Clases Sociales" totalmente apartadas de las "políticas sociales", pero participan de los grandes beneficios del nuevo gobierno y del Estado. Su tendencia es hacia América latina, ante la crisis de la Izquierda Democrática y su falta o ausencia - hasta hoy- de no entrar en un proceso de Crítica y Autocrítica para reconocer los errores, superarlos y al mismo tiempo planficar estrategias diferentes y superiores en un continente, cuyo escenario de escnarios es el de las clases y la lucha de clases con otros Actores Sociales y con "nuevos y diferentss" Programas de Gobierno.
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AMÉRICA LATINA: DEL FIN DE CICLO A LA CONSOLIDACIÓN DE LAS DERECHAS.

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Raúl Zibechi.

La Jornada sábado 28 de octubre del 2017.

Los ciclos políticos  no son caprichosos. Vivimos un periodo de crecimiento de las derechas, en particular en Sudamérica. El ciclo progresista terminó aunque sigan existiendo gobiernos de ese color, pero ya no podrán desarrollar las políticas que caracterizaron sus primeros años porque se impone una inflexión conservadora, aunque los discursos puedan decir algo diferente.

Un buen ejemplo de esa ironía puede ser Ecuador: un gobierno de Alianza País que realiza un ajuste conservador. Salvo que se opte por la peregrina tesis de la traición, Lenin Moreno muestra que aún los progresistas deben dar un giro a la derecha para poder seguir gobernando.

Digamos que los ciclos son estructurales y los gobiernos coyunturales. El ciclo progresista se caracterizó por elevados precios de las exportaciones de commodities en un clima general de crecimiento económico, un fuerte protagonismo popular y presiones por mayor justicia social. Los tres aspectos se debilitaron desde la crisis de 2008. Ahora sufrimos una fuerte ofensiva derechista en todos los terrenos.

A pesar de los malos resultados económicos y de una elevada conflictividad social, en la que destaca la desaparición forzada de Santiago Maldonado, el gobierno de Mauricio Macri consiguió una contundente victoria en las recientes elecciones argentinas. El macrismo no es un paréntesis, consiguió una cierta hegemonía que se asienta en los cambios económicos de la última década, en el desgaste del progresismo y la debilidad creciente de los movimientos.

La primera cuestión a tener en cuenta es que el modelo extractivo (sojero-minero) ha transformado las sociedades. La edición argentina de Le Monde Diplomatique de septiembre contiene dos interesantes análisis de José Natanson y Claudio Scaletta, que desbrozan los cambios productivos del complejo de la soya y sus repercusiones sociales.

El primero sostiene que el mapa de la soya coincide casi matemáticamente con los territorios en que gana Macri. Destaca que el campo se articula cada vez más con las finanzas, la industria y los grandes medios, y que los terratenientes y los peones, que fueron los protagonistas del periodo oligárquico, conviven ahora con técnicos, arrendatarios, agrónomos, veterinarios, mecánicos de maquinaria agrícola y pilotos fumigadores, entre otros.

La tecnología es incluso más importante que la propiedad de la tierra que los “ pools de siembra” alquilan, mientras los cultivadores conectados al mundo globalizado están pendientes de los precios de la bolsa de Chicago, donde se cotizan los cereales.

El segundo sostiene que estamos ante una complejización de las clases medias rurales y la emergencia de nuevas clases medias ruro-urbanas. En consecuencia, el conflicto con el campo que sostuvo el gobierno kirchnerista en 2008 no fue la clásica contradicción oligarquía-pueblo.

A partir de ese momento, se hizo visible un conglomerado de actores más complejo y con una base social mucho más extensa, que rechaza las políticas sociales porque sienten la pobreza urbana como una realidad muy lejana. Ese bloque social es el que llevó a Macri al gobierno y el que lo sostiene.
La sociedad extractiva genera valores y relaciones sociales conservadoras, así como la sociedad industrial generaba una potente clase obrera y valores de comunidad y solidaridad. En las grandes fábricas, miles de obreros se convirtieron en clase al organizarse para resistir a los patrones.

Por el contrario, el extractivismo no genera sujetos internos, o sea dentro del entramado productivo, porque es un modelo financiero especulativo. Las resistencias son siempre externas, en general las protagonizan los afectados.

La segunda cuestión es el desgaste del progresismo luego de una década larga de gobierno. Aquí aparecen dos elementos. Uno, el desgaste interno natural o por la corrupción y la mala gestión, y combinaciones de ambos. Dos, porque el propio modelo despolitiza y desorganiza a la sociedad que sólo se articula por medio del consumo. Ahí es donde muerden las derechas.

El consumismo es la otra cara de la sociedad extractiva. Una sociedad que no genera sujetos, ni identidades fuertes, con valores vinculados al trabajo digno, o sea productivo, sino apenas valores mercantiles e individualistas, no está en condiciones de potenciar proyectos de largo aliento para la transformación social.

La tercera cuestión que explica el auge de las derechas es la debilidad del campo popular, que afecta desde los movimientos hasta la cultura del trabajo y de las izquierdas. La sociedad extractiva crean las condiciones materiales y espirituales de esta anemia de organización y luchas. Pero hay más.

Las políticas sociales del progresismo, sobre todo la inclusión mediante el consumo, multiplicaron los efectos depredadores del modelo en cuanto a desorganización y despolitización. En el shopping desaparecen las contradicciones de clase, incluso las étnicas y de género, porque en esos no lugares (Marc Augé) el entorno desaparece a la humanidad de las personas.

Pero los movimientos también son responsables por las opciones que tomaron. En vez de construir mirando el largo plazo, preparándose para el inevitable colapso sistémico, tomaron el atajo electoral que los llevó a construir alianzas imposibles con resultados patéticos. Algunos movimientos argentinos, que optaron por aliarse con la derecha justicialista, podrían hacer balance sobre los resultados desastrosos que obtuvieron, y no me refiero a la magra cosecha de votos.

Por último, debemos pensar las enseñanzas que nos deja el ascenso de las derechas y la crisis de los movimientos. La sociedad extractiva de cuarta guerra mundial, no puede ser resistida con la misma lógica de la lucha obrera en la sociedad industrial. No existe una clase para ser dirigida. Los sujetos colectivos deben ser construidos y sostenidos todos los días. Las organizaciones deben ser sólidas, cinceladas para el largo plazo y resistentes a los atajos institucionales.

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