lunes, 9 de octubre de 2017

EL MITO DE LA SOBERANÍA.

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El contexto histórico-político de hoy, en relación con la SOBERANÍA NACIONAL, nos obliga por el momento - frente al importante Artículo del Dr. Immanuel Wallerstein, de tener otras opiniones sobre SOBERANÍA concepto que ha sido puesto en la Mesa de Debates en la última Asamblea  de las Naciones Unidas, así como hoy está en el centro del debate Internacional con relación a la “Independencia o Autonomía” que lucha el Pueblo de Barcelona, El Pueblo Catalán tiene o NO razón, hoy frente a España de entrar en un proceso nacional de Independencia o España debe defender - con la violencia y la represión - su Integridad Territorial como Nación y su SOBERANÍA NACIONAL.  La soberanía nacional es un bien infravalorado en el mundo de hoy, especialmente en los medios internacionales, donde las perspectivas de Washington y sus aliados mayormente prevalecen. Esto es cierto respecto a temas tanto políticos como económicos, y las consecuencias pueden ser particularmente fuertes para una región como Latinoamérica, tradicionalmente considerada por los funcionarios estadounidenses como su “patio trasero”.


Para otros, La Soberanía Nacional es la facultad que posee cada Estado para ejercer el Poder Soberano sobre su sistema de gobierno, su territorio y su población. Podemos decir también que se trata de la Autodeterminación de una Nación que sin sujetarse o someterse a ninguna otra voluntad, decide su propio destino. Y la Opinión de Sally Burch en relación a El ciberespacio ha dejado de ser simplemente realidad virtual, al convertirse en el corazón de un sistema supranacional, que constituye una nueva dimensión del planeta, que se agrega al territorio, al subsuelo, a la atmósfera y al espacio ultraterrestre. Su particularidad es ser un espacio ilimitado; pero al igual que las otras dimensiones, puede ser colonizado y objeto de luchas de poder y dominio. Por lo tanto, más allá de su potencial para el desarrollo, tiene implicaciones fundamentales para la soberanía nacional y regional; sin embargo, por ese mismo carácter supranacional, ningún país puede ejercer esta soberanía en forma aislada.
 
EL FIN DE LA SOBERANÍA NACIONAL Y LAS NACIONES-ESTADO. Parece que nadie ha reparado, hasta ahora, en una de las principales consecuencias de la globalización económica: la desaparición de las soberanías nacionales, el fin de la era de las naciones-Estado iniciada con la Independencia de los Estados Unidos en 1783 y la Revolución Francesa en 1789. La ONU está integrada por 193 países. Sin embargo, más allá de las apariencias y los formalismos, ya no se trata de naciones-Estado sino de administraciones territoriales desprovistas de soberanía plena. Lo que en realidad estamos contemplando en este momento histórico es el nacimiento de un nuevo modelo político, destinado a sustituir al viejo modelo de las naciones-Estado. Un modelo que se consolida a medida que la globalización despoja a los países de su soberanía y se configura un sistema de gobernanza mundial. El “Nuevo Orden Mundial” que todos los últimos presidentes de Estados Unidos y de los países europeos anuncian efusiva y reiteradamente desde el atentado de 2001 contra las Torres Gemelas no es más que el nombre con el que la elite de las altas finanzas ha bautizado a su proyecto político cuya finalidad última es el establecimiento de un Gobierno Mundial, lo que implica la desaparición, después de dos siglos, de las naciones-Estado, los países soberanos.

En última instancia, la globalización es un proceso de transferencia de soberanía desde las naciones-Estado hacia corporaciones privadas o instituciones transnacionales o internacionales. El concepto de “soberanía nacional” fue acuñado en la Revolución Francesa y tuvo su plasmación por primera vez en el artículo 3 de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. "toda soberanía reside esencialmente en la nación". La soberanía es el ejercicio de la autoridad. El diccionario de la Real Academia Española define la soberanía como la autoridad suprema del poder público. Si bien Rousseau fue el creador del concepto de soberanía popular, fue Sieyes , uno de los teóricos de las constituciones de la RevoluciónFrancesa y de la era Napoleónica, quien se encargó de desarrollar la noción de soberanía nacional. Para Sieyès, la soberanía está radicada en la nación   y no en el pueblo, ya que también se debe tener en cuenta el legado histórico y cultural, y los valores bajo los cuales se ha fundado dicha nación. En el ámbito del derecho internacional, la soberanía se refiere al derecho de un Estado  para ejercer sus poderes. La violación de la soberanía de un país puede dar lugar a un conflicto bélico. Esteban Cabal. Rebelión 21 de noviembre del 2011.

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"La soberanía Nacional, no es la simple defensa de la integridad territorial: es la lucha por nuestra autoafirmación como Pueblo, por nuestro Derecho a construir nuestro propio destino, sin imposiciones externas, ni claudicaciones internas". 20 de noviembre, Día de la Soberanía Nacional, expresa, la historia hoy del Pueblo Argentino.
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EL MITO DE LA SOBERANÍA.

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IMMANUEL WALLERSTEIN.

La Jornada.

Lunes 9 de octubre del 2017.

Donald Trump ocupó mucho de su discurso en Naciones Unidas para afirmar que fue electo para defender la soberanía estadunidense. Dijo que todos y cada uno de los Estados miembros también buscaban defender su propia soberanía. ¿Qué quiso decir con esto?

Tal vez no haya ninguna otra palabra en el vocabulario público común de dirigentes políticos y analistas académicos que tenga tantos significados y usos en conflicto como soberanía. La única otra que se acerca en confusión es liberalismo. Es por tanto útil que rastreemos un poco de la historia del término.

Uno no se encuentra el término usado antes de la creación del moderno sistema-mundo en el largo siglo XVI. Ésta fue la época cuando las cabezas de ciertos Estados (notablemente Inglaterra, Francia y España), proclamaron la doctrina de las monarquías absolutas. Insistían en que el monarca era absuelto de los desafíos de cualquier persona o institución. Esto por supuesto era una reivindicación, no la descripción de una realidad.

Lo que estos monarcas intentaban establecer era la soberanía de sus Estados. Soberanía para ellos significaba que ningún poder exterior a su Estado tenía el derecho de interferir en las decisiones de su Estado. También quería decir que ningún poder al interior del Estado podía fallar en el encargo de llevar a cabo las decisiones del Estado. La doble orientación (externa e interna), era crucial al concepto.

Es obvio que simplemente afirmar la soberanía no fue suficiente. El Estado tenía que instrumentar estas reivindicaciones. Ningún Estado era entonces, y nunca ha sido, plenamente soberano, ni siquiera el más poderoso. Pero los Estados más fuertes lo hicieron y lo hacen mejor que los menos poderosos.

Cuando decimos de algunos Estados que son hegemónicos en el moderno sistema-mundo, en realidad queremos decir que pueden interferir, de hecho, en los asuntos internos de otros Estados. Y en efecto logran mantener su unidad interna. No enfrentan resistencias institucionales significativas, y mucho menos movimientos secesionistas.

Estados Unidos fue un poder hegemónico más o menos entre 1945 y 1970. Impuso su modo en el sistema-mundo 95 por ciento del tiempo en 95 por ciento de los asuntos. Otro término para describir esto es decir que. Estados Unidos era imperialista. Imperialista es un término negativo y una potencia hegemónica puede lograr, en gran medida, prohibir su utilización.

Conforme declina la hegemonía, el imperialismo como término comienza a usarse más ampliamente. Así también la soberanía. Los países menos poderosos afirman sus derechos como poderes soberanos para luchar contra los poderes imperiales. Así Trump estaba en lo correcto, en el sentido de que muchos, tal vez la mayoría de los miembros de Naciones Unidas hoy, defienden públicamente su soberanía.

Cuando Trump afirma la soberanía estadunidense, esto es señal de debilidad. Es precisamente porque Estados Unidos es un hegemón en decadencia aguda, que tiene que recurrir a usar el mito de la soberanía y rechazar la idea de que las instituciones supranacionales pueden tener algo que decir de las políticas estadunidenses. Cuando un Estado báltico afirma su soberanía, está demandando respaldo contra lo que considera que es la reafirmación de Rusia de su propia autoridad. Y cuando China afirma su soberanía, busca expandir su poder de toma de decisiones a nuevas áreas.

Los movimientos secesionistas nos fuerzan a todos a confrontar nuestra utilización del término. Cataluña celebra un referendo sobre su derecho a la independencia soberana. España dice que dicho referendo viola la soberanía española. En la situación de reivindicaciones directamente opuestas, cada quien debe decidir cuál reivindicación es más legítima. Algunas veces esto puede dirimirse sin violencia.

Éste es el caso, por ejemplo, de cuando Eslovaquia se separó de Checoeslovaquia. Y algunas veces hay guerra civil. Pero dado que ninguna secesión elimina nunca todas las diferencias en las subcategorías al interior de un Estado, el derecho a la secesión debe cesar en alguna parte.

El punto que quiero enfatizar es que la soberanía es un mito, uno que todos podemos usar, uno que tiene diferentes consecuencias en diferentes momentos del sistema-mundo. Nuestro juicio moral depende de la totalidad de las consecuencias y no del mito de la soberanía. Cuando Trump utiliza el término, tiene implicaciones reaccionarias. Cuando otros lo usan, puede tener implicaciones progresistas. El término mismo no nos dice nada.

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