domingo, 1 de diciembre de 2019

NEOLIBERALISMO..el neoliberalismo es la expresión más criminal del imperialismo.

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PREMIO NOBEL. JOSEPH STIGLITZ: EL FIN DEL NEOLIBERALISMO Y EL RENACIMIENTO DE LA HISTORIA. Durante 40 años, las élites en países ricos y pobres prometieron que las políticas neoliberales conducirían a un crecimiento económico más rápido, y que los beneficios se reducirían para que todos, incluidos los más pobres, estuvieran mejor. Ahora que la evidencia está disponible, ¿es de extrañar que la confianza en las élites y la confianza en la democracia se hayan desplomado? Al final de la Guerra Fría, el politólogo FRANCIS FUKUYAMA escribió un famoso ensayo titulado «¿El fin de la historia?», donde sostuvo que el derrumbe del comunismo eliminaría el último obstáculo que separaba al mundo de su destino de democracia liberal y economía de mercado. Muchos estuvieron de acuerdo.

HOY, ANTE UNA RETIRADA DEL ORDEN MUNDIAL LIBERAL basado en reglas, con autócratas y demagogos al mando de países que albergan mucho más de la mitad de la población mundial, la idea de FUKUYAMA parece anticuada e ingenua. Pero esa idea aportó sustento a la doctrina económica neoliberal que prevaleció los últimos cuarenta años. Hoy la credibilidad de la fe neoliberal en la total desregulación de mercados como forma más segura de alcanzar la prosperidad compartida está en terapia intensiva, y por buenos motivos. La pérdida simultánea de confianza en el neoliberalismo y en la democracia no es coincidencia o mera correlación: el neoliberalismo lleva cuarenta años debilitando la democracia.

LA FORMA DE GLOBALIZACIÓN PRESCRITA POR EL NEOLIBERALISMO dejó a individuos y a sociedades enteras incapacitados de controlar una parte importante de su propio destino, como Dani Rodrik (de Harvard) explicó con mucha claridad, y como yo sostengo en mis libros recientes Globalization and Its Discontents Revisited y People, Power, and Profits. Los efectos de la liberalización de los mercados de capitales fueron particularmente odiosos: bastaba que el candidato con ventaja en una elección presidencial de un país emergente no fuera del agrado de Wall Street para que los bancos sacaran el dinero del país. Los votantes tenían entonces que elegir entre ceder a Wall Street o enfrentar una dura crisis financiera. Parecía que Wall Street tenía más poder político que la ciudadanía.
 

INCLUSO EN LOS PAÍSES RICOS, SE DECÍA A LOS CIUDADANOS: «no es posible aplicar las políticas que ustedes quieren» (llámense protección social adecuada, salarios dignos, tributación progresiva o un sistema financiero bien regulado) «porque el país perderá competitividad, habrá destrucción de empleos y ustedes sufrirán». En todos los países (ricos o pobres) las élites prometieron que las políticas neoliberales llevarían a más crecimiento económico, y que los beneficios se derramarían de modo que todos, incluidos los más pobres, estarían mejor que antes. Pero hasta que eso sucediera, los trabajadores debían conformarse con salarios más bajos, y todos los ciudadanos tendrían que aceptar recortes en importantes programas estatales.

LAS ÉLITES ASEGURARON QUE SUS PROMESAS SE BASABAN en modelos económicos científicos y en la «investigación basada en la evidencia». Pues bien, cuarenta años después, las cifras están a la vista: el crecimiento se desaceleró, y sus frutos fueron a parar en su gran mayoría a unos pocos en la cima de la pirámide. Con salarios estancados y bolsas en alza, los ingresos y la riqueza fluyeron hacia arriba, en vez de derramarse hacia abajo. ¿A quién se le ocurre que la contención salarial (para conseguir o mantener competitividad) y la reducción de programas públicos pueden contribuir a una mejora de los niveles de vida? Los ciudadanos sienten que se les vendió humo. Tienen derecho a sentirse estafados. Estamos experimentando las consecuencias políticas de este enorme engaño: desconfianza en las élites, en la «ciencia» económica en la que se basó el neoliberalismo y en el sistema político corrompido por el dinero que hizo todo esto posible.

LA REALIDAD ES QUE PESE A SU NOMBRE, la era del neoliberalismo no tuvo nada de liberal. Impuso una ortodoxia intelectual con guardianes totalmente intolerantes del disenso. A los economistas de ideas heterodoxas se los trató como a herejes dignos de ser evitados o, en el mejor de los casos, relegados a unas pocas instituciones aisladas. El neoliberalismo se pareció muy poco a la «sociedad abierta» que defendió Karl Popper. Como recalcó George Soros, Popper era consciente de que la sociedad es un sistema complejo y cambiante en el que cuanto más aprendemos, más influye nuestro conocimiento en la conducta del sistema.

LA INTOLERANCIA ALCANZÓ SU MÁXIMA EXPRESIÓN EN MACROECONOMÍA, donde los modelos predominantes descartaban toda posibilidad de una crisis como la que experimentamos en 2008. Cuando lo imposible sucedió, se lo trató como a un rayo en cielo despejado, un suceso totalmente improbable que ningún modelo podía haber previsto. Incluso hoy, los defensores de estas teorías se niegan a aceptar que su creencia en la autorregulación de los mercados y su desestimación de las externalidades cual inexistentes o insignificantes llevaron a la desregulación que fue un factor fundamental de la crisis. La teoría sobrevive, con intentos tolemaicos de adecuarla a los hechos, lo cual prueba cuán cierto es aquello de que cuando las malas ideas se arraigan, no mueren fácilmente.

SI NO BASTÓ LA CRISIS FINANCIERA DE 2008 para darnos cuenta de que la desregulación de los mercados no funciona, debería bastarnos la crisis climática: el neoliberalismo provocará literalmente el fin de la civilización. Pero también está claro que los demagogos que quieren que demos la espalda a la ciencia y a la tolerancia sólo empeorarán las cosas. La única salida, el único modo de salvar el planeta y la civilización, es un renacimiento de la historia. Debemos revivir la Ilustración y volver a comprometernos con honrar sus valores de libertad, respeto al conocimiento y democracia.
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NEOLIBERALISMO.
Así como el imperialismo es la fase superior del capitalismo, el neoliberalismo es la expresión más criminal del imperialismo.
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Pascualina Curcio Curcio.
ALAI domingo 1 de diciembre del 2019.

Así como el imperialismo es la fase superior del capitalismo, el neoliberalismo es la expresión más criminal del imperialismo, lo cual, ya es mucho decir.

Fue en 1916 cuando Vladimir Lenin alertó acerca de la concentración de capitales industriales y financieros que desde finales del siglo XIX se fueron constituyendo en monopolios los cuales no solo tienen el poder de dominar la producción, la distribución y la exportación de capitales financieros, sino también inciden en las decisiones de los Estados.

Recientes informes de Oxfam demuestran que solo una decena de empresas transnacionales, con ingresos promedios diarios de US$ 1.100 millones, domina el mercado de alimentos a nivel mundial. Lo propio ocurre con los medicamentos, productos de higiene, vehículos y sistema financiero.

El neoliberalismo, basado en un discurso de “libertad” se fundamenta en la doctrina que promueve el Estado mínimo, es decir, los neoliberales defienden que el Estado no debe intervenir en la economía. Retoman y se basan en los falsos supuestos de la teoría económica clásica que establece que los mercados, por sí solos y gracias a una mano invisible, logra que todos nos pongamos de acuerdo y seamos felices.

Es el caso que estas falsas premisas en lo absoluto se cumplen. Estas son:
1) hay muchos compradores y muchos vendedores, es decir, no existen los monopolios que puedan ejercer influencia en los precios y las cantidades producidas y distribuidas. Obviamente y ya lo había alertado Lenin, este supuesto no se cumple en la realidad.
2) Todos, compradores y vendedores, manejamos la misma información.
3) Hay libre movilidad de los factores de producción, es decir, usted que vende su trabajo por un salario, si lo despiden ahora mismo, consigue un nuevo trabajo inmediatamente.

Sustentado en Estado mínimo, las políticas del fundamentalismo de mercado, no por casualidad son:
 
1) Reducir el gasto y la inversión fiscales, lo adornan con un discurso de “equilibrio fiscal” y por supuesto de “equilibrio monetario”.
2) Todo debe ser privatizado. La salud, la educación, la electricidad, el agua, las comunicaciones, el transporte.
3) Deben promoverse las inversiones privadas y si son extranjeras mucho mejor, porque de esta manera se garantiza el espacio de los mercados a los grandes monopolios transnacionales consolidando de esta manera el imperialismo.
4) El Estado no debe regular los precios: ni fijar precios máximos, es decir, no puede controlar los precios de bienes y servicios, ni tampoco fijar precios mínimos, es decir, no puede establecer salarios.

Por lo tanto, el capitalista de manera salvaje, sin nadie que lo controle y con el poder que le confiere su condición de monopolio tendrá la “libertad” que tanto promueve el neoliberalismo, para aumentar la plusvalía.

En resumen, es neoliberalismo: reducir el gasto público para lograr su “equilibrio”, liberar los precios de los bienes, congelar los salarios, privatizar, de hecho, a través del desfinanciamiento público, o de derecho entregando oficialmente a los privados lo que está en manos del Estado, así como promover las inversiones privadas extranjeras para dar espacio a los grandes monopolios transnacionales conjuntamente con la eliminación de aranceles, y desregular la banca. Acompañan y disfrazan estas medidas con un discurso de protección a la población “más vulnerable” y con políticas focalizadas y compensatorias, pues garantizar las condiciones mínimas de la clase obrera es necesario para que puedan trabajar.

Los trabajadores somos la mayoría. Somos quienes en el marco del fundamentalismo de mercado nos veremos afectados con las políticas neoliberales ¿Cómo podrían los gobiernos que responden a los intereses de los grandes capitales concentrados, es decir, al imperialismo, instaurar políticas neoliberales, si saben que las grandes mayorías se opondrán?

La única manera de instaurar un sistema neoliberal es por la fuerza, reprimiendo a los pueblos, sea con abiertas dictaduras o aquellas que disfrazan de democracia. Lo encubren con discurso de “libertad”. Una libertad exclusiva para quienes fijan precios y salarios. Para los grandes capitales industriales y financieros, para los monopolistas.




Chile: el laboratorio

En la década de los 60´, desde la Universidad de Chicago y bajo la tutoría del monetarista y por supuesto neoliberal Milton Friedman, un grupo de estudiantes de la Universidad Católica de Chile becados por el Departamento de Estado de EEUU elaboraron el plan neoliberal, mejor conocido como “El Ladrillo” para instaurar el neoliberalismo una vez fuese derrocado Allende. Así ocurrió: el principal asesor económico del dictador Pinochet fue Milton Friedman.

Por definición, los experimentos de laboratorio deben garantizar el control de todas las variables. Garantizar que la clase obrera y el pueblo todo no se revelaran contra las políticas neoliberales era condición en ese experimento. Qué mejor laboratorio que la cruenta dictadura de Pinochet.

A partir de la década de los 70´ comenzaron los experimentos. No solo Chile, Argentina también sirvió de laboratorio entre 1976 y 1981 con la dictadura de Videla. El Plan Cóndor y la formación ofrecida en la Escuela de las Américas con prácticas avanzadas de tortura, desapariciones y represión acompañaron los intentos de instauración de políticas neoliberales en América Latina durante los 70´, 80 y 90´.

Margaret Thatcher asesorada por Von Hayek, mentor de Friedman aplicó el paquete de medidas neoliberales, hizo lo propio Ronald Reagan. Ambos hicieron todos los intentos por sabotear y derrocar el modelo soviético, y de la mano con Gorbachov, principal traidor de la revolución bolchevique, con un discurso “socialista” dio pasó a las políticas de mercado promovidas por la Escuela de Chicago las cuales fueron posteriormente consolidadas por Boris Yeltsin para lo cual instauró por la fuerza un “Régimen Especial” y disolvió el Parlamento.

El resultado luego de medio siglo de políticas neoliberales es un mundo más desigual, por lo tanto, con más pobreza. El 82% de la riqueza mundial generada durante el 2018 se concentró en el 1% más rico de la población del mundo. La década de los 70´ muestra un punto de inflexión de la desigualdad: en EEUU aumentó 47% desde 1970, en Reino Unido 47% y en Europa 19%. En Rusia, el año 1992, luego de la adopción de las políticas neoliberales, la población consumía 40% menos que en 1991 y un tercio cayó en la pobreza.

Alerta, ¡un fantasma recorre América!

Y también recorre Europa. Nuevas brisas avizoran nuevas oleadas. Hoy los pueblos de Chile, Ecuador, Argentina, pero también de Francia, siguen el ejemplo que en 1989 Caracas dio cuando el pueblo venezolano se levantó contra las políticas neoliberales, año en el que inició la revolución bolivariana y chavista. Soplarán vientos de cambio también en el pueblo estadounidense.

Hoy la lucha de los pueblos sigue siendo antimperialista, antineoliberal, y por lo tanto, y aunque a algunos le suene dogmático, sigue siendo una lucha de clases. Los pueblos saben que no puede haber verdadera libertad si no hay igualdad.

- Pasqualina Curcio Curcio es Profesora Titular, Departamento de Ciencias Económicas y Administrativas, Universidad Simón Bolívar-Venezuela.

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