lunes, 24 de enero de 2022

José María Arguedas y Lima, un destino compartido.

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RESUMEN. LA NOVELA. “TODAS LAS SANGRES”. La novela empieza con la aparición de don Andrés Aragón de Peralta, jefe de la familia más poderosa de la villa de San Pedro de Lahuaymarca, en la sierra del Perú. Don Andrés, ya viejo, se sube al campanario de la iglesia del pueblo y desde allí maldice a sus dos hijos, don Fermín y don Bruno, a quienes acusa de apropiarse de sus tierras; asimismo, anuncia su suicidio, dejando en herencia a los indios todos los bienes que aún conservaba. En efecto, se retira a su casa e ingiere veneno.

Los dos hijos de don Andrés, don Fermín y don Bruno, viven en perpetua discordia. Don Bruno es dueño de la hacienda La Providencia, donde viven varios centenares de indios como colonos o siervos. Es un católico tradicional y fanático, que se opone a que el progreso llegue a sus tierras pues cree que eso corromperá inevitablemente a sus indios, al inoculárseles el llamado veneno del lucro. Un rasgo característico de don Bruno es su ardor sexual desenfrenado que lo lleva a poseer y violar a muchas mujeres.

Por su parte, don Fermín es el propietario de la mina Aparcora, que trata de explotarla al margen de la voracidad de las empresas transnacionales. Don Fermín representa al capitalismo nacional y desea que el progreso y la modernidad lleguen a la región, oponiéndose así a su hermano. Pero para explorar la mina necesita como trabajadores a los indios de Bruno, quien acepta entregárselos, a condición de que lo deje vivir en paz en sus tierras.

Es entonces cuando entra en escena Rendón Willka, un «ex indio», es decir un nativo transculturado, que ha vivido varios años en Lima y que ha perdido parte de su herencia cultural, pero que ha conservado sus valores tradicionales más valiosos. Rendón Willka es contratado como capataz de la mina, pero tiene ya el soterrado propósito de encabezar la lucha por la liberación de sus hermanos de raza y cultura.

Don Fermín empieza a explorar la mina Aparcora en busca de la veta principal, para lo cual empieza a usar la mano de obra de unos 500 indios enviados por don Bruno. El sistema de trabajo que impone es el de la mita, es decir por turnos, pero los indios no reciben jornal y solo se les da alimentos. Para continuar su proyecto, don Fermín calcula que necesitará más suelos con agua, por lo que enfoca su interés en las tierras de su hermano y en las de los vecinos de San Pedro. Empieza por comprar tierras de algunos de estos vecinos.

Pero el consorcio internacional Wisther-Bozart, que ha puesto sus miras en la mina, infiltra en ella al ingeniero Cabrejos para que boicotee las labores y haga fracasar la exploración; de esa manera don Fermín se vería obligado a vender la mina al consorcio. Cabrejos logra su objetivo con la ayuda de un músico llamado Gregorio, quien se adentra en el interior de la mina y da aullidos simulando al Amaru, la serpiente mítica, a fin de asustar a los indios, algunos de los cuales efectivamente se espantan. Pero ocurre una explosión dentro de la mina y Gregorio muere despedazado.

Entretanto, don Bruno sufre una transformación milagrosa. Abandona la vida lujuriosa, uniéndose definitivamente a una mestiza, Vicenta, de quien espera un hijo. Redimido por el amor, Bruno visita a los comuneros de Paraybamba, a quienes les brinda su apoyo. Allí también promueve el castigo al cholo Adalberto Cisneros, un hacendado cruel y abusivo, que es azotado y paseado desnudo por las calles. Don Bruno se despide de Paraybamba aclamado por los indios, mientras que Cisneros jura vengarse.

Volviendo a la mina, al fin se encuentra la veta del metal argentífero y don Fermín viaja a Lima para tratar de formar una sociedad con capitales peruanos, ya que se había quedado descapitalizado. Sin embargo, la Whistert-Bozart tiene mucho poder e influencias y obliga a don Fermín a que le venda la mina. La empresa le reconoce un porcentaje de las acciones de la mina y le cancela los gastos iniciales de la exploración. Don Fermín decide invertir este dinero en la industria pesquera, adquiriendo fábricas de harina y conservas de pescado en Supe, de la que se encargará administrar su cuñado, mientras que él vuelve a San Pedro, dispuesto a ampliar y modernizar su hacienda La Esperanza.

Mientras tanto, la compañía minera necesita agua para represarlas en beneficio de la mina y a fin de ello consigue una orden judicial que obliga a los propietarios de San Pedro a vender sus tierras de labranza de la hacienda La Esmeralda. Los vecinos se niegan a hacerlo y deciden quemar su pueblo y marcharse a otro lugar. Son acogidos temporalmente por una de las comunidades indígenas. Mientras tanto, llegan las maquinarias pesadas de la compañía y cientos de indios como jornaleros. Empieza también a proliferar en la región los locales de vicios citadinos (bares y burdeles).

Don Bruno retorna a San Pedro y se apena sobre todo por la destrucción de la iglesia. También llega don Fermín, trayendo todo lo necesario para modernizar su hacienda La Esperanza y prometiendo que el pueblo volvería a renacer con su ayuda. Se anuncia también la llegada del hacendado Cisneros, quien quería vengarse de don Bruno, pero su plan es desbaratado.

La empresa minera, continuando con la expropiación de la hacienda La Esmeralda, comienza a aplanar la pampa con máquinas bulldozer. Pero uno de los residentes, de nombre Anto, se niega abandonar su propiedad y cuando una de las máquinas ya se acercaba a derrumbar su casa, se tira contra ella con varios cartuchos de dinamita en la mano, volando en pedazos con todos.

Don Bruno se culpa de todas esas desgracias por haber contribuido con la explotación minera, y decide purificar el mundo acabando con los responsables. Coge sus armas y se dirige a la hacienda de don Lucas, gamonal cruel y abusivo, a quien mata, ante el regocijo de los indios. Luego se dirige a la hacienda La Esperanza de su hermano don Fermín, a quien acusa de ser responsable de todas las desgracias del pueblo y le dispara, hiriéndole en las piernas. Pero de pronto, don Bruno se arrepiente de lo que ha hecho y se echa a llorar. Don Fermín es trasladado a Lima para ser atendido de sus heridas, mientras que don Bruno es encarcelado en la capital de la provincia.

Ante tal situación, Demetrio Rendón Willka se proclama administrador de la hacienda La Providencia. Los colonos trabajarían en adelante para ellos mismos, sin patrones. Esto significa una revolución, por lo que el gobierno envía a los guardias civiles a sofocar la revuelta que considera de inspiración comunista. Mientras algunos huyen, Demetrio se queda alentando a los indios a resistir. Los guardias irrumpen a sangre y fuego, capturan a Demetrio Rendón Willka y lo fusilan junto con otros indios. Pero Demetrio ha cumplido la misión de despertar la conciencia de sus hermanos de raza dejando abierto el camino para la liberación.

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José María Arguedas y Lima, un 

destino compartido.

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Por Vicente Otta Rivera (*)

Otra Mirada. Lima lunes 24 de enero del 2022.

“Yo no soy un aculturado; yo soy un peruano que orgullosamente, como un demonio feliz habla en cristiano y en indio, en español y en quechua” J.M Arguedas

La cholificación que caracteriza a la Lima que se transforma entre los años 60 y 80, es el fenómeno socio-cultural más importante del Perú de la segunda mitad del siglo veinte. La Lima señorial, de Francisco Pizarro, Ricardo Palma y Chabuca Granda se convierte en la Lima de Juan Velasco, Arguedas y Chacalón. José María Arguedas deviene así en el cantor del Perú moderno, de la Lima de nuestros días. Hoy celebramos un aniversario de ambos personajes capitales del Perú. 

Entre el año 1933 que publica su primer cuento, Warma Kuyay (Amor de niño) y 1969, en que escribe El zorro de arriba y el zorro de abajo, novela póstuma que publica la editorial Losada en 1971, Arguedas desarrolla 36 años de una actividad creativa múltiple. No solo literaria. Promotor y difusor cultural, articulista, estudios antropológicos, recopilador de canciones y cuentos; en fin, variado e intenso trajín estrechamente vinculado a la defensa y la promoción de los pueblos y culturas del ande. Esta rica y compleja actividad mantiene aún muchos temas por estudiar y valorar.

El Arguedas literato terminó subsumiendo a los otros Arguedas. Conspira contra la revaloración de su obra los prejuicios de los intelectuales y académicos peruanos y latinoamericanos, que formados en los parámetros del racionalismo euro céntrico, se resisten a ver una poética que rompió con los convencionalismos del academicismo occidental; que por imperio de su necesidad creativa instituyó una obra con epistemología autónoma recogiendo los saberes de racionalidades y cosmovisiones diferentes a lo reconocido oficialmente. La aceptación de la multiversidad y diferentes epistemologías, cada vez más amplios en el mundo intelectual actual, hace creciente la valoración y estudio de otros aspectos y temas de la creación arguediana. Es un lugar común advertir que el itinerario creativo de Arguedas se asemeja a los círculos concéntricos que hace una piedra al sumergirse en un estanque de agua.

De historias tejidas sobre la vida de pequeños pueblos y comunidades andinos (Warma Kuyay, Los escoleros) se va ampliando a historias y espacios mayores: provincial, regional y finalmente nacional y su imbricación con los fenómenos internacionales. Yawar fiesta, ambientada en Puquio, capital de la provincia de Lucanas, departamento de Ayacucho; Los ríos profundos en Abancay, capital de la actual región Apurímac, y Todas las sangres en el ámbito de toda la región Apurímac y sus vínculos económicos, financieros y políticos con Lima y los intereses transnacionales, y finalmente El Zorro de arriba y el zorro de abajo, ambientado en Chimbote, ciudad-puerto costero, surgida vertiginosamente con una actividad económica estrechamente conectada al flujo económico-financiero mundial, como es la explotación de la harina de pescado. Este proceso puede ser visto como un aprendizaje. De historias y escenarios reducidos y sencillos a escenarios amplios y complejos, que implican un mejor dominio de instrumentos, técnicas y métodos de trabajo. Mayor oficio literario, en suma.

Seguir esta ruta, no solo le permitió optimizar su desempeño como narrador, le llevó a un conocimiento vasto y profundo del Perú. Ver y sentir todas sus sangres, climas, animales, vegetales, geografía. En fin, podríamos decir con justicia que nada del Perú le fue ajeno. Podemos atribuirle el método de conocimiento que él consideraba como más valioso y que está presente en la referencia que hace del mismo en la siguiente cita:

“¡…Es bien distinto a nosotros! Su inteligencia (se refiere a Alejandro Carpentier) penetra las cosas de afuera adentro, como un rayo; es un cerebro que recibe lúcido y regocijado, la materia de las cosas, y él las domina. Tú también Juan (Rulfo), pero tú de adentro, muy de adentro, desde el germen mismo; la inteligencia está; trabajó antes y después”. Primer diario, 11 de mayo, El zorro de arriba y zorro de abajo.

Este profundo conocimiento de nuestro país, al producirse en una persona dotada de excepcional sensibilidad y curiosidad gnoseológica, permitió una aproximación de mucha cercanía y enfoque múltiple, y lo que es más importante, vivo y dinámico. De ahí que Arguedas se convirtiese en una especie de cordón umbilical entre las sociedades andinas y criollas, y entre la sociedad humana y la naturaleza. Logró mantener, “a pesar” de su aprendizaje de las técnicas occidentales, (“Aprendo ya la lengua de Castilla, entiendo la rueda y la máquina, poema-canción a T. Amaru) el substrato andino logrado en su primera infancia amamantada por el Ocllo indígena, de los que bebió su ternura y sus conocimientos. Su visión y sentimiento cósmico de la vida se mantuvieron incólumes.

(*) Sociólogo por la Universidad Mayor de San Marcos, analista en diversos medios peruanos e internacionales

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