domingo, 1 de febrero de 2009

¿ IMPERIALISMO .... O GANGSTERISMO?. El imperialismo es uno, el gangsterismo es otro.

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El denominado "imperialismo yanqui" no existe. O existe sólo como un eufemismo caricaturesco de la realidad: el GANGSTERISMO yanqui.
¿ IMPERIALISMO …. O GANGSTERISMO?.
Julio Herrera (Especial para ARGENPRESS CULTURAL).

Domingo 1 de febrero del 2009.


Ante el éxodo de etnias, de culturas y de ideales progresistas originado por el desplazamiento de pueblos desposeídos hacia Norteamérica, se hace imperativo para la diáspora latinoamericana conservar inviolado siquiera el léxico que heredamos de nuestros ancestros, ya que no hemos sabido conservar inviolado ni siquiera el territorio patrio que estos nos legaron.

No traicionemos también nuestra gramática. Conservemos a las palabras su significado preciso, sin tergiversar ni enmascarar nuestro lenguaje. Seamos sinceros, y llamemos las cosas por su propio nombre. Definamos bien los vocablos, al menos aquellos bajo los cuales estamos amenazados de morir: no sigamos hablando del "imperialismo yanqui".

El denominado "imperialismo yanqui" no existe. O existe sólo como un eufemismo caricaturesco de la realidad: el GANGSTERISMO yanqui. El imperialismo es uno, el gangsterismo es otro. Tal vez similares en su forma arrogante de poderío, pero diferentes en su forma de dominio. El imperialismo es la psicosis de supremacía de una raza o de un país; el gangsterismo es el sadismo sanguinario de una institución criminal por su hegemonía, una codicia demencial e inescrupulosa por apropiarse las riquezas ajenas.
Lo que existe en Inglaterra es imperialismo. Lo que existe en los Estados Unidos es gangsterismo. El primero es una megalomanía monárquica feudalista, arcaica y obsoleta, la arrogancia altiva de una aristocracia señorial decrépita; el segundo es el apetito insaciable de un hampa en el poder, la insolencia brutal de un bandolerismo primitivo. Lo que en Inglaterra es un carisma colectivo de "noble alcurnia", de "sangre azul", en los Estados Unidos es una orgía de depredadores de cuello blanco, ebrios de sangre, de pillaje y de saqueo.
Donde pisa el inglés se crea un pueblo o una colonia; donde pisa el yanqui se arruina un país o se convierte en cementerio. Por otra parte, los británicos tradicionalistas conquistan por instinto colonialista, mientras los norteamericanos arrasan por instinto vandalista, por sed de rapiña, de exterminio.
Y no es que aquí yo pretenda favorecer o ser indulgente con el imperialismo inglés. No. Ambos instintos de supremacía me son igualmente odiosos. Pero en el escalafón de las iniquidades humanas los yanquis ostentan históricamente una jerarquía tan indiscutible como abominable. Prueba de ésa diferencia de dominio son el Canadá, India, Australia, Egipto, Hong Kong, inmensos y relativamente prósperos cuando estuvieron bajo dominio británico, pero que hoy agonizan bajo el despojo y el expansionismo financiero y bélico del vandalismo yanqui.

Y esto, incluyendo al decadente imperio británico mismo, que hoy se comporta como una colonia de la que fue su colonia: los Estados Unidos.Y además, por otro lado, mientras el caduco imperio británico se hace benévolo al abdicar de sus antiguas colonias como Sudáfrica y Hong Kong, la insolencia yanqui se muestra envalentonada hasta el paroxismo tras el derrumbe de la Europa del Este, hoy carcomida por ese real clan del crimen organizado mundial que son los tahúres financieros de Wall Street y de la Casa Blanca.
Y mientras la decadente monarquía imperial británica sobrevive sólo gracias al fervoroso culto de sus plebeyos, por su parte los yanquis se imponen con los métodos de la mafia gangsteril, sólo con el poderío de las armas y el dinero, y como ella, ellos se creen omnipotentes y no permiten fiscalización alguna, y menos aún ser juzgados; como el crimen organizado ellos pretenden monopolizar el mercado mundial; al igual que la mafia, su pretendida “protección” es solo un vulgar chantaje. Como la tenebrosa Cosa Nostra, ellos imponen a sus países victimas la alternativa de “la bolsa o la vida,” la sumisión o la eliminación, es decir la alternativa entre el saqueo o el bloqueo; como los clanes mafiosos, ellos consiguen mediante el soborno, la extorsión o la intimidación, la “colaboración”, -es decir la complicidad- de gobernantes deshonestos o serviles; a los crímenes aleves que la mafia le llama “ajuste de cuentas”, las corporaciones financieras como el FMI y el Banco Mundial le llaman “ajustes estructurales”.
Y así como ayer Al Capone enviaba cínicamente flores a los funerales de sus victimas, hoy el Padrino mundial, -llamado afectuosamente "Tío Sam"-, arroja "humanitariamente" su junk food a los pueblos que despoja, humilla o bombardea. Y todo eso en nombre de la libertad, de la paz y la democracia!
Felizmente la historia nos enseña que los grandes imperios, como los grandes clanes de gángsters, se han derrumbado cuando han alcanzado la cúspide de su poderío.
Por eso, para lograr la auténtica democracia, démosle a nuestro padrino yanqui el empellón de gracia en ésta su hora final, y descansemos todos en paz y libertad reales.
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