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Febrero 11 del 2010.
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Así, Krugman concluye que, aunque en un sentido nadie puede ser considerado culpable exclusivo de lo ocurrido, en otro sentido habría que acusar a la élite política europea, ya que impulsaron con vehemencia la moneda única sin reparar en las advertencias sobre las posibles consecuencias.
No obstante, el economista descarta una potencial marcha atrás en el euro, ya que los costes de la ruptura serían "inmensos", por lo que "Europa ahora está ligada a su creación" y debe moverse con rapidez hacia la integración fiscal y de los mercados laborales.
Así de contundente lo ha dicho el premio Nóbel de Economía 2008, Paul Krugman, en su blog del New York Times. Y con esta opinión de uno de los economistas más influyentes del mundo, se refuerza la atención de los mercados en lo que haga y diga el gobierno español y la Unión Europea en los próximos días y semanas.
Krugman coincide con el diagnóstico que se ha hecho sobre la crisis española desde hace tiempo. Que el origen de la crisis española se remonta a la burbuja inmobiliaria que al provocar una importante alza de precios en las viviendas, atrajo fuertes flujos de capitales, elevando la demanda de bienes y servicios, provocando una inflación sustancialmente mayor a la media europea y minando su competitividad.
Al reventar la burbuja inmobiliaria, se desplomó la demanda doméstica dejando al descubierto a una economía poco competitiva en materia de precios y costos laborales. El problema se agrava porque España —bajo el régimen cambiario del euro— no puede depreciar
independientemente su moneda lo que hace prever, según Krugman, que la economía española sufrirá un largo periodo de deflación y de elevado desempleo.
Ya el gobierno español se ha apurado a presentar planes y metas (envió a Bruselas el denominado Plan de Estabilización 2010-2013) para contener la desconfianza que se ha creado en torno al manejo de la enorme deuda pública que tiene y que se estima en alrededor del 80% del PIB para 2012. Si bien el Plan ha sido moderadamente bien recibido por los mercados, las dudas principales se concentran no solo en el cumplimiento de las ambiciosas metas propuestas por el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, sino —sobre todo— en la fuerte debilidad del mercado laboral español y en el muy bajo crecimiento económico esperado durante este y el próximo año, como lo pronostica el propio Krugman.
Quién lo diría. Aquella pujante economía española de la última década que se convirtió en una de las mayores exportadoras de capital hacia América Latina, se ha convertido ahora en el mayor riesgo para la estabilidad económica de la región europea. Si en el amanecer del nuevo siglo era la estrella económica que había que seguir en el firmamento, ahora —una década después— habrá que monitorearla para seguir de cerca su convalecencia antes que nos dé una contagiosa sorpresa.
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La culpa del desempleo es del dinero y de quienes lo poseen: los únicos que pueden crear empleo, aparte el funcionarial. Ahora, si lo que quieren los que tanto protestan es que seamos todos funcionarios, no estaría mal...
Pero el gobierno (los gobiernos) no puede hacer mucho más que crear empleo estatal y funcionarial. Entonces, ¿quién tiene la culpa de este estado de cosas independientemente de los focos en ebullición donde nace el virus del desempleo?: Wall Street. ¿A quién debemos hacer responsable de este desaguisado que no parece tener remedio?
Es cierto que el gobierno tiene la misión de tutelar la marcha económica marcando los tiempos y estimulando la inversión, y con la inversión la creación de puestos de trabajo, de riqueza, para luego a repartirla fiscalmente. Pero una cosa es ser tutor de un menor, cumplir una función subsidiaria en una sociedad gobernada por la libre concurrencia y el libre mercado, y otra cosa es asignar la patria potestad a un adulto para que dirija a otro adulto que no está desvalido y se considera a sí mismo absolutamente suficiente para regirse por sí mismo. Este adulto es la sociedad española, todas las sociedades regidas por el capitalismo y el mercado, y ese otro adulto es el gobierno.
Si España estuviese sumida en un sistema de socialismo real, intervencionista por definición o en un sistema comunista que viene a ser lo mismo, habría que decir que la culpa del deterioro económico como el que vive este país es para llevar al paredón a quienes integran el gobierno, ya que esos sistemas que aquí se persiguen los relacionan los cancerberos del capitalismo con el horror, las checas y el gulag. Pero no es así. España pertenece a un sistema atroz capitalista y el rodillo capitalista lamina a la sociedad.
Por lo que no es el gobierno el que debe responder por esta situación catastrófica, sino la sociedad empresarial, la sociedad industrial, la sociedad bancaria, la sociedad financiera... la sociedad en definitiva. La incapacidad de la sociedad española, su falta de imaginación, su obsesión por la ganancia fácil y segura, el miedo vergonzante de los que poseyendo el dinero se niegan a correr riesgos siendo así que el capitalismo pregona que el riesgo justifica el beneficio, son los verdaderos autores de esta situación, del bloqueo en que ha entrado el mercado y especialmente el mercado del empleo de este país.
Es inconcebible que pese a esta obviedad, la de que el sistema capitalista está gobernado por el mercado, y pese a que últimamente incluso el neoliberalismo arrecia en sus ataques en los medios que están en manos de los mismos que tienen el dinero, se dirijan todos los reproches al gobierno. A mí me importa un pimiento el gobierno del color que sea –a fin de cuentas todo gobierno es poder aunque se un títere de otros gobiernos-, pero el gobierno no tiene la culpa de nada propiamente. Y la prueba de que el gobierno no tiene la culpa pese a estar asociado repugnantemente al capital, es que no tiene valor para responder más o menos de esta guisa sin ser tildado también de ultracapitalista: “Colocad vosotros, cread empleo vosotros, el gobierno no está más que para cubrir vuestras deficiencias, vuestras carencias, vuestra indolencia, vuestra vagancia y la miseria del dinero que poseéis. Nosotros poco podemos hacer.
Cuando el gobierno no responde así es porque tiene mala conciencia, porque sabe que empezó hace treinta años con propósitos socializantes e intervencionistas hasta donde le dejara el capital, y cada día que pasa en el siglo XXI, tanto él como el partido político del que sale y le da respaldo más traicionan al socialismo y menos coraje tiene para hacer frente al capitalismo destructor del tejido económico y medioambiental con el que convive.
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