lunes, 16 de diciembre de 2013

CHILE VOLVIÓ A ELEGIR PRESIDENTA A BACHELET. BACHELET PASA A LA HISTORIA. LA DEUDA PENDIENTE ES LA DESIGUALDAD.

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 Desde el escenario que compartía con su equipo de campaña de la coalición Nueva Mayoría y junto su madre, Angela Jeria, la líder socialista hizo hincapié en el proyecto que encabezará a partir del 11 de marzo. “Triunfan quienes anhelan una educación de calidad para sus hijos y nietos y quienes buscan combatir la desigualdad.” Y continuó: “Tendremos una nueva Constitución, nacida de la democracia”, palabras que motivaron el aplauso estruendoso de los presentes. “Creo en ella. La Michelle propone además una jubilación estatal, para salirse del sistema de previsión que impuso Pinochet”, dijo a los gritos y los aplausos José Ríos, 57 años, conserje. La médica socialista, que obtuvo una ventaja inédita sobre su rival, se refirió a la alta abstención del electorado, en torno del 58 por ciento. “Espero que sea la última vez que un compatriota no pueda votar por estar lejos de su patria. Quiero saludar a los que no votaron. Aquellos que sienten que el Estado no los protege. Nos damos una gran tarea para que los chilenos vuelvan a creer en la democracia, que crean en la fuerza del voto, en la justicia de las leyes.” “Se siente, se siente, Michelle presidente” coreaba el estudiante de trabajo Social José Piña, de 24 años. Militante del Partido Socialista, se mostró convencido de que la coalición de centroizquierda liderada por la ex mandataria de 62 años podrá realizar las promesas de campaña. “Bachelet es la persona que va a cambiar la constitución y va a realizar reformas profundas en la salud y la educación.”
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“Hoy abrimos una nueva etapa. Es un privilegio encabezar la patria en un momento histórico, en el que el país se miró las heridas y ve las tareas pendientes. Gracias a los jóvenes que reclamaron un modelo de educación sin lucro. Porque los sueños no son un bien de mercado.”
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CHILE VOLVIÓ A ELEGIR PRESIDENTA A BACHELET.
La Candidata del Centroizquierda arrasó con dos tercios de los votos, pero hubo mucha abstención.
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A 40 años del golpe militar, Bachelet prometió realizar las reformas necesarias para hacer de Chile un país más justo, ante miles de seguidores que festejaron su triunfo frente al cuartel general de campaña en un hotel de Santiago.

Mercedes López San Miguel
Desde Santiago. Lunes 16 de diciembre del 2013.
Los símbolos enseñan el momento que vive Chile. Michelle Bachelet, hija de un general leal a Allende, le ganó de forma arrolladora, con el 62,16 por ciento de los votos, a Evelyn Matthei, hija de un general pinochetista, quien obtuvo el 37,83 por ciento de los sufragios. Ocurrió a 40 años del golpe militar contra el líder socialista. Ante sus seguidores, reunidos frente a un hotel del centro de Santiago, Bachelet prometió realizar las reformas necesarias para hacer de Chile un país más justo. “Hoy abrimos una nueva etapa. Es un privilegio encabezar la patria en un momento histórico, en el que el país se miró las heridas y ve las tareas pendientes. Gracias a los jóvenes que reclamaron un modelo de educación sin lucro. Porque los sueños no son un bien de mercado.”
Desde el escenario que compartía con su equipo de campaña de la coalición Nueva Mayoría y junto su madre, Angela Jeria, la líder socialista hizo hincapié en el proyecto que encabezará a partir del 11 de marzo. “Triunfan quienes anhelan una educación de calidad para sus hijos y nietos y quienes buscan combatir la desigualdad.” Y continuó: “Tendremos una nueva Constitución, nacida de la democracia”, palabras que motivaron el aplauso estruendoso de los presentes. “Creo en ella. La Michelle propone además una jubilación estatal, para salirse del sistema de previsión que impuso Pinochet”, dijo a los gritos y los aplausos José Ríos, 57 años, conserje.
La médica socialista, que obtuvo una ventaja inédita sobre su rival, se refirió a la alta abstención del electorado, en torno del 58 por ciento. “Espero que sea la última vez que un compatriota no pueda votar por estar lejos de su patria. Quiero saludar a los que no votaron. Aquellos que sienten que el Estado no los protege. Nos damos una gran tarea para que los chilenos vuelvan a creer en la democracia, que crean en la fuerza del voto, en la justicia de las leyes.”
“Se siente, se siente, Michelle presidente” coreaba el estudiante de trabajo Social José Piña, de 24 años. Militante del Partido Socialista, se mostró convencido de que la coalición de centroizquierda liderada por la ex mandataria de 62 años podrá realizar las promesas de campaña. “Bachelet es la persona que va a cambiar la constitución y va a realizar reformas profundas en la salud y la educación.”
Sucede que la ex Concertación sumó en sus filas al Partido Comunista y sus aliados, ampliándose e incorporando a su agenda temas clave que surgieron en las protestas callejeras de 2011, como la educación, la reforma tributaria y el cambio constitucional. Además, consiguió una mayoría relativa en el Congreso, con la que espera sacar adelante su programa de gobierno, en algunos casos en soledad y en otros, por consenso con la oposición.
Bachelet agradeció la visita de su rival, Evelyn Matthei, lo que motivó chiflidos entre sus seguidores y gritos de: “¡Asesinos, asesinos!”.
Es que momentos antes la candidata de la Alianza (Renovación Nacional-UDI) había reconocido entre llantos el triunfo de su contendiente. Frente a sus simpatizantes en la sede de su campaña, Matthei dijo que no fue capaz de remontar la elección a pesar del esfuerzo. “El tiempo y la historia demostrarán que los principios que defendemos trascenderán: el valor de la vida, el principio de la libertad, que heredamos de nuestros padres y abuelos”. Y dijo más: “Ni una nueva Constitución ni una Asamblea Constituyente son lo fundamental. El ‘sí se puede’, no termina hoy.”
Para el sociólogo Manuel Antonio Garretón, profesor de la Universidad de Chile, existen varios elementos que contribuyeron a que la población eligiera un nuevo proyecto de país. “El centroizquierda se rearticuló tras la derrota del 2010, incorporando al Partido Comunista y capitalizando los reclamos sociales del 2011. Así se convirtió en una coalición transformadora. Ya no se trata de corregir y democratizar el modelo económico neoliberal, sino que se trata de sustituirlo. En general, los países vecinos lo hicieron al término de sus dictaduras.”
De alguna manera, es el final de un largo duelo que atravesó buena parte del país. Michelle Bachelet y Evelyn Matthei, compañeras de juegos de la infancia, dos mujeres que vivieron el pasado más doloroso de Chile desde distintas trincheras; una perdió a su padre a causa de las torturas; la otra tuvo un progenitor que formó parte de la junta militar. Alberto Bachelet y Fernando Matthei tuvieron una historia de amistad que quedó trunca.
Algunos analistas, como Garretón, no dudan de que se abre un nuevo capítulo en el país. “Si el proyecto de Bachelet moviliza al país, los sectores de la derecha van a tener que pensar alternativas por fuera del esquema de la dictadura, entonces podrían romper sus vínculos con Pinochet. Esa sería la refundación de la derecha. De lo contrario, seguirá su debacle en las próximas contiendas electorales”, afirmó el sociólogo.
A diferencia de Piñera, Matthei votó por el Sí a la continuidad de la dictadura, y defendió al represor cuando fue detenido en Londres en 1998. El actual mandatario siempre se distanció de los acalorados defensores de la obra de Pinochet y eso en parte explica el fracaso de la alianza de la derecha. Matthei, representante del ala más ultra, la UDI, sostuvo esos vínculos con el pasado. Hasta llegó a decir, durante el recordatorio de los 40 años del golpe, que ella no tenía que pedir perdón porque era una jovencita de 20 años. De ahora en adelante, los sectores de la derecha chilena tendrán el reto de refundar sus bases.
En esa línea de renovación, Eugenio Tironi, en el libro ¿Por qué no me quieren? Del Piñera way a la rebelión de los estudiantes señaló que los jóvenes que jaquearon el gobierno actual reclamando una enseñanza educativa gratuita de calidad y un cambio profundo del modelo heredado del pinochetismo “no conocen otra cosa que la democracia. Esto los separa radicalmente de la experiencia de sus abuelos y padres, que vivieron el autoritarismo y la transición. Hay otra diferencia sustancial entre la actual generación y las precedentes: la forma de evaluar el pasado, en particular lo más lacerante: la violación a los derechos humanos en el período 1973-1990. No temen saber, preguntar, hurgar”.
Durante el día, a pasos del palacio de La Moneda, en el Instituto Superior de Comercio, donde votaba Pinochet en la mesa N° 1, el ir y venir de personas no arrojaba ningún indicio sobre lo que sería la alta abstención. Un señor salía con su hijo pequeño, que gritó: “¡Votamos a la Evelyn!”, y el padre, contrariado, dijo “No es cierto”. A su lado, caminó con paso firme un hombre grande, que fue carabinero hasta el año ’75. “Voté por Bachelet porque nunca he votado por la derecha, porque sé lo que hicieron –dijo Nicolás Cortés–. Los abusos no corren conmigo.” El ex carabinero dijo que el gobierno actual le parece malo. “Es un supermercado con propaganda, oferta y nada más.”
Costaba encontrar una mujer entre los electores, dado que solía ser un colegio en el que votaban solo hombres. Vestido de traje, Pelayo Correa, 82 años, dijo que “jamás votaría por la derecha”. “Mi familia elige por tradición a la derecha. Pero yo tengo una visión más abierta, libre, jesuita.” Correa trabajó en las empresas de su familia hasta jubilarse. Su aspecto recuerda a los caceroleros de Recoleta. El votó por Bachelet. “Estoy de acuerdo con las propuestas, pero no tanto con la Asamblea Constituyente. No sé hasta dónde la van a instalar, no lo veo posible.”
La historia está llena de símbolos. En un colegio donde votaba Pinochet y todo su gabinete en pleno, ayer era difícil dar con un votante de Evelyn Matthei.

"Su historia de vida, mística, empatía y afabilidad lograron romper la tradición chilena y de los partidos políticos de postular y luego elegir a un hombre como gobernante. Con ello se abrió un poco más la puerta a la inclusión femenina en esta arena. Ella es de la calle, de abrazos, risas y conversaciones".
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BACHELET PASA A LA HISTORIA.

Desde su niñez se destacó por su compromiso y su inteligencia.
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Christian Palma
Desde Santiago lunes 16 de diciembre del 2013.
Desde que nació, en 1951, Verónica Michelle Bachelet Jeria se acostumbró a convivir con la historia. Con un papá miembro de la Fuerza Aérea y una madre antropóloga, sus primeros años de vida transcurrieron entre las ciudades de Quintero, Antofagasta y Santiago. Inclusive, antes de la adolescencia ya había pasado un tiempo por Estados Unidos.
En Antofagasta, la ciudad más importante del norte de Chile, conoció a Evelyn Matthei, la candidata de la derecha que ayer no pudo ganarle al “fenómeno Bachelet”. Los padres de ambas “niñas” fueron destinados por la Fuerza Aérea a ese lugar en 1958. No sería la última vez que ambas familias se toparían.
Cada uno de esos lugares, más un pasado que la enfrentó cara a cara con la dictadura de Augusto Pinochet, fueron moldeando su carácter. En 2002 se convirtió en la primera ministra de Defensa de Latinoamérica, cuatro años más tarde fue la primera mujer elegida presidenta en este rincón del mundo. Y ayer, engrosó aún más su historia al llegar, por segunda vez, a La Moneda.
Desde pequeña, cuando estudiaba en el emblemático Liceo N° 1 en Santiago y luego en la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile, se destacó por su inteligencia y compromiso. En sus tiempos universitarios se hizo socialista y apoyó los ideales del ex presidente Salvador Allende en la construcción de un mejor país.
Pero no todo ha sido felicidad para la doctora socialista.
Su padre, Alberto Bachelet, tenía un puesto clave en el gobierno de la UP y se mantuvo “leal al Compañero Presidente” cuando el 11 de septiembre de 1973, los militares al mando de Augusto Pinochet perpetraron el golpe de Estado. A Bachelet padre lo tomaron preso sus mismos hermanos de armas, lo golpearon y humillaron hasta que, en marzo de 1974, murió a causa de las torturas. En ese tiempo, el director (en lo formal) del lugar donde estuvo detenido era el coronel Fernando Matthei, su amigo desde los tiempos en Antofagasta. Y que más tarde gobernaría Chile con la Junta Militar. A Michelle la toman presa y también es torturada por los agentes de la policía secreta en los centros de detención Villa Grimaldi y Cuatro Alamos, donde estuvo detenida junto a su madre. En 1975, ambas son expulsadas del país. Vivió el exilio en Australia y Alemania, donde continuó sus estudios de medicina y se casó con el arquitecto chileno Jorge Dávalos.
Tras varios intentos por regresar al país, en 1979 consigue el permiso y aprovecha para sacar el título de Médico Cirujano, desempeñándose en el sistema de salud pública y más tarde trabajando en ONG dedicadas a atender a hijos de detenidos y de víctimas de la dictadura.
Ya en 1990, con el retorno de la de democracia, integró la Comisión Nacional del Sida, fue consultora de la Organización Panamericana de Salud (OPS) y trabajó en el Ministerio de Salud.
En 1996, y a pesar de la rabia y frustración que le hizo vivir el mundo militar, se especializó en temas de Defensa Nacional. “Quería ayudar a la reconciliación nacional”, han dicho sus allegados. Cuatro años después, asume como Ministra de Salud en el gobierno de Ricardo Lagos, iniciando un ascenso político que en 2002 la instaló en la cartera de Defensa. Bajo su gestión, se lograron importantes modificaciones en las fuerzas armadas. Pero sin duda, las imágenes de Bachelet vestida de comando arriba de un Mowag en las inundaciones de ese año fueron el trampolín que la puso como presidenciable. Bachelet había logrado dar la mano a los jefes de una institución que mató a su padre y revertido la opinión que sobre ella tenían los círculos castrenses. En un simulacro de guerra a dos bandas con Perú y Argentina, alcanzó un desempeño “sobresaliente” en el peor de los escenarios. La alianza estaba sellada.
Luego, la gente empezó a hablar de ella. Arrasó en las encuestas, lo que llevó a que posibles candidatos a la presidencia por esos años dieran un paso al costado. Primero cayó el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, quien figuraba como el heredero de Lagos, y más tarde Soledad Alvear, una vieja política demócrata cristiana. Bachelet, sin ser de ese mundo y casi sin proponérselo, se convirtió en la candidata de la Concertación, luego derrotó a Sebastián Piñera y dio inicio a un período de gobierno centrado en el logro de mayor equidad e inclusión social en el país.
En 2010, la Concertación acusó el desgaste de varios lustros de poder y no pudo levantar una candidatura potente. Eduardo Frei no logró convencer y fue derrotado por la derecha a manos el propio Piñera. Bachelet entregó el poder con casi el 80 por ciento de popularidad. En Chile no hay reelección y a los meses partió a Nueva York a hacerse cargo de ONU Mujer. Ahí estuvo hasta marzo de ese año, cuando la Concertación, hoy rearticulada como Nueva Mayoría, la eligió otra vez candidata al ganar las primarias del sector y más tarde imponiéndose en la primera vuelta, con un 46 por ciento de los votos.
Pero ¿qué la hace ser tan popular? Bachelet no es buena para el debate cara a cara, tampoco es resolutiva, le gusta formar equipos y desde ahí decidir. A veces titubea, se enreda o no maneja todos los temas. Quizás esa sensación de “no sabérselas todas”, como los políticos de tomo y lomo, la hace más cercana. Su historia de vida, mística, empatía y afabilidad lograron romper la tradición chilena y de los partidos políticos de postular y luego elegir a un hombre como gobernante. Con ello se abrió un poco más la puerta a la inclusión femenina en esta arena. Ella es de la calle, de abrazos, risas y conversaciones.
Además es agnóstica y separada, madre de tres hijos, la menor la tuvo estando soltera, lo que en Chile aún para muchos es un pecado mortal.
No sólo fue de ideas claras desde su infancia sino además muy independiente. “Supongo que cuando era joven pensaba en cambiar todo, pero hoy la veo muy cuidadosa, estudia a fondo lo que tiene que ver y si no sabe algo dice que no sabe y lo estudia. Ella no tiene miedo a decir que no sabe, todo lo contrario. Ella trata de no herir a nadie, les tiene mucho respeto a las personas “, ha dicho su madre.
Inclusive esta delicadeza la ha mantenido con su contrincante, Evelyn Matthei, quien desde que fue elegida candidata de la derecha desplegó toda su artillería contra la doctora socialista.
Críticas a su falta de liderazgo en su primer período (sobre todo en su accionar en el terremoto y tsunami de 2010), la implementación del Transantiago (el sistema de transporte público que a duras penas ha ido mejorando) y las tareas pendientes en educación fueron algunos de los temas que Matthei sacó a la pizarra a Bachelet y que serán los mismos que la ciudadanía le pedirá se solucionen a la brevedad.
Sobre todo en educación, donde la tarea de Bachelet quedó coja por la neutralización que hizo la derecha a sus proyectos y también por no insistir en ellos. Ahora la presidenta electa tiene la mayoría absoluta en el Congreso, por lo que las reformas deberían hacerse. De lo contrario, la calle se manifestará. Las expectativas son altas, la gente confió en las 50 medidas anunciadas por la doctora para los primeros cien días de su gobierno y que incluyen una nueva Constitución y educación gratis y de calidad. Las medidas se dividen en 15 áreas temáticas y tendrán un costo de 720 millones dólares durante el año 2014. Algunos de los principales compromisos son el envío del proyecto de reforma tributaria así como el que crea una AFJP estatal.
“Esta es una candidatura que se está preparando para gobernar, la estamos haciendo con toda la seriedad y responsabilidad, por lo que significa y dentro de los plazos que nos hemos propuesto”, fue el compromiso de la doctora. Habrá que ver cómo lo hace en esta segunda versión de Bachelet en La Moneda.
 

 
 
Cientos de miles de chilenos se manifestaban en agosto de 2012 en favor de una reforma educativa.
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La deuda pendiente es la desigualdad.

La enorme brecha entre ricos brecha entre ricos y pobres en términos de ingreso y acceso a educación, salud y jubilación.
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Según la Universidad de Chile, el ingreso per cápita del 10 por ciento más pobre de la población es 78 veces menor que el del 10 por ciento más rico. Es el legado de políticas neoliberales impuestas bajo la dictadura de Augusto Pinochet.
Por Mercedes López San Miguel
Desde Santiago lunes 16 de diciembre del 2013.
Chile, con sus 16,5 millones de habitantes, suele ser elogiado por el FMI por su estabilidad económica, desarrollo y sólidas instituciones. El país trasandino forma parte de la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico), que agrupa a los países más ricos. Ese es un lado de la moneda. El otro pudo verse sin maquillaje a través de las cámaras de televisión tras el terremoto de 2010: la desigualdad en términos de ingreso y acceso a educación, salud y jubilación.
En el país se redujeron drásticamente los niveles de pobreza en los últimos 23 años (de un 45 por ciento de la población en 1990 a un 14,4 por ciento en 2011). Sin embargo, en el último período esta disminución ha sido mucho menor, por lo que se habla de una “pobreza dura”, la que además es mucho más dramática en las zonas suburbanas o rurales que en las grandes ciudades.
La enorme brecha que separa ricos de pobres ubica al país como uno de los más desiguales del continente. Según la Universidad de Chile, el ingreso per cápita del 10 por ciento más pobre de la población es 78 veces menor que el del 10 por ciento más rico. Las políticas impuestas bajo la dictadura de Augusto Pinochet, de corte neoliberal, que veinte años de gobierno democrático del centroizquierda de la Concertación no cambiaron (menos aún el último gobierno, conservador, de Sebastián Piñera), actúan como corset para aplicar reformas sociales y fomentan la exclusión de muchos. Consuelo Silva, investigadora de la Universidad Arcis, señaló a esta enviada que la desigualdad es un fenómeno inherente al llamado milagro chileno. “En el actual modelo económico imperante en el país, no ha existido una política de redistribución del ingreso, porque se asume que el mercado es el mecanismo que distribuye los ingresos de manera eficiente y óptima. Esta ha sido la postura de todos los gobiernos en los últimos cuarenta años, aunque con algunos matices de diferencia. Por ejemplo, el primer gobierno de la Concertación (1990-1994), encabezado por Patricio Aylwin, planteó la idea de un ‘crecimiento con equidad’, la cual se abandonó rápidamente.”
Silva señaló que la solución a este flagelo sólo se consigue con cambios de fondo. “En lugar de las políticas redistributivas, se han implementado programas que buscan reducir los niveles de pobreza, los cuales son focalizados y temporales. Por tanto, quien tenga como propósito provocar una real redistribución del ingreso debería llevar a cabo una serie de reformas en áreas claves de la economía y de la sociedad, como es el caso del mercado laboral, en el ámbito de la educación y en los regímenes tributarios.”
Las masivas protestas que protagonizaron los universitarios en 2011, reclamando el fin del lucro en la educación, mostraron al mundo que el modelo de enseñanza en el vecino país se rige bajo las reglas del mercado. Es que la Ley General de Universidades, sancionada en 1981, delineó la privatización del financiamiento de la enseñanza superior y hoy los universitarios no pueden estudiar gratis y se endeudan para pagar sus carreras. A nivel secundario, sólo el 40 por ciento accede a colegios públicos gratuitos (municipales); el resto asiste a particulares privados (que reciben subvención del Estado) y el diez por ciento más rico de Chile paga colegios privados exclusivamente, que suelen ser los de mejor calidad.
La lógica de que quien gana más accede a un mejor servicio se reproduce con el sistema de salud. La gran mayoría de los chilenos pueden optar por la derivación del 7 por ciento del salario para las privadas Isapres (Institución de Salud Previsional) y el estatal Fondo Nacional de Salud (Fonasa), de acuerdo con un modelo vigente desde 1981. Aquellos que por tipo de sueldo no pueden acceder a un plan básico son derivados al Fonasa. De hecho, un 82 por ciento de la población aporta a esta última cobertura, y es recurrente la queja de los pacientes que entran en listas de espera para recibir un tratamiento u operarse. Además de que deben pagar aparte algunas prestaciones de salud. Un dato no menor es que dos tercios de los médicos trabajan en clínicas privadas.
Las AFP (Administradoras de Fondos de Pensiones) fueron creadas por el ministro de Trabajo de Pinochet, José Piñera, hermano del actual mandatario, y son el único sistema previsional en Chile. Vendido en los años ’80 como la gran solución privada, o el sistema de capitalización individual o ahorro forzoso, carece del derecho individual a elegir entre ahorrar con el Estado o con una empresa privada. La primera generación pura del sistema privado ha demostrado que las jubilaciones promedio –que bordean los 600 dólares– están muy lejos de superar a las del antiguo sistema de reparto.
Si en los próximos cuatro años Bachelet no cumple con su promesa de llevar adelante reformas sustanciales en educación, salud y jubilación, la líder socialista habrá desaprovechado la segunda oportunidad que le dio una mayoría de la población para hacer de Chile una sociedad más justa.
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