sábado, 5 de mayo de 2018

MARX Y LA “LUCHA DE CLASES” EN AMÉRICA LATINA. MARX A 200 AÑOS: ¿Y QUÉ ES LA ECONOMÍA?

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“LA PEOR LUCHA ES LA QUE NO SE HACE”. UNA LECTURA DE CARLOS MARX A 200 AÑOS DE SU NACIMIENTO.

Nadie puede decir que Marx conserva una vigencia absoluta, pero tampoco se puede decir que no tenga una gran vigencia. El fetichismo de la mercancía. El llamado a transformar el mundo.

El 5 de mayo de 1818, cuando Carlos Marx nació en Treveris, actual Alemania, la población total mundial llegaba a 980 millones de habitantes, y el capitalismo crecía y se expandía con una fuerza imparable abarcándolo todo, derribando todas las barreras. Así lo describió él mismo, a los 24 años, junto a su amigo Federico Engels, en El Manifiesto Comunista, ese libro que es una crítica al capital y al mismo tiempo un enorme reconocimiento de sus capacidades transformadoras, ese libro que sin duda es uno de los más leídos y traducidos en la historia de la humanidad, al menos así lo fue por mucho tiempo. Doscientos años después, la población del planeta se multiplicó por ocho, el capitalismo parece inconmovible y seguro en sus crisis permanentes y la lucha de clases parece tener como partidarios más radicalizados a los grandes concentradores del capital. Hay que decirlo, la derecha liberal internacional es “clasista y combativa”.

La biografía de Marx, se han escrito cientas, es de por sí muy interesante, una vida muy movida si consideramos que fue un hombre con una capacidad de lectura y escritura como ya raramente se ve. Periodista, dirigente político, perseguido y exiliado tuvo que salir de su país, vivió en Francia y terminó en Londres donde falleció en 1883, poco tiempo después de su compañera de vida JENNY, dejando sin terminar su obra más monumental: EL CAPITAL, de la que pudo publicar solo el primero de sus tres tomos. Los otros dos fueron editados por Engels. Se insiste en calificar ese libro como un texto de economía, cercenando que allí están desarrollados conceptos filosóficos, políticos, históricos y sociológicos que abrieron miles de puertas al pensamiento y el debate. No debe haber una sola universidad del mundo que no tenga algún texto de Marx en sus corpus bibliográficos. Una encuesta de alcance internacional realizada por la BBC en 1999 lo ubicó en el puesto número uno cuando se preguntó: ¿Quién fue el personaje más influyente en la historia del pensamiento universal?.......
En su propia vida pudo ser testigo del desarrollo de una cierta tendencia escolástica sobre sus escritos que lo llevaron a decir “yo no soy marxista”. Participante activo en núcleos de activismo político como la Liga de los Comunistas, fue uno de los fundadores de la Primera Internacional: “La peor lucha es la que no se hace” escribió, demostrando que su vigencia también se expresa en su estilo, hoy podría haber sido un twitero descollante: “Todo lo sólido se desvanece en el aire”, “La religión es el opio de los pueblos”. No es un valor intrascendente poder condensar en frases simples y profundas, que llegaron a los trabajadores, conceptos que de todas formas no se privó de desarrollar en toda su complejidad……. Fuente Página/12. sábado 5 de mayo del 2018.
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MARX Y LA “LUCHA DE CLASES”  EN  AMÉRICA  LATINA.
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Juan J. Paz y Miño Cepeda.
 
ALAI. América latina en Movimiento.
Viernes 4 de mayo del 2018.

Con los progresos de la investigación histórica conocemos que, entre las culturas aborígenes y los imperios anteriores a la colonización europea de América Latina, hubo conflictos y enfrentamientos que explican sus dinámicas sociales. En la época colonial, asimismo, se registraron constantes choques entre las distintas castas o clases que formaron parte de una jerarquizada estructura, expresamente diferenciada por las leyes y las instituciones impuestas por las potencias colonialistas. 
Las independencias latinoamericanas marcaron un proceso de aguda confrontación que, finalmente, dio lugar al surgimiento de la veintena de nuevos países y Estados que ingresaron a la época contemporánea en la historia de la región. Pero, sobre todo, la trayectoria iniciada con el siglo XIX -extendida hasta nuestro presente-, es la que ha suscitado singular atención en la ciencia social latinoamericana porque el conflicto político entre distintos sectores sociales ha acompañado, en forma dramática, la construcción de los Estados nacionales.
Ahora bien -tal como ahora podemos comprender el papel de la conflictividad en la historia de América Latina-, los filósofos y pensadores europeos del siglo XIX observaron la larga historia de conflictos sociales en su continente. El nacimiento del capitalismo, ligado a la revolución industrial; el surgimiento del proletariado y la evolución producida a partir de la Revolución Francesa de 1789 fueron objeto de especiales reflexiones. 
Entre esos pensadores figura Karl Marx (1818-1883), quien enraizó su pensamiento en el examen riguroso de la historia, un rasgo que caracterizó todas sus obras e investigaciones. Con fundamentación histórica, pudo llegar a esa revolucionaria concepción teórica, según la cual “el modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual, en general” y, por tanto, la “anatomía” de la sociedad había que buscarla en la economía política, tesis resumida en su famoso Prólogo de la Contribución a la Crítica de la Economía Política.
Como lo destaqué en un artículo anterior, la economía es un factor determinante de largo plazo, no todo hecho económico explica los acontecimientos sociales ya que debe tener fuerza condicionante y, sin duda, la explicación científica tampoco descarta los procesos de la “superestructura”, término que sirvió a Marx para explicar, en forma metafórica, el edificio social, en el cual la economía es la “base”. Sin descartar que la economía actúa como condicionante, los hechos de la vida social se explican por la lucha de clases, en su dinámica inmediata.
Este es un concepto marxista, basado en el examen de la historia humana, que demuestra que, a cierto nivel de su desarrollo, aparecen clases sociales que se diferencian por el lugar que ocupan en el proceso de la producción material (no por el nivel de rentas o ingresos, como suele confundirse); que las clases sociales se movilizan en función de sus intereses específicos y que, por tanto, cómo esos intereses chocan unos con otros, cabe hablar de “lucha”.
Quizás Marx no fue muy “diplomático” al crear esa categoría fundamental de su teoría, porque el concepto de “lucha de clases” ha servido para que se ataque al marxismo como una concepción que, supuestamente, fomenta el odio, la discordia y el enfrentamiento entre las personas o entre grupos humanos que bien podrían vivir en forma pacífica si se proponen resolver sus problemas en forma racional y sobre la base del diálogo. Bienvenida la paz humana, pero este ideal no puede ocultar la existencia de la lucha de clases.
Este es, por tanto, un concepto que refleja una realidad donde las clases sociales confrontan sus intereses sin necesidad de que exista un Marx que trate de hacer que todos se peleen entre sí. Además, el conflicto social fue examinado mucho antes de Marx. Todo científico social sabe bien que la conflictividad constituye un rasgo permanente y característico de las sociedades contemporáneas y, por lo mismo, una fuente para comprender la vida política.
En el Manifiesto Comunista quedó claramente retratada la historia de la conflictividad que Marx bautizó como lucha de clases: “hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces y otras franca y abierta…”. Y es bien conocido que, de acuerdo con Marx, en la sociedad capitalista no se ha abolido la contradicción entre clases, sino que ha aparecido otra forma de opresión y confrontación que tiende a resumirse en la lucha entre la burguesía y el proletariado. El estudio de Marx en El Capital lo demostró en forma contundente.
Además, en estricto rigor histórico, el cambio social no proviene de las clases dominantes, siempre interesadas en preservar y mantener el sistema bajo su control o hegemonía. El cambio, la revolución, el movimiento histórico, siempre ha sido impulsado por las clases dominadas, a las que interesa liberarse de la opresión reinante.
La lucha de clases constituye, así, un proceso de larga duración en el tiempo porque la liberación social no se cumple de un momento a otro, sino que implica la acumulación de fuerzas, conciencia y voluntad para la “lucha”.
La lucha de clases es, entonces, una guía para la investigación social y para descubrir la naturaleza y raíces de los conflictos que se suscitan a diario y que, particularmente, se reflejan en la esfera de la vida política, en la cual, incluso, los individuos no actúan exclusivamente motivados por sus intereses personales sino como miembros -quiéranlo o no- de la clase social a la que se pertenece inexorablemente.
Al mismo tiempo cabe entender que el origen de clase puede ser negado por la posición de clase, como ocurrió en el caso de Federico Engels, inseparable compañero de Marx, quien siendo industrial y de origen claramente burgués, optó por la defensa de los intereses del proletariado, y renegó de su clase, para pasarse a las filas de otra.
Marx investigó el fenómeno de la lucha de clases, esencialmente referido a Europa. No estudió América Latina. Y, como teoría, al mismo tiempo que como método de estudio, el marxismo exige la investigación más rigurosa de las clases sociales y la lucha de clases en esta región, si se aspira a comprenderla en su propia historia y no a partir de los resultados a que llegó Marx examinando la historia europea.
El examen de la lucha de clases en América Latina ha sido la mayor guía en el marxismo de la región. Sin embargo, con demasiada frecuencia, ha servido para que predomine el análisis, en la esfera de la política, pero desde la óptica de los partidos marxistas que siempre privilegiaron los temas de la estrategia y la táctica para la toma del poder.
En ese campo, las discusiones partidistas se han centrado en la “correcta” interpretación del marxismo, en la “verdadera” línea revolucionaria, o en la idealización de las condiciones como “pre-revolucionarias”, o no. En ese mundo se explica esa amplia gama de estalinistas, trotskistas, “chinos”, “cabezones” (pro-rusos), “albaneses”, foquistas, comunistas, socialistas, renegados, revisionistas y hasta los sui géneris marxistas pro-bancarios que existen hoy en Ecuador.
De todos modos, el tema no puede agotarse en las posturas partidistas. En la América Latina contemporánea no sólo es necesario investigar qué clases sociales existen y cómo se concreta la lucha de estas; una exigencia que demanda esfuerzos intelectuales a fondo como el que el propio Marx realizó en su época. A la par, es necesario comprender que en nuestra región hay procesos propios para los cuales el concepto de lucha de clases se queda corto, lo cual no significa invalidarlo.
Es el caso, por ejemplo, de los pueblos y nacionalidades indígenas. El marxista peruano José Carlos Mariátegui (1894-1930) fue pionero en tratar el tema indígena desde la perspectiva de clase, aunque él, precisamente por la época en la que vivió, lo vinculó al problema de la tierra, el “feudalismo” y la reforma agraria.
Hoy el tema indígena merece otro tratamiento, pues rebasa el concepto marxista de clase social, así como el problema de la tierra, a tal punto que, como puede investigarse en el caso ecuatoriano, ya existe un sector de burguesía indígena y también líderes políticos del movimiento indígena identificados con las posiciones de las derechas y las elites económicas.
Podría también destacarse el tema de los conflictos fronterizos entre países, que estallaron durante el siglo XIX, o los enfrentamientos regionalistas y localistas, derivados de las identidades territoriales, y hasta fenómenos aún más actuales como el narcotráfico, la corrupción, los movimientos ambientalistas, de género, o los grupos GLBTI.
Estos y otros procesos contemporáneos en América Latina exigen que el marxismo sea visto como método de investigación y análisis, que no se aplique dogmáticamente la categoría lucha de clases en forma indiscriminada, sin previo estudio de la estructura social, y que se insista en que la región tiene su historia propia y diferencias específicas, aún más con respecto a los análisis que Marx hizo para otro siglo y tomando como base las realidades europeas.
Quito, 19/abril/2018 Publicado: 3/mayo/2018
 
- Juan J. Paz y Miño Cepeda, historiador ecuatoriano, es coordinador del Taller de Historia Económica. Blog Historia y Presente.
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MARX A 200 AÑOS: ¿Y QUÉ ES LA ECONOMÍA?

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Juan J. Paz y Miño Cepeda.
ALAI. América latina en Movimiento-
Martes 27 de marzo del 2018.
 
Karl Marx fue un erudito investigador, que supo combinar la economía y la historia como ejes para la elaboración de su teoría. Remontándose a los orígenes y primeros tiempos de la humanidad comprendió que el hombre tuvo que ocuparse de producir bienes para satisfacer sus necesidades y poder sobrevivir. Con el desarrollo de las fuerzas productivas, los seres humanos diversificaron inevitablemente sus actividades y las relaciones sociales fueron complicándose. En cierto momento esa complejidad provocó el surgimiento de clases sociales, con diferenciaciones jerárquicas, apropiación de riquezas en una elite dominante y explotación a otros grupos humanos a través de la esclavitud o la servidumbre.

Sobre esa base histórica, Marx encontró un hecho fundamental: por debajo de los fenómenos políticos, religiosos, clasistas o estatales estaba la economía. Y con ello pudo formular una tesis hasta entonces no destacada por otros investigadores, esto es, que “la anatomía de la sociedad civil hay que buscarla en la economía política”, porque “el modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual, en general”.
Esta tesis de Marx fue expuesta en su genial Prólogo de la Contribución a la Crítica de la Economía Política. Y a pesar de ser muy clara, muchos marxistas no la comprendieron, al punto de considerar que solo la economía es la única determinante de las otras esferas sociales. Por eso, fue Engels quien debió aclarar el asunto una y otra vez, insistiendo en que la economía solo es determinante en última instancia.

Además, Marx utilizó la metáfora de un edificio, para decir que la economía es la base sobre la cual se levanta la superestructura jurídica, política e ideológica de la sociedad. Y esto también ha generado confusiones, porque los términos “base” y “superestructura” no son categorías teóricas que tengan un contenido científico, a pesar de que el propio Marx insistió en esa imagen: “al cambiar la base económica, se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella”, escribió.
 
El materialismo marxista, como posición filosófica, inauguró otra forma de ver el mundo, que Marx igualmente resumió: “No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, es el ser social el que determina su conciencia”. Ese ser social es la economía. Y nuevamente Engels fue quien insistió en que el régimen económico determina el contenido general, el origen de los procesos jurídicos, políticos, ideológicos, etc.; pero en muchos casos, el modo en que surgen los conceptos espirituales de la sociedad, la forma de las teorías filosóficas, ideas religiosas, etc., están determinados por la propia conciencia social.

Lo económico no determina cada minucia histórica ni cada hecho particular, sino los contenidos más amplios, generales, de largo plazo. Tampoco cada hecho económico es el desencadenante de los procesos ni el determinante de las esferas sociales. Para Marx, el modo de producción de la vida material es el determinante social, el condicionante del “edificio”, un concepto asimilable al de sistema económico que hoy utilizan los economistas, pero que tiene otro ámbito, pues se refiere a una especial conjunción entre fuerzas productivas y relaciones de producción.

Marx reconoce que en la historia humana (la que él estudió con más profundidad y en la que predomina Europa, pues eran escasos sus conocimientos sobre América Latina) se han sucedido distintos modos de producción, aunque él se interesó por estudiar solo uno: el modo de producción capitalista.

Al poner en claro la interconexión de los sucesos y al descubrir su raíz económica determinante, es posible definir el curso general del proceso histórico, que obra como una ley social, es decir, como una tendencia, y no como una ley física. Quizás podría asimilarse a lo que hoy es común entre las ciencias sociales y particularmente en la economía, cuando se trazan probables evoluciones sobre bases matemáticas, estadísticas y de análisis socio-situacional, bajo la condición ceteris paribus, es decir, si las realidades estudiadas no cambian. Solo que para Marx el asunto va mucho más lejos: es posible descubrir las leyes-tendenciales de la sociedad, que actúan en el largo tiempo, solo sobre la base de las investigaciones más rigurosas y pacientes.

En otras palabras, no puede deducirse a priori lo que ocurre en la sociedad, no puede entenderse sus lógicas, ni sus mecanismos, y peor sus últimas determinantes, si es que no se realiza la investigación más rigurosa y constante de la realidad, sujetándose a su materialidad empírica, y no a un hecho o proceso, sino al conjunto de los hechos y los procesos sociales. El marxismo es así una teoría que convoca al estudio y  la investigación permanentes. Por eso decía Lenin que el marxismo es una guía para la acción y un método para el estudio. Y el propio Marx, al observar la charlatanería y el dogmatismo de aquellos jóvenes que creían ser algo muy poderoso siguiendo su doctrina, pero sin estudiar en nada la historia concreta, tuvo que llegar a decir “todo lo que sé es que yo no soy marxista”.

Ahora bien, ser marxista tampoco asegura que la realidad sea descubierta en sus últimos determinantes, y es posible cometer errores de interpretación. La rigurosidad tampoco es un patrimonio de los marxistas, de modo que también hay investigadores no-marxistas que han realizado descubrimientos y aportes fundamentales a la comprensión de las sociedades del pasado o las del presente.

Los primeros partidos marxistas de América Latina (fue pionero el P. Socialista de Argentina fundado en 1895 por Juan B. Justo, quien tradujo El Capital; en Ecuador apareció el P. Socialista en 1926 y el P. Comunista en 1931) y los intelectuales marxistas de inicios del siglo XX, movilizaron la teoría e interpretaron las realidades de su tiempo, procurando comprenderlas para trazar las líneas revolucionarias. Sin embargo, a consecuencia de la Revolución Rusa (1917), la III Internacional Comunista (Komintern, 1919) y luego la era de Stalin (1924-1953), los partidos comunistas latinoamericanos siguieron las directrices oficiales de la URSS, lo cual dogmatizó al marxismo. Aún así, pensadores como el peruano José Carlos Mariátegui (1894-1930) hicieron aportes renovadores al marxismo, como la atención al mundo andino indígena que obviamente Marx desconocía.

De aquellas épocas al presente, los estudios marxistas avanzaron en todos los países latinoamericanos; y en la década de 1970 y hasta mediados de los 80 tales estudios despegaron como nunca antes, a tal punto que los ejes intelectuales de la ciencia social de la región pasaban por la afinidad u oposición a la teoría marxista. 

El contraste llegó con el derrumbe mundial del socialismo, que provocó una verdadera debacle del marxismo y de los partidos marxistas a partir de 1990. Sin embargo, fue el ciclo de los gobiernos progresistas, democráticos y de nueva izquierda el que propició el renacimiento del marxismo. Paradójicamente sectores del izquierdismo partidista tradicional y del marxismo, que ahora encontraron un espacio de expresión que no tuvieron en las décadas finales del siglo XX, pasaron a ser fuerzas de oposición a esos gobiernos, a tal punto que en Ecuador surgió un marxismo pro-bancario inédito en la historia latinoamericana, al apoyar, en 2017, la candidatura presidencial de un multimillonario exbanquero, con el exclusivo argumento de que era necesario derrotar al “correísmo”, considerado como “enemigo fundamental”.
Más allá de estos episodios de coyuntura, la convalidación del marxismo abre en América Latina un nuevo momento para el desarrollo creador de la doctrina de Marx, que tiene la oportunidad para hacer énfasis en la investigación, la discusión teórica y el análisis académico, pues las nuevas realidades que vive la región requieren de otras visiones marxistas, que no pudieron desarrollar sus adeptos tradicionales y que ya están lejos de los partidos clásicos, que quedaron como reliquias de un pasado que necesariamente debió ser superado.
 Publicado: 22-de marzo de 2018

 - Juan J. Paz y Miño Cepeda, historiador ecuatoriano, es coordinador del Taller de Historia Económica.

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Artículo original en Firmas Selectas de Prensa Latina.

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