miércoles, 26 de septiembre de 2018

ENMIENDA TOTAL A LA GLOBALIZACIÓN. TRUMP EN LA ONU: ENTRE RISAS, FRUSTRACIONES Y AMENAZAS.

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TRUMP REGRESA A LA ASAMBLEA DE LA ONU TRAS UN AÑO EN EL QUE HA DINAMITADO EL CONSENSO GLOBAL.
El presidente de EE UU interviene este martes con dos temas sobre la mesa: Corea del Norte e Irán. A Donald Trump le gustan los tratos comerciales, cara a cara, como los que hacía en Queens para comprar solares o vender pisos. Así es como está organizando las nuevas relaciones internacionales. Los organismos e instituciones multilaterales le molestan. No le sirven las reglas de juego que protegen a los débiles porque prefiere imponer las reglas que le convienen para cada ocasión.

Cuando acudió hace un año por primera vez a Naciones Unidas, a la Sesión  Anual de su Asamblea General,  puso las cosas en claro: solo le importaba Estados Unidos, la soberanía de las naciones no está para ser compartida, cada uno que se espabile con la suya y que la defienda con la fuerza con que cuente. Nunca se habían escuchado palabras tan impertinentes, pronunciadas por el representante, ya no de uno de los países fundadores, sino por el del país inspirador de la organización hace 70 años. Nunca se habían acompañado de tantos improperios y amenazas: a Irán y a Corea del Norte. A los gobiernos y a las personas, y especialmente a Kim Jong-un, el joven líder norcoreano, designado como el hombre cohete con el que iba a ajustar cuentas muy pronto, destruyendo totalmente su país.

Un año después, en su segunda comparecencia en idéntico foro de otoño de la ONU, Trump se presenta con un balance impresionante. Entonces ya se había cargado el acuerdo del clima de París y los dos tratados comerciales internacionales con Europa y con el área del Pacífico, pero ahora llega con el acuerdo sobre el Programa Nuclear Iraní liquidado, la Embajada de EE UU en Israel trasladada a Jerusalén, los fondos para Palestina eliminados, la participación en la Unesco y en el Consejo de Derechos Humanos anulada, la contribución a las fuerzas de mantenimiento de la paz reducida, y las guerras comerciales desatadas, especialmente con China, en una ofensiva que amenaza a la propia existencia de la Organización Mundial de Comercio. Y eso sí, con los insultos a Kim Jong-un totalmente olvidados.

Ahora son nuevos sus más estrechos asesores en materia internacional. En 2017 la Secretaría de Estado estaba a cargo del grisáceo Rex Tillerson, un abúlico empresario petrolero abrumado por el presidente, y el consejero nacional de Seguridad era Herbert McMaster, brillante y prudente general que combinaba la experiencia guerrera con una notable trayectoria intelectual. No eran dos palomas, pero los dos personajes que le han sustituido son todavía más halcones y probablemente más sumisos y fiables para un presidente tan caprichoso y voluble: en vez de McMaster, Trump fichó a John Bolton  que fue embajador de Bush en la ONU y ya pretendía eliminar entonces 10 pisos del edificio de Manhattan; y en vez de Tillerson, fichó a Mike Pompeo directamente salido de la CIA y fidelísimo partidario de las teorías conspiranoicas de su jefe.

Con estos nuevos asesores ha regresado Trump a Manhattan a su segunda gran cita global, en la que, al discurso de rigor a la Asamblea General, le corresponde la presidencia de una reunión del Consejo de Seguridad el miércoles. Como no puede ser de otra forma en alguien tan imprevisible y atrabiliario, no hay tranquilidad en su equipo. Esta vez, al decir de los corresponsales diplomáticos, no se teme tanto la vajilla que pueda romper como las amistades que pueda trabar, como sucede con el adolescente que sale por primera vez de noche. En la lista de sus citas bilaterales están Theresa May, Macron -con el que ya se reunió la noche del lunes-, Netanyahu, Al Sisi, Shinzo Abe y Moon Jae-in, pero bien podría colarse de forma imprevista y con resultados inciertos el iraní Hassan Rohani. Es el territorio preferido de Trump, el de las relaciones bilaterales en las que desarrollar a su capricho las que considera sus virtudes de negociante.

A Trump no se le puede reprochar que incumpla sus promesas, por insensatas que sean. Caso distinto son las amenazas. Para su mentalidad de especulador inmobiliario y animador de concursos televisivos, una buena amenaza es siempre el preludio de un buen acuerdo. Kin Jong-un es ahora un buen tipo, con el que ha cerrado un trato que ya ha traído la paz al mundo, tal como afirma con todo el aplomo. Este es el balance que hace Trump del año transcurrido entre ambas asambleas generales: en 2017 estábamos al borde de la guerra nuclear y ahora todo va de maravilla en la península de Corea, a punto de firmar al fin la paz entre los beligerantes de aquella contienda que terminó en 1953 solo con su armisticio.

De atender al secretario general de la ONU, António Guterres, lo mejor que podría hacer Trump es mantenerse al margen. Los tres temas que más preocupan a los países miembros y a la organización son las migraciones, la igualdad de género y el cambio climático. Trump es un enemigo declarado de los inmigrantes, favorece la desigualdad y el acoso y no cree en el cambio climático. Pero le interesa, eso sí, la gran feria mundial del poder que reúne a más de un centenar de jefes de Estado y de Gobierno durante una semana, un lugar excelente para sus tratos entre negociantes.

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Presidente Trump, junto al Secretario General de las Naciones Unidas Señor Antonio Guterres, en la 73 Conferencia de la ONU, discurso que “decreta el fin de la globalización neoliberal” y asume – dizque – la “doctrina” del “patriotismo nacionalista”.

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ENMIENDA TOTAL A LA GLOBALIZACIÓN.
El presidente de EE.UU. lanza en Nueva York una embestida generalizada contra las instituciones internacionales.
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EL País- España.

Amanda Mars.

Washington martes 25 de setiembre del 2018.

El 'América primero' con el que Donald Trump  se catapultó a la Casa Blanca mutó rápidamente en un 'América a solas', pero este martes en la sede de las Naciones Unidas, el giro aislacionista del presidente de EE UU se elevó a la máxima potencia. En su discurso de algo más de media hora, el republicano lanzó una bomba de racimo sobre prácticamente cualquier organismo internacional del que forma parte, desde la propia ONU  a la OTAN, pasando por la Organización Mundial del Comercio, el Tribunal Penal Internacional o el Consejo de Derechos Humanos. “Rechazamos la ideología de la globalización y abrazamos la doctrina del patriotismo”, dijo ante los representantes de casi 200 países.

Estas 12 palabras resumen una “doctrina Trump” que significa no solo una nueva era para Estados Unidos, donde el legado internacional de Barack Obama empieza a parecer una foto en color sepia, sino un cambio radical del orden mundial. “Solo vamos a dar ayuda internacional a aquellos que nos respetan y que, francamente, son nuestros amigos”, dijo durante el discurso. En agosto, la Casa Blanca  ya decidió recortar todas sus aportaciones a la UNRWA, la agencia de la ONU para los refugiados palestinos.

TRUMP lanzó además una advertencia que puede poner en apuros a la propia ONU. Dijo que estaban trabajando en cambiar el sistema de aportaciones para que una mayor parte de los fondos se distribuya de forma voluntaria, y no prefijada, de forma que “los recursos se puedan destinar a programas con mejor historial de éxitos”.

El Presidente de los Estados Unidos también cargó con dureza contra la inmigración irregular, uno de sus grandes caballos de batalla y también de sus principales bazas electorales.

“La inmigración ilegal financia redes criminales, bandas despiadadas y tráfico de drogas. La inmigración ilegal explota a la población vulnerable y castiga a ciudadanos que trabajan muy duro, produciendo un círculo vicioso de crimen, violencia y pobreza”. En este sentido, avanzó que EE. UU. no participará en el Convenio Global sobre Migración, una suerte de marco de referencia sobre migración que desde 2016 se prepara bajo el auspicio de la ONU. “La inmigración no debe gestionarse desde un órgano internacional que no rinde cuentas ante los ciudadanos del país”, avanzó Trump.

Estados Unidos, recordó, tampoco dará ningún apoyo al reconocimiento del Tribunal Penal Internacional, el cual, dijo, “no tiene jurisdicción, legitimidad ni autoridad”. “Nunca someteremos la soberanía de América a una burocracia no electa y que no asume responsabilidades”, recalcó. También arremetió contra el Consejo de Derechos Humanos de la ONU  que calificó de “vergüenza” para la institución, y aseguró que no volverán al organismo hasta que se reforme.

Trump ha cambiado el orden global a dentelladas desde que llegó a la presidencia, rompiendo el pacto nuclear con Irán, provocando una incalculable tensión al trasladar la sede de la Embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén o renegando del acuerdo climático de París. Este martes dejó claro que esa fractura crecerá.

En el tiempo de descuento, también atacó a la OPEP, la organización de países exportadores de petróleo. “La OPEP y las naciones de la OPEP están, como es habitual, estafando al resto del mundo, y no me gusta. A nadie debería gustarle”, espetó.

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Presidente TRUMP hablando en la 73 Conferencia de las Naciones Unidas. Sus temas favoritos. Ataque a Venezuela, fin  del Tratado Nuclear con Irán, guerra frontal con las Migraciones y lo mejor de lo mejor, su crítica frontal a las Instituciones Internacionales Post-Segunda Guerra Mundial. como la ONU, la OMC, UNESCO, la OTAN y el fin  de los TLC y por supuesto como no cree en el Cambio Climático su retiro y renuncia del Foro París 2015. Un Nuevo Desorden Mundial, al estilo de las Fake News y pos-verdades del "CEO" Inmobiliario, hoy Presidente de la primera potencia mundial.
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TRUMP EN LA ONU: ENTRE RISAS, FRUSTRACIONES Y AMENAZAS.


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Fernando Dorado.

Rebelión miércoles 26 de setiembre del 2018.

El discurso de Donald Trump ante la 73ª Asamblea de la ONU es la constatación de la crisis política de la globalización neoliberal y la decadencia del imperio estadounidense. Pero también, del caos económico y político que vive el planeta.

Es el primer presidente de USA que reta el poder de la Burguesía Financiera Global. Trump los llama “globalistas” porque no puede (o no logra) identificar a sus enemigos, que interna y políticamente son los Obama-Clinton pero que, en verdad, son todos los capitalistas que deslocalizaron las industrias y las manufacturas buscando obtener en los países de la periferia los rendimientos que no pueden obtener en las antiguas metrópolis híper-desarrolladas.
Por ello, Trump dispara su frustración contra Europa (Alemania), Rusia, China, Irán y… también lanza “fuegos artificiales” contra Venezuela para darles contentillo a sus aliados republicanos que son profundamente anti-cubanos y “anti-socialistas”.
Ese discurso desnuda el desconcierto que viven actualmente las clases dominantes de las potencias imperiales. La elite financiera no se explica cómo, porqué y en qué momento aparecieron en su interior los sectores políticos –como el de Trump y los del Brexit– que aprovechando la inconformidad de los trabajadores y de otros sectores sociales afectados por la globalización neoliberal, se apoderaron de sus gobiernos para destruir su orden global.
En su delirio “nacionalista” Trump quiere hacer creer que su gobierno en dos (2) años ha logrado lo que ningún presidente de los EE.UU. consiguió en toda su historia. El público que representa a los gobiernos de todo el mundo se burló del optimismo del gobernante estadounidense que pareció sorprendido por la reacción histriónica de los delegados.
Pero esa risa bien pudiera ser la de todo el planeta. Todo el mundo debe estar sorprendido de que el primer mandatario de la nación más poderosa del mundo, ridiculice y desconozca a las instituciones internacionales creadas por las grandes potencias después de la 2ª guerra mundial como la ONU, la Corte Penal Internacional, la OTAN y demás.
Trump mencionó –tal vez en forma inconsciente– a los pocos países que le quedan como aliados seguros o aquellos que todavía necesitan su respaldo como Arabia Saudita, Israel, Polonia, Corea del Sur, India y Colombia, mostrando que efectivamente ya no considera a Europa o a Japón como sus amigos cercanos y confiables.
El ataque de Trump está dirigido contra los potentados transnacionales que desmantelaron sus empresas y las trasladaron a China o a otros países periféricos. Ellos también van a ser afectados por las políticas “nacionalistas” de Trump, que usa los aranceles para forzar negociaciones en la OMC o de carácter bilateral. Lo que ocurre es que Trump no los puede llamar por su nombre y por ello los llama chinos, mexicanos, hindúes o paquistaníes.
Por eso es que los “globalistas” encabezados por los dueños del complejo industrial-militar de los EE.UU., los monopolios informáticos de la red global de Internet y los poderosos medios de comunicación de “occidente”, quieren derrocar a Trump y lo acusan de ser aliado de Putin. Es todo un entramado difícil de entender con las premisas geopolíticas del siglo XX.
El discurso de Trump es histórico porque confirma que la guerra comercial y monetaria que estamos presenciando va en serio y va para largo, y que la globalización neoliberal que el mundo vive desde 1973 ha entrado en una fase crítica y caótica que va a generar nuevas formas de “neo” y “proto-fascismos” que pueden conducir al planeta a conflictos de mayor calado, incluyendo guerras de un carácter e impacto nunca visto.
Trump con su discurso confirma una vez más la necesidad que tienen los pueblos y los trabajadores de todos los países de construir “otras miradas para no tener que alinearse y/ defender a los “fascismos nacionalistas” o a los “fascismos globalistas”. En gran medida, en muchos de nuestros países latinoamericanos ya está ocurriendo ese fenómeno de tener que escoger entre lo “malo” y lo “peor”. Entre las viejas derechas “compradoras” y entreguistas, y las “nuevas” derechas nacionalistas y anti-globalistas.

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