domingo, 13 de noviembre de 2022

ADIÓS A GAL COSTA, LA GRAN VOZ DE LA MÚSICA BRASILEÑA. Militante del tropicalismo y símbolo de la liberación sexual, su voz y su figura trascendieron todos los estilos

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MUERE GAL COSTA, UN SÍMBOLO DE LA MÚSICA POPULAR BRASILEÑA LA MÍTICA CANTANTE BRASILEÑA había cancelado su participación en la Primavera Sound de San Pablo días atrás por problemas de salud.  La cantante Gal Costa, una de las mayores voces de la música brasileña, murió a los 77 años. La información fue confirmada por la oficina de prensa de la artista y recogida por la prensa local. La cantante fue una de las atracciones del festival Primavera Sound , que se llevó a cabo en Sao Paulo el pasado fin de semana, pero su participación fue cancelada en el último minuto.  Costa es una de las máximas exponentes del movimiento tropicalista brasileño, al que también pertenecen históricos como Caetano Veloso, Gilberto Gil y Maria Bethania. El presidente electo de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, escribió en su cuenta de Twitter: "Gal Costa fue una de las más grandes cantantes del mundo, una de nuestras principales artistas para llevar el nombre y los sonidos de Brasil a todo el planeta". "Su talento, técnica y audacia enriquecieron y renovaron nuestra cultura, formaron y marcaron la vida de millones de brasileños", puntualizó.

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ADIÓS A GAL COSTA, LA GRAN VOZ DE LA MÚSICA BRASILEÑA. Militante del tropicalismo y símbolo de la liberación sexual, su voz y su figura trascendieron todos los estilos

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En su libro Noites tropicais, Motta decía que lo hacía llorar de alegría con su canto. Para Caetano Veloso era la síntesis del drama tropicalista. La noticia de la muerte de Gal Costa el miércoles 9 por la mañana, a los 77 años, resignifican y multiplican todo lo que se haya escrito sobre ella.

Por Sergio Pujol.

Página /12 domingo 13 de noviembre del 2022.

GAL COSTA. La mujer que conquistó el mundo con canciones como “Baby”, “Vapor Barato” y “Meu Nome é Gal” falleció a los 77 años. Aún se desconocen las causas de su muerte. ¿Quién fue, cómo vivió, qué legado dejó?

Gal Costa murió a los 77 años

En un tramo de su célebre Noites tropicais, Nelson Motta relata un viaje sanador a Roma en agosto de 1983. Tras un álgido romance con una psicoanalista carioca con la que se había sumergido en las profundidades del alcohol y la cocaínaMotta asiste al Festival Bahía de todos los Santos, organizado por el cineasta independiente –fan inclaudicable de la cultura brasileña– Gianni Amico. Los italianos celebraban así la MPB, y con ella a la región que, en alguna medida, la vio nacer, a principios de los años 60. La grilla del festival era fantástica. Iba de Dorival Caymmi y Joao Gilberto a Caetano Veloso y María Bethania. Parecía no faltar nadie. Bahía dominaba Roma, la colonizaba por un par de días. El Circo Massimo, con entradas agotadísimas, era escenario principal para que, siempre seductor e inteligente, Caetano abriera el festival y dejara en claro, por si acaso hiciera falta, lo amputada que quedaría la cultura de Brasil sin el aporte de los bahianos. Viejos y novos. De samba y de bossa. De tropicalismo y de lo que vendría.


Días antes de su fallecimiento Lula Da Silva, despidió a Gal Costa. Extraordinaria Mujer, la Voz de Brasil.

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Pero la actuación de aquellas noches romanas que realmente conmovió a Motta fue la de Gal Costa. 

“Cuando ella canta ‘Noites cariocas’ o un choro de Jacob do Bandolim, lloro copiosamente. Lloro por mi revés amoroso, pero en parte también por Brasil. Y al mismo tiempo lloro de alegría, infinitamente contento por el testimonio de arte refinado de Gal, su consagración frente a un público culto y exigente.” Llorar de alegría: eso provocaba la voz de Gal; más aún si era apreciada en concordancia con su cuerpo atravesado por la música. En “Forza estranha”, el tema de Caetano, ella se adueña completamente de las palabras y la primera persona del autor pasa a ser la de su intérprete favorita: “Por eso, esa fuerza me lleva a cantar/ Por eso, esa fuerza extraña/ Por eso es que canto, no puedo parar/ Por eso esa voz grandiosa”.

Gal como una diosa generosa del canto. Una belleza plástica y sonora. “Tan buena como Ella Fitzgerald o Sarah Vaughan”, remata Motta, sin exagerar demasiado. Sólo se equivoca al considerar esa presentación romana como el hecho consagratorio frente a “un público culto y exigente”. La verdad es que en 1983 Maria da Graça Costa Penna Burgos estaba completamente “consagrada”, cualquiera sea el significado que queramos darle a esa palabra. Ya había participado del espectáculo Nos, con el que se inauguró el teatro Vila Velha en Salvador y se traccionó la Tropicalia. Luego había grabado los mejores discos de su carrera (desde Domingo, junto a Caetano, y su primer LP solista hasta los bellísimos Aquarella do BrasilGal Tropical y Fantasía) y era parte inalienable del Brasil post-bossa, a la par de sus compinches Zé, Caetano y Gil. (A propósito, las versiones de “London, London” y “Mini misterio” incluidas en el psicodélico y soulero Legal pueden escucharse como documentos exquisitos de la cultura brasileña en tiempos de dictadura y exilio).

Si lo contamos como fábula, cabe reconocer que, en la trilogía de canto de mujer brasileña post-1960, María Bethania encarnó el pathos; Elis Regina, la versatilidad soberana, y Gal Costa, la entonación siempre joven, revelada de una vez y para siempre. Su popularidad trascendió la subcultura tropicalista en la que se formó. Esto se debió, en parte, al apetito omnívoro de su canto y su grácil andar por los confines de la canción brasileña. Técnicamente, ella podía cantarlo todo, si bien nunca se alejó mucho de las tradiciones bahianas y sus derivas modernas. Su destino de intérprete “pura” en una época de cantautores le restó el aura intelectual de sus compañeros de ruta. Pero a diferencia de lo que sucedió con Elis en sus comienzos, Gal gozó de la bendición de un verdadero movimiento cultural que la incluyó y celebró: no hubo que descubrirla, ella siempre estuvo allí. Revisen las fotos de época: Gal con su look hippie de chaleco con flecos y vincha encrespada, con la canción “Baby” a flor de labio, cantando como ninguna otra, sin necesidad de alzar demasiado su voz cristalina como de manantial sereno.


Adiós a Gal Costa, la mujer de voz suave que escuchaba música desde la panza de su Madre.

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En sus comienzos, junto a Gil, Caetano y Bethania, Gal participó del culto a Joao Gilberto consistente en reproducir sus mágicas armonías (la tarea recayó en Gil, el mejor guitarrista de aquel grupo) e intentar cantar sin vibrato, de modo desafectado y un concepto rítmico sutil, abstracción cool de la expansiva samba. Jamás abandonaría la devoción por Joao, pero, afortunadamente, supo zafar de la afectación aniñada de Astrud y su modesto destino de cantante muzakUn poco más tarde, en el auge del tropicalismo, su voz y su potencia interpretativa terminaron de definirse en términos de estilo. Cuando Caetano y Gil partieron al exilio londinense, ella se quedó en Brasil como guardiana de la nueva estética que asimilaba el pop a la bossa, y el rock a la samba. Caetano, en gran medida responsable de su carrera, recuerda con amor aquellos comienzos en los que la joven intérprete, por entonces posible presa de empresarios deseosos de convertirla en otra cantante comercial más, se impuso a fuerza de canto superior:

“Existía un culto en torno a la afinación y la belleza de la voz de Gau (así escribíamos el apodo que sólo usaban los muy íntimos hasta que Guilherme Araujo cambió la grafía y lo transformó en Gal) y a su timidez. Hoy todos la llaman Gal, sin más. Es internacional y pop, pero también personal y regional hasta la raíz. Es un hallazgo de profunda poesía, hecho de equívocos y azar. Funciona como síntesis del drama tropicalista”.

Esa síntesis “del drama tropicalista” de la que hablaba Caetano habita claramente en una discografía de más de 30 álbumes de calidad sorprendentemente pareja, de amplio registro cultural (entre su homenaje a Ary Barrosoel disco medio electrónico Recanto de 2011 hay un abismo que la voz de Gal cruza sin problemas). Aquel ciclo grande se cierra con el bailable –y acaso olvidable– A pele do futuro. Solista y campeona de duetos (con Rita Lee, con Chico Buarque, con Nelson Gonsalves y obviamente con Gil y Veloso), en estudio o en vivo, en onda rupturista o mainstreamGal Costa pasó por la vida cantándole a los diferentes rostros de un Brasil hecho de canciones más que de ninguna otra cosa. Mientras muchos de sus compañeros de generación descubrieron el arte del canto después de haber probado otros oficios, Gal nació para eso, una fuerza extraña la impulsó a cantar desde que abrió sus bellos ojos al mundo y hasta que los cerró hace unos días, dejándonos a todos como a Motta aquella vez en Roma: llorando.

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