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LOS HUMANOS HEMOS ACABADO EN 40 AÑOS CON EL 60% DE LOS ANIMALES DE LA TIERRA. AÚN ESTAMOS A TIEMPO DE TOMAR MEDIDAS. Según un nuevo estudio, la sobreexplotación de las especies, la deforestación y las prácticas agrícolas han tenido un enorme impacto en la vida silvestre. Que los humanos no estamos tratando a la Tierra de forma adecuada es innegable. No solo porque no evitamos perjudicar más el medioambiente, sino porque las prácticas que llevamos a cabo en la naturaleza están teniendo un importante impacto en la vida de los seres vivos que comparten con nosotros este planeta. Así lo refleja el nuevo informe Living Planet presentado por la organización World Wild Life.
Un estudio que no deja lugar a dudas del daño que estamos causando. “La Tierra está perdiendo su biodiversidad a un ritmo solo visto durante las extinciones masivas”, aseguran. Este informe bianual analizó un total de 4000 especies de anfibios, aves, peces, mamíferos y reptiles para observar cómo el apetito de la humanidad por la tierra, la energía y el agua ha propiciado que las poblaciones de animales hayan mermado en las últimas cuatro décadas. En algunos ecosistemas el impacto ha sido demoledor. Por ejemplo, los arrecifes de coral de aguas poco profundas se han reducido a la mitad en los últimos 30 años, mientras que alrededor del 20 % de la selva amazónica ha desaparecido en las últimas cinco décadas. Y ahí no acaba todo. Si en la década de 1960 el 5 % de las aves marinas tenían plástico en su estómago, ahora la cifra se ha incrementado y se sitúa en el 90 %. Y, aunque las pérdidas se han notado en todo el globo, hay ciertas regiones que se han visto más afectadas. Sobre todo, América del Sur y Central, donde, por ejemplo, las especies animales han disminuido en un 89 % en las últimas cinco décadas.
Habrá quien piense que todo este daño solo tiene consecuencias para la fauna y flora del planeta. Pero no es así. Los humanos también acabaremos por lamentar nuestras acciones: tendrá su impacto en la salud humana, así como en los alimentos y en los medicamentos con los que intentaremos enmendar los errores cometidos. Además, a medida que se reducen los recursos y escasean, se volverán más caros, y no todo el mundo tendrá acceso a ellos. Eso sí, según los autores de este informe, aún podemos tomar ciertas medidas para frenar algunas pérdidas. Pero el margen de acción es cada vez más pequeño. Fuente. Tecnoxplora Cienciaxplora.
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AMBIENTALISMO REVOLUCIONARIO: ORGANIZARNOS PARA SALVAR EL PLANETA.
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Por Santiago Clément | 14/05/2021 | Ecología Social.
Fuentes Izquierda Diario.
Rebelión viernes 14 de mayo del 2021.
Es necesario revolucionar la sociedad y su relación con la naturaleza para preservar las condiciones naturales que permitan la continuidad de la vida humana en el planeta.
Se dice que a partir de la década del 50 ingresamos en una nueva era: el antropoceno, caracterizada por la aceleración de los impactos del hombre en el medio ambiente. Las consecuencias son hoy intolerables, dramáticas y globales; cambio climático, pandemias, destrucción masiva de selvas y bosques, extinción de especies, etc. La humanidad no supera aún la trágica pandemia de coronavirus, cuyos orígenes probables han sido el avance sobre los ecosistemas naturales en combinación con la expansión de la producción animal en confinamiento a gran escala, como mega granjas porcinas, aviares y vacunas. Una pandemia que ya causó más de 2 millones y medio de muertos en el mundo, afectando además la vida a todos los habitantes del planeta.
El causante de la ruptura de los equilibrios naturales del planeta y de la dramática crisis que atravesamos no es “el comportamiento del ser humano” de manera general, sino el sistema que rige la producción y la interrelación entre los seres humanos y al ambiente; el capitalismo; un sistema que además de explotar la naturaleza, explota a las grandes mayorías de la misma humanidad, bajo la única lógica de la acumulación de capital. Este sistema destructor es sostenido por la clase dominante, que se beneficia de esta explotación, acumulando para sí misma la mayor parte de las riquezas y recursos que se producen. Un solo dato ya grafica la intolerable desigualdad que produce; el 1% más rico de la humanidad, cuenta con el 82% de la riqueza global. Los gobiernos, su justicia, sus leyes y sus fuerzas opresoras, institucionalizadas en ejércitos y fuerzas policiales, son los que imponen este sistema que somete a la humanidad y también a las demás especies vivientes, a un riesgo que resulta dramático y que es cada vez más plausible; la extinción. La pandemia del coronavirus ha sido tan solo un ejemplo de los alcances del daño que las consecuencias del capitalismo pueden ocasionar a la humanidad.
Para salvar el planeta y el desarrollo de la vida humana en el mismo, debemos organizarnos para superar el capitalismo y establecer una nueva civilización que pueda desarrollarse en armonía con la naturaleza y en igualdad. Los responsables de esta tarea nunca podrán ser las clases dominantes, que son quienes hoy gobiernan oprimiendo a las mayorías y explotando al ambiente en su beneficio, sino más bien las propias mayorías organizadas; la clase trabajadora junto a las demás clases oprimidas. En este sentido, el rol del ambientalismo no debiera ser apelar a la toma de conciencia por parte de los gobernantes y líderes ni tratar de incidir en sus decisiones, sino organizarse junto a las clases oprimidas para liderar esta necesaria revolución social que nos dirija hacia una civilización que se desarrolle integrada a la naturaleza y de manera planificada.
La respuesta a una crisis perpetrada por un sistema social, no puede ser individual. El socialismo como salida ambientalista
Mientras en nuestro domicilio separamos el cartón y el plástico para reciclaje, cerramos la canilla rápido para no gastar agua de más, tomamos la bicicleta para ir a trabajar y contaminar menos, o modificamos nuestros hábitos de consumo buscando, por ejemplo, evitar el sufrimiento animal, la multinacional que produce el plástico, los alimentos que consumimos y la electricidad que requerimos, destruye bosques, mares, ríos, vida salvaje y ecosistemas, y genera miles de toneladas de dióxido de carbono que aceleran el calentamiento global; y su objetivo no es beneficiar a la sociedad ni mucho menos cuidar el ambiente, sino más bien producir lucro para sus propietarios y accionistas.
El hábito individual por el cuidado del ambiente expresa un cambio en la consciencia de las personas que, sin dudas, resulta positivo, ya que demuestra una preocupación por el impacto de la actividad humana, y pone en evidencia un deseo de cambio a través de un rol activo en ello. No obstante, debiéramos ser conscientes de que no es el cambio a nivel individual el que va a producir una transformación a nivel global, ya que el origen del problema no es individual sino social y sistémico. El gran causante de la contaminación, la depredación ambiental, y el sufrimiento animal, es, de nuevo, el sistema productivo en el que estamos inmersos, que requiere de un incremento constante de la explotación sobre el trabajo de la clase trabajadora y de la naturaleza para asegurar las ganancias de la clase dominante.
Pretender forzar el cambio del sistema a través del cambio en el hábito de consumo individual, se enfrenta a diversos problemas que dejan en evidencia la ineficacia de esta estrategia ante una problemática que es global y sumamente compleja. Podemos mencionar tres sencillos ejemplos de ello.
Por un lado, no hay una relación lineal entre la producción y el consumo en el sistema capitalista. Es decir, la industria alimentaria no produce lo que la sociedad necesita o demanda, sino lo que más rentabilidad económica le otorga; imponiendo incluso a la sociedad productos innecesarios o incluso dañinos, como lo son por ejemplo las bebidas azucaradas, los energizantes, o la comida chatarra, por citar algunos ejemplos. De hecho, ocurren grandes irracionalidades productivas que resultan hasta aberrantes, como lo ha sido por ejemplo la matanza de cientos de miles de cerdos por causas sanitarias en China, o el sacrificio de 17 millones de visones en Dinamarca por el riesgo de que puedan ser agentes de contagio de Coronavirus; o bien la producción miles de toneladas de alimentos que cada año terminan en la basura sin consumirse.
Por otra parte, una enorme proporción de la sociedad no puede elegir qué consumir. La población más explotada no tiene la posibilidad de elegir qué, cómo, cuándo y dónde comer, sino que se alimenta deficientemente a la manera que sus magros recursos lo permiten y con lo que se consigue en el mercado de cercanía de sus barrios.
Finalmente, el deterioro ambiental no es originado por la producción de ciertos bienes y servicios puntuales, sino que la raíz del problema es el modo de producción capitalista de todos los bienes y servicios y la compleja interrelación existente en todo el sistema (a nivel productivo, logístico, de explotación de recursos, etc.). El monocultivo de soja y otros granos producidos con paquetes tecnológicos con alto requerimiento de agroquímicos y fertilizantes sintéticos, por ejemplo, dañan grandes superficies naturales produciendo un grave efecto en el desarrollo de la flora y de la fauna local y, sin embargo, es un alimento vegano. Es decir que el convertirse al veganismo no asegura en absoluto que no haya sufrimiento animal por causa humana, pues al desmontar la selva para producir soja, maíz o trigo en grandes extensiones, se produce la muerte de miles de animales y la destrucción de su hábitat.
El capitalismo (y los capitalistas) necesitan que su producción sea lo más rentable posible, ya que así se genera y se reproduce el capital que acumulan para sí. Todo lo producido bajo este sistema es tomado como una mercancía al servicio del lucro individual, y no de las necesidades reales de la humanidad y del cuidado del ecosistema planetario. No se trata de falta de conciencia de la humanidad y de sus gobernantes, sino de una condición intrínseca de este sistema de explotación; cuyo funcionamiento sólo beneficia a la clase que es dueña del capital, que es, asimismo, quien gobierna. Esta clase no desea perder sus privilegios, y los defenderán utilizando la fuerza opresora de los estados capitalistas; ejemplo contundente de esto son los cientos de asesinatos de ambientalistas y militantes, tristemente frecuentes en países como Colombia, Brasil o Filipinas, por citar algunos, o la represión y persecución de la protesta, algo que hemos visto en nuestro país en las provincias de Chubut o Mendoza por la lucha en defensa del agua. Por eso, para salvar el planeta y liberarse de la opresión capitalista, urge la necesidad de organizarse para vencer a esta clase opresora y que el poder cambie de manos.
Ser coherente en el comportamiento individual respecto del ambiente es importante, pero lo que es verdaderamente imprescindible es organizarse para vencer al sistema capitalista. El cambio necesario no va a darse tan solo por rebelarse contra el sistema o por juntar una cantidad determinada de gente en las calles exigiendo cambios; se requiere una estrategia, un plan de transición ecológica, un programa, una dirección; la rebelión y la movilización masiva son indispensables, pero deben ser acciones coordinadas bajo esta estrategia. La clase capitalista tiene sus estrategias y sus programas, no se les vencerá sin una estrategia y un programa superadores. Por eso es necesario que los ambientalistas abracemos un programa y una estrategia tendientes a lograr estos objetivos; lo cual requiere de la construcción de un partido revolucionario de las clases oprimidas, bajo la dirección de la clase trabajadora, que es la que ocupa la posición estratégica necesaria para quitarle el poder a la clase capitalista. Vencer al sistema capitalista para conducirnos hacia una civilización igualitaria, sin dominaciones, ni de clases, ni de razas, ni de géneros, que regenere el ambiente y se desarrolle integrada a los ecosistemas naturales; tales son los objetivos del socialismo.
Avanzar en la coordinación de un Frente Único de todas las organizaciones ambientalistas
Los humanos hemos acabado en 40 años con el 60% de los animales de la tierra.
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La creación, hace algunos meses, de la coordinadora nacional Basta de Falsas Soluciones (BFS), integrada por decenas de organizaciones, colectivos y agrupaciones ambientalistas y políticas, surgida al calor de la lucha contra el acuerdo por la instalación de mega granjas porcinas promovido por el gobierno nacional, y con una intervención activa en diversas luchas territoriales (contra la megaminería y en defensa del agua en Chubut y Mendoza, en defensa de los humedales en el litoral, contra la deforestación e incendios de bosques nativos, etc), es sin dudas una experiencia esperanzadora en este camino. Consideramos fundamental que esta coordinadora, que agrupa de manera libre a diversos espacios con diferentes tendencias, contribuya a la construcción de un Frente Único de lucha contra el modelo de explotación capitalista, junto a las clases oprimidas, promoviendo la auto organización de los trabajadores, los campesinos, los indígenas, colectivos de mujeres, de diversidad de género, estudiantes, y sectores populares, liderando una vanguardia que promueva una dirección ambientalista, necesaria para que esta nueva civilización humana pueda desarrollarse en igualdad y en armonía con la naturaleza.
Por estos motivos, resulta fundamental la articulación del activismo y la militancia ambiental con las diferentes luchas de la clase trabajadora y las clases y colectivos oprimidas, apuntando a generar una dirección revolucionaria. El capitalismo es intrínsecamente destructor del ambiente y por lo tanto de la vida en el planeta; únicamente un cambio en el sistema de producción y en el modo de relacionarnos con la naturaleza puede permitir, primero, evitar el colapso ecológico, y luego conducirnos al desarrollo de una civilización que coexista de manera armónica con las demás especies y formas de vida que habitan el planeta.
Instamos e invitamos a todas las organizaciones, agrupaciones, tendencias e integrantes independientes que conforman la coordinadora BFS a nutrir la discusión sobre la caracterización y el impacto del sistema capitalista en el ambiente y en la sociedad, sobre la necesidad de revolucionar la civilización actual para salvar la vida en el planeta, sobre nuestro rol como dirigentes, militantes, activistas, sobre el protagonismo de las clases trabajadoras en este desafío y el potencial estratégico de su fuerza organizada, sobre el papel opresor de las clases dominantes, sus estrategias de represión y cooptación tendientes a frenar o anular los procesos de cambio necesarios, sobre los objetivos del socialismo y la necesidad de auto organización y desarrollo de un programa y una estrategia para lograr este cambio revolucionario en nuestra civilización.
SANTIAGO CLEMENT. Ingeniero agrónomo (UBA), Msc en viticultura y enología (UNCuyo), escritor y militante ambientalista.
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