jueves, 7 de febrero de 2008

CAPITALISMO MUNDIAL; CRISIS EN LA MODERNIDAD?.

CAPITALISMO MUNDIAL:
¿DERRUMBE O UNA NUEVA ETAPA?

Se derrumban los mercados mundiales al calor de la crisis de las hipotecas en los EEUU y su impacto sobre las finanzas mundiales. Muy probablemente esto que comienza en el sector financiero se extienda a la economía real. Algunos hablan incluso de un panorama parecido a la crisis del año 1929 que, como recordaremos, empezó con el derrumbe de las bolsas y se continuó con un freno económico mundial que duró toda la década del treinta y terminó en la segunda guerra. ¿Será, salvando las distancias y con las diferencias del caso, ese el devenir de la situación económica y política mundial? ¿Estamos en el principio del muchas veces anunciado derrumbe del capitalismo a nivel de todo el orbe? La verdad, creemos que no es así. Pero veamos porque decimos esto.

UN POCO DE HISTORIA

El Capitalismo como sistema económico comenzó a instalarse en el mundo, o mejor dicho en la Europa medieval allá por los siglos 16 y 17; pero alcanza su inicial madurez en el siglo 19 con la primera revolución industrial. Las fuerzas productivas se desarrollan impetuosas en medio de la libre competencia burguesa; pero, como contracara también se van encadenando las crisis de superproducción, que periódicamente estremecían la economía y por ende la política.
Por otro lado el capitalismo viene con la burguesía, y genera también a su contraparte: la clase obrera. La que entra en escena política como tal allá por 1848 con la revolución de Luis Bonaparte contra el rey Luis Felipe; que termina, esa vez si, con la monarquía tal como se la concebía en la edad media. Las organizaciones que se reivindicaban en ese entonces como representantes de la clase trabajadora, crean por aquellos años la Primera Internacional; cuyas cabezas mas destacadas eran Carlos Marx y Federico Engels. Este agrupamiento llevaba adelante su accionar político, sobre la base de una visión de fondo asentada en que las crisis cíclicas que evidenciaba el capitalismo lo llevarían inexorablemente a su fin; y que sería reemplazado en un tiempo histórico no muy largo por un modelo de sociedad superior: el socialista. Así lo explicita el Manifiesto Comunista en 1948: "
Tiemblen, si quieren, las clases gobernantes ante la perspectiva de una revolución socialista. Los proletarios, con ella, no tienen nada que perder, como no sean sus cadenas. Tienen en cambio un mundo por ganar. ¡Proletarios de todos los países, uníos!"
La realidad parecía dar la razón a estas ideas, al punto tal que las contradicciones de ese capitalismo inicial llevaron en 1870 a la guerra franco-prusiana, que culminó con el triunfo de estos últimos y al mismo tiempo con la insurrección de los obreros en la capital francesa. Este acontecimiento, conocido como la Comuna de París, fue el primer intento concreto de los trabajadores de tomar el poder. Como es sabido fue ahogado en sangre por la burguesía francesa, ayudada en la ocasión por su tocaya prusiana, ayer nomás su jurada enemiga.
Se abrió entonces un gran debate en la Primera Internacional respecto del rumbo del capitalismo, en ese entonces fundamentalmente europeo, aunque ya daba también sus primeros y consistentes pasos en los EEUU de Norteamérica. Como así también de la estrategia que debía tener el movimiento revolucionario. Esta discusión no solo se instalaba por el fracaso de la Comuna de París y sus consecuencias, sino también porque el capitalismo, sin abandonar su tendencia a las crisis, evidenciaba ir encontrando un rumbo económico nuevo a partir de la gradual conformación de monopolios nacionales. Rumbo que algunos años más tarde Lenin analizaría detalladamente y caracterizaría como "Imperialismo".
El propio Marx había escrito en el Prólogo de su Contribución a la Crítica de la Economía Política que: "Al llegar a una fase determinada de desarrollo las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas, y se abre así una época de revolución social
." Qué hacer entonces si estas fuerzas productivas, como parecía, se destrababan. Por allí pasaba el debate.
Todo indica que Marx no estaba muy convencido de la durabilidad de esta nueva etapa capitalista y se inclinaba a mantener firme la estrategia de la revolución. En su debate al interior del movimiento obrero, expresó en alguna oportunidad respecto de otros dirigentes que no veían las cosas igual que él, que: "sembré dientes de dragón y coseché pulgas". Murió el gran alemán en 1883 sin que esta discusión estuviera saldada. Sin embargo seis años después es el propio Federico Engels el que participa de la fundación de la Segunda Internacional, la de los partidos socialdemócratas, la que reconoce que el capitalismo ha entrado en una nueva faz, que no es el momento de la revolución social y que hay que defender y acrecentar las conquistas políticas y sociales de la clase obrera esencialmente adentro del sistema. De allí el nombre de "socialdemócratas".
No obstante esta nueva etapa del capitalismo, la de los monopolios y del imperialismo, comienza a mostrar andando los años, que sigue conteniendo en su seno las mismas contradicciones que llevaban periódicamente a las crisis de superproducción. Solo que la salida a las mismas comienza ahora, sobre todo, a ser buscada por la vía de la guerra entre naciones con mucha más intensidad que antes. En 1914 se produce la primera gran confrontación armada interimperalista: la Gran Guerra.
Lenín y los bolcheviques rusos, junto a otros dirigentes europeos como Rosa Luxemburgo y Carlos Liebneck, llegaron a la conclusión que se abría otra etapa para el movimiento revolucionario mundial, donde sería posible hacer entrar en crisis al capitalismo y ahora si derrumbarlo. Llevan entonces el debate a la Segunda Internacional, donde la mayoría reformista se resiste a ver esta perspectiva. Sobreviene entonces la ruptura en 1915, y la fundación de la Tercera Internacional en 1919, cuya denominación de Comunista retrotrae a la Primera creada por Marx en el siglo 19. Tampoco esto fue casual, se recrean, adaptadas a la nueva época las ideas centrales de aquella.

Todo ello se sustentaba no solo en la profunda crisis que en los países capitalistas desarrollados dejó la primera guerra, sino además, en el hecho concreto de que los comunistas se habían apoderado del poder en Rusia, un inmenso país, densamente poblado. Imaginaban Lenín y los dirigentes del la Tercera Internacional, que desde allí se avanzaría a la derrota final del capitalismo. Y allá fueron, buscando la revolución social en Alemania y poniendo "las bayonetas del Ejército Rojo a hurgar las costillas de la vieja Europa".
No lograron sin embargo avanzar por ese camino, la contrarrevolución se hizo fuerte y entronó al fascismo en los países más comprometidos por la crisis social y política, como Alemania e Italia. En una primera etapa para derrotar a las fuerzas comunistas que desafiaban al dominio burgués allí; pero luego todo se encaminó a otra gran confrontación de naciones. En parte para saldar de quién era el predominio imperialista (a los países capitalistas desarrollados, donde ya tallaba fuerte EEUU junto a las potencias europeas, se les había sumado Japón a finales del siglo 19); y también para intentar poner fin a la Unión Soviética, el principal desafío al capitalismo mundial.
La Tercera Internacional, aunque con cierta tardanza, reconoció que la situación mundial se había modificado. No en lo económico, ya que la crisis del capitalismo seguía absolutamente instalada, e incluso se había incrementado después del crack de 1929/30, pero si en lo político por el vigor del fascismo. Decide entonces modificar su estrategia pasando de la consigna de "Todo el poder a los soviets" a la de los Frentes Populares con sectores de las burguesías de los distintos países.
Sobreviene entonces, en 1940, la segunda guerra mundial donde es derrotado el eje constituido por Alemania, Italia y Japón. Lan consecuencias de dicha contienda son diversas: La Unión Soviética sale debilitada por la devastación de la ocupación hitlerista, pero fuerte políticamente por su heroico triunfo y porque se constituye el campo socialista en el este europeo; al que se va a sumar pocos años después, en 1949, la China de Mao. En el campo capitalista no solo son derrotados y subordinados los países del Eje, sino que además termina de debilitarse en el mundo como potencia dominante Gran Bretaña, con la consiguiente pérdida de sus principales colonias. Siendo reemplazada en ese rol por los EEUU de Norteamérica, que al terminar la contienda producían ya el 50% del PBI mundial. Al mismo tiempo se abre una nueva etapa de crecimiento para el capitalismo mundial, inicialmente promovida por planes como el Marshal, que va a permitir en pocos años la recuperación y la instalación del Estado de Bienestar en la mayoría de los países desarrollados. Como así también, aunque mas efímeramente, en algunos dependientes. Ejemplo de ello fueron en Latinoamérica gobiernos como el de Perón, Getulio Vargas, Rojas Pinilla o Paz Estensoro; como también el de Nasser en Egipto, Sukarno en Indonesia, Nehru en la India.

Sin embargo esta nueva etapa de prosperidad del capitalismo mundial lejos estaba de eliminar los conflictos, tanto con el campo socialista como con las naciones dependientes y las que seguían en el régimen colonial. En particular porque los países bajo dominio imperialista de distinto tipo, seguían siendo expoliados como en las mejores épocas. Y allí donde aparecían gobiernos progresistas, rápidamente eran hostigados a los efectos de perpetuar esta situación. En síntesis, años signados por mejoras económicas y sociales ostensibles en los países centrales y de mantenimiento del subdesarrollo en el tercer mundo.
La estrategia imperialista mundial fue endurecer desde principios de los años cincuenta la política de control en los países coloniales y dependientes de manera de garantizar a través de ello el flujo de recursos hacia el centro; como también para impedir la expansión del campo socialista. Así fueron a la guerra en Corea, derrocaron en un baño de sangre a Sukarno, regresaron con tropas francesas a Vietnam, voltearon todos los gobiernos nacionalistas en Latinoamérica, de Perón a Jacobo Arbenz, endurecieron sus intervenciones en Africa asesinando allí al líder independentista Patrick Lumumba. Crearon el Estado de Israel como gendarme en Medio oriente, e iniciaron la guerra fría y la carrera armamentista con la URSS.
La expansión económica capitalista sin embargo, comenzó paulatinamente en la década de los sesenta a perder vigor. Europa y Japón, que se habían recuperado de la destrucción de la guerra, fueron poco a poco a disputar los mercados mundiales con los EEUU. País que fue a su vez lentamente perdiendo posiciones hasta tener que abandonar la convertibilidad del dólar a principios de los setenta; y devaluar el mismo, como una primera demostración de que su economía ya no era tan dominante. Paralelamente, el control sobre los países dependientes y coloniales se les hace cada vez más difícil, y por lo tanto también su feroz expoliación. Los vietnamitas derrotan a los franceses en Dien Bien Phu en 1954, en Cuba triunfa la revolución en 1959 influenciando toda Latinoamérica, Argelia se independiza de Francia luego de una cruenta guerra en 1962 y opera de disparador de las guerras anticoloniales en el Africa y de la resistencia al régimen de Apartheid en Sudáfrica. En Medio Oriente gana el partido Baas los gobiernos de Siria e Irak, sumándose así al Egipto de Nasser, y en 1969 llega al gobierno de Libia Muhammar Gadaffi.

La situación económica mundial finalmente se precipita en crisis cuando en 1973 la OPEP (fundada en 1960) resuelve aumentar los precios del petróleo en un 400%. Lo que se ve acompañado en lo político por una ofensiva mundial de los sectores nacionalistas, progresistas y revolucionarios; encabezada por los vietnamitas que derrotan a los EEUU en 1975, poniéndolos a la defensiva y dejándolos con graves problemas políticos internos derivados de aquella guerra. Se extiende la revolución anticolonial en Africa, liberándose Etiopía, Angola, Mozambique, Guinea Bissau, y poniendo fin al régimen racista en Rhodesia. Se derrumban los gobiernos fascistas de Franco en España y de Salazar en Portugal, triunfa el Sandinismo en Nicaragua en 1979 y es derribado el Sha de Irán en ese mismo año por la revolución islámica de Khomeini.
El campo socialista, con la URSS como factor dominante, si bien no se ha fortalecido económicamente lo suficiente como para disputar la hegemonía con los países imperialistas, y está cruzado por una dura controversia entre soviéticos y chinos, como también por contradicciones internas en algunos países del este europeo, es un factor de primer orden apuntalando política, económica y militarmente todos estos procesos que relatamos anteriormente.
En resumidas cuentas, en la década del setenta todo indicaba que el sistema capitalista mundial se orientaba nuevamente a graves problemas políticos y económicos. En ese contexto, y luego de unas presidencias de transición (Gerald Ford primero y Jimmy Carter después) es elegido a fines de 1980 presidente de los EEUU el ex actor Ronald Reagan. Quien formará tandem político con la que era desde 1979 primera ministra de Gran Bretaña: Margaret Thatcher. La contraofensiva imperial había comenzado.
Durante los años ochenta la estrategia neoliberal consistió en marchar con una intensa política de concentración económica en los sectores mas poderosos de los países centrales, de manera de avanzar en la revolución científico técnica y en la productividad de la economía, en particular de la estadounidense. Paralelamente desplegar una intensa política de saqueo de los recursos económicos de los países dependientes, concentrándolos en los centrales, especialmente a través del mecanismo del endeudamiento externo de aquellos. Por último sometieron a la URSS a una durísima carrera armamentista, con la visión de que la economía de dicha nación no estaba en condiciones de soportarla sin afectar su marcha.
Estas acciones dieron sus resultados. Los países centrales se fortalecieron, en particular los EEUU y la Unión Europea, y a finales de la década se derrumbó el Muro de Berlín, anticipando la caída del socialismo en el Este y en la Unión Soviética, lo que finalmente sucedió en 1991. El camino para la segunda etapa de la ofensiva neoliberal, caracterizada por la globalización intensa de los capitales, estaba abierto.

PRIMERA BREVE REFLEXION

Desde que se instaló como el sistema dominante en el mundo en el siglo 19 hasta 1980, el capitalismo aparentó encaminarse hacia su colapso, al menos en la visión de quienes aspiraban a derrumbarlo, en tres oportunidades: allá por 1870 cuando parecía destinado a caer por las repetidas y cada vez mas agudas crisis de superproducción que generaba la libre competencia; después de la primera guerra mundial cuando se conjugaban un colapso productivo en Europa, con la efervescencia política y social contra el orden instituido allí, y la aparición de la URSS; y en la década del setenta del siglo veinte donde al declinar económico de los países centrales y las protestas políticas allí (no solo en los EEUU por la guerra en el sudeste asiático, sino antes de eso durante el Mayo Francés de 1968) se le sumaba la derrota en Vietnam, una insurrección generalizada en las colonias y en muchísimos países dependientes, y un campo socialista de nada desdeñable vigor.

Las fuerzas revolucionarias y progresistas, con distintas características y a través de diversos instrumentos, a partir de esa lectura de las posibilidades de vencer se lanzaron en los tres períodos señalados a la batalla, con enorme voluntad y heroísmo. No obstante el capitalismo no cayó. El tiempo y la historia determinarán en su momento, con el mayor grado de precisión posible, hasta donde pesaron en ello las causas objetivas (probablemente, a nuestro entender, las principales) y cuanto las subjetivas de un campo y del otro. Lo cierto es que siguió siendo el sistema mundial dominante. Mas aún luego del derrumbe del socialismo en el este europeo y la URSS.
La estrategia ofensiva de las fuerzas revolucionarias y progresistas en esas etapas, fue modificada a favor de otras luego del fin de un período y el inicio de otro. Tal como relatamos mas arriba la Segunda Internacional abandona transitoriamente (por lo menos esas son sus definiciones, mas allá de las desviaciones posteriores de una parte de sus partidos y dirigentes) la estrategia de tomar el poder para instaurar el comunismo que sostenía la Primera; y sin abandonar los principios esenciales del socialismo, se dispone entonces a luchar por la clase trabajadora y sus intereses en los marcos del capitalismo.
Cuando después de la derrota del Ejército Rojo en Polonia en 1920 y el fracaso de la República de Weimar en Alemania en los años veinte, comienza a ganar terreno la reacción que luego se identificaría con el fascismo, la Tercera Internacional también, como hemos dicho, modifica su estrategia para la etapa abandonando la de "Todo el poder a los soviets" que tuvo desde su nacimiento, por la de los "Frentes Populares"; que sostenía la necesidad de, en lo fundamental, defender la democracia burguesa con alianzas de clases mucho mas amplias.

Luego de la segunda guerra las fuerzas revolucionarias mundiales de distinto tipo (ya se había disuelto formalmente la Tercera Internacional) no retoman una estrategia de ofensiva, habida cuenta de la real correlación de fuerzas en ese momento. En realidad, tomando en cuenta la distinta realidad de la economía mundial entre los países desarrollados y los del tercer mundo, sumado al contexto político de creciente tensión de los países imperialistas, en particular los EEUU, con la URSS, su estrategia es diversa. Tal como lo explicitara en su momento el Secretario General del Partido de los Trabajadores de Vietnam, Le Duan: "Nuestro heroico pueblo hará su contribución a la lucha común de los pueblos del mundo por la paz, la inde­pendencia nacional, la democracia y el socialismo". Recién se retoma de hecho, aunque no en todos lados, una estrategia mas de ofensiva revolucionaria en los años setenta. Particularmente en el sudeste asiático, Africa y Latinoamérica.
Cuando el éxito de la ofensiva neoliberal de Reagan y la Thatcher se materializa a principios de los noventa con el derrumbe del "socialismo real", los EEUU se transforman en la potencia hegemónica mundial, y arrecia la ofensiva política, ideológica, cultural, económica y militar del neoliberalismo, nuevamente las fuerzas progresistas y revolucionarias modifican su estrategia. De la ofensiva de los años setenta se pasa a la defensiva, de buscar el poder revolucionario y propugnar el camino socialista, se pasa a la búsqueda del mejor rumbo para trabar la ofensiva del imperialismo. Así lo expresa Fidel Castro en su discurso al Foro de San Pablo el 24 de Julio de 1993: "Aquí en este foro no se está defendiendo el socialismo, y ninguno puede pretender que en este foro se plantee el socialismo como objetivo; ninguno puede pretender que las condiciones, tanto objetivas como subjetivas, en este momento sean propicias para la construcción del socialismo. Creo que en este momento hay otras prioridades…. Hoy en la América Latina la batalla prioritaria es -a mi juicio- derrotar el neoliberalismo, porque si no derrotamos al neoliberalismo desaparecemos como naciones, desaparecemos como Estados independientes, y vamos a ser más colonias de lo que nunca lo fueron los países del Tercer Mundo. Derrotar el neoliberalismo sería crear una esperanza para el futuro, preservar condiciones para seguir adelantando, porque el límite de nuestro progreso estará en el capitalismo, y no habrá progreso humano si este no se propone rebasar las fronteras del capitalismo, pero eso será tarea de otros momentos"
.

LA GLOBALIZACIÓN Y EL "FIN DE LA HISTORIA"

No nos extenderemos sobre este período ya que es reciente y mucho se ha escrito al respecto. Simplemente transcribo lo que expresamos en el 2º Congreso de Patria Libre: "Para que fuera absolutamente claro quiénes habían quedado como dueños del mundo, los yanquis, arrastrando tras de sí a los europeos, destruyeron Irak durante la Guerra del Golfo y enviaron a través de ello un mensaje a todas las naciones o pueblos que intentaran desafiar su hegemonía. No se quedaron sólo en el terreno militar, sino que, además, lanzaron una tremenda ofensiva política y sobre todo ideológica, desprestigiando las experiencias socialistas (también a las nacionalistas, progresistas, etc.) presentándolas como experiencias fracasadas del pasado. Proclamaron el fin de las ideologías y de la historia, y el triunfo del liberalismo. No pararon allí, apretaron el acelerador para, aprovechando el nuevo contexto, instalar a nivel mundial el capitalismo neoliberal, expresión fundamentalmente de los intereses del gran capital financiero, y conducente a dibujar una humanidad de dos pisos, instalada incluso en los países centrales. La estrategia en este sentido se desarrolló en diversas direcciones: por lo pronto, le apretaron el cuello a todo gobierno del tercer mundo que no se quisiera someter a sus designios, exigiendo el cumplimiento a rajatabla de sus medidas: apertura económica, pago puntual de la deuda externa, rebajas salariales y precarización del empleo, privatizaciones, achicamiento del Estado, desmantelamiento de toda red de seguridad social, etc. Al mismo tiempo, metieron presión sobre los países socialistas que sobrevivieron para que abrieran en primer lugar su economía a las inversiones extranjeras y, en segundo término, sus regímenes políticos para ver de meter una cuña por allí. Finalmente, decidieron avanzar sobre el Estado de Bienestar y los derechos de los trabajadores en el resto de sus propios países desarrollados, continuando así con el ejemplo de EEUU e Inglaterra. La búsqueda de elevar sus tasas de ganancia y los niveles de concentración económica no tuvieron ya fronteras ni límites, le pusieron sí un nombre: globalización. También "nuevo orden económico mundial", en el que ya no había más países dependientes de otros más desarrollados que los explotaban, ahora supuestamente seríamos todos "interdependientes", necesitados unos de otros; falacia que encubre una nueva forma de dominación materializada a través de la deuda externa, de los capitales especulativos, de un control mucho más elevado de nuestras economías por parte de la banca internacional y las multinacionales, etc., etc."

Y agregábamos: "Han pasado ya unos cuantos años de esta estrategia imperialista, y lo que suponían iba a ser un paseo en un mundo sojuzgado y pasivo frente al retroceso en la historia para las mayorías, no ha sido tan así, aun en medio del predominio que indudablemente tienen. Por lo pronto, la desaparición de la URSS ha potenciado nuevamente la competencia interimperialista. Ni Europa ni Japón están dispuestos a aceptar así como así el predominio norteamericano y salen a complicarle las políticas a éstos allí donde lo creen conveniente. A eso debemos sumarle que otros países no imperialistas, pero que han alcanzado un importante desarrollo económico como Corea del Sur, Taiwán, la India, Brasil, Canadá, México, etcétera, buscan tener su propio juego político y también suelen, en diversas circunstancias, priorizar sus intereses nacionales por sobre los de los industrializados. En el mismo sentido, no les ha resultado exitoso el intento de poner bajo su órbita incondicionalmente a los ex países socialistas del este europeo y de la URSS. La introducción del capitalismo salvaje allí ha sido muy traumática; a partir de ello han regresado al gobierno en casi todos lados los ex Partidos Comunistas, propugnando modelos de sociedades alejadas del socialismo, pero distanciadas también del modelo liberal. En Rusia todavía no ha sucedido pero crece el peso político de aquellos que lo propugnan y gana fuerza la idea de poner a ese país como eje de una reconstrucción del espacio económico de la ex-URSS por fuera de la órbita imperialista, aun cuando pueda tener allí peso dominante la economía capitalista. Por otro lado, su objetivo de penetrar a través de las multinacionales en los países socialistas que han sobrevivido, aun cuando se ha materializado —en algunos casos, fuertemente, como en China—, no ha logrado a la fecha quebrantar la capacidad de decisión nacional de dichos gobiernos y en algunos casos ni su carácter revolucionario. Finalmente, han tenido que aceptar situaciones como el fin del Apartheid en Sudáfrica, o la instalación de un Estado Palestino en Medio Oriente, cuestiones ambas que no significaron un duro golpe para su estrategia pero tampoco, evidentemente, un éxito. Peor aun, han tenido que soportar la supervivencia de gobiernos como el de Libia e Irán, que hace rato hubieran querido ver destruidos. En síntesis, en lo que respecta a borrar del mundo todo poder de decisión nacional que no sea el propio, el imperialismo ha tenido importantes obstáculos, y, a pesar de su claro avance en la hegemonía, lejos está de poder imponerse inexorablemente tal como pregonan tanto sus mentores como sus lacayos".

Esto dijimos allá por 1996, la historia posterior, que incluye la crisis económica que empezó por el sudeste asiático en 1997, siguió en Rusia, Brasil y finalmente llegó a los propios EEUU, extendiéndose de esta manera a casi todas las naciones, y que tuvo como corolario la llegada de Bush hijo al gobierno, mostró que lejos estaba de terminarse la historia como habían anunciado los voceros del neoliberalismo, y que las ideologías estaban vivitas y coleando, como lo demostrarían los primeros años del nuevo siglo.
Y no solo demostrarían estos años eso respecto de las ideas, sino que además en ellos se expresarían ya con fuerza cuatro fenómenos destinados a marcar los tiempos por venir. Dos están instalados en el terreno de la economía. El primero es el crecimiento, a veces impetuoso, por fuera de las naciones desarrolladas de muchos otros países. Las principales locomotoras en esto son China y la India por la magnitud de las poblaciones que van elevando su nivel de vida. Pero a ellas hay que sumarle el este y sudeste asiático, Rusia, el este europeo, Irán, Egipto, Sudáfrica, Méjico, Brasil, Argentina, Chile, Venezuela, y otras menores. El producto de los G7, los siete países más importantes, es de treinta billones de dólares, y el de las ocho economías emergentes más importantes –India, China, Sudáfrica, Rusia, Brasil...– es de diez billones: o sea, un tercio. Pero estas han venido creciendo los últimos años a un 8%, mientras las economías del G7, al 2,5%.
¿Cómo es que se ha producido esto? Vamos a arriesgar algunas razones. Una de ellas es que ya desde hace varias décadas, pero en particular desde la irrupción de la "globalización" con Reagan y compañía, muchas multinacionales empujadas por la baja de la rentabilidad en los países centrales y ayudadas entre otras cosas por la revolución en las comunicaciones y la informática, fueron trasladando sus plantas a los países periféricos. Mano de obra barata y crecientemente especializada, unido a la posibilidad de transportar las mercaderías a todos lados con costos accesibles y tiempos cada vez mas cortos, aumentaban sensiblemente su rentabilidad (y de paso también bajaban los salarios en sus países de origen por la amenaza de mudar las fábricas). Pero esta producción necesitaba mercados donde colocarse, y los de los países centrales tenían límites concretos, como lo evidenció la crisis de los "tigres" asiáticos de 1997. De allí que con ese panorama no han sido pocas las multinacionales que, en definitiva, han promovido que fueran creciendo los mercados internos de algunos de los países periféricos; los que en la jerga económica internacional pasaron a ser "emergentes".

Esta tendencia del capitalismo mundial actual, evidentemente, empalmó también con la voluntad de una buena cantidad de clases dirigentes nacionales de avanzar en el desarrollo de sus países, entre otras cosas por ver posibilidades concretas para ello. En China es donde mas visible es esto; lo que no tiene nada de raro habida cuenta de que no es la burguesía local la que dirige el proceso, sino el Partido Comunista. Pero la cuestión ha ido mucho mas allá y se ha verificado en naciones de todo tipo, desde las del este asiático como Corea y Taiwán (en ambos casos, seguramente, han habido cuestiones geopolíticas de por medio) seguidas de Malasia, Singapur, Tailandia, Vietnam, etc., pasando por la India que siempre tuvo una burguesía con cierto juego propio, y Rusia donde las clases dirigentes surgidas del derrumbe soviético, luego de un período de transición con Yeltsin, retomaron la larga tradición de ese país de ser una potencia. Otro tanto sucedió en el resto de los países ex socialistas del este europeo, en especial los que tenían base industrial como Polonia, la ex Checoslovaquia y otros, donde sus sectores dirigentes no provenían de burguesías locales tradicionales, por lo que rápidamente aprovecharon para desarrollar sus países, la estrategia de las multinacionales europeas de llevar sus fábricas allí para utilizar la mano de obra calificada y barata. Sudáfrica también se sumó a esto con el fin del apartheid a principios de los noventa y la irrupción de nuevos sectores dirigentes surgidos de la resistencia de la raza negra; también Brasil, donde la burguesía paulista, nacida del período de industrialización, ha logrado aprovechar la nueva coyuntura internacional para ratificar en importante medida su identificación con los intereses nacionales. Y así sucesivamente.
La conjugación de estos dos aspectos terminó impactando en la economía mundial, sobre todo a partir del desarrollo de dos naciones muy pobladas como China e India. Las que al aumentar su consumo interno empezaron a llevar para arriba los precios de los alimentos, los minerales y el petróleo; mientras que, al mismo tiempo, al insertarse en el comercio internacional vendiendo bienes industriales y servicios cada vez mas sofisticados, presionaron a la baja el precio de estos productos. Todo ello, ya en este siglo, abrió la puerta al crecimiento de muchos otros países antes subdesarrollados.

El otro fenómeno económico de magnitud que se viene desplegando, es la pérdida de peso relativo de los EEUU quienes, como dijimos más arriba, a finales de la segunda guerra mundial generaban más del 50% del PBI mundial, y ahora han descendido por debajo del 20%. Demostración de este retroceso es además el enorme déficit en su sector externo, reflejo de lo poco competitivo de sus productos; como así también la pérdida de valor relativo del dólar, devaluación inevitable para poder vender mas e importar menos (En el 2000 la participación de las importaciones norteamericanas sobre el total era del 20%, en el 2006, de 14,3; Rusia ha subido el año pasado sus importaciones el 31%, EE.UU. un 11%). A ello debemos agregar la debilidad de su ahorro interno, el enorme déficit fiscal y un crecimiento del PBI en término relativos, mas bajo que el de los países emergentes (el crecimiento del consumo interno en EE.UU. fue de un 20% en los últimos seis años, el de China del 80%).
En el terreno político, uno de los hechos mas importantes es el empantanamiento del poder militar norteamericano no solo en Irak, sino también en Afganistán. Demostrativo de las enormes dificultades de la principal potencia del planeta para rendir a los pueblos por esa vía. Allá en Medio Oriente han quedado seriamente cuestionadas las posibilidades de los EEUU de afirmarse como imperio hegemónico por la vía del avasallamiento armado de otras naciones. En el pasado Alemania intentó eso con Hitler y, mas allá de los enormes sufrimientos que le causó a la humanidad, fue contundentemente derrotada. Inglaterra y en alguna medida Francia, tuvieron que aceptar después de la segunda guerra mundial que ya no podían mantener el régimen colonial a través de la superioridad militar, como habían hecho en el siglo 19 y la primera parte del 20. En el caso de los galos, para reconocerlo debieron morder el polvo en Vietnam y Argelia. Queda por ver ahora si Norteamérica acepta que no puede doblegar a otras naciones de cierto tamaño con las armas para imponerles sus intereses, o si solo dará un paso atrás cuando la situación ya se les haga insostenible, pero para preparar en el tiempo una nueva estrategia de agresión. Lo cierto es que en el futuro inmediato se va a tener que lamer las heridas de la derrota.

El otro fenómeno trascendente que se expresa también en la política, es el creciente surgimiento de gobiernos en los países del tercer mundo que se manifiestan cada vez más soberanos de los dictados imperiales. Y refuerzan, con todas las dificultades del caso, los acuerdos entre ellos, activan el comercio entre sus naciones, defienden sus intereses muchas veces en común en los foros internacionales, etc. Todo esto, que sin duda reconoce como trasfondo el paulatino "desacople" económico de los países desarrollados, se traduce a su vez en mayores posibilidades para continuar por la senda del crecimiento.

¿CUAL ES LA PERSPECTIVA DEL MUNDO EN LOS PROXIMOS VEINTE AÑOS?

Decimos al principio de este artículo que "se derrumban los mercados mundiales al calor de la crisis de las hipotecas en los EEUU y su impacto sobre las finanzas mundiales. Muy probablemente esto que comienza en el sector financiero se extienda a la economía real". Eso efectivamente es lo que está sucediendo. ¿Por qué? En primer lugar porque las enormes ganancias que ha ido generando el actual capitalismo en sus sectores más concentrados, se canalizaron a través del sistema financiero a una enorme timba especulativa con base en Norteamérica, pero extendida a casi todos los países centrales. La misma ha explotado (como sucedió a principios de este siglo con la burbuja de las punto com) y las pérdidas de los grandes bancos son enormes, conmocionando las finanzas mundiales y por tanto el crédito a países, empresas y personas.
En segundo lugar porque en los EEUU, entre otras cosas, las necesidades de contrarrestar los efectos políticos negativos de una guerra crecientemente impopular como la de Irak, llevaron al gobierno de Bush a una política económica que generó un endeudamiento externo creciente, fruto directo del déficit de la balanza comercial. Esto tenía un límite, ya que de continuar, en algún momento los grandes tenedores de bonos del tesoro norteamericano -como China- empezarían a desprenderse de los mismos bajando así su cotización, con el grave riesgo que eso tiene para la salud económica del imperio. La salida entonces fue, de un tiempo a esta parte comenzar a devaluar el dólar. Algo que les es de utilidad en lo inmediato a los yanquis (no así en el largo plazo ya que desvaloriza su moneda como principal medio de pago mundial) pero impacta directo sobre la Unión Europea y Japón que ven revaluadas sus monedas, dificultadas sus exportaciones, y quedan menos protegidos de las importaciones de otros países, competitivas con su propia producción.

La combinación de estas dos cuestiones está en la base de la crisis en que nos vamos adentrando, la que se extenderá (ya lo está haciendo) de lo financiero a lo productivo. ¿Cuánto? Habrá que verlo. Entre otras cosas dependerá de la magnitud real del "desacople" a que hayan llegado las economías emergentes de las centrales; y sobre todo de la capacidad de China y la India de mantener el crecimiento de sus mercados internos como traccionadores de las "commodities" en el mundo.
Lo cierto es que vamos a asistir a un freno del crecimiento mundial, que muy probablemente se extenderá por un par de años, debido a las presiones inflacionarias que al mismo tiempo generan, sobre todo, los precios de la energía y los alimentos. Lo que dificulta introducir medidas reactivantes con mucha fuerza. No creemos sin embargo que eso signifique que entremos en un período de bajo crecimiento mundial de largo plazo como, por ejemplo, sucedió luego del crack del 29/30. Hay cientos de millones de personas que en los países emergentes van accediendo a mejores condiciones de vida, y no hay indicios de que ese avance sea imposible de satisfacer en el capitalismo actual.
Hay un enorme proceso de reconversión productivo en el mundo. Los grandes países desarrollados se van concentrando en producir las manufacturas de mayor valor agregado con las que cubrir esencialmente la demanda de sus propios mercados internos (por ejemplo, no son los mismos los automóviles de consumo masivo en nuestros países que en los de EEUU, Europa y Japón; tampoco los equipos electrónicos, etc.); y también en tener el mayor monopolio posible de la innovación tecnológica. Al mismo tiempo una cantidad significativa de los países antaño subdesarrollados, van desplegando su producción industrial de manufacturas, en general menos sofisticadas, con las que abastecen sus mercados internos además del de las otras naciones del tercer mundo, y, en parte, el de los países centrales. Todo esto va incorporando al consumo y, paulatinamente, a mejores niveles de vida a infinidad de personas; lo que a su vez sube los precios de los productos agrícolas, mineros, del gas y el petróleo, que en su gran mayoría están en las naciones periféricas. Esto aumenta las posibilidades de crecimiento de estas.

Como decimos mas arriba, este proceso en que están entrelazados, las más de las veces conflictivamente, intereses de muchas multinacionales y de sectores diversos de las naciones menos desarrolladas, no pareciera que esté agotado. Más bien diríamos que está en sus comienzos y que tiene todavía mucho campo económico para desplegarse. Lo que lejos está de significar ausencias de conflictos y crisis, como por ejemplo esta en que nos vamos adentrando hoy.
Por lo pronto tenemos a los EEUU resistiendo por todos los medios a su alcance (que son muchos) la pérdida de su hegemonía; mas aun teniendo en cuenta que su músculo militar es, lejos, el más vigoroso. También existe la disputa interimperialista; la que si bien ha sido en parte relativizada por el entrelazamiento de las grandes empresas multinacionales y el grado relativo de autonomía que estas han alcanzado respecto de los estados nacionales, no por ello deja de ser bien vigorosa. Los intereses propios de EEUU, Europa y Japón están y tienen plena vigencia. A ello debemos sumarle los conflictos entre los distintos sectores económicos del capitalismo mas desarrollado, entre los complejos militares y los productivos, entre el sector financiero y el resto, etc.. En este sentido, por ejemplo, es difícil que luego de la crisis actual no haya una ofensiva sobre el capital financiero de parte de los otros sectores buscando imponerle algún grado de control. Cierto que esto no es nada fácil, entre otras cosas por el poder que tiene y porque el entrelazamiento entre ellos es intenso; pero todo indica que el resto va a buscar algún diciplinamiento del capital financiero para que no genere crisis tan intensas como las actuales que perjudican los negocios de todos.
A todo ello hay que sumarle el conflicto político, económico y hasta militar entre los países imperiales y otras grandes naciones que hoy los desafían, mundial o regionalmente como China, Rusia o la propia India. También el que tienen aquellos con bloques regionales como el del este asiático o sudamérica; para no hablar de la complicadísima madeja de medio oriente donde están, entre otras cosas, las dos terceras partes de las reservas de petróleo mundial. También las contradicciones y conflictos, muchas veces extremadamente agudos, entre los gobiernos de países del tercer mundo que se alinean con las políticas imperiales y aquellos que las desafían. A los que se suma, que duda cabe, la disputa entre las multinacionales que operan en los distintos países y sus sectores nacionales; como también el existente dentro de cada país, entre las burguesías locales y los sectores populares. Y así sucesivamente.

En síntesis, el sistema mundial dominante es el capitalista, que lejos está de haber atenuado sus contradicciones de diverso tipo. Por tanto el mundo por venir en los próximos años será tan tumultuoso como siempre, plagado de confrontaciones económicas, políticas, ideológicas y militares. Y no estará en juego la posibilidad de derrotarlo y recambiarlo -al capitalismo- por no existir las condiciones objetivas para ello; esto en esencia y más allá de experiencias de otro tipo que puedan seguir implementándose o que puedan surgir.
Pero si existirán las condiciones para que en una parte importante de los países no imperialistas, logremos encaminarnos por caminos de desarrollo soberano sustentable. Poniendo así a nuestras naciones y sufridos pueblos en un plano superior de existencia material. Con mas autodeterminación, justicia social, igualdad de oportunidades, igualdad de género, trabajo digno, mejor educación, salud, calidad de vida y con respeto a los derechos de las personas. Donde la activa presencia de los trabajadores y el pueblo organizado, en el gobierno y en la sociedad, vaya abonando el rumbo futuro a una sociedad sin la explotación del ser humano por el propio ser humano, donde unas naciones no agredan a otras naciones, sino que sean sus hermanas. Sueño de millones y millones de oprimidos y oprimidas por el capitalismo durante doscientos años, a lo largo y ancho de nuestro planeta, que alguna vez, quizás en tiempos no tan lejanos, se hará realidad.
Es posible conquistar soberanía, desarrollo, justicia social y distributiva, mas y mejor democracia en las próximas décadas, pero nada caerá del cielo, ni es inexorable que así suceda. Alcanzar estas metas requerirá sin duda de lucha, sacrificios y sufrimientos, como siempre. Pero así como los obreros de la Comuna de París pretendieron en el siglo 19 un imposible: tocar el cielo con las manos. Lo que debemos proponernos esta vez las fuerzas revolucionarias y progresistas como objetivo para esta etapa histórica, está ahora, sin pecar de optimismo utópico, al alcance de las nuestras.

( Con permiso del compañero Julio Fernandez. Argentina. enero del 2008. )

HUMBERTO TUMINI
Enero del 2008

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