jueves, 20 de marzo de 2008

MERCADO CONTRA ESTADO.

Mercado contra Estado.

IGNACIO RAMONET 12/03/2008

Con ocasión de las elecciones generales en España, una importante emisora de radio parisina entrevistó a José Maria Aznar. Como es habitual, éste elogió de modo ditirámbico el neoliberalismo, criticó a los socialistas e hizo alusión, con mayor desprecio si cabe, a los altermundialistas. Normal. Aznar sabe que el mayor adversario de sus amigos neoconservadores liberales es, en efecto, el altermundialismo. Algunos aún se preguntan: ¿Qué es eso del altermundialismo? ¿Un partido político? ¿Un sindicato? ¿Una organización no gubernamental? ¿Cuál es su programa? ¿Dónde esta su sede? ¿Quiénes son sus jefes? Las respuestas suponen que se sepa, primero, qué es la globalización neoliberal.

El altermundismo es una galaxia de todos los que protestan y sufren los efectos de la globalización
A estas alturas ya nadie ignora que la globalización, fenómeno esencialmente económico, favorece el libre comercio. Cada vez hay más países que intercambian una cantidad cada vez mayor de bienes y de servicios. Para que este intercambio sea más intenso, la lógica de la globalización exige la supresión de todas las barreras que pueden frenar los intercambios comerciales: aranceles aduaneros, tasas, leyes y reglamentos proteccionistas, etcétera. Esto acarrea el desmantelamiento del sector económico controlado por el Estado, ya que éste tiene tendencia a proteger ese sector y no abrirlo a la competencia. Por eso la globalización rima, en todo el planeta, con privatización de todos los sectores públicos controlados por el Estado (educación, salud, electricidad, radio y televisión públicas, teléfono, agua, energía, ferrocarriles, autopistas, compañías aéreas...)
Por otra parte, al suprimir las barreras se favorecen las importaciones, las cuales entran en competencia con la producción local. Una competencia frecuentemente desleal, ya que los nuevos países exportadores no tienen la misma legislación social, la misma exigencia ecológica, no prohíben el trabajo de los niños, etcétera. Por eso, en muchos países europeos, como consecuencia de la globalización, han desaparecido tantas industrias -astilleros, pesca, textil, minas- y tantos miles de empleos. Se acelera la huida de las fábricas, la deslocalización, hacia zonas de salarios ultrabajos (China, India).
La globalización liberal defiende el mercado y combate el Estado. Por eso es paradójico que, en España, el Partido Popular pretenda defender a ultranza el mercado contra el Estado y, a la vez, el Estado contra las autonomías. La globalización es una lucha sin cuartel que enfrenta el sector privado contra el sector público, lo individual contra lo colectivo, el egoísmo contra la solidaridad, el enriquecimiento personal contra el bien común general. La globalización y las instituciones que la promueven (FMI, OMC, Banco Mundial) se esfuerzan en reducir al máximo el Estado, disminuyendo su presupuesto, limitando el número de funcionarios y suprimiéndole toda actividad económica.

La globalización es, sobre todo, un fenómeno financiero. Lo que más circula en el mundo, sin ningún tipo de trabas, son los capitales. Aproximadamente, dos billones de euros cada día. Hay que saber que la economía real -la que crea empleos y produce bienes-representa sólo cuatro billones de euros anuales. O sea, que equivale a apenas ¡dos días! de actividad económica mundial, que 363 días al año es puramente financiera.

Lo que más se compra y se vende, no es el trigo o el petróleo sino las divisas, el dólar, el franco suizo, el yen y el euro. Ello da lugar a una especulación colosal, que enriquece a quienes tienen capitales. Consecuencia: los ricos son cada día menos numerosos pero más ricos, y los pobres cada vez más numerosos y más pobres... En la era de la globalización, la terrible realidad social del planeta es que hay apenas 500 millones de personas que viven como un europeo medio, mientras que los que sufren necesidad son ¡más de 5.000 millones!

Entonces, ¿qué es el altermundialismo? Pues sencillamente el conjunto de protestas, en todos los continentes, de todos aquellos (mujeres, campesinos, indígenas, ecologistas, obreros, estudiantes, maestros, minorías culturales) que se ven afectados negativamente por la globalización liberal. No es un partido, es una galaxia que reúne a asociaciones muy diversas, pero que coinciden en la denuncia de la globalización. No tienen sede, ni tampoco jefes comunes. Pero se dan cita para manifestar en donde se reúnen los nuevos amos del mundo: el G-8, Davos, las Cumbres europeas, el FMI, la OMC, la OCDE, el Banco Mundial. Y también en las urnas. Como el pasado domingo en España, donde todos los altermundialistas, a pesar de sus diferencias, votaron unidos contra las candidatas y los candidatos neoconservadores liberales.

Globalización con gente.
Bajo el lema “Por una gobernabilidad global justa y responsable. Por una globalización gobernada por la gente”.
Comenzó ayer el XXII Congreso de la Internacional Socialista en San Pablo. Al encuentro que reúne cada cuatro años a los partidos socialdemócratas de todo el mundo, fue invitado por primera vez un presidente justicialista. Pero Néstor Kirchner no fue. En el estrado, junto al ex primer ministro español Felipe González y el presidente de Chile Ricardo Lagos, estuvo el ministro del Interior Aníbal Fernández. En tiempos de Carlos Menem el PJ se acercó a los democristianos. “Sin crecimiento sustentable, sin mercados y crecimiento de sus exportaciones, el pago de la deuda será una mera ilusión”, destacó Fernández. Propuso avanzar hacia un acuerdo para reformar el sistema financiero, que se base en las premisas del Convenio Bretton Woods que en 1944 dio origen al Banco Mundial y al FMI. Sin embargo, advirtió que “las buenas intenciones de ese convenio se han hundido en una brecha cada vez más profunda entre países ricos y pobres”.

Más de mil delegados de los 141 partidos políticos afiliados a la IS vivieron el primero de sus tres días de debate que los reúne por segunda vez en su historia en una ciudad latinoamericana. A favor de un nuevo orden multilateral y en contra del unilateralismo conservador, el presidente de la organización, el portugués Antonio Guterres, abrió el encuentro con un llamado a los fuerzas progresistas a convertirse en “el centro motor de una gran coalición mundial”.

Uno de los protagonistas del congreso es el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva. Invitado especial, anfitrión e “increíble compañero”, como fue presentado por el moderador del foro, Lula insistió en que “la prioridad debe ser acabar con la vergüenza del hambre” y que para ello es necesario que “las fuerzas de izquierda mantengan la unidad y asuman el reto de llegar al poder”.

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