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"La izquierda europea, triunfante y cargada de prestigio en el pasado, se va hoy por el sumidero, maltrecha y fracasada. Pero que nadie se alegre de la ruina de la izquierda porque es una mala noticia para todos: para Europa, para la democracia y para la misma derecha".
" La izquierda acaba de cosechar los peores resultados de su historia en Europa. Ha retrocedido, sin excepción, en todos los frentes, incluso en España, que es donde más resiste, víctima de sus propios dramas y sobre todo castigada por haber abandonado sus viejos principios, sustituyéndolos por el apego al poder y al privilegio. Antes quería transformar el mundo, pero ahora la izquierda se conforma con manejar el dinero público y gobernar a cualquier precio.
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" La izquierda acaba de cosechar los peores resultados de su historia en Europa. Ha retrocedido, sin excepción, en todos los frentes, incluso en España, que es donde más resiste, víctima de sus propios dramas y sobre todo castigada por haber abandonado sus viejos principios, sustituyéndolos por el apego al poder y al privilegio. Antes quería transformar el mundo, pero ahora la izquierda se conforma con manejar el dinero público y gobernar a cualquier precio.
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Para salir de la crisis mundial. ¿Necesitamos una izquierda nueva?.
¿La social-democracia europea llegó a su fin?.
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Siendo indiscutible que estamos en la crisis más grave desde 1929 y que la socialdemocracia se muere en plena decadencia del ultraliberalismo, es hora de realizar una nueva apuesta reformadora y coordinada desde la izquierda, una izquierda nueva para una vieja crisis
Por Enrique Curiel - Viernes, 16 de Abril de 2010
A medida que nos adentramos en la espiral de la crisis financiera y económica iniciada hace más de dos años, se multiplican las preguntas y las dudas sobre su naturaleza, la salida de la misma y el papel que está jugando la izquierda europea. ¿Estamos asistiendo sólo a las consecuencias de una recesión convencional y cíclica o nos encontramos ante una crisis sistémica que afecta al modelo de globalización liberal? ¿Podemos salir de la crisis desarrollando exclusivamente políticas anticíclicas o se trata de reformar el capitalismo que ha llegado hasta nosotros? ¿Qué le ocurre a la socialdemocracia en Europa? ¿Por qué tantas derrotas políticas? ¿Qué programa y qué propuestas defiende en el ámbito de la Unión Europea? ¿Ha llegado el momento de reflexionar sobre el futuro y promover una refundación de la izquierda revisando su acomodación a las tesis neoliberales? ¿Disponemos de instrumentos políticos (partidos y sindicatos) para impulsar reformas y generar amplias mayorías sociales en torno a nuevos objetivos sociales? ¿Quién está pagando el coste de la crisis?
Si las preguntas resultan obvias, las respuestas son más complejas. Pero es evidente que se abre camino un cierto consenso entre sectores de la izquierda europea acerca de varias cuestiones del máximo interés: es urgente avanzar en el debate sobre la propia naturaleza de la crisis, analizar su impacto en el diseño del capitalismo del futuro, proponer reformas progresistas ante el agotamiento evidente de un ciclo fulgurante de la globalización, impulsar reformas estratégicas que una izquierda inteligente y lúcida pueda defender para evitar la crisis del Estado de Bienestar. Y, ante la impotencia de la socialdemocracia, pensar en una nueva formación política reformista, de izquierda, y coordinada en el ámbito europeo para impulsar las citadas reformas.
Parece ya indiscutible que vivimos la crisis más grave desde la gran depresión de 1929. No se trata de un simple cambio de ciclo económico, de acuerdo con la teoría económica convencional, sino que en realidad nos enfrentamos al fracaso de lo que Eric Hobsbawm califica como "la teología del libre mercado global incontrolado, ilimitado y desregulado". También desde sectores del pensamiento liberal se ha reconocido el carácter "sistémico" de la crisis. En todo caso, lo que resulta evidente es que la recesión actual, sus orígenes y consecuencias, tienen poco que ver con otras vividas con anterioridad y sobre las que Paul Krugman ha hurgado con precisión. (El retorno de la economía de la depresión y la crisis actual).
Nadie se atreve a confirmar que estemos atisbando el final del túnel mientras se extiende el temor de que la presente crisis se convierta en una profunda recesión económica de Estados Unidos que haga imposible la aparición de una etapa de crecimiento y estabilidad económica. No parece exagerado afirmar que ha culminado una etapa de la globalización económica concebida de tal forma que hacía imposible su propia sostenibilidad y eficiencia. Tan irreversible es la globalización del mercado, de la producción y de la demanda, como la convicción de que el propio desarrollo de la concepción ultraliberal de la misma ha provocado su colapso. Pocos dudan, entre ellos Jordi Sevilla (El diablo capitalista), de que, como en otras ocasiones en la historia, el capitalismo real está abocado a reflexionar sobre sus propias reformas si quiere superar las contradicciones que su lógica ha provocado. La apoteosis del liberalismo y la desregulación tras la caída de muro de Berlín ha contaminado a una socialdemocracia incapaz de responder a las demandas de la actual coyuntura.
La agenda de las reformas está tan repleta como congelada su aplicación. El G-20 muestra su impotencia mientras Alemania nos impone a los países periféricos del euro su propia política de recortes sociales y ajuste financiero. Un informe publicado recientemente, elaborado por economistas keynesianos y marxistas y coordinado por el economista griego Costas Lapavitsas, llama la atención sobre las consecuencias de las simples políticas de austeridad que acabarán con la recesión pero que abrirán años de estancamiento. La llamada receta de Berlín (austeridad, mayor liberalización, menor protección al empleo, sindicatos más débiles, desmantelamiento de los convenios colectivos, persistencia de la desregulación financiera) "es la peor opción".
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Según el informe se "logrará la estabilización mediante la recesión con un enorme coste para la gente trabajadora…, aunque no hay motivos para pensar que la productividad crecerá de manera espontánea después de la flexibilización". Las reformas del sistema financiero mundial, las interrogantes sobre el futuro energético, la crisis fiscal, los desequilibrios en el comercio global, el desigual desarrollo de las economías, constituyen problemas globales que demandan soluciones globales con la presencia de una potente izquierda política y social. El reto no es pequeño. Se trata de intentar salir de la depresión impulsando reformas que nos permitan adivinar el futuro. Pero, ¿quién está en condiciones de inventar el futuro? ¿Qué instituciones globales pueden pensar en términos globales para buscar, consensuar y aplicar soluciones globales aceptables?
Nadie responde a estas preguntas. Desde luego, la socialdemocracia, no. Comparto, aunque no en todos sus extremos, las ideas expuestas por Ignacio Ramonet (Le Monde Diplomatique), al considerar la posibilidad de que la actual socialdemocracia europea esté ante un fin de ciclo. Ramonet se pregunta algo elemental: ¿Por qué la socialdemocracia se muere cuando el ultraliberalismo se halla en plena crisis? "Sin duda", responde Ramonet, "porque frente a tantas urgencias sociales, no ha sabido generar entusiasmo popular. Navega a tientas, sin brújula y sin teoría; da la impresión de estar averiada, con un aparato dirigente enclenque, sin organización ni ideario, sin doctrina ni orientación… Y sobre todo sin identidad".
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Y continúa: "Hace tiempo que la socialdemocracia europea decidió alentar las privatizaciones, estimular la reducción de los presupuestos del Estado a costa de los ciudadanos, tolerar las desigualdadades, promover la prolongación de la edad de jubilación, practicar el desmantelamiento del sector público, a la vez que espoleaba las concentraciones y las fusiones de mega-empresas y que mimaba a los bancos". Para Ramonet, "la socialdemocracia carece de nueva utopía social… y su imaginación parece hoy agotada". Los partidos socialistas "no supieron convencer de su capacidad para responder a los desafíos económicos y sociales planteados por el desastre del capitalismo financiero".
No es casual la oposición radical que está sufriendo Obama con la tímida, pero trascendente, reforma sanitaria aprobada bajo su impulso. El experimento reformista de Obama puede culminar en un gran fracaso si carece de los apoyos, la compresión y la complicidad necesaria por parte de los grandes actores de la política mundial. Y aquí aparece de nuevo la necesidad y la urgencia de que una izquierda nueva responda a las demandas reformadoras.
Es preciso reaccionar. Entre la impotencia de la socialdemocracia y el desastre político acumulado por los residuos de los viejos partidos comunistas europeos, se vistan como se vistan, la izquierda se encuentra bloqueada y amputada. Quizá es la hora de realizar una apuesta nueva, intensamente reformista y coordinada. Las dificultades han convertido a los partidos socialistas en organismos que se baten a la defensiva, y, en el caso español, fuertemente jerarquizado en torno del líder para no perder el poder. Se asumen reivindicaciones del adversario y se prescinde de ideas nuevas y atractivas para tantos ciudadanos que carecen de puntos de referencia. Quizá es el momento de pensar en una izquierda nueva para hacer frente a una crisis larga y vieja.
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* Profesor de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid
1 comentario:
El problema que tenemos en España por culpa de la crisis a la que nos han llevado los especuladores de la banca es la falta de liquidez financiera, o sea, no hay crédito ni para empresas que cierran y producen paro, ni para particulares que puedan activar el consumo y con ello mantener empresas. Y como consecuencia de todo ello, el estado deja de ingresar y aumenta tanto la deuda como el déficit público.
La única forma de reactivar la economía es inyectando dinero y aquí en España tenemos y mucho. En billetes de 500 euros andan OCULTOS al ojo de hacienda millones de euros que se ganaron en época de bonanza y que hoy en día servirían para reflotar nuestra economía. Yo propongo que se retiren del mercado esos billetes y que se dé un mes o dos de plazo para que ese dinero salga a la luz antes de hacerlo.Para evitar miedos innecesarios y por estar en unas circunstancias tán difíciles, entiendo que se trate a estos defraudadores con benevolencia a fin de normalizar cuanto antes su situación y pensar tán sólo en lo que es mejor para el país.
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