domingo, 23 de febrero de 2014

ECONOMÍA: ¿Recuperación económica? Un análisis anticapitalista

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Acompañando a los ciclos empresariales creados por el encarecimiento de los factores de la producción durante la expansión y el abaratamiento durante la recesión, la caída de la tasa de rentabilidad de las inversiones industriales es el mecanismo central del surgimiento de la crisis en el sistema capitalista. Es lo que Marx denominó la ‘Ley de la tasa decreciente de ganancia o beneficios’. Según este planteamiento, la competitividad entre empresas genera una dinámica en la que cada firma individual entra en una carrera con sus competidoras por introducir nueva tecnología y medios técnicos que aumenten la productividad y reduzcan el coste de la mano de obra empleada. En cada ciclo de inversión que realizan las empresas competidoras se reduce la proporción global del gasto en personas empleadas respecto a la inversión realizada en maquinaria e innovación tecnológica. Y en cada nuevo ciclo el coste de la inversión en nueva maquinaria para mantenerse al nivel competitivo que requiere el mercado supone un coste mayor. De esta forma, el ritmo de crecimiento de la inversión industrial es más rápido que el de la inversión en mano de obra. Pero los beneficios en última instancia provienen del trabajo realizado por las personas (del apropiamiento por parte de los capitalistas de una parte del valor generado por los humanos a través de su trabajo). El resultado es que globalmente la inversión industrial crece mucho más rápido que la fuente de los beneficios (el trabajo humano) y por tanto el ritmo de la obtención de beneficios en el sistema se ralentiza.
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Europa: la crisis del 2012-2013- 2014 Continúa la destrucción del Estado. Violencia policial contra los Ciudadanos. Privatización de los servicios públicos. Educación, Salud, salarios, trabajo (desempleo es su primera característica), derechos laborales, despidos arbitrarios masivos, cierre de empresas y reubicación en el sudoeste asiático, liquidación de derechos de los jubilados, destrucción de los centros de investigación científica, liquidación de derechos de las minorías sexuales, migrantes. Política xenofóbica y homofóbica. Etc. Y continua la destrucción del Estado sin encontrar una salida política a la crisis estructural y civilizatoria.
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ECONOMÍA: ¿Recuperación económica? Un análisis anticapitalista.
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Miguel Sanz Alcántara.
En lucha.

Rebelión sábado 22 de febrero del 2014.

Los beneficios de las empresas del Ibex 35 han crecido un 13% entre enero y septiembre de 2013. Emilio Botín decía que “es un momento fantástico para España porque llega el dinero de todas partes”. La economía española se está recuperando… ¿es esto cierto? ¿hemos salido ya de la crisis? Quizás sea sólo el punto de vista de los ricos y poderosos. Aun así,  ¿es real hablar de recuperación incluso desde este punto de vista?

Durante los últimos meses el Gobierno español, las autoridades europeas y el aparato mediático vinculado a la gran banca están trasmitiendo el mensaje de que la economía está en camino de su recuperación definitiva. Los datos de crecimiento económico de los dos últimos trimestres de 2013 en Europa y el Estado español parecen respaldar esta afirmación. La zona euro creció un 0,3% en el segundo trimestre de 2013 y un 0,1% en el tercero, saliendo así de más de año y medio de crecimiento negativo. Por su parte, la economía española, según los datos de Instituto Nacional de Estadística (INE), el mismo tercer trimestre de 2013 abandonaba el crecimiento negativo también con un 0,1% de expansión económica.

Las previsiones tanto del Gobierno español como de las entidades privadas más importantes dedicadas al análisis económico prevén además que este crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) se mantendrá para el último trimestre de 2013 y todo el año 2014. Según el consenso en el mundo de la economía, dos trimestres seguidos de decrecimiento del PIB determinan un estado de recesión –de crisis– económica. Técnicamente, en consecuencia, tanto en el Estado español como en Europa hemos salido ya de la recesión.

Más allá del crecimiento del PIB, ¿dónde estamos en realidad?.

Utilizar el crecimiento del PIB para determinar la salud de una economía puede ser engañoso. Los beneficios de las grandes compañías financieras están incluidos en los cálculos del PIB o muchas otras actividades económicas que no generan empleo, inversión productiva, consumo en los hogares o consumo entre diferentes empresas. Es en parte la explicación al reciente crecimiento económico en el Estado español –pírrico, de un 0,1%–, en el que se está produciendo una entrada masiva de capital extranjero y una reactivación de capitales internos para la compra, a precio de saldo, de los restos del estallido de la burbuja inmobiliaria: promociones de viviendas que no se logran sacar del mercado, participaciones en las grandes constructoras y entidades bancarias enteras que están siendo adquiridas por capitales que trabajan a corto plazo y en términos especulativos. Nada de esto generará una reactivación real de la economía.

El aumento de las exportaciones es el gran argumento del Gobierno y la patronal. Pero es un dato que, además de ser engañoso, desvela la injusta estrategia de fondo del capital español, consistente en la reducción de salarios. Las exportaciones han aumentado en los últimos trimestres del 2013 a costa exclusivamente de la reducción del coste de la mano de obra (los sueldos). La producción es más barata y la minoría de empresas que se dedica regularmente a la exportación (un 4,35% del total) pueden competir mejor en el mercado internacional. La balanza comercial del Estado español –la relación entre lo que se exporta e importa– mejora (otro argumento estrella del Gobierno), pero no tanto porque las exportaciones aumenten, sino por la enorme reducción de las importaciones que se viene produciendo debido a la caída del consumo de hogares y empresas.

En general, los repuntes económicos en el PIB estatal debidos a las exportaciones o a cualquier otro parámetro deben verse en un contexto internacional y en una escala temporal más larga, hacia el pasado y hacia el futuro. Las grandes crisis económicas globales en la historia del capitalismo han necesitado un tiempo prolongado de al menos 15 años para recuperar la pauta de crecimiento del periodo anterior a la recesión (lo que constituye la salida real y no sólo “técnica”, momentánea, de la recesión).

En la crisis económica de 1873 –entonces llamada la Gran Depresión– en EEUU y Gran Bretaña la recuperación no se produjo hasta finales de la década de 1880, mientras que en la Gran Depresión de 1929 el ritmo de crecimiento económico no se recuperó hasta la Segunda Guerra Mundial. En ambas crisis hubo periodos intermedios de crecimiento del PIB mundial y de las principales economías nacionales –algunos de ellos muy intensos– acompañados posteriormente de una nueva recaída económica. Es muy probable que nos encontremos actualmente en el comienzo de uno de esos momentos de repunte (al igual que ocurrió levemente en 2010), pues hay elementos respecto a otras crisis globales del capitalismo que hacen enormemente difícil la recuperación económica definitiva en esta ocasión. Y esto no es un argumento esgrimido sólo por economistas radicales de la izquierda. Instituciones como la Comisión Europea y analistas privados líderes en el mercado financiero global prevén una alta probabilidad de que se produzca este esquema de comportamiento de la crisis internacional actual. Una nueva recesión global, como explicaremos más abajo, está muy probablemente aún por producirse.

A.- Países con recesión oficial. (Rojo). B.- Países con recesión no oficial. (Entre rojo y rosado).  C.- Países con desaceleración superior al 1%.(Rosado oscuro).  D.- Países con desaceleración superior al 0.5%.(rosado claro). E Países con desaceleración superior al 0.2%. (blanco).  F.- Países en crecimiento.(Celeste).
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Cuando invertir ya no merece la pena.

El tiempo necesario para la recuperación del ritmo de crecimiento en todas las recesiones de mayor o menor envergadura desde la Segunda Guerra Mundial ha sido mucho menor que en la crisis actual (ver tabla). ¿Qué tiene de especial esta gran crisis que parece desarrollarse como una larga depresión? Dos son los elementos que caracterizan el contexto global de la gran crisis de 2007-2009 y su posterior evolución: la baja tasa de rentabilidad de las inversiones productivas y el inédito nivel de endeudamiento público y privado.

Acompañando a los ciclos empresariales creados por el encarecimiento de los factores de la producción durante la expansión y el abaratamiento durante la recesión, la caída de la tasa de rentabilidad de las inversiones industriales es el mecanismo central del surgimiento de la crisis en el sistema capitalista. Es lo que Marx denominó la ‘Ley de la tasa decreciente de ganancia o beneficios’. Según este planteamiento, la competitividad entre empresas genera una dinámica en la que cada firma individual entra en una carrera con sus competidoras por introducir nueva tecnología y medios técnicos que aumenten la productividad y reduzcan el coste de la mano de obra empleada. En cada ciclo de inversión que realizan las empresas competidoras se reduce la proporción global del gasto en personas empleadas respecto a la inversión realizada en maquinaria e innovación tecnológica. Y en cada nuevo ciclo el coste de la inversión en nueva maquinaria para mantenerse al nivel competitivo que requiere el mercado supone un coste mayor. De esta forma, el ritmo de crecimiento de la inversión industrial es más rápido que el de la inversión en mano de obra. Pero los beneficios en última instancia provienen del trabajo realizado por las personas (del apropiamiento por parte de los capitalistas de una parte del valor generado por los humanos a través de su trabajo). El resultado es que globalmente la inversión industrial crece mucho más rápido que la fuente de los beneficios (el trabajo humano) y por tanto el ritmo de la obtención de beneficios en el sistema se ralentiza.

Esta tendencia a la baja de la tasa de beneficios puede ser compensada por diferentes contratendencias. Las principales son la disminución del coste de la mano de obra (aumento de la tasa de explotación) y el abaratamiento de la inversión en medios técnicos, en maquinaria. Cuando la tasa de obtención de beneficios inicia su tendencia a decaer como consecuencia de la carrera competitiva mencionada, los capitalistas tienen que buscar formas de seguir manteniendo su ritmo de ganancias y, si no lo consiguen, la inversión se paraliza y comienza la crisis económica.

La tasa de ganancia de las principales economías mundiales alcanzó su último máximo –dentro de un contexto de bajada desde los años 60– en 20046. Durante 2005 comienza una leve caída, la suficiente para que la economía real no pudiera sostener la enorme cantidad de capital financiero ficticio que había crecido exponencialmente desde principios de la década. Finalmente el sector de servicios inmobiliarios y financiero (las inversiones más improductivas del capital) acabaron su boom y comenzaron su contracción.

Muchos analistas de la izquierda no tienen en cuenta este proceso y buscan la explicación para el surgimiento de la crisis en la caída del consumo o en el aumento de la financiarización y el estallido de la burbuja especulativa. Pero en última instancia ambas cosas son un efecto de la caída de la tasa de beneficios a corto y largo plazo, porque la inversión en la economía productiva deja de ser rentable. En este sentido, la enorme financiarización que se ha producido en el sistema desde la década de los 80 y el papel desmesurado de las finanzas en la economía tienen su origen en la caída de la tasa de beneficios obtenidos de la inversión industrial y en los servicios desde el final del boom económico de la postguerra, a mediados de la década de los 60 (ver gráficos 1 y 2).

Los capitalistas fueron poco a poco compensando sus ganancias a través de la economía financiera, desviando recursos económicos hacia diferentes burbujas especulativas y dejando de dedicarlos –en la proporción que lo hacían antes– a la inversión industrial. La recuperación de la tasa de beneficios desde mediados de los años 70 corresponde a la época de introducción del neoliberalismo, que ha jugado el papel, como decíamos antes, de aumentar drásticamente el nivel de explotación de la mano de obra y ejercer así como contratendencia.


La deuda a nivel mundial fue creciendo durante todo el periodo neoliberal y tuvo un incremento descomunal desde el surgimiento de la burbuja inmobiliaria a partir de 2002 (ver gráfico 3). Estamos en un contexto global de deuda pública y privada creciente o al menos de incapacidad para reducir la deuda existente.
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Reestructuración y deuda.

La “función” de la crisis económica en el sistema capitalista es, por tanto, la reestructuración de la producción para volver a recuperar la rentabilidad de la inversión productiva. De esta forma, las crisis en términos reales terminan cuando la tasa de beneficios vuelve a alzarse, vuelven a recuperarse las inversiones y con ellas la pauta de crecimiento económico.

Durante la crisis se produce la eliminación de todos aquellos capitales menos competitivos y los capitalistas que sobreviven adquieren, a precios mucho más bajos, las empresas arruinadas y su parte en el mercado de productos y servicios. Si esta reestructuración no se produce, no puede haber recuperación de la tasa de beneficio, la inversión no volverá y por tanto no se saldrá de la crisis económica.

Hoy por hoy esta reestructuración del sistema está teniendo lugar, pero aún existe una enorme cantidad de medios técnicos sobrantes que deben ser eliminados o absorbidos por otros capitales para que se pueda recuperar la tasa de ganancia. El estado –que en otras crisis jugó el papel de reactivador de la inversión– ha bloqueado en esta ocasión una parte de la reestructuración económica, protegiendo a ciertas firmas de su bancarrota por ser “demasiado grandes para caer”. Son demasiado grandes porque el proceso de concentración de capitales y creación de enormes firmas no ha parado de aumentar.

Además, en este caso la reestructuración tiene otro impedimento no existente en crisis anteriores: la enorme deuda pública y privada que el sistema ha ido engordando desde la década de los 80. Si la reestructuración del sistema productivo descrita más arriba tuviera lugar en un contexto de reducción del endeudamiento, existirían recursos disponibles por parte del estado para ir recuperando el apoyo a la inversión y, por parte de las empresas, para ir haciéndose con los medios técnicos que la crisis ha abaratado. Sin embargo, a cuenta de la enorme bolsa de deuda que se ha ido generando en la economía durante las últimas tres décadas, este proceso se encuentra lastrado.

La deuda a nivel mundial fue creciendo durante todo el periodo neoliberal y tuvo un incremento descomunal desde el surgimiento de la burbuja inmobiliaria a partir de 2002 (ver gráfico 3). Estamos en un contexto global de deuda pública y privada creciente o al menos de incapacidad para reducir la deuda existente. La conclusión es que, para recuperar la rentabilidad de la inversión, el sistema necesita aún una enorme disminución de la deuda pública y privada y una eliminación de todo el capital productivo no competitivo existente en el mercado. Y este proceso no podrá darse sin un nuevo hundimiento económico general –que reduzca el valor del capital financiero que constituye la deuda– y que dé un nuevo empujón a la reestructuración del capital productivo. Es por eso que existen muchas probabilidades de que aún tengamos que enfrentarnos a una nueva recesión global. Ésta podría además tener a su vez el efecto contradictorio de volver a aumentar la deuda pública y privada, si no existen grandes proporciones de “quitas” unilaterales a costa de los grandes acreedores.

El agujero bancario generado por la especulación y las hipotecas “subprime” sigue creciendo, debido a la caída del precio de la vivienda y al constante aumento de la morosidad. Desde el punto de vista del endeudamiento, la economía española se encuentra en una pésima situación.
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La difícil situación de la economía española.

Si analizamos la situación de la economía española en base a los elementos descritos anteriormente entenderemos su dificultad para salir de la crisis, incluso en términos puramente capitalistas, y por qué la recuperación no será tan milagrosa como quiere hacernos entender el Gobierno. Existen tendencias globales que hacen probable una nueva recesión global pero el capitalismo español tiene además sus propias dificultades.

La tasa de beneficios en la economía española ha seguido básicamente la misma trayectoria que en la economía global. Como puede observarse en el gráfico 4, durante los años 80 se produce una recuperación muy acusada de la tasa de beneficios en el Estado español gracias a la contención salarial emanada de los Pactos de la Moncloa, la política de desindustrialización (dentro de un régimen industrial ya de por sí con bajas tasas de beneficios) y la introducción de la dualidad en el mercado de trabajo español (la contratación temporal, que permitió revertir la caída de la tasa de ganancia a través de un aumento de la tasa de explotación del 50% hasta 1999). 

Durante la década de los 90 se produjo un boom en la inversión extranjera cuando el capital alemán y otras compañías se desplazaron al Estado español en busca de mano de obra más barata, lo que provocó un aumento del 19% en la proporción de capital fijo (medios técnicos) respecto a la mano de obra, renovando así las presiones a la baja para la tasa de ganancia del capital.

El capitalismo español, apoyándose en la estructura de propiedad de la vivienda generada desde el franquismo, en el bajo coste de los créditos y con la ayuda del BCE y la entrada del Euro, giró hacia la inversión inmobiliaria que produjo el “milagro” económico de la década del 2000. Todo esto se vino abajo con el estallido de la recesión en 2007, haciendo reventar la burbuja inmobiliaria y generando, entre otros muchos males, la crisis bancaria que aún está por resolverse. El agujero bancario generado por la especulación y las hipotecas “subprime” sigue creciendo, debido a la caída del precio de la vivienda y al constante aumento de la morosidad.

Desde el punto de vista del endeudamiento, la economía española se encuentra en una pésima situación. Las cifras varían, pero la deuda total de la economía española ronda los 4,5 billones de euros, alrededor del 425% del valor absoluto del PIB10. Por un lado se está dando un proceso de reducción de la deuda privada concentrado en familias y empresas no financieras. Esta reducción de la deuda se está produciendo a costa de la reducción del consumo de la gente y de la paralización de la inversión, bloqueando el conjunto de la demanda interna del Estado español. El sector financiero, que fue el que empujó la creación de esta deuda privada tan descomunal, continuó incrementando la suya en plena crisis y ahora las pérdidas están siendo sufragadas por el conjunto de la población por diferentes vías (garantías y avales del Estado, préstamos a los bancos, FROB y SAREB).

La consecuencia directa de este proceso ha sido la explosión de la deuda pública, que ha crecido en relación al PIB del 40,2% en 2008 al 92,3% en 2013 (estaba en el 35,7% en 2007)11, y se situará alrededor del 100% para inicios de 2014. Este es el resultado de un Estado que tiene que hacer frente a sus gastos en un contexto de caída de la recaudación a través de los impuestos y del aumento del desembolso de prestaciones por desempleo, pero sobre todo, como hemos indicado, la explosión de la deuda está ocasionada por el rescate bancario y las ayudas que están siendo otorgadas a la banca por diferentes vías. En el gráfico 5 puede observarse la carga que ha supuesto el rescate bancario respecto a otros gastos sociales del Estado en el presupuesto de 2013. Por su parte, la deuda genera intereses que serán cada vez más difíciles de pagar, incluso en un escenario de crecimiento leve o estancamiento prolongado, que sería el otro escenario “más positivo”, alternativo al de una nueva gran recesión.­­


En la Gran Depresión de 1929 el ritmo de crecimiento económico no se recuperó hasta la Segunda Guerra Mundial.
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Con este nivel de endeudamiento resulta cuanto menos aventurado decir que el Estado español está saliendo de la recesión. Pero aún hay más. Una de las consecuencias del crecimiento de la deuda pública es el aumento también del déficit. Desde la Unión Europea existen fuertes presiones para que el Estado español alcance el nivel de déficit que se le requiere. Ya se han otorgado varias moratorias para aplazar los objetivos de déficit, pero ¿por cuánto tiempo aguantarán las clases dirigentes europeas esta situación? Nuevas medidas de recortes en el gasto público están siendo exigidas por Europa. En un contexto de nulo o ínfimo crecimiento económico, paro en torno al 25%, bajo nivel de consumo y un altísimo nivel de deuda pública, las medidas de austeridad que el Gobierno del PP habrá de tomar probablemente empujarán la economía española hacia una nueva recesión.

La ‘solución’ del capital español: más explotación.

La economía española se encuentra en un callejón sin salida. Como hemos visto, el agujero de las pérdidas bancarias está bloqueando la reducción de la deuda y en este sentido cabe poco que hacer. Para que haya una salida capitalista a la crisis es necesario conseguir que el Estado español vuelva a ser atractivo para la inversión, que el capital adquiera rentabilidad a la hora de realizar inversiones. Pero el gran capital no quiere invertir en un territorio donde la economía está paralizada por las excesivas deudas. De esta forma, la única manera de hacer atractiva –rentable– la inversión en el Estado español es reduciendo los costes laborales, al mismo tiempo que se reestructura la economía. Y esta es la senda que definitivamente quiere ser andada por el capital.

Desde hace meses se viene hablando de la necesidad de una bajada generalizada de sueldos en el Estado español. La Comisión Europea, el FMI, la patronal española, las entidades privadas de análisis económico… todas coinciden en los beneficios en términos de empleo y competitividad de las exportaciones que ocasionaría una bajada de sueldos significativa. En noviembre de 2013 el servicio de estudios del BBVA declaraba que una bajada de sueldos del 7% conllevaría un aumento del empleo del 10,4%13. Sin embargo, según los sindicatos, los salarios ya han caído desde 2010 un 6,3% y durante los tres primeros trimestres de 2013 los costes laborales se han reducido mes tras mes (algo que nunca había pasado desde que el INE comenzó a realizar la estadística de costes laborales por hora en el año 2000). Pero la caída de los salarios no ha aumentado la creación de empleo, y es así porque el único efecto inmediato de la caída de costes salariales es una disminución del consumo interno, es decir no un aumento de la contratación.

La reforma laboral, que está aún siendo endurecida por el Gobierno del PP, ha abaratado los costes del despido –facilitando al capital su reestructuración a bajo coste– y está efectivamente reduciendo la “dualidad” del mercado laboral entre el trabajo precario y fijo, pero a la baja, acabando con la contratación estable y destruyendo los derechos conquistados por la clase trabajadora del Estado. De esta manera, parece evidente que el único mecanismo que la clase dirigente española está dispuesta a seguir aplicando para atraer la inversión es reducir los costes laborales en un contexto por retornar al modelo económico de especulación y construcción.


Las movilizaciones permanentes de la juventud Europea, contra las consecuencias dramáticas y destructivas de la crisis capitalista. El desempleo y la perdida de derechos sociales y políticos es la agresión de asesinato colectivo a toda una Generación, porque  “La crisis que estamos atravesando es fundamentalmente gratuita: no hace falta sufrir tanto ni destruir la vida de tanta gente”. expresa el economista Premio Nobel Paul Krugman.
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Cuando los costes laborales hayan disminuido lo suficiente en relación a otras economías competidoras, las exportaciones de una minoría de compañías sean lo suficientemente baratas y un número muy significativo de empresas hayan quebrado –reestructurando así el sistema productivo español–, podrá recuperarse la rentabilidad de las inversiones y la salida al final del túnel de la crisis empezará a tener luz. Si no cambiamos esta tendencia a través de la lucha en las empresas y el fortalecimiento de los movimientos sociales, el capitalismo español resurgirá de su catástrofe dejando tras de sí millones de personas desempleadas, niveles de vida mucho más bajos, pensiones ínfimas y servicios públicos degradados y privatizados.

Aun así, hoy por hoy la clase dirigente española está encontrando serios problemas para reflotar la economía. Estas dificultades se están trasladando al campo político a través de una inestabilidad permanente con múltiples expresiones y diferentes frentes abiertos (descrédito de los grandes partidos, la lucha por la soberanía nacional de Catalunya, la necesidad de una mayor represión de las protestas por parte del Estado…). El escenario de inestabilidad política generado por estas dificultades de la clase dirigente para resolver la crisis económica seguirá abierto durante un tiempo –no sabemos cuánto. Por eso todas las iniciativas de resistencia deberían tener en cuenta que la salida de la crisis no está ni mucho menos a la vuelta de la esquina.
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Miguel Sanz Alcántara es militante de En lucha /.
Artículo publicado en la revista anticapitalista La hiedra (@RevistaLaHiedra)

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