lunes, 2 de julio de 2018

EL TRIUNFO DE ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR.. AMLO, EL ADVERSARIO DE UN MODELO DE OPRESIÓN.

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MEXICO. CLAUDIA SHEINBAUM DE IZQUIERDA, ARRASA EN LA CAPITAL-IMPORTANTE CONOCER ESTA BIOGRAFÍA. MUJER GOBERNARÁ LA CIUDAD “MÁS GRANDE E INSEGURA” DEL MUNDO.-  La candidata del partido de LÓPEZ OBRADOR vence a su principal rival, Alejandra Barrales (del Frente) y logra un triunfo histórico: que el Ejecutivo federal y el de la Ciudad de México estén controlados por la misma formación La capital de México, una de las ciudades más grandes del mundo, estará gobernada por una mujer: CLAUDIA SHEINBAUM. Solo tenía que esperar. Aguantar los meses de campaña en lo que el tsunami López Obrador, resistiera. Este domingo 1 de julio la aspirante de MORENA para gobernar la capital mexicana ha ganado las elecciones y se ha convertido en la primera mujer en lograrlo. Con este triunfo, ha conseguido además hacer saltar por los aires el tablero político: que la Ciudad de México y el Gobierno federal estén controlados por la misma formación, nacida para ganarlo todo hace cuatro años.

ESTE DOMINGO CLAUDIA SHEINBAUM SE ERIGE COMO, LA PRIMERA JEFA DE GOBIERNO ELECTA EN LA HISTORIA DE LA CAPITAL  Antes que ella, gobernó Rosario Robles, una política que sustituyó a Cuauhtémoc Cárdenas (de septiembre de 1999 a diciembre del 2000), mientras él preparaba su campaña para las elecciones presidenciales del 2000. Fue derrotado. Y después, López Obrador (entonces miembro del PRD) gobernaría durante seis años la capital. Una legislatura que muchos habitantes han premiado este domingo con un apoyo indiscutible en las urnas a su partido, MORENA. Durante estos meses era prácticamente imposible encontrar un cartel de campaña en el que no apareciera junto al rostro de Sheinbaum el de López Obrador. La próxima jefa de gobierno de la capital se ha definido como una política de izquierdas —aficionada a seguir las intervenciones de los líderes de Podemos en el Congreso español—, comprometida con la diversidad cultural, el medio ambiente, defensora de los pueblos originarios de la capital y de los derechos reproductivos de la mujer. "Mi gobierno será laico",
 

LA VIOLENCIA QUE HAN PROVOCADO LASLICHAS DE LOS CÁRTELES LOC ALES DE LA DROGA—los homicidios no han dejado de crecer desde hace nueve años, con 1.280 muertos en 2016—, la falta de agua en muchas delegaciones del sur y sureste, los feminicidios (tres a la semana), los intolerables niveles de contaminación y la ineficiencia del sistema de transporte público en muchas zonas, son los grandes retos a los que se enfrentará la próxima jefa de Gobierno. Acostumbrada durante los meses de campaña a ofrecer soluciones poco concretas, consciente de su aventajado puesto en las encuestas. Cuando López Obrador fue jefe de Gobierno de la Capital  la nombró secretaria de Medio Ambiente, puesto que ocupó durante seis años, hasta 2006.

EN 2015 GANÓ LA ALCALDÍA DE TLALPAN, AL SUR DE LA CIUDAD —a la que renunció en septiembre de 2017 para aspirar al Gobierno de la ciudad—, y en su jefatura tuvo que lidiar con uno de los episodios más trágicos que ha vivido la capital en los últimos 30 años: el terremoto del 19 de septiembre que se cobró la vida de más de 300 personas.  En su delegación, además, se derrumbó un colegio donde hubo 26 muertos: 19 niños y siete adultos y se convirtió en un símbolo de la catástrofe. Las irregularidades de aquella construcción marcaron la etapa final de su legislatura, algo que la ha perseguido durante toda su campaña, con ataques constantes de sus rivales. Esta licenciada en física y doctora en ingeniería energética, de 56 años, por la Universidad Nacional Autónoma de México, representa un espécimen extraño para la política mexicana No es una líder de masas, apenas sonríe en los actos públicos y, aunque se esfuerza por disimularlo, parece incómoda gritando consignas sobre un escenario ante decenas de simpatizantes.

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EL TRIUNFO DE ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR.

AMLO, EL ADVERSARIO DE UN MODELO DE OPRESIÓN.

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Eduardo Febbro.

Página/12 En México.
Desde Ciudad de México lunes 2 de julio del 2018.


 
Fue un día del color de México: el verde intenso y ensoñador de los chiles poblanos. Punto de partida y término de una historia de casi un siglo durante el cual un mismo partido, el PRI, gobernó a lo largo de 70 años ininterrumpidos. Sólo hubo una transición de desencantos entre el 2000 y 2012 (PAN) hasta que el PRI, con Enrique Peña Nieto, volvió a gobernar hasta este domingo. Generaciones y generaciones de mexicanos sólo conocieron a los descendientes del partido fundado en 1929 por el ex presidente Plutarco Elías Calles (1924-1928). Este domingo de comunión entre familias y largas sobremesas abrió una grieta en la historia mexicana. México asumió colectivamente el desafío de una contra revolución democrática, pacífica, y moral. MANUEL LÓPEZ OBRADOR, EL CANDIDATO DE MORENA que venció en los comicios, lo soñó. Su pueblo lo plasmó, sin groserías, ni quema de banderas, ni menosprecios raciales como lo hizo el emperador de la grosería política que es Donald Trump. 

AMLO, un hombre que se forjó en el PRI, pasó a formar parte de la izquierda en el partido PRD hasta que, en 2012, fundó su propio movimiento, MORENA, hizo realidad en las urnas lo que él llamó la cuarta transformación de México después de la Independencia, la Reforma y la Revolución. El vuelco ha sido enorme, a la altura de un país que encarna como pocos el sueño de la emancipación americana y luchó y lucha por su soberanía y su libertad ante el vecino norteamericano que desde el siglo XIX lo lastima en su piel y su alma. Estados Unidos se estrenó como imperio intervencionista con la primera expedición colonial de su historia cuando, entre 1846 y 1848, invadió el territorio mexicano y terminó creando La República de Texas, un territorio que antes pertenecía al Estado mexicano. 
Fue un domingo del color mexicano: verde como el dulce guacamole donde no se notó que un hombre había ganado su apuesta en las urnas y con ello destrozó la sagrada ópera política de un sistema tan criminal como corrupto. AMLO, como también lo llaman a López Obrador, se esboza a estas horas como el ganador de la elección más importante de la historia de México: además del nuevo presidente, se eligió un  nuevo Jefe de Gobierno de la capital y 16 Intendentes de la Ciudad de México, 9 gobernadores, 1850 presidentes municipales en 24 estados y 927 diputados en 27 Congresos Estatales (En el Congreso hay 500 diputados y 128 senadores que podrá reelegirse).Su victoria tiene el sabor de la burla retrospectiva de los estatutos originales del PRI. El dirigente que derrotó al partido dinosaurio simboliza y sintetiza las intenciones que figuraban en los primeros pasos del PRI en el siglo XX. “una disciplina de sostén al orden legal” e “Instituciones y reforma social”. MORENA y la coalición Juntos haremos historia (Morena-Partido del Trabajo-Encuentro Social) consiguió perforar el muro del santuario protegido por el PRI y el PAN con una continua promesa de cambio, una reforma social substancial y la restauración del “orden legal” a través de la erradicación de la violencia y la corrupción. “Fue como el vuelo lento del pájaro que va por otro nido”, dice Ramón Sánchez, un coordinador de Morena en la Colonia Buenos Aires, un sector pobre de la capital.

Por esas zonas de pobreza y trabajo de sol a sol se veía a un México aliviado, expectante todavía de las confirmaciones oficiales. “Nunca pensé que llegaría este día. Creí que a AMLO lo iban a matar antes”, dice Amalia, una de esas jóvenes de 23 años que constituyen la avanzada del voto de MORENA. En los barrios más ricos, Polanco o Lomas de Chapultepec, los burgueses andaban con cara de susto. Un muchacho rubio y joven preguntaba por las calles de Polanco donde quedaba la casilla Pabellón para votar. Cuando le indicaron dijo: “qué horror, si gana López Obrador me voy a Suecia”. Esa clase dominante que defendió sus privilegios y su impunidad a punta de pistolas y sobornos tiene una máscara de terror. Los otros sectores sociales oscilan entre el entusiasmo, la felicidad que respiran los fines de ciclo y la incertidumbre. López Obrador ha sido el adversario radical de ese modelo de opresión que perduró durante décadas y décadas.

Se izó como la bandera de la anti-corrupción y el saneamiento profundo a partir de lo que llamó “una Constitución moral”. Supo sumar a su batallón a la izquierda y a los ultraconservadores evangelistas del Norte del país, una pieza clave de cualquier victoria en México. Voló sobre su país como un pájaro sabio mientras los otros gastaban su credibilidad disparándole a sus muchas sombras. Entendió a México mientras sus enemigos políticos de esta elección, Ricardo Anaya, PAN, y José Antonio Meade, PRI, no se entendían ni a sí mismos. El primero, un hombre de la cuna de centro liberal, hizo arreglos con la izquierda del PRD y se quedó sin su ala derecha. El segundo avanzó con el crepúsculo del PRI sobre sus espaldas. El partido del presidente Peña Nieto pagó sus incompetencias con la mayor desventura electoral en el ámbito Legislativo y en los estados donde estaba en juego el cambio de Gobernador. “No somos los triunfadores de este proceso”, admitió muy temprano José Antonio Meade. En la capital, la candidata de Morena, Claudia Sheinbaum, devastó al PRI y al PRD con diferencias que van de los 20 a los 40 puntos. 

En las presidenciales, las distancias son similares. Amlove (otro de sus apodos) ya no es “la esperanza” sino el jefe. Los 20 puntos que les sacó a sus rivales son la traducción inapelable de un país que gritó basta. Y lo hizo con los colores y la modestia silenciosa de este país donde se mezclan con una sabiduría inigualable todos los contrarios; el picante del chile con lo agrio del limón, la untuosidad soberana del chocolate con la ternura crocante del maíz. El nuevo modelo latinoamericana nació en la frontera entre el imperio y nosotros. La contra revolución democrática de México viene a iluminar en un territorio devastado un modelo apenas naciente. “Una cosa es ganar, la otra es gobernar”, aseguran los medios, afines o no.

Ahora viene el inquietante cómo. El heredero del nacionalismo revolucionario ocupará el poder en un país donde la campaña electoral dio lugar a tantas alianzas al revés (izquierda con liberales, Obrador con evangelistas, el PRI fracturado entre la guardia vieja que optaba hacia la izquierda y su candidato oficial, un liberal de derecha) que México se despertará con las señales cambiadas. Sólo hay una certeza: la revolución del cambio arrasó en todo el territorio. Tal vez Andrés Manuel López Obrador sea para México lo que el ex presidente socialista francés François Mitterrand fue para Francia cuando ganó las elecciones presidenciales en 1981 con un programa de 100 puntos que nunca cumplió verdaderamente. Sin embargo, abrió el juego de una sociedad prisionera de una elite: aparecieron decenas de radios nuevas, canales de televisión, diarios, revistas y, con él, ascendió una nueva generación que modernizó a Francia. Eso y la derrota de la corrupción y de un Estado cómplice con el crimen organizado que siembra asesinatos de miles y miles de inocentes sería ya un México en el paraíso. Ayer fue un domingo del color y la sensibilidad de México: silencioso, profundo, secreto y siempre de pie. 

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LA REBELIÓN DE LOS MEXICANOS.
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Fernando Buen Abad.
 
Página/12 lunes 2 de julio del 2018.
Quedó claro que una victoria contundente, como la de López Obrador en México es la conjunción de, al menos, tres factores: una vinculación permanente e irreductible con los frentes de lucha populares; una interpretación profunda y dinámica del malestar social y una organización programática basada en recorrer metro a metro el territorio nacional. Todo eso articulado por una personalidad cuya tenacidad no entiende de fatigas. “A la tercera va la vencida” Y así fue. 
La victoria de Morena-López Obrador es una rebelión en las entrañas de una estructura democrática severamente dañada por el corporativismo bipartidista (PRI-PAN) y por una lista inmensa de vicios y corruptelas que llevaron a la bancarrota institucional a todo el aparato político. Una rebelión asediada por la violencia macabra desatada por una falsa guerra contra el “crimen organizado” que en la práctica no ha sido más que la militarización “encubierta” de todo el territorio para poner las riquezas nacionales al servicio de las empresas trasnacionales y sus cómplices locales. Una rebelión que ha debido sortear miles de trampas y emboscadas en todos los repertorios odiosos de la depauperación económica y de las guerras mediático-psicológicas. 
México padece la virulencia del neoliberalismo y los embates coloniales del imperio yanqui. Es un país secuestrado por gerentes -impuestos por la vía del fraude- para entregar recursos naturales, para regalar la mano de obra. En México hasta hoy nadie puede garantizar al pueblo la defensa del territorio y la defensa de los recursos naturales. Nadie ha podido garantizar el ejercicio independiente de la justicia. Nadie ha podido frenar al crimen organizado y su metástasis en todas las estructuras sociales y culturales del país. Nadie ha podido ejercer rectoría alguna en materia de democracia comunicacional. Nadie ha podido garantizar el derecho a la educación, el derecho al trabajo, el derecho a la salud, el derecho a la alimentación… Nadie ha podido asegurar dignidad a las personas porque una moral entreguista y rastrera, adoradora del imperio yanqui, sirve de las maneras más ignominiosas a la opresión. En ese contexto gana las elecciones López Obrador. 
Ahora comienza lo difícil. López Obrador se propone pacificar al país; terminar con la corrupción y recomponer la economía con dignificación laboral y salarial. Lograr la inclusión de los más postergados y la distribución equitativa del presupuesto federal. Eso implica derrotar a las mafias que secuestraron al Gobierno y al Estado, para hacer justicia, por ejemplo, a los estudiantes de Ayotzinapa, a los pueblos originarios y asegurarse perdurabilidad de las acciones para ampliar la participación social en el gobierno movilizado como organizador capaz de sumar fuerza que pueda ofrecer soluciones a la fuerza popular que alcanzó el triunfo. 
Los desafíos son muchos y son enormes en un país que tiene desgarrado hondamente el tejido social pero que, a pesar de los pesares, se rebeló contra el establishment para hacer visible su multiculturalidad y su plurinacionalidad unidas a las “clases medias” para sumar la mayor votación que presidente alguno haya recibido en México y que líder de izquierda alguno haya logrado. 
México enfrenta su futuro inmediato movilizado como nunca con las plazas llenas, con las calles tomadas, con una movilización magnífica que incuba ideas emancipatorias. Contra el fraude, contra el saqueo y contra la explotación histórica… es una identidad nueva, una fiesta desde abajo una situación social inédita. Bien puede ser que el nacimiento un nuevo México, esta vez decidido por su pueblo, con las armas de su democracia en reparación, con una moral renovada y mucha claridad en los retos, pueda prepararse para derrotar cualquier intento de regresión. Por lo pronto México hoy es un punto de inflexión, un desafío a nuestra capacidad de lucha y unidad dentro y fuera del país… Punto de inflexión para que nos reconozcamos hacia la toma del poder impulsados con nuestras propias fuerzas populares en los trabajadores del campo y la ciudad… para cambiar el sistema y cambiar la vida.
* Director del Instituto de Cultura y Comunicación, Universidad Nacional de Lanús.
 
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