lunes, 26 de noviembre de 2018

LA DESIGUALDAD ATENTA CONTRA LA DEMOCRACIA.

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AMÉRICA LATINA, LA REGIÓN MÁS LETAL DEL MUNDO PARA LAS MUJERES. CONTINENTE de mayor DESIGUALDAD, POBLACIÓN más JOVEN, CIUDADES más INSEGURAS y VIOLENTAS, SECUESTROS Y ASESINATOS de Periodistas, Dirigentes Sindicales, Populares y Juventud, opositores a los Gobiernos de turno. La CORRUPCIÓN, copó y capturó - envenenó - toda la estructura del Modelo NEOLIBERAL Hoy tenemos la sexta “ESTRELLA” Y CONDECORACIÓN. REGIÓN de más FEMINICIDIOS del MUNDO. Una mirada local-regional: Narco Estados, Estados Inviables, Dictaduras, Democracias Electorales: Mercado, Mediática (sorda, ciega y muda) Democracias FALLIDAS. En Resumen: Estados PATRIARCALES – fuerte herencia colonial MACHISTA – Modelo neoliberal, en su estructura está presente la corrupción, la violencia y la inseguridad. El neoliberalismo MATA con sus políticas Xenofóbicas, Homofóbicas, Racistas, Misóginas, todas cubiertas con un manto de Desigualdad Social y Cultural salvaje e inhumana.

EN LATINOAMÉRICA MUEREN ASESINADAS más de nueve mujeres al día víctimas de la violencia machista, es la zona más violenta del mundo para ellas fuera de un contexto de guerra, según la ONU,  cada día mueren asesinadas nueve mujeres. Y esta terrible cifra puede ser solo la punta del iceberg. En el caso de MÉXICO, menos del 10% de los delitos se denuncia, muchos Estados ni siquiera cuentan los feminicidios  y las incluyen en el cómputo general de los homicidios. En COLOMBIA ocurre algo similar, la cifra de víctimas se reduce a niveles europeos cuando registran solo aquellos casos en los que el agresor era una pareja. En ARGENTINA, del total de mujeres asesinadas en 2017, menos de un 10% había puesto una denuncia. Los datos oscuros de la violencia de género planean sobre una región que ya es lo suficientemente mortal y se ha convertido en la zona más peligrosa del mundo para las mujeres.

AMÉRICA LATINA es el lugar más letal para ellas fuera de una zona de guerra, según ha señalado ONU Mujeres. Las cifras que registra el organismo advierten de que en 2017 murieron 6,991 víctimas de la violencia machista. MÉXICO es el país más sangriento, patriarcal y población MACHISTA, con 3,430 feminicidios y COLOMBIA con 1,002 Mujeres asesinadas. Las dificultades para homologar los datos entre los diferentes países, incluso entre las entidades de un mismo país, complica el diagnóstico. Asesinatos de Mujeres, considerados sólo un 10%, como violencia de género, pues del agresor había sido su pareja o su expareja. La mayoría de los feminicidios – violencia, brutalidad – sigue siendo producto de este enfermizo MACHISMO ancestral, cobarde y matón.

EN LA REGIÓN, los países que concentran los índices más altos de violencia machista se encuentran en Centroamérica. Así EL SALVADOR figura con la mayor tasa de feminicidios por cada 100.000 habitantes, 10,2 (345 casos); seguido de HONDURAS, con un índice de 5,8; Guatemala y Nicaragua. ARGENTINA. El silencio de las víctimas argentinas. Cada 31 horas en promedio, una mujer es asesinada por el hecho de ser mujer, una cifra que no disminuye a pesar de la gran movilización social (Ni Un Menos). El año pasado se registraron 292 feminicidios. En los primeros seis meses de 2018, ha habido 139 víctimas fatales, según el Observatorio de Feminicidios del Defensor del Pueblo de la Nación. Y en la última década, estos crímenes dejaron a 3.378 menores de edad huérfanos de madre, de acuerdo a los datos de la ONG Casa del Encuentro.

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La desigualdad económico-social es hoy la más vil, salvaje e inhumana para más del 80% de la Población mundial, cuando solo el 1% de los ricos, más ricos del mundo concentran más del 90% de la riqueza. Las clases y la lucha de clases vista en toda su polarización real en el escenario local-global hoy en tiempos de la crisis "final" de la globalización neoliberal o globalización de las élites.
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LA DESIGUALDAD ATENTA CONTRA LA DEMOCRACIA.

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Anis Chowdhury y Jomo Kwame Sundaram.

IPS.

Lunes 26 de noviembre del 2018.

SYDNEY y KUALA LUMPUR, 22 nov 2018 (IPS) - La desigualdad económica, que incluye tanto a los ingresos como a la concentración de la riqueza, aumenta en casi todo el mundo desde la década de los años 80. De hecho, tras ser moderada durante casi todo el siglo XX, y en especial después de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y hasta los años 70, en la actualidad alcanza niveles nunca antes vistos.

No hay más prosperidad inclusiva.

El Informe sobre la Desigualdad Global de  de 2018 concluyó que uno por ciento de las personas más ricas concentraron 27 por ciento de los ingresos entre 1980 y 2016. En cambio, la mitad más pobre solo accedió a 12 por ciento. Y en Europa, las primeras se quedaron con 18 por ciento, mientras que la otra apenas con 14 por ciento.

El estudio “Premiar el trabajo, no la riqueza”, de Oxfam, concluye que 82 por ciento de la riqueza creada en 2016 terminó en manos del uno por ciento de las personas más ricas, mientras que 3.700 millones de personas de la mitad más pobre de la humanidad no recibieron casi nada.

En 2016 se dio el mayor crecimiento de multimillonarios de la historia, con un nuevo cada dos días. La riqueza de los millonarios aumentó 762.000 millones de dólares entre marzo de 2016 y marzo de 2017. “El enorme aumento podría haber terminado la pobreza extrema en el mundo siete veces”, observó OXFAM.

El último Informe Mundial sobre Desigualdad alerta: “si la creciente desigualdad no se controla ni se atiende, puede llevar a varios tipos de catástrofes políticas, económicas y sociales”.


“las desigualdades socavan la resiliencia democrática. La desigualdad aumenta la polarización política, perturba la cohesión social y socava la confianza y el apoyo a la democracia”.

La creciente desigualdad diezma el progreso

Alexis de Tocqueville cree que las democracias con una severa desigualdad económica son inestables porque es difícil que las instituciones democráticas funcionen adecuadamente en sociedades profundamente divididas por ingreso y riqueza, en especial si casi no se hace nada para remediar la situación o si empeora.

También sostiene que no puede haber una equidad política real sin algún tipo de igualdad económica. Los ciudadanos más pobres no gozan del mismo acceso a la política ni tienen influencia, pues esta se concentra en manos de los más ricos.

Amartya Sen opina que la “capacidad” o la “libertad sustantiva” de los sectores más pobres de perseguir objetivos y metas está circunscripta. Los que tienen más poder no solo impiden la redistribución progresista, sino que diseñan normas y políticas en su propio beneficio.
 


Por su parte, Robert Putnam, señala que la desigualdad económica también impacta en aspectos civiles, como es la “confianza”, fundamentales para la legitimidad política. La creciente desigualdad exacerba el sentido de justicia sobre el status quo sostenido por y para los plutócratas.

Y para Joseph Stiglitz, la creciente desigualdad debilita la cohesión social. La menguante confianza incrementa la apatía y la acrimonia, lo que a su vez desalienta la participación civil. Así, la desigualdad económica empeora la “anomia política”, erosiona los lazos comunitarios, además de contribuir al comportamiento antisocial.

Una democracia significativa necesita de la participación de la ciudadanía en los asuntos comunes, la que suele mayor en la “clase media”. La creciente polarización económica vació a esta última, redujo la participación civil, y exacerbó el “déficit democrático”.

La exclusión y la privación exacerban el alejamiento, causando un mayor abandono de las normas sociales prevalecientes. Mientras, los más privilegiados sienten, de forma indignante, que los otros no son merecedores de “transferencias sociales”.

El populismo amenaza el multilateralismo.

A De Tocqueville le preocupa que la creciente desigualdad erosione de forma gradual la “calidad” de la democracia, aun en sociedades de altos ingresos. El aumento del “populismo plutocrático” contribuyó a la última política de identidad en Estados Unidos y Europa.

Los discursos públicos y los medios culpan a “otros”, inmigrantes y personas de otras culturas, de los mayores males sociales. Así, los plutócratas logran satisfacer a “su pueblo” con privilegios y “derechos” que adoptan modos contemporáneos de  
“dividir y gobernar”.

Con los medios, los privilegiados suelen oscurecer el gobierno de la plutocracia, a veces incluso hasta justificando sus peores características, como legitimar la elevada remuneración de los altos ejecutivos calificándola de “solo premios”, mientras los magnates se aseguran descuentos fiscales a expensas del gasto social y de los servicios públicos para todos.

En la actual economía de “el que gana se queda con todo”, los que están en la cima presionan y se aseguran menores impuestos. Pero denuncian con indignación los déficits presupuestales como irresponsables y causantes de inflación, lo que amenaza el valor de los bienes financieros.

Estados Unidos dividido.

En Estados Unidos, la parte de la renta del uno por ciento más rico está en su mayor nivel desde la Edad Dorada (1870-1890). Mientras, la mitad más pobres de los estadounidenses concentró solo tres por ciento del crecimiento desde 1980. La disparidad alcanza un grado nunca antes visto en la modernidad.

Así, en 2013, 0,01 por ciento de los ciudadanos más ricos, unas 14.000 familias, concentraban 22,2 por ciento de la riqueza de Estados Unidos, mientras que 90 por ciento, unas 133 millones de familias, apenas tenían cuatro por ciento. Uno por ciento de las familias más ricas triplicaron su parte de la renta en una generación, con 95 por ciento de los ingresos desde la crisis financiera y económica de 2008-2009 en manos de ese uno por ciento privilegiado.

Además, las reformas legislativas, entre otras, así como las designaciones de los magistrados empujaron más al sistema legal contra los sectores con menos poder e influencia.

Un nuevo estudio concluyó que más de 70 por ciento de los hogares estadounidenses de bajos ingresos mantuvieron disputas legales civiles el año anterior, en casos de desalojo y laborales, más de 80 por ciento de los cuales sin representación legal.

La falta de atención a las personas que están abajo de la pirámide empeora su sensación de abandono y de exclusión.

Muchos estadounidenses, en especial en las regiones desfavorecidas, se sienten desilusionados y excluidos, pero también más susceptibles a políticos xenófobos que prometen protegerlos del “otro”, ya sean importaciones o inmigrantes.

Traducción: Verónica Firme.

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