domingo, 11 de noviembre de 2018

TRUMP SE OFENDE E INSULTA. El norteamericano boicoteó el acto por los cien años de la Primera Guerra Mundial.

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EL REGRESO DEL NACIONALISMO MARCA EL CENTENARIO DEL FIN DE LA GRAN GUERRA.-  La conmemoración del fin de la Primera Guerra Mundial reúne en París a mandatarios que defienden modelos políticos antagónicos
Juntos en París, un siglo después, pero cada uno por su lado. Los líderes de las naciones que participaron en la Primera Guerra Mundial se reúnen este fin de semana para conmemorar el fin del conflicto. Es un momento particular, marcado por el regreso del nacionalismo y la crisis de las instituciones multilaterales. Soy un nacionalista”, dijo hace unos días el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. “Europa afronta un riesgo: el de desmembrarse por la lepra nacionalista y quedar rebasada por potencias extranjeras”, replicó el presidente francés, Emmanuel Macron, que intenta postularse en Europa y el mundo como la resistencia ante el avance del nacionalismo y el unilateralismo. El País. España. Sábado 10 de noviembre del 2018.

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Los Macron y los Trump se saludan, casi el único acto de cortesía y momento cordial de la visita.



TRUMP SE OFENDE E INSULTA.
El norteamericano boicoteó el acto por los cien años de la Primera Guerra Mundial.
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Su anfitrión francés habló de formar un ejército europeo y el visitante se empacó, lo atacó por Twitter y se abrió de las conmemoraciones. Un momento de extrema vulgaridad en una ceremonia solemne.

Eduardo Febbro.

Página/12 domingo 11 de noviembre del 2018.

Antes de que pisara el suelo de Francia el presidente norteamericano Donald Trump lanzó su bomba envenenada desde Twitter contra el jefe del Estado francés, Emmanuel Macron. Junto a decenas de otros jefes de Estado y de gobierno, Trump viajó a Francia para participar en las conmemoraciones de los 100 años del Armisticio, es decir, el fin de la Primera Guerra Mundial. El multilateralismo del evento seguramente le provocó una indigestión de rabia que hizo explotar en su cañón preferido, Twitter:

“el Presidente Macron acaba de sugerir que Europa construya su propio ejército para protegerse contra Estados Unidos, China y Rusia. Esto es muy insultante, pero tal vez Europa debería primero pagar su contribución a la OTAN a la que Estados Unidos subvenciona ampliamente”. 
Poco le importó a la diplomacia de verbo grosero el marco consensual y reconciliador de las ceremonias. Cuando llegó a París y se reunió con Macron, Trump tenía cara de haber dormido con pesadillas. Las imágenes de los dos responsables muestran a un Trump insolente, vulgar, desafiante mientras su homólogo trata de disipar el efecto con modales de alta costura. Trump se molestó con las declaraciones que hizo Macron hace unos días donde el mandatario decía:
“los europeos sólo estarán protegidos si se decide la creación de un verdadero ejército europeo. Debemos protegernos ante China, Rusia, e incluso ante Estados Unidos”. 

Según Trump, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial Europa se protege bajo el paraguas norteamericano sin pagar el precio justo. Luego de este primer episodio antagónico que no fue más que el preludio a muchos otros, la presidencia francesa explicó que el famoso “ejército europeo” evocado por Macron no apuntaba hacia los Estados Unidos y que, por consiguiente, hubo una “confusión” en la forma con que se interpretaron las palabras del Presidente francés. Macron abrió más tarde los paracaídas para desactivar una controversia que se agregó al clima de ímpetu y abismos profundos que separan a Estados Unidos y el Viejo Continente desde que Trump llegó a la Casa Blanca. Macron sacó los violines para ejecutar la melodía de la conciliación. 
En el encuentro que mantuvo con Trump dijo: “debemos compartir mejor la carga en el seno de la OTAN”. Los dos responsables teatralizaron las reiteradas frases de “convergencia”, “amistad” y “alianza” tan comunes cuando las relaciones son ásperas. Nada ocultará sin embargo la ruptura radical que existe entre uno y otro lado del Atlántico. OTAN, medio ambiento, políticas multilaterales, relaciones comerciales, postura ante Irán, comercio mundial y filosofía de la gobernabilidad, no existe ningún tema donde los europeos y los norteamericanos compartan el más mínimo principio. El presidente Macron es un adepto de los evangelios multilaterales y Trump detesta el multilateralismo. 
Trump no sólo se expresa como un malcriado sino que, además, manifiesta su desacuerdo boicoteando el acontecimiento central que rodea las conmemoraciones. Uno de los momentos más fuertes de estos dos días es el foro internacional sobre la paz y la gobernabilidad mundial. Este encuentro es, de hecho, una tribuna ideal de la defensa del multilateralismo. La delegación norteamericana se lo tomó muy a pecho y decidió no participar en el foro. En vez de acudir a la cumbre, Trump irá el cementerio norteamericano de Suresnes, en las afueras de París. Este sábado, ni siquiera se animó a desafiar el frío que hacía en el Norte de Francia y a último momento anuló la visita prevista al cementerio de la localidad de Bois Belleau.
La diplomacia francesa había preparado el foro con la intención de hacer del foro una suerte de “Davos” dedicado a la seguridad colectiva y no a la economía, como es el caso del foro de Davos que se lleva a cabo en Suiza. Justin Vaïsse, el presidente del foro por la paz, explicó que se necesitaba la presencia
“de ONG, empresas y fundaciones para tratar temas como el cambio climático, la gobernabilidad de internet, la inteligencia artificial o el desarrollo de los Estados. Este foro es un lugar de defensa y de adaptación del multilateralismo”. 
La acción colectiva es la palabra envenenada para Trump. Con su propia agenda de ogro solitario contra el mundo y una actitud de patotero en jefe del patio planetario, Trump sembró su mal humor en un acontecimiento que tiene varios ejes:
uno de los principales es volver a reafirmar el carácter irreversible de la reconciliación franco alemana. Por ello, Macron y la Canciller alemana Angela Merkel acudieron a Rethondes, un predio despejado cercano a la localidad de Compiègne, al norte de París, donde, el 11 de noviembre de 1918, en el vagón de un tren, se firmó el Armisticio que selló la paz luego de cuatro años de una de las guerras más cruentas del Siglo XX. Países vencedores y países vencidos se hicieron presentes así como las naciones que surgieron con el desmembramiento de los imperios que siguió al conflicto mundial. La primera potencia mundial miró hacia otro lado. 
 


Incluso lo que en un momento se evocó como casi seguro, tampoco se plasmó en la realidad: no habrá en Francia una cumbre entre Trump y el presidente ruso Vladimir Putin. Según deslizaron fuentes presidenciales francesas, el encuentro Trump-Putin no tuvo lugar debido a “la escasa predisposición norteamericana”. La memoria del Armisticio de 1918 habrá servido al final para poner en escena de forma cinematográfica la discordia entre Washington y las capitales europeas. Al principio de su mandato iniciado en 2017, Emmanuel Macron activó lo que se llamó “la diplomacia del beso”. Gestos efusivos de amabilidad, cuidadosos honores diplomáticos y guiños afectuosos se congelaron con el tiempo. “Nos fuimos haciendo buenos amigos”, dijo Trump ante Macron. Una frase de plástico. La distancia quedó retratada en la frialdad que rodeó el saludo oficial entre los dos presidentes en las escaleras de la presidencia francesa. El próximo foco multilateral donde Trump estará presente es la cumbre del G-20 que se celebra a finales de mes en la Argentina. Ya debe estar pensando con que descortesía sepultará lo poco que va quedando del sistema internacional hecho de pactos y consensos que se plasmó luego de la Segunda Guerra Mundial. 

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