miércoles, 1 de enero de 2020

HONOR Y GLORIA AL PUEBLO CHILENO.

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FELIZ AÑO 2020. CHILE MILES EN “PLAZA DE LA DIGNIDAD”. FIN DE AÑO CON REPRESIÓN. CARABINEROS SACÓ A LA CALLE LOS CAMIONES HIDRANTES EN PLENA CELEBRACIÓN. CINISMO: PIÑERA PIDIÓ “RECUPERAR la AMISTAD y la UNIDAD de los CHILENOS”. Miles de chilenos recibieron el año nuevo en la Plaza Italia,” PLAZA de la DIGNIDAD” ubicada en el centro de SANTIAGO, epicentro del estallido social que vive el país desde hace ya más de dos meses. En la plaza santiaguina hubo una fiesta que duró hasta el alba y se homenajeó a los muertos hasta que los Carabineros llegaron para reprimir.


“AÑO NUEVO CON DIGNIDAD” fue el lema de la convocatoria, que se vio interrumpida cuando la fuerza de seguridad arribó con camiones hidrantes y dispersó a los asistentes. "Mientras la gente celebra pacíficamente el Año Nuevo en la Plaza, @Carabdechile dispara perdigones a manifestantes y hay personas quemadas por agua de carro lanza aguas. Un joven herido en su pierna y varios más detenidos en 48 comisaría. 2020 parte con represión”, escribió en su cuenta de la red Twitter la organización Observadores DDHH.


EN LA NOCHE HUBO CENAS de fin de año y puestos callejeros de comida, batucadas y fuegos artificiales. También se homenajeó a las víctimas del estallido social y decenas de personas se congregaron con velas en la plaza que los manifestantes rebautizaron "PLAZA DIGNIDAD". Allí hubo cánticos que han sido la banda sonora de la protesta desde octubre: "El pueblo unido jamás será vencido", "CHILE DESPERTÓ" o "El baile de los que sobran", de la banda local Los Prisioneros.



Más de 100 mil Ciudadanos chilenos asistieron a la Plaza Italia. Hoy Plaza de la Dignidad. "El pueblo unido jamás será vencido".
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LA NOCHE HABÍA TRANSCURRIDO en un ambiente pacífico y festivo, muy diferente al del 27 de diciembre, cuando los Carabineros dispersaron a los manifestantes con violencia y un hombre murió electrocutado al caer en una fosa con cables. Además de Santiago, otro punto con represión en el cambio de año fue VALPARAÍSO.

POR SU PARTE, EL PRESIDENTE SEBASTIÁN PIÑERA habló al país con motivo del año nuevo y definió a 2019 como un año “duro y difícil", que "dejó heridas en el cuerpo y el alma" del país y pidió "recuperar la amistad y la unidad entre los chilenos" para sanarlas. El mandatario negó que haya una política sistematizada para atacar a los manifestantes y se comprometió a investigar los hechos.

EL ESTALLIDO COMENZÓ EN OCTUBRE con las protestas por el aumento del boleto de subte y es el hecho más grave que vive el país desde el fin de la dictadura de Augusto Pinochet, que dejó de miles de desaparecidos y torturados. El descontento provocó algo que parecía imposible: una consulta prevista para abril, a fin de tener una nueva Constitución que reemplace la Carta Magna pinochetista vigente desde 1980.

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HONOR Y GLORIA AL PUEBLO CHILENO.
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Manuel Cabieses.

Rebelión miércoles 1 de enero del 2020.


Me pongo de pie, me quito el sombrero y grito a todo pulmón: ¡Viva el glorioso pueblo chileno!

Es el pueblo -en su más amplia y generosa acepción- el protagonista de la rebeldía que convirtió el 2019 en un año que pasará a la historia de las luchas sociales de nuestra patria.

Hombres y mujeres, jóvenes y viejos, y hasta los niños que hoy desbordan las calles con su protesta magnífica, son descendientes de las heroicas luchas contra la explotación y la discriminación de los siglos XIX y XX. La rebeldía que se levantó iracunda se forjó en la pampa salitrera, en el sur mapuche y campesino, en la Patagonia austral y en los puertos y ciudades de esta delgada “línea de luz” como llamó a Chile el gran Carlos Droguett.

La nuestra es una historia cuajada de matanzas y abusos que, sin embargo, jamás extirparon el furor rebelde que latía en el corazón del pueblo. 2019 pasará a la historia como ejemplo de ese coraje histórico. Es una página gloriosa escrita por millones de chilenos y chilenas. El pueblo de todas las edades y condiciones sociales, proclamó ¡basta! al sistema que lo oprime y humilla. El laboratorio de experimentación y cuna del neoliberalismo -la más inhumana expresión del capitalismo-, se puso de pie y reclama una Asamblea Constituyente que eche los cimientos de una República democrática y participativa. El poder popular pugna por ser definitivamente reconocido como la piedra angular de la sociedad.

Existe una evidente continuidad histórica entre el 18 de octubre y el 11 de septiembre. En la perspectiva del tiempo, esas fechas se hermanarán como anverso y reverso de nuestra trágica historia.




El presidente Salvador Allende lo anunció en La Moneda en llamas: “más temprano que tarde se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”.

Esto es lo que hoy sucede: el hombre libre se ha echado a andar y ha convertido las calles en barricadas de la libertad. En realidad, el pueblo nunca dejó de luchar. Bajo el terrorismo de estado, hombres y mujeres entregaron sus vidas para reconquistar la libertad secuestrada por los oligarcas y asesinos con uniforme. La heroica resistencia contra el terrorismo de estado -que costó más de tres mil víctimas y decenas de miles de prisioneros torturados- forma parte de las raíces históricas de la rebeldía del pueblo chileno.

Nuestro país quiere vivir de manera diferente a la que impuso el neoliberalismo con ayuda de las bayonetas. Anhela una democracia con justicia social, una paz entre iguales, una institucionalidad -sujeta al escrutinio popular y a la revocación de sus mandatos- que haga respetar los derechos y deberes de los ciudadanos.

Resulta mezquino –y deliberadamente desorientador- calificar la protesta y rebeldía solo como un “estallido social”. Se han cumplido más de 70 días de un fenómeno social, político y cultural que desconoce a todas las instituciones del Estado. No es un “estallido”, es un proceso insurreccional que ha desfondado la institucionalidad y disipado -con un solo bufido de millones- la falsa imagen del “oasis” del conformismo y la resignación en América Latina.

Esta insurrección no tiene liderazgo reconocido ni un itinerario predeterminado. Sin embargo, tiene millones de voces que señalan el rumbo del movimiento: un cambio profundo y definitivo. La demanda que globaliza el conjunto de protestas parciales es una nueva Constitución elaborada por una Asamblea Constituyente. A partir de la cual los chilenos construyamos una nueva sociedad de iguales.

Más de 27 muertos, centenares de heridos, miles de detenidos y torturados cuesta ya esta lucha. La represión policial ha dejado en claro que los carabineros de Pinochet son los mismos de Piñera.

Es iluso creer que el proceso insurreccional en marcha va a tragarse el sapo de una “Convención Constituyente”, como la que ha fabricado la casta política. Lo previsible es una ola de presión de masas para que la “Convención” rompa sus ataduras y limitaciones y asuma las funciones de una Asamblea Constituyente, depositaria del poder originario. Para el éxito de ese propósito hay que permanecer unidos tal como en el primer día de la insurrección de octubre.

Los enemigos del cambio -con la casta política a la cabeza- intentan dividir y desalentar al pueblo. Se iniciará una guerra sicológica millonaria en recursos para ganar el plebiscito del 26 de abril. La respuesta necesaria consiste en afianzar la unidad social sin sectarismos ni oportunismos. El enemigo común es la oligarquía que pretende convertir la Constituyente en una farsa más de las numerosas que registra nuestra historia.

Debemos confiar en nuestras propias fuerzas. Tenemos el orgullo de pertenecer a un pueblo valiente y rebelde que no permitirá que se vuelva a bloquear su derecho a vivir en una sociedad gobernada por la justicia social, las libertades públicas y los derechos humanos.

A la Asamblea Constituyente corresponde echar las bases de esa sociedad que la esperanza del pueblo mantiene viva desde hace más de un siglo.

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