viernes, 20 de noviembre de 2020

EL MARXISMO DE JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI

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“El devenir político, a lo largo del Siglo XX y lo que va del XXI, le da la razón. Sin embargo, como ocurre con casi todos los revolucionarios, la intelectualidad y agentes de la gran burguesía intentan adocenarlos y apropiarse de ellos, desde una memoria social construida para sus intereses y objetivos de clase. Lo mismo hacen los revisionistas peruanos: aquella izquierda acostumbrada a rendirse ante las migajas del poder imperante y que, acomodada entre los mullidos asientos parlamentaristas, desenvuelve un largo camino de traición contra los intereses y luchas históricas del pueblo. Como presagiando este fenómeno, Mariátegui lanzó sus dardos contra los revisionistas que ya hacían de las suyas por nuestras tierras: En tal sentido, uno de los mejores tributos que le podemos hacer a revolucionarios como José Carlos Mariátegui es usar el marxismo como instrumento de análisis y acción para la liberación de nuestro país, así como de América Latina, del yugo del gran capital y el Imperialismo. Porque el marxismo es eso: crítica del capitalismo, al mismo tiempo que acción revolucionaria para abolirlo y la construcción simultánea del socialismo.

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EL MARXISMO DE JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI

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Por Prensa Internacional | 20/ 11/ 2020 | América latina y Caribe.

Rebelión viernes 29 de noviembre del 2020.

 

Es considerado el primer intelectual marxista de América Latina que ha trascendido su época. Sus múltiples escritos tienen una validez histórica, y además son base para un análisis de clases de la sociedad peruana y latinoamericana plenamente vigente.

Pero Mariátegui (Moquegua 1894 – Lima 1930) no sólo fue un gran intelectual del proletariado, sino que fundó el Partido Socialista del Perú, que años después devino en Partido Comunista del Perú. A pesar de sus limitaciones físicas fue capaz de sentar las bases para el desarrollo del movimiento comunista en su país.

Fue el primero que aplicó el marxismo al análisis de la sociedad peruana, inclusive en el campo cultural (donde desarrolló una exhaustiva labor de frente, desde la memorable y generacional revista Amauta que fundó y dirigió hasta su temprano fallecimiento). Con base en la teorización marxista, el correspondiente análisis de las fuerzas de producción y las relaciones sociales que la sustentan, coligió que el problema principal de la sociedad peruana y las clases oprimidas en su época (en su mayoría, de las comunidades indígenas) era el problema de la tierra:

«El problema agrario se presenta, ante todo, como el problema de la liquidación de la feudalidad en el Perú. Esta liquidación debía haber sido realizada ya por el régimen demo-burgués formalmente establecido por la revolución de la independencia […].La supervivencia de un régimen de latifundistas produjo, en la práctica, el mantenimiento del latifundio. Sabido es que la desamortización atacó más bien a la comunidad. Y el hecho es que durante un siglo de república, la gran propiedad agraria se ha esforzado y engrandecido a despecho del liberalismo teórico de nuestra Constitución y de las necesidades prácticas del desarrollo de nuestra economía capitalista.»

Mariátegui caracterizó la sociedad peruana como ‘semifeudal’, porque arrastraba lastres del sistema feudal. Analizó cómo en el sistema agrario subsistían cadenas de producción y servidumbre desde la época colonial. Por ello, concluyó Mariátegui, que el campesino no se podría emancipar si no se liberaba del yugo del sistema latifundista.

Por otro lado, en sus escritos, recopilados en el tomo Defensa del Marxismo, Mariátegui ejecuta una defensa abierta del trabajo teórico–político de Marx frente a cuestionamientos planteados sobre todo desde la Socialdemocracia. En concreto, se enfrenta al belga Henri de Man que sostenía que el marxismo no daba respuesta a las necesidades socio-sicólogicas de los trabajadores, y que el sicoanálisis de Sigmund Freud representaba un mejor instrumento para el análisis de la infelicidad colectiva. Ante lo cual, el marxista peruano le replica que el marxismo no se opone a los aportes de Freud, y por el contrario denuncia la infelicidad del proletariado a partir de la enajenación del trabajo asalariado en el capitalismo (algo tan vigente hoy en día, en pleno año de la pandemia del coronavirus y los forados estructurales que esta ha acentuado con mayor gravedad entre los sectores populares a nivel mundial).

En esos y otros debates con sus contemporáneos, Mariátegui se revela como un profundo conocedor de los textos y prácticas de Marx, Engels y Lenin. La cita y recurre a sus análisis de las relaciones sociales de producción de la sociedad capitalista. En este mismo sentido, el Amauta reclama la necesidad de una transformación democrático-popular, la cual supone el uso de la violencia revolucionaria. En este sentido, Mariátegui era consciente de los costos de una revolución: «Pero es que no hay revolución mesurada, equilibrada, blanda, serene, plácida. Toda revolución tiene sus horrores».

Al mismo tiempo, en Defensa del Marxismo, Mariátegui deshace la acusación sobre un supuesto determinismo marxista en el sentido que la sociedad se rige por leyes, y que el final inexorable es el comunismo. El marxista peruano sostiene que, para llegar a tal transformación, hace falta siempre la acción del proletariado y las demás clases trabajadoras mediante la lucha revolucionaria:

«Marx no podía concebir ni proponer sino una política realista, y por esto, extremó la demostración de que el proceso mismo de la economía capitalista, cuanto más plena y vigorosamente se cumple, conduce al socialismo; pero entendió, siempre como condición previa de un nuevo orden, la capacitación espiritual e intelectual del proletariado para realizarlo, a través de la lucha de clases.»

Otro de los conceptos centrales con que Mariátegui caracterizó la sociedad peruana de su tiempo es el de ‘semicolonial’. A comienzos del siglo XX, Mariátegui estaba convencido de la necesidad de la lucha contra el imperialismo, principalmente yanqui, como parte del programa de la liberación del pueblo peruano. Asimismo, desechó la idea que la burguesía y pequeña burguesía peruanas se embarcasen en un proyecto antiimperialista, porque se hallaban ligadas económica y culturalmente al imperialismo norteamericano (de ahí su pronto y radical deslinde con el Apra que fundó Haya de la Torre):

«La condición económica de estas repúblicas [latinoamericanas] es, sin duda, semicolonial, y, a medida que crezca su capitalismo y, en consecuencia, la penetración imperialista, tiene que acentuarse este carácter de su economía. Pero las burguesías nacionales, que ven en la cooperación con el imperialismo la mejor fuente de provechos, se sienten lo bastante dueña del poder político para no preocuparse seriamente de la soberanía nacional.»

El devenir político, a lo largo del Siglo XX y lo que va del XXI, le da la razón. Sin embargo, como ocurre con casi todos los revolucionarios, la intelectualidad y agentes de la gran burguesía intentan adocenarlos y apropiarse de ellos, desde una memoria social construida para sus intereses y objetivos de clase. Lo mismo hacen los revisionistas peruanos: aquella izquierda acostumbrada a rendirse ante las migajas del poder imperante y que, acomodada entre los mullidos asientos parlamentaristas, desenvuelve un largo camino de traición contra los intereses y luchas históricas del pueblo. Como presagiando este fenómeno, Mariátegui lanzó sus dardos contra los revisionistas que ya hacían de las suyas por nuestras tierras:

En tal sentido, uno de los mejores tributos que le podemos hacer a revolucionarios como José Carlos Mariátegui es usar el marxismo como instrumento de análisis y acción para la liberación de nuestro país, así como de América Latina, del yugo del gran capital y el Imperialismo. Porque el marxismo es eso: crítica del capitalismo, al mismo tiempo que acción revolucionaria para abolirlo y la construcción simultánea del socialismo.

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