viernes, 27 de noviembre de 2020

AMÉRICA LATINA ANTE LA PANDEMIA DE LA DESIGUALDAD Y LA NUEVA DÉCADA PERDIDA.

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AMÉRICA LATINA. LAS DESIGUALDADES SOCIALES

Quizás uno de los impactos más fuertes de la pandemia sea la precarización de la situación de vida de millones de personas a nivel mundial que prácticamente no pueden subsistir. Según un estudio del Banco Mundial, más de 350 millones de personas podrían caer en la pobreza y 100 millones en la pobreza extrema a causa de la crisis mundial. En Latinoamérica la situación es muy grave. Para la CEPAL, 30 millones de personas pueden caer en la pobreza extrema y 46 en la pobreza.

Simultáneamente, de acuerdo a las proyecciones de la OIT en el segundo trimestre de este año se habrían perdido horas de trabajo equivalente a 495 millones de empleos a tiempo completo. A esto vale añadir que las pérdidas de empleo y las suspensiones aumentaron respecto al primer trimestre y nuestro continente es el más afectado. En total, la pérdida global de ingresos laborales durante los primeros tres trimestres de 2020 asciende a USD 3,5 billones. En este sentido, los ingresos de sectores trabajadores han caído en promedio a nivel mundial un 10%, mientras que en nuestro continente el derrumbe llega al 15%.

Dentro del sector de trabajadores, las personas jóvenes, mayores y mujeres fueron los más afectados por la pérdida de empleo. Es importante destacar la profundización de las desigualdades por razones de género en el marco de la pandemia. Siguiendo a Batthyány, Sánchez 2020, el impacto de la crisis sanitaria afecta particularmente a las mujeres.

“La OIT estima que, de los 130 millones de trabajadores informales, el 53% son mujeres, por lo que frente a la situación actual enfrentan mayores riesgos (OIT, 2020). El aumento del desempleo también repercutirá de manera negativa en sus condiciones de vida, porque las mujeres de la región se emplean en un 49% en comercio y servicios, dos de los sectores más afectados por la pandemia (OIT, 2020). Cabe agregar que por cada 100 hombres que viven en condiciones de pobreza en la región, hay 132 mujeres. Y el escenario provocado por la pandemia anticipa que este indicador puede empeorar todavía más. Al mismo tiempo la presión de la demanda de pacientes con coronavirus afecta principalmente a médicas, enfermeras y trabajadoras de la salud en general, ya que ellas representan el 72,8% del personal del sector de la salud. Además, las trabajadoras formales, que tienen salarios menores a los de los hombres en un 17% en promedio, también han visto incrementadas sus tareas domésticas (CEPAL, 2020)” 



 

Mientras que cerca de mil millones de personas corren riesgo de perder su trabajo o caer en la pobreza, o ambas cosas simultáneamente, hay un pequeño grupo de billonarios que se están viendo beneficiados de la pandemia y la crisis. De acuerdo con los datos de Bloomberg los 5 hombres (si, son todos hombres y 4 de ellos son blancos y estadounidenses) más ricos del mundo han aumentado su patrimonio personal en lo que va del año en USD 201.000 millones. Jeff Bezos, el hombre más rico del mundo, aumentó su riqueza particular en USD 72.000 millones. Cuatro de estos cinco empresarios están ligados a las industrias tecnológicas y el comercio electrónico, grandes beneficiarios de la pandemia. Para hacernos una idea de cuán colosal es la concentración de la riqueza en el contexto de la pandemia, las 50 personas más ricas del mundo aumentaron sus ingresos este año en USD 413.000 millones, prácticamente el PBI de Argentina en 2019 (USD 449.663 millones.

En un contexto donde hay gente que se muere de hambre, se queda sin trabajo mientras unos pocos se enriquecen sideralmente pareciera ser un chiste desagradable seguir discutiendo si es necesario distribuir mejor la riqueza o gravar las riquezas. El planteo del presidente argentino, Alberto Fernández ante la Asamblea General de las Naciones Unidas de la necesidad de encontrar una “vacuna contra la injusticia social” debería ser hoy en día el leitmotiv para la cooperación entre las naciones. Si la respuesta de la mayoría de los líderes del mundo es -como en la crisis del 2008- dar respuestas débiles, o encontrar el enemigo en los inmigrantes, la falta de voluntad de los más vulnerables de esforzarse para salir adelante, los conflictos políticos, sociales y raciales van a aumentarse. La historia es maestra de la política y las crisis sociales son un caldo de cultivo para los conflictos internos y entre naciones, si no se encuentran soluciones que contemplen los intereses y necesidades del conjunto de la comunidad.

Desigualdad entre Estados y grandes corporaciones

Desde la década de los ‘70 el sector corporativo y financiero posee cada vez más capacidad de condicionar a los estados de acuerdo a sus intereses. Como hemos descrito la pandemia le está requiriendo a los estados ya debilitados y sobre endeudados un esfuerzo descomunal que no es correspondido con el aporte de las grandes corporaciones. En el contexto de la crisis muchas empresas multinacionales deciden reducir su estructura y retirarse de mercados emergentes y sostener sus negocios más rentables, o desarmar sus inversiones financieras y radicarse en los países centrales que brindan mayor estabilidad financiera. Esta situación pone en evidencia que el mercado y el gran capital concentrado está globalizado, pero no es capaz dar respuestas globales y que participa de las ganancias, pero no de las pérdidas.

Los Estados están asumiendo prácticamente todos los costos de la crisis, pero las personas más ricas y las corporaciones más grandes no están participando del esfuerzo de la recuperación en la misma medida. La salida de la posguerra mundial tuvo como gran estrategia de reconstrucción de Europa y reactivación de su economía al Plan Marshall, pero también trajo aparejado un sistema fiscal que cobraba grandes impuestos a las riquezas para financiar estas obras y un férreo control de capitales, para que los capitales se reinviertan en el país donde fueron generados. Hoy pareciera que el capital exige un Plan Marshall para reactivar la economía mundial pero no quiere poner la parte que les toca, ni realizar ningún sacrificio. Esta situación pone en evidencia la necesidad de rediscutir las reglas de juego que rigen la economía y las finanzas internacionales.

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AMÉRICA LATINA ANTE LA PANDEMIA DE LA DESIGUALDAD Y LA NUEVA DÉCADA PERDIDA.

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Por Isaac Enríquez Pérez |27/11/2020 |América Latina y Caribe.

 

Fuentes: Rebelión viernes 27 de noviembre del 2020.

 

América Latina es la sociedad que, de manera más acabada, a lo largo de su historia, simboliza la desigualdad que drena el sistema económico capitalista. Las múltiples crisis que se traslapan con la pandemia del Covid-19, profundizan esas asimetrías y postran a la región ante lo que ya se perfila como una nueva década perdida.

Todo ello no está exento de las contradicciones e intereses facciosos propios de las élites y oligarquías, que más que un péndulo político lo que dibujan es un laberinto político en la región (https://bit.ly/3mb6zi2). 

Al 30 de octubre del presente año, el hemisferio americano continúa como el epicentro de la pandemia con 20 377 717 de contagiados confirmados y con 637 552 muertes atribuidas a la misma enfermedad del Covid-19. América Latina, por su parte, alcanzó en esta misma fecha 10 948 588 infectados por el nuevo coronavirus; en tanto que las defunciones se elevaron a 393 780 (tres de cada diez muertes ocurren en la región y de esa cantidad, los tres primeros países más afectados son Brasil, México y Perú). No solo es una pandemia fruto de la desigualdad y la pobreza, sino que también lo es del desmantelamiento (por privatización de facto y desinversión pública) de los sistemas de salud y de la erosión sistemática del Estado; situaciones que en América Latina asumen rasgos inéditos con el advenimiento de la crisis económica y de desempleo más pronunciada de la historia.  

Cabe aclarar que esta crisis económica no se incuba en la región con la pandemia, sino que se lastra desde principios de la segunda década del siglo XXI con la ralentización del crecimiento económico; el ensanchamiento de las brechas de la desigualdad social; el desvanecimiento de los mínimos de bienestar social promovidos por los gobiernos progresistas sudamericanos –especialmente las políticas de combate a la pobreza–; y la re-primarización de los aparatos productivos y la dependencia de la exportación de materias primas, con el consecuente deterioro del medio natural. 

Más aún, con la pandemia queda al descubierto –una vez más, aunque esta ocasión de manera lacerante– el hecho de que las estructuras de poder y riqueza no fueron trastocadas con la oleada de gobiernos progresistas en la región, sino que éstos apuntalaron los procesos de acumulación de capital y fungieron como un mecanismo contenedor del descontento popular y de los movimientos sociales de las décadas previas que se activaron con las estrategias del fundamentalismo de mercado.   

 


         

La crisis inmobiliaria/financiera del 2008-2009 incidió en la bonanza latinoamericana cosechada en los años previos. La caída en los precios internacionales de las commodities frenó de golpe el crecimiento económico de la región. De tal modo que entre el 2010 y el 2019, la tasa de crecimiento cayó del 6 al 0,2% anual. Mientras que la concentración del ingreso y de la riqueza es una constante que hacia el 2018 posiciona al quintil más pobre –el 20’% de la población– de la región con solo un 4% de la riqueza, en tanto que el quintil más rico acaparó el 56% de la riqueza regional –algo así como una proporción de catorce veces el ingreso adquirido por los más pobres entre los pobres. Con la pandemia del Covid-19, los 73 multimillonarios de la región se hicieron más ricos al aumentar sus fortunas en 48 200 millones de dólares (mdd); al tiempo que un nuevo rico se sumó a estas filas cada dos semanas desde el mes de marzo de 2020. 413 mdd es el monto acumulado diariamente por los acaudalados desde que arreció la crisis sanitaria en la región en marzo pasado (https://bit.ly/3mCOadZ).  

Al persistir sistemas fiscales que otorgan privilegios y eximen de obligaciones tributarias a los patrimonios personales, las herencias y las ganancias empresariales, esas desigualdades seguirán latentes y profundizarán sus efectos. OXFAM calcula que a lo largo del 2020 estos sistemas tributarios dejarán de recabar en la región impuestos por el orden 113 400 mdd. De entrada, la recaudación tributaria alcanza en la región un 23,1% del PIB regional –muy por debajo del 34,3% que promedian los países miembros de la Organización para la cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Estas diferencias, en buena parte, estriban en la evasión y elusión fiscal en América Latina –que alcanzan hasta el 6,1% del PIB. 

La misma pandemia restregó a nuestras conciencias el hecho de que 140 millones de latinoamericanos ganan su sustento diario en la economía informal; un número que equivale al 55% de la Población Económicamente Activa. La fragilidad y precarización laboral de este amplio espectro de la población de la región hace que los impactos de la pandemia sean mayores por tratarse de sectores carentes de un salario fijo, de redes de seguridad social y de mínimas certidumbres laborales. Entonces, se calcula que 52 millones de nuevos pobres se sumarán en la región como consecuencia de los confinamientos. 

Los bolsones de migrantes latinoamericanos que deambulan en ciudades y países distintos a los suyos, en el contexto de la pandemia, no solo le expone al hambre, sino a la falta de acceso a los servicios sanitarios y a las transferencias monetarias. Presos de su condición indocumentada, los migrantes son los primeros náufragos del hiperdesempleo y de la pauperización social a la cual ingresan por partida doble (en su país de origen y en la sociedad receptora). 

Las estimaciones más halagadoras alegan que el PIB de la región se contraerá, durante el año 2020, 7,2% (https://bit.ly/3f4luqX); otras estimaciones auguran una caída del 9,1%. La caída de la demanda externa –conjuntamente con la reducción de los precios de las materias primas–, reducirá el potencial exportador de la región en productos como la soja, el cobre, el gas natural, el petróleo, la celulosa y –en el caso de México y algunas naciones centroamericanas– los bienes manufacturados. No menos importante será la reducción de los flujos turísticos hacia la región ante las restricciones de la movilidad. A la contracción del PIB, se suman la caída del ingreso y gasto de los hogares, y la reducción de la inversión privada.   

Esta contracción del PIB no solo agravará el desempleo (para octubre la cifra alcanzó a 44 millones de latinoamericanos) y la pobreza (45 millones de habitantes engrosaron sus filas y 28 millones no logran cubrir sus necesidades básicas) en la región, sino que, al combinarse con posibles rebrotes del coronavirus en las semanas y meses por venir, puede colocar a América Latina ante hambrunas y crisis humanitarias de amplias proporciones y difíciles de revertir en el corto y mediano plazos.   

Si se llega a esos 230,9 millones de pobres latinoamericanos en el 2020, estaríamos hablando del 37,3% de la población de la región, en tanto que 15,5% estará en la franja de la pobreza extrema. El panorama se agrava con la reducción de la productividad, la baja recaudación fiscal, las movilizaciones sociales de finales de 2019, y la crisis de legitimidad y desconfianza que los ciudadanos le endilgan a sus gobiernos, pese al balón de oxígeno que representan los regímenes progresistas en naciones como Argentina, México y Venezuela. 

Otro de los retrocesos se suscitará en el sistema educativo latinoamericano con la enseñanza telemática obligada por la pandemia. Una buena cantidad de niños y jóvenes desertarán de las escuelas y universidades ante la falta de condiciones para continuar su formación escolar. Ello, en sí, será una catástrofe civilizatoria y generacional para la región a medida que se obstaculice la formación de recursos humanos, se dilapiden recursos públicos y se inserten estos grupos etarios de manera prematura al campo laboral.  

La otra crisis por venir en la región será la propia de los sistemas bancario/financieros. Con el hiperdesempleo y la caída de los ingresos familiares, la situación de insolvencia de los deudores –tarde o temprano– hará explotar a los bancos comerciales que otorgaron créditos al consumo en condiciones de laxitud e irresponsabilidad. Si bien las utilidades bancarias tendieron a disminuir en los últimos meses, ello no se compara con la sangría sufrida en la caída de los ingresos familiares. La pregunta que esta situación suscita estriba en quién o quiénes asumirán los costes de esta crisis que en el mediano plazo comprometerá a las economías nacionales de la región. En otros momentos de la historia reciente los costes de estas bancarrotas los asumieron los Estados y los trasmutaron en deuda pública intergeneracional, como en el caso de México y su FOBAPROA-IPAB. 

El desdoblamiento de las múltiples crisis que se aceleran con la pandemia en América Latina, obliga a pensar en un nuevo pacto social. Obliga a ir más allá del Consenso de Washington, del Consenso Post-Washington y del consenso pandémico. Reestructurar a los Estados latinoamericanos sobre bases sociales es solo una parte de los imperativos. El grueso del problema atraviesa por resolver el gran conflicto social zanjado con las estrategias de fundamentalismo de mercado adoptadas en los últimos cuarenta años; y ello supone erosionar los privilegios entronizados con las políticas desnacionalizadoras, aperturistas y luego neo-extractivistas y re-primarizadoras. 

Salir de estas crisis entrelazadas en la región implica ampliar la mirada y asumir que la pandemia no se reduce a una crisis sanitaria, que, si bien algunos consideran que fue inesperada e imprevisible, no será transitoria ni efímera, sino que sus efectos y consecuencias serán prolongados, de largo plazo y con implicaciones profundas en la vida social de la región. Implica también redefinir las estructuras de poder, riqueza y dominación afianzadas durante las últimas cuatro décadas; y ello supone ir más allá de la falsa disyuntiva de más mercado o más Estado. Implica pensar el desarrollo con cabeza propia para salir de los cánones establecidos y que históricamente asfixiaron a América Latina o la hundieron en laberintos de distinta índole. 

Incentivar la recuperación económica es un primer paso necesario, pero no suficiente; recuperar los empleos perdidos y crear otros nuevos, es un paso indispensable, y para ello es fundamental canalizar a ese fin la inversión pública y renegociar las condiciones de la deuda para que este grillete sea condonado en el caso de aquellas naciones con economías frágiles. No solo bastan políticas económicas expansivas y reformas fiscales progresivas. Es imperativo ir más allá en un contexto crecientemente adverso signado por la lejanía de la recuperación económica y el deterioro de los principales indicadores de bienestar. Pero si ello omite asumir a la salud y al desarrollo como derechos humanos fundamentales, esos objetivos estratégicos serán en vano. De ahí la importancia de una sociedad latinoamericana organizada, activa y en movimiento que atempere y revierta la tiranía del mercado y del Estado. 

ISAAC ENRÍQUEZ PÉREZ es investigador, escritor y autor del libro La gran reclusión y los vericuetos sociohistóricos del coronavirus. Miedo, dispositivos de poder, tergiversación semántica y escenarios prospectivos

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